Capítulo único
Flower Fruit Mountain era el paraíso donde vivían unos monos, varios pequeños y dos mayores a comparación de los demás, era su hogar, su lugar secreto, donde vivían en paz del mundo ajeno a ellos, nada les hacía falta, se tenían entre ellos, casa, alimento, nada era necesario que no tuviesen ya.
Los más grandes eran Liu Er Mihou y Sun Wukong, quienes tenían una relación tan especial, significaban la vida entera para el otro, se amaban, y amar es muchas cosas.
Amar.
Amar significa dar todo por una persona, una persona que es más importante que cualquier otra. Harías lo que sea, le darías el mundo entero si pudieses. Amar significa ofrecerle tus sentimientos a una persona, confiar en que no romperá tu corazón a pesar de que tiene el poder de hacerlo. Amar es un sentimiento hermoso, pero, así como es de bueno, es terriblemente doloroso.
Ambos monos lo sabían, lo descubrieron con el tiempo.
Eran jóvenes, todo lo que conocían estaba en Flower Fruit Mountain, podían vivir allí para siempre, felices, ignorantes del mundo de afuera, pero uno de ellos salió de su paraíso. Tuvo un paseo por curiosidad, fue solo una vez y comenzó a volverse seguido, Sun Wukong había encontrado más cosas fuera, eran tantas cosas que invitó a su querido Macaque, pero el no quiso.
Se negó a conocer algo más.
Wukong no entendía la razón, pero no se molestó en preguntar, simplemente se sintió mal porque Macaque no quiso ir con él, ¿Por qué? Afuera había tantas cosas, personas, lugares, aprendizajes que podría tener a su alcance si tan solo salieran de Flower Fruit Mountain. También intentó llevar a los pequeños monos, pero ninguno deseó irse, Wukong no entendía.
Sí, porque Wukong no veía el verdadero rostro que todos ponían al escuchar su idea de salir, un rostro lleno de miedo. No querían salir, no lo necesitaban, todo lo que necesitaban estaba allí, eran felices, ¿Qué tal si afuera era peligroso? Lo mejor era quedarse en su lugar seguro, escondidos del mundo, de lo malo, estarían bien. Pero Wukong no entendía eso, el quería salir, y lo hizo, finalmente encontrando algo más.
Un maestro, amigos y un nuevo propósito.
Macaque solo podía esperar a Wukong, siempre esperándolo devuelta con los brazos abiertos, escuchando cada una de sus aventuras, porque, aunque no le gustaba esa idea de que Wukong saliera, no iba a quitarle el gusto de contar su felicidad. Liu Er Mihou sabía amar, él sabía que amaba a Wukong y sabía que un acto de amor es escucharlo sin romper sus sueños.
Porque amar era respetar lo que tu persona amaba pensaba, saber que podían tener pensamientos diferentes, pero eso no cambiaba el hecho de que lo amara. Le dejaría explorar y avanzar, porque amar es saber dejar ir y no controlar.
Sun Wukong, por otro lado, comenzó a entrenar con su maestro y amigos, quería fuerza, poder, lo necesario para hacerle frente a cualquiera, podría proteger entonces a su familia. Entrenaba con Macaque, pero de ser posible, quería solo cuidarlos a todos.
Porque amar era querer proteger a tus seres queridos, hacer lo que sea por ellos, por su bien.
— ¿Te vas otra vez?— Liu Er Mihou preguntó, mirando con atención a Wukong salir de casa.
— Sí, estoy entrenando, ya lo sabes.— Respondió Wukong.
— Bien... Te espero.—
— Volveré, siempre lo hago.— Fueron las últimas palabras de Sun Wukong para luego abrazarlo e irse.
Macaque amaba a Wukong, pero no podía obligarlo a quedarse, no era nadie más que su mejor amigo y aún así el podría ignorar sus palabras. Además, Liu Er Mihou lo amaba, y sabía que amar significaba dejarlo libre.
Aún cuando dolía tanto el verlo irse cada mañana, al menos siempre se quedaba pensando en ese abrazo de despedida. Por suerte siempre regresaba, pero el corazón de Macaque se sentía lastimado, porque no podía ser capaz de compartir sus sentimientos, de callar siempre lo que sentía.
Liu Er Mihou no se sentía seguro de decirle lo que sentía a Wukong, no se sentía digno de su amor, porque no fue capaz de hacer que se quedara, porque siempre se iba, porque decidió irse cuando lo tenía, ¿Acaso él no era suficiente? ¿Qué le hacía falta? No lo sabía y eso solo le asustaba.
