17| CAZADOR CAZADO
—Gracias, viejo. —Me llega por detrás. Se parece bastante a mí. El celador no se confundió, creo que yo también tengo un doble.
—No es nada. —Proceso su existencia—. Esto te lo ha mandado el guardia de la Torre 1, dice que es todo lo que hay... —miento.
—Ah, pensé que había más para esta semana. Está bien, ¡muchas gracias! —Su voz hace diferencia con la mía porque se enmarca más delgada.
La culpa me mata y lo detengo mientras veo qué saco de mi pobre billetera. Encuentro un billete y se lo obsequio.
—¿Y esto? —Gestea cuando ve la cifra del papel corrugado.
—Mmm es que me contaron tu historia. Sé que lo necesitas, tómalos. —Hago un intento por enmendar el desajuste de su trabajo.
—Wow, es increíble. Se lo agradezco mucho. Le compraré un juguete y leche a mis hijas. —Sujeto fuertemente unas lágrimas traicioneras que se aproximan a salir.
Uno no se alcanza a imaginar por cuántas fatalidades deben pasar ciertas personas. En comparación de mi tormenta, hay tornados arrasando con otros.
Dafne siempre me dice que todo podía estar peor, cualquier desgracia, por desorbitante que fuese; y por eso mismo era importante conformarnos/agradecer ante la dificultad. Para ella: "El bien siempre se ha querido disfrazar de mal y así dejarnos enseñanzas".
No le había dado un enfoque merecedor a esa perspectiva hasta que el hambre me saluda de frente y sonríe de una forma tan familiar. Este hombre más que verse parecido a mí, resalta toda la necesidad que tengo; me recuerda que debo seguir trabajando por aquello que quiero conseguir y seré recompensado.
Mis ojos vidriosos se despiden de él junto con un empático asentón de palma en su hombro. Y así es como me desplazo nuevamente hacia la torre, esta vez pasando de largo hacia "las cajas" gracias a la indicación.
Comienzo a inmiscuirme por el pasillo, entablando una rigurosa marcha que solo deja como testigo a mi sombra. No sé si es mi delirio o tal vez ya estoy poseído, pero me siento tan espía como Maricela con el machete jurando ser Samurai.
Camino agachado y de puntitas como si hubieran arbustos. Alzo a ver en algunas ventanas y no hay señales de ellos. Me voy al pasillo del frente, después de que la señora de la limpieza se mete en un cuarto al lateral, y en este corredor solamente hay puertas.
Pierdo mi tiempo viendo por el visor de todas ellas, no están. Así que me voy apresurado hacia el otro corredor donde al fondo se encuentra un elevador, este me conduce hacia más arriba.
El aterriza y me descarga en la planta, esta contiene un salón con incontables puertas. La cantidad me desconsuela.
Pero como para ayer es tarde —así dice mi novia—, doy inicio a la búsqueda.
Observo a través de cada ojo mágico de los apartamentos, violando la privacidad de sus inquilinos. No sé cuándo me volví perpetrador.
Veo uno a uno y me encuentro distintas escenas, al parecer la gente no duerme a plenas 2:00 de la mañana.
Apartamento 1: Pareja en el sofá viendo una película, creo que ya están dormidos. Las luces están apagadas excepto la del televisor.
Apartamento 2: Hay una mujer y una adolescente sentadas en la mesa, tal vez haciendo una maqueta. Me doy cuenta de que la joven se está quedando dormida.
Apartamento 3: Todo negro. No percibo nada.
Apartamento 4: Un adulto mayor con una bata de baño sentado con un libro abierto en la cabeza. Está despierto, noto que se frota un pie en el otro.
No entiendo nada y voy a la siguiente puerta.
Apartamento 5: Todo negro de nuevo. Pero de pronto, veo unas lucecitas al fondo moverse y diluirse en el espacio, haciéndose más y más grandes hasta unirse en una mancha. Capto manos y varios cráneos a través de esos destellos. ¿Serán extraterrestres? La luminosidad y esas extrañas fisionomías solo encubren una parte de la casa, ellas fuerzan la capa como si quisieran salir pero no pueden, tal vez se trata de un caparazón o un huevo. Ellos son aterradores, son sobrenaturales, son...
Encienden las luces de la casa.
Ubico una pequeña tienda de acampar en medio de la sala y dos niños dentro de ella. Tienen linternas. Un señor aparece —supongo es su papá—, les llama la atención y se van hacia más adentro del apartamento.
...son solo niños.
Me voy a la otra puerta.
Apartamento 6: Steve y Dafne sentados, frente a frente, en un sillón. Las luces están encendidas y no localizo al otro sujeto en la sala de estar. Dafne se ve tranquila, mucho más de lo que estaba hace unos minutos, y no deja de ver profundamente los ojos de su amigo; este no solamente le corresponde sino que, además, le parlotea algo.
Dos segundos después Steve truena sus dedos enfrente de ella, provocándole un parpadeo instantáneo.
