XIX
Las semanas pasaron con suma rapidez, se podía notar el aire tenso de estar presenciando los últimos exámenes para acabar el año y graduarnos.
Desperté casi sin sueño, estaba por levantarme de mí cómoda cama cuando entran mis dos mejores amigos a la habitación.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamaron los dos al mismo tiempo, mientras se tiraban arriba mío.
Mierda, lo había olvidado por completo.
—Muchas gracias, son los mejores. —dije abrazando a cada uno.
—Cámbiate y vamos a la escuela. —dijo Ian, llevándose a la rastra a Samu.
Me levanté rápido, me dirigí al baño e hice mis necesidades básicas; me cambié el pijama por un jeans negro, una remera blanca y me coloque las zapatillas, tomé mí mochila junto a mí celular y baje hacía la cocina en donde me esperaban los chicos.
—Listo, vámonos.
Le mandé un mensaje a Marcos pero no me respondió.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué el seño fruncido? —pregunto Ian cerrando la puerta.
—Marcos no me responde.
—Seguro aún no se despertó, sabes que es un oso.
Llegamos a la escuela y nos fuimos al aula directamente, nos sentamos en nuestros asientos a esperar el comienzo de la clase.
—¿Saben si Marcos viene? —pregunte algo intenso, hacía los chicos, en verdad me tenía preocupado.
—No dijo lo contrario.
En eso aparece un Marcos con cara adormilada, mí mirada conecto con la suya, haciéndome saber que todo estaba bien.
—Hola chicos, hola amor. —dijo dándome un beso—. Feliz cumpleaños—. Me felicitó con un sonrisa en el rostro, tenía su mano extendida y en ella una pequeña cajita.
—¿Qué es esto? ¿Quién te lo dijo? —interrogue, aunque es medio obvio que le dijeron los chicos.
—Me lo comentaron los chicos hace unos días, aunque me hubiera gustado que me lo dijeras vos.
—Lo se, es qué con todo lo qué pasó, y demás, se me olvidó a mí también.
—Te perdonó solo porqué eres lindo—. Me dijo, volviendo a besar mis labios.
—¡Dejen de comer adelante de los pobres! — grito una chica, qué se sentaba atrás nuestro.
La clase soltó una gran carcajada y para que mentir, nosotros también nos unimos.
A los minutos llego el profesor y comenzamos con la clase.
Terminamos después de ochenta largos minutos, salimos al patio, estábamos charlando lo más tranquilo cuando escuchamos que nos llamaba el director.
Nos mirábamos, sabíamos porqué nos llamaba.
Fuimos hasta su oficina y tocamos dos veces la puerta.
—¡Pase!
Entramos y nos ubicamos en las dos sillas enfrente de su escritorio
— Buen día muchachos, ¿Creo qué ya sabrán por qué están acá, verdad?
Ambos asentimos con la cabeza, era obvio que en algún momento nos iban a llamar, pero no creí que tan pronto.
—Me han reportado que la semana pasada, usted joven golpeo al joven Black —dijo, señalándome.
—Primero déjeme decirle que no me arrepiento, ese idiota nos insulto a mí y a mí pareja ¿Cómo quiere qué no reaccione?
—Yo entiendo muy bien, miren por ser la primera qué vienen a mí despacho, solo les daré una advertencia además esta terminando el año, queda muy poco para que se gradúen; pueden retirarse.
(...)
Después de la charla con el director, nos fuimos a nuestra siguiente clase, en medio de ella recibí un mensaje de alguien muy inesperado.
Al terminar la hora, salí mostrándole el mensaje a Marcos.
—¿Iras?
—Me puso que era urgente, pero viniendo de él se me hace medio sospechoso.
—Pero es tu padre, amor.
—Lo se pero no voy a olvidar de cómo te trato, bueno creo que iré a ver que quiere, no tengo las siguiente clase.
—¿Quieres que te acompañe?
Negue con mí cabeza.
—No amor, no quiero hacerte pasar un mal rato, nos vemos en casa de Ian.
Sali de colegio directo a la que alguna vez "Mí casa" a penas llegué, toque el timbre y me atendió mí nana.
—¡Joven Santiago! —gritó abrazándome.
—¿Cómo estás, nana?
—Muy bien pero ¿Qué haces acá? si te ve tu padre...
—Descuida, el me mando que viniera—. Vi la confusión en sus ojos por un momento—. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto que si, pasa.
Me adentre a la casa y me quedé en la sala, me senté en el sillón a esperar a papa decir que no estaba nervioso seria un completa mentira, me sudaban las manos y sentía seco el paladar.
—Viniste—. Escuche la voz del hombre qué me crio en las escaleras.
Dirijo mí vista hacía allá, se lo veía cansado tenia ojeras debajo de los ojos y su semblante estaba mas serio que nunca.
—Me pediste que viniera, ¿Qué es eso tan urgente?
Me miro con asco ¿Para qué me dice que venga, si no le agrada mí presencia en su casa?
No dijo nada, solo mantuvo el silencio y yo estaba empezando a ponerme fastidioso.
—Si no tienes nada qué decir, entonces me voy —dije yendo hacia la puerta.