Tenia miedo de ser rechazado.
Tenía miedo de que, si lo decía, Wukong luego se sienta incómodo y solo se vaya, sin regresar.
Y Macaque prefería callarse a quedarse solo.
—Estoy aquí, Mango.—
La suave voz de Sun Wukong siempre lograba espantar las pesadillas de Liu Er Mihou. No eran pareja, pero dormían juntos en la misma cama desde pequeños. Macaque tenía muchas pesadillas, pero desde que comenzó a dormir con Wukong estas ya no aparecían en su cabeza. Sun Wukong era tan increíble que incluso curaba sus ataques de pánico o ansiedad.
Aunque Wukong se iba en las mañanas, Macaque podía verlo al despertar junto a él. Recibía las caricias del mono dorado y ronroneaba en respuesta por aquella muestra de cariño. Macaque apreciaba cada segundo, pero siempre llegaba la hora de irse para Wukong, quien solo le daba un abrazo de despedida y se iba.
Macaque se acostumbró a satisfacerse con las migajas de amor de Wukong. Cada momento que tenían juntos lo disfrutaba y trataba de hacer lo posible para que el otro se quejara, entre esas cosas lastimarse. Buscaba la manera de enfermarse y solo en esos días se sentía feliz, porque Wukong no se iba de su lado para cuidarlo, eso alimentaba el dolido corazón de Macaque.
Cuando Macaque se desesperaba mucho por la ausencia del otro y no encontraba alguna excusa, terminaba por pedirle que se quede para que le ayude en algo, lo pedía casi rogando y por eso Wukong aceptaba, pero eso comenzó a cansar al mono dorado, no entendía por qué, pero sentía que estaba siendo obligado a quedarse.
Sun Wukong deseaba salir, tenía que hacerlo, por Macaque y por el bien de los pequeños monos.
Aquella vez Wukong y Macaque estaban fuera de su casa, de pie, luego de haber entrenado un rato el mono dorado dijo que debía de ir con su maestro.
—¿Por qué tienes que entrenar con ellos?— Preguntó un día Macaque.
—Porque ellos saben muchas cosas.— Respondió Wukong, sin pensar demasiado.
—Pero nosotros también somos fuertes, Peach. ¡Sabes que somos imparables juntos!—
Sun Wukong miro con cierta tristeza a Macaque. No quería que se lastimara, lo amaba, tenía miedo de perderlo. Necesitaba ser fuerte, no podía perder ningún segundo más.
—No. Ellos saben mucho más, esto no es nada. Necesito más, necesito ser más fuerte.—
Liu Er Mihou solo pudo sentir otra vez ese dolor, su corazón dolía tanto, ¿De verdad Wukong estaba tan determinado a conseguir poder? ¿Dónde estaba aquel mono dorado tan dulce como los melocotones y que solo tenía ojos para su hogar?
—Eres egoísta.— Macaque sentía rabia y dolor, esas fueron las únicas palabras que pudo decir, sentía que rompería en llanto en cualquier momento, su corazón rogaba por hablar sinceramente, pero Macaque no podía permitir eso.
—No entiendes nada, Macaque. —
"Quiero protegerte..." Eso es lo que verdaderamente quería decir el corazón de Sun Wukong, pero no sabía como decirlo, sabía que Macaque podría no entender, no se quedaría quieto, sabía lo terco que era el mono de seis orejas.
—Entiendo que quieres irte con tus nuevos amigos, también que solo te interesa el poder.—
—Eso no es verdad.—
—Entonces dime la verdad.—
"Dime que me amas..." Eso era lo que deseaba decir el corazón de Macaque, pero no podía decirlo, no quería ser rechazado, no quería llorar y sentirse peor. Liu Er Mihou sentía muchas veces que era el único que demostraba que le importaba el otro.
—No tengo por qué hacerlo, me voy.—
Sun Wukong se negaba a decirle, no podía hacerlo, no se sentía listo para expresar su amor, no tenía el derecho de ser el compañero de vida de su preciado Liu Er Mihou si no era capaz de protegerlo, debía volverse digno. Solo sujetó con más fuerza su bastón dorado y comenzó a caminar para irse.
—¿Solo te irás? ¿Huirás? ¿No puedes ni verme a la cara, Sun Wukong?—
Macaque se sentía tan molesto, su corazón dolía tanto y rompería en llanto en cualquier momento, pero no podía creer que el otro solo se iría sin decir nada más.
—No estoy huyendo, solo me voy.—
—¡Ten al menos la decencia de mirarme a la cara y decírmelo!— Se quejó Macaque, agarrándole de la muñeca.