Se me atrofia el sistema cardiovascular y las punzadas me embisten sin piedad. La llaga se vuelve a abrir, proclamando un flagelo enorme. En mí se despierta la curiosidad con cierta corriente eléctrica que me pringa desde mi bolsillo, donde están mis pertenencias, y tomo precisamente la pulsera de Dafne; está ardiendo. Es como si sintiera que ella está mal y lo refleja con esa atípica temperatura.
Ojeo nuevamente en la mirilla y mis latidos se acrecentan. Mi novia se levanta con una marcha robotizada, emprende una danza poco racional para satisfacer los bajos instintos de Janz. El ritmo enloquecedor que lleva su falda y la forma en que se desenvuelve por el camino con una actitud devoradora, me atemoriza, pues conozco esa ansia en sus ojos. Ella tiene sed, su mirada brota fuego y toda su corporalidad vibra en dirección equivocada: Steve.
Lo mira como si me viera a mí.
Sus labios templados dejan de contenerse y se sueltan en una sonrisa. Su ceño arrugado se relaja y todo de ella elimina la resistencia hacia él, ya no lo aborrece.
El amuleto se calienta hasta el punto de lastimarme, me veo forzado a cambiarlo de mano.
Me descontrolo cuando ella comienza a caminar despaciosamente hasta la posición del depredador y, en ese pequeño intervalo de tiempo, entierra las manos bajo su falda para deslizar su braga hacia abajo. Ella misma lo hace, su voluntad se pulverizó.
No tengo ganas de seguir como espectador y ganarme una colita con dos enormes cachos, así que golpeo como si fuese a tumbar la puerta.
Me guardo la cadena en el bolsillo cuando me quema la otra mano. Es muy extraña.
Me fijo en ellos y Steve hace un alto de "la función" en cuanto escucha mi disparatado toque. Pregunta sobre la identidad de quien lo interrumpe y nunca respondo... lo hago levantarse y cerciorarse por el ojo mágico, pero cubro el orificio con mi palma, haciendo que no se aguante y me abra la puerta.
Siento como retira los seguros y el gran portón se despliega de su marco frente a mí. Steve nota mi presencia y pretende estampármela en la cara; sin embargo, meto el pie para atajar y comenzar a empujar al interior.
—Pero… ¿¿quién demonios te dejó entrar?? Lárgate, no eres bienvenido. —Se escandaliza.
—¡Lástima! —Presiono mi costado sobre la puerta—. Aquí tienes algo de mi entera importancia.
—¡No sé de qué me hablas! —Me evade.
Se viene con un contragolpe y me machaca el zapato con la tablilla. La salamandra quiere pelear.
—Pues te enseñaré de lo que hablo... —Mi falta de afabilidad comienza a detonarse.
Doblo mi brazo de modo en que pueda sobresalir mi codo y, sin que Steve se lo espere, se lo aviento a la pequeña parte de rostro que tiene expuesta contra la puerta. Creo que es la frente.
Se llamaba frente después de esto.
Su delicado y desbaratado cuerpo se tambalea hacia atrás, tropieza con una pequeña mesita de cristal y sus zapatillas terminan de alisarse sobre el tapete, haciéndolo caer de espaldas sobre los cristales. Algunas porcelanas se quiebran y un porta retrato, pero él sigue retrocediendo a cuestas mientras termino de abrir la puerta de una brusca patada.
Al entrar y ver a Dafne, la pieza que encaja y mezclada conmigo hace más que infinitud, enganchada al brazo del tipo que presenció todo el abuso en el coche y no hizo más que traerla al matadero, le grito:
—...¡Dafne!, ¡ahí estás! —Voy en su dirección y ella busca con su mirada ausente mi voz. Algo le pasa... es como si estuviera obnubilada.
—¡No! —Steve intenta impedirlo—. ¡Lautaro, llévatela al cuarto! —manda.
Ambos le hacen caso, especialmente ella. Sus pasos ceden sin ninguna objeción. ¿Por qué le haría caso?
Dan el recorrido opuesto para esquivarme e intento seguirlos. Hay un sillón en L entre todos. —¡Dafne, no vayas!
Pero Janz se arrastra hasta alcanzarme las piernas y derribarme. Me hace comer polvo.
—¡Cállate, ella no te escuchará! —ruega, como si tuviera temor a algo.
Dafne se pierde por el corredor con el otro extraño. No los puedo ver.
Steve me va imposibilitando a medida de que se encarama más sobre mí. Empiezo a impulsarme agarrando cada cosa a mi paso.
Llega a mi misma altura, no me explico cómo subió tan rápido. No tolero su fatigante cuerpo dominando el mío y hago una flexión con ambas manos hacia arriba, logrando alzarlo para luego darme un vuelco hacia un lado y así tirarlo. La impresión hace que me suelte.
Me levanto como un resorte y me sumerjo en el siniestro y oculto pasillo. Me olvido de Steve y lo dejo a su suerte cuando veo varias puertas, todas cerradas.
Abro una puerta donde está el baño. Voy a ver la otra y, de pronto, un calambre en mi pierna...
Se aferra y desgarra mi ligamento.
Traza más profundo y se desprende con brutalidad.
La sangre no demora en fluir. Las gotitas se van amontonando a mis pies.