—¿Te vas a ir sin antes darle un beso a tu abuelo?—. Sentí mí piel ponerse de gallina y mí sangre se heló de repente, mí corazón se detuvo de repente, no es posible, me di vuelta lentamente y me quedé observándolo atónito.
—¿Abuelo?—. Mí voz era casi inaudible y esas palabras fueron más un susurro que otra cosa.
Mí abuelo, el padre de mí padre, estaba parado al lado de su primogénito, mirándome con una sonrisa
—¿No piensas saludarme?
Sin importarme nada, corrí en su dirección a estrecharlo entre mis brazo, sin importar tener la atenta mirada de mí padre.
—¿Que.. que haces acá. —dije con mi voz entrecortada, sentía que mis lagrimas descendían lentamente por mis mejillas.
—Bueno, esa es una conversación que tenemos que tenerla tranquilos, ven vamos al sillón.
Me separé de mí abuelo limpiándome las lágrimas, seguro ya hasta tenía la cara hinchada y roja
—¿Qué haces acá?—. Volví a repetir.
—Bueno, como sabía que era el cumpleaños de mí nieto, vine a visitarlo, pero me encuentro con la horrible noticia que ya no vive en esta casa.
Mire hacia otro lado, no podía verlo a la cara
—Dime Santiago ¿Por qué te fuiste de tu casa?
—Yo no me fui abuelo, me echaron —dije viéndolo con rencor a mí padre, el mismo miraba hacia nosotros con cara de pocos amigos.
—Algo de eso escuche, dime Guillermo ¿Es verdad? —dijo mirando a mí padre.
—Si, es verdad. —dijo esas palabras en un gesto de inferencia.
—¿Y por qué?—. Está vez me preguntó a mí.
—Porqué me enamoré —dije reteniendo las lágrimas
El abuelo estaba por hablar pero fue interrumpido por mí padre.
—¡De un chico! ¡De un maldito chico! ¿Te das cuenta papá? Es un maldito homosexual y ese chico le llena la cabeza, lo está enfermando. —dijo, perdiendo la paciencia.
—¡Ya te dije que respetes a mí novio! No voy a permitir que le faltes el respeto en mí presencia. —dije golpeando la mesa.
—¡Se calman los dos! No voy a permitir que se anden gritando como locos, Santiago por el motivo que te mandé a llamar fue otro.
—¿Cuál? —dije tranquilizándome.
—Bueno viendo tu situación, y qué te fuiste de casa, tu padre cambio el testamento.
—¿Sigo en el testamento? —pregunte irónico.
—Así es jovencito, el mismo ahora dice qué, tú padre tendrá qué otorgarte un departamento para que tú vivas mientras estudias administración de empresas, y cuando estés a mediados del 4 año, la empresa Ortis será tuya, además durante los 4 años de estudios tu padre debe mantenerte.
—Eso no estaba en el acuerdo, papá —se quejo mí padre.
—Ahora si, a partir de este momento le comprarás un departamento a Santiago y le depositaras 30.000 pesos por mes para vivir, y yo me encargaré de qué eso se cumpla.
No lo podía creer.
—Abuelo, no es necesario
—Por supuesto que sí Santi, no dejaré que mí nieto pase por estás situación, cuando nunca te faltó nada, si tú abuela supiera...
—¡No metas a mí madre en esto! —grito mí padre apretando los puños alrededor de su cuerpo. —No permitiré que hables de su presencia en esta situación, papá —dijo esas últimas palabras regresando a su despacho.
A mí padre fue el que más le afectó la muerte de mí abuela, recuerdo que estuvo encerrado durante dos semanas en su despacho, cuándo salió, se encerró en su trabajo y nunca más volvió a hacer el mismo, el solía ser muy distinto, éramos compañeros en todos los sentidos, me comprendía a veces más qué mamá, pero todo cambio.
—Déjalo, necesita pensar, ve, te llamo por cualquier cosa.
—De acuerdo, no vemos abuelo —le di un abrazo y me levante yendo hacía la puerta, pero me detuvo su voz.
—Santi.
—¿Qué paso?
—Feliz cumpleaños, muchacho—. Me dio una sonrisa de boca cerrada
—Muchas gracias, abuelo.
Salí de la casa de mí padre y me dirigí hacía la casa de Ian.
No podía creer en todo lo que me estaba pasando.
Llegué a casa de Ian y ya estaban todos allí.
—¿Ocurrió algo, amor? —interrogo mí novio, al ver mí cara.
—Nada, no paso nada es solo qué estoy muy feliz de tenerlos en mí vida chicos —dije derramando un par de lágrimas —Ian, Sam, muchas gracias por siempre estar conmigo en los mejores y peores momentos, y a ti mí amor, gracias por hacerme sentir cosas que nunca creí que podía sentir, los amo.
—Nosotros también a ti San, pero dinos qué te paso, por favor amor, habla con nosotros.
—Regreso mí abuelo, y obligó a mí padre a qué me diera un departamento y ayuda económica, pero volví a discutir con el.
—Amor sabes que puedes contar con nosotros, así seas pobre o rico no cambiará que siempre tengas nuestro apoyo. —dijo Marcos abrazándome
—Así es amigo, estamos con vos. —hablaron, Ian y Samuel a la misma vez.
Los tres me abrazaron haciéndome sentir que siempre los tendría conmigo, sin importar que suceda.
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