—Suéltame.— Amenazó Wukong, realmente quería evitar eso y se estaba alterando.
—¡Solo quiero que me lo digas! ¿Te irás? ¿Me dejarás solo luego de esto? Es tu maestro, ¿No? Seguro solo te dice que no deberías volver aquí, seguro quiere encerrarte, ¡Quiere alejarte!—
—¡DIJE QUE ME SUELTES!— Wukong se giró violentamente gritando, en un impulso simplemente dio un golpe con su bastón dorado, la molestia le había nublado el juicio y ahora se estaba dando cuenta de lo que hizo.
De lo que le hizo a su amado Liu Er Mihou.
El mono de seis orejas estaba en el suelo sentado, con las manos en el rostro y sangre cayendo al suelo, temblaba y daba quejidos de dolor. Wukong sintió miedo, el pánico y el malestar fue tanto que solo pudo irse corriendo.
No se sentía capaz de ver a Macaque luego de eso, sentía el peso de sus pecados.
Había lastimado a la persona que más amaba.
Esa noche Wukong no regresó a casa, la culpa lo estaba matando, se sentía indigno de estar cerca de Macaque, tenía miedo de volverlo a lastimar.
Macaque esperó aquella noche volverle a ver, había perdido la visión con aquel ojo, se vendó este y solo rogó por volver a ver a Wukong, porque lo amaba y sabía que en su sano juicio él nunca le haría daño.
Pero no regresó esa noche.
Sin embargo, en la mañana lo pudo ver fuera de casa, no lo vio llegar y ya se iba.
—¿Por qué te vas?— Preguntó Macaque, quedándose en el marco de la puerta de la casa, mirando a Wukong partir, pero este se detuvo al escucharle.
—Yo... Tengo cosas que hacer.—
Era mentira, el mono dorado hace poco había llegado, se quedó fuera de la casa por una hora decidiendo si debía decirle todo a Macaque o no, pero el miedo le ganó, su corazón quería hablar, pero Wukong nunca supo si era lo correcto. Si antes se sentía indigno, ahora mucho más.
Porque Wukong lo amaba, pero amar era tan confuso.
—...Así que solo te irás, como siempre, no soy nadie importante para ti.—
—No es eso, Macaque.—
—Está bien, es la verdad, ¿No es así?—
Liu Er Mihou sentía que su corazón estaba gritando por decir lo que sentía, destrozándose por no ser capaz de disfrutar de amar.
Porque Macaque amaba a Wukong, pero amar era tan aterrador.
—Necesito ir.— Fue lo único que dijo el mono dorado.
—...Entiendo.—
—Entonces me iré.—
Wukong estaba seguro en sus palabras, no diría nada más, así solo, sin más preámbulos, dándole la espalda al mono de 6 orejas. Macaque sintió una angustia extrema, ¿Qué debería hacer? Se marcharía, lo dejaría atrás, él no quería eso.
Pero tenía tanto miedo de pedirle que se quedara, que, si le decía lo que realmente sentía, sería rechazado.
—Está bien, ve.—
—Quédate— Eso era lo que quería decir el corazón de Macaque, lo que realmente sentía.
Esperaba que se quedara, que Wukong lo hiciera solo, que insistiera, que por primera vez después de tanto tiempo mostrara interés, y que no todo vendría de Macaque.
Porque Macaque estaba cansado de mendigar y alimentarse de las migajas de amor del otro, dolía tanto.
—Lo haré.—
Pero la silenciosa petición del corazón de Macaque no fue escuchada.
Wukong se fue. No hubo abrazo de despedida, ni siquiera suaves caricias o dulces palabras, solo la espalda de Sun Wukong, que se alejaba cada vez más. Macaque deseaba tanto extender su mano y alcanzarlo, rogarle que se quedara, que lo amara.
Pero no lo hizo.
...
Esa fue la última vez que vio a Sun Wukong. Lo había amado, pero amar dolía tanto.
Sun Wukong no se sintió digno de ver el rostro de Macaque, no podía hacerlo, porque mirar su rostro lastimado, la cicatriz que probablemente quede le recordaría el daño que le hizo, debía volverse digno de ser su compañero de vida y de recibir el perdón.
Porque Sun Wukong lo amaba, pero no se sentía digno.
Liu Er Mihou esperó su regreso, porque Wukong siempre volvía no importa que, pero Wukong nunca volvió, se sintió tan abandonado y su corazón tan traicionado.
Porque Macaque lo amaba, pero no se atrevió a decir nada.