—Me subestimaste, Joseph. —Se vanagloria en un susurro a mi espalda, se vino arrastrando. Está sosteniendo el pedazo de vidrio con el que apuñaló mi extremidad.
En cuanto dice mi nombre comprendo muchas cosas. Yo nunca lo engañé, se hacía el desentendido para destruirme de frente.
Caigo de rodillas, la herida me inmoviliza. Lo ha hecho justamente por el doblez de la pierna.
—Sí que lo hice... —Aprieto la llaga con mis manos, atajando la hemorragia—. Eres un descabezado que solo sabe atacar a traición.
—O tal vez soy más inteligente. Como siempre, te llevo la delantera —presume, creyéndose muy listo.
—Steve, Steve... solo los perdedores ven carreras donde no las hay.
—¡El perdedor eres tú!, todo este tiempo logré hacerte caer. ¿Pensabas que los engañabas a todos, verdad? Porque conmigo te salió muy mal —dictamina. Su actitud es bastante pueril.
«¿Y qué quieres? ¿un reconocimiento?».
Mis facciones se le hacen sarcásticas. Me tomo a juego todas sus idioteces y eso lo hace querer arrancarse una bola, si es que tiene.
Mi herida cada vez se siente más fea.
Me distraigo viendo hacia ella y dejo de escuchar al molesto de Steve. Tampoco lo veo.
Bueno, en realidad no veo nada. Todo es opaco en este sector del departamento.
Me concentro en la puerta que tengo al frente. Con suerte y alcanzaré la chapa. No sé qué encontraré adentro, pero principalmente si pueda enfrentarlo.
Si yo era el indicado para hacer de superhéroe de Dafne, me hubieran avisado que, en vez de capa, me darían madrazos. Y hacer invisible al tétrico de Steve no era necesario, por cierto.
Alcanzo la chapa y...
Todo está más negro.
«¿Qué es ese olor?».
Abro los ojos con dificultad y la enorme luz se avecina hasta el ardor de mis córneas. Parece el mismísimo sol provocándome molestia.
«¿En dónde estoy?», Intento ubicarme y siento un dolor.
Mi cabeza.
La reacción de mis manos es inmediata: al tocarme hay sangre.
Estoy herido, de nuevo.
«¡¿Qué me pasó?!», Comienzo a juzgar mi alrededor aceleradamente. Todavía estoy en su departamento, en su sala y sentado en el suelo respaldado contra un sillón.
Más lejos noto un trofeo caído sobre el tapete y con una ligera mancha roja, seguramente yo la manché.
«Steve».
Veo mi herida de la rodilla con un torniquete mal hecho. No entiendo a este tipo.
Aquel olor que me despertó vuelve a interiorizar mis fosas nasales. Es alcohol con alguna esencia extravagante, ahora lo reconozco.
—Así que despertaste de tu siesta —dice simpático detrás de mí. Veo que en su mano sostiene un paño con el alcohol.
—Me golpeaste —escupo adolorido—. Estás mal de la cabeza. ¿Qué quieres, matar...
—Shhh. —Me silencia y se viene a encararme—, tranquilo. Todo está bien.
Me mira fijamente y se posa a la misma distancia en que tenía a Dafne cuando llegué.
Lo hace ver todo muy tranquilo, seguro, dispuesto.
—Eh...
No me deja modular. Quiere gobernar mis palabras y concentración.
—Aunque no lo dijeras, siempre quisiste ser como yo. Te daba envidia saber que... conseguí todo antes que tú. —Me desconcierta lo que oigo—. Sin darte cuenta querías tener lo que me pertenecía...
No sé qué decir. ¿Por qué dice tantas majaderías?
—...mi escuela, mis amigos, mi chica. —Su voz es tan pacífica... da la sensación de que estás a salvo.
Profundiza la mirada en la mía.
—Joseph, eres un parásito. No mereces vivir... —Me echa su agua sucia—. Ahora ni siquiera tienes a Dafne. —Apunta en la llaga y me niego a aceptarlo.
Su objetivo es dejarme incapaz moralmente.
No sé por qué me cuesta tanto hablar. Me pesa la lengua. Quiero golpearlo.
—Y mientras tanto yo, Steve Janz. —Coloca la misma sonrisa socarrona de su hermana. Es un gato de cheshire totalmente confiado, armado de seguridad hasta los dientes—, estaré disfrutando de mi afortunada vida. La que me robaste.
«Cállate, ¡cállate ya!».
«Bueno, por lo menos todavía tengo autoridad sobre mis pensamientos».
Su sonrisa es tan luminosa que es capaz de descrestar a cualquiera, especialmente a las mujeres.
Y en ese momento es cuando entra su maquiavélica mano. Se estaciona a pocos centímetros de mi frente.
Él no deja de verme, sonreír y musitar.
Un mimo sería menos turbio.
—Vas a llorar. Sentirás un dolor interminable, tanto físico como emocional. Le anunciarás al dios de las tinieblas que tú eres su siervo, no quieres más que naufragar y manifestar la perdición —recita conmocionado, intentando contagiarme.
Obligo a mi cuerpo a reflexionar, mas no lo consigo. Estoy cayendo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top