¿Por qué el amor duele tanto?
El corazón de ambos monos deseaba tanto al otro, deseaban sincerarse y no esconder que se amaban, pero ambos tenían miedo.
El amor no es fácil, ellos lo entendieron. Podía doler tanto, así como te hacía sentir mariposas en el estómago, podía hacerte sentir como si tomaras veneno o ingirieras agujas.
Muy tarde Wukong aprendió algo del amor: Amar no es solo hacer todo por esa persona, sino también escucharla, quedarte a su lado y preguntarle lo que quiere, no suponer.
Oh, pero cuando el rey mono fue a buscar a su pareja para disculparse por haber huido, por abandonarlo, ya era tarde.
500 años tarde.
Su amado Liu Er Mihou había muerto hace años, los pequeños monos también, quedando tan solo otra generación de ellos.
Sun Wukong descubrió que amar dolía, que nunca debió irse, que quizás debió hablarlo y no solo esconderlo. Ahora solo podía llorarle a una tumba y lamentarse por no poder decir que lo amaba.
Era tarde.
Amar dolía tanto.
Era tarde.
Y lo había abandonado.
...
Quizás, luego tenga otra oportunidad para amar.
Y quizás, solo quizás, en esa nueva oportunidad repare sus errores.
—Lo siento.—
Macaque se había ido aquella vez tras ganarle a LBD, juró que nadie le siguió tras despedirse del chico, pero tal parece que Wukong sí lo siguió. Estaba allí, sujetando su muñeca y mirándole con dolor en su rostro.
Porque a pesar del tiempo, el corazón nunca olvida. Amar te marca para toda la vida.
—¿Por qué?— Preguntó Macaque, no entendía.
—Por todo. Por tu ojo, por abandonarte, por no decirte la verdad.—
Entonces Macaque entendió todo, ya supo a qué se refería el otro. Sintió como su corazón tembló ante recordar las viejas cicatrices. El amor que tanto escondió, pero nunca olvidó. Pero él ya no era el mismo Macaque, no, ya no.
—Ah, eso... —
—Sí, de verdad lo siento, Macaque, yo... Yo necesitaba decírtelo, que lo sepas, que lo siento mucho.—
Casi presencian el fin del mundo, podría haberlo perdido, y ahora que volvían a separar sus caminos solo deseaba pedirle perdón antes de perderlo otra vez.
—...También yo.— Respondió Macaque, tristeza se vio en su rostro.
El rostro de Wukong brilló, pensando que significaba que había esperanza.
—¿Enserio?— Preguntó Wukong.
—Si, enserio... Siento mucho haberme enamorado de ti, creído en ti... Quizás así hubiese dolido menos.—
La emoción en el rostro de Wukong se desvaneció, Macaque se liberó del agarre de Wukong.
—Mac, yo...—
—No, ya es tarde, Monkey King... Más de 500 años tarde.—
Macaque le dio la espalda y comenzó a caminar, ahora era Wukong quien miraba al mono de seis orejas alejarse cada vez más y más, totalmente fuera de su alcance.
Wukong quería rogarle, pedirle que se quedara. ¿Así se sintió la angustia que hizo pasar a Macaque hace años?
Ahora entendía por qué el otro seguía tan lastimado, porque el amor te deja secuelas, marcas para recordar toda tu vida.
Wukong quiso pedirle que se quede, su corazón necesitaba eso.
Pero...
Pero lo hizo.
—¡Liu Er Mihou!—
Gritó. Macaque se detuvo, hace tanto no oía ese nombre. Se detuvo, pero no se giró a verlo.
—Sé que no me perdonarás, no merezco tu perdón, nunca te merecí, por eso nunca fui capaz de decirte cuanto te amaba, necesitaba ser digno y aun no lo soy, solo te hice daño, por eso... Solo quiero pedirte perdón, y te lo pediré cada vez que te vea... Hasta finalmente poder merecerlo.—
Macaque seguía en silencio, todo su cuerpo sintió un escalofrío, su corazón estaba llorando, el quería llorar, finalmente las palabras que tanto deseaba oír.
—Te daré todo el tiempo que quieras, Mac. Pero no me pidas dejarte, porque no planeo abandonarte otros 500 años.—
—...Espero que cumplas tu parte, Wukong.—
Wukong sonrió. Vio partir a Macaque por un portal de sombras, lo perdió de vista, pero al menos, pudo tener un avance. Aún hacía falta mucho tiempo y disculpas, pero era un buen paso.
Porque el amor es doloroso, emocionante, complicado, aterrador...
Pero también lleno de esperanzas.
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