Epílogo
Disney y el amor
Cinco años después...
Había tocado realizarle la fiesta de cumpleaños a Ethan, ya que el niño había querido un pequeño festejo con la familia y algunos amigos de su jardín de infantes.
Ethan se encontraba en su cuarto, jugando mientras los padres del niño estaban en la sala organizando la fiesta.
—¿Qué te parece si alquilamos juegos, y contratamos un servicio de animación, y luego lo llevamos a Disney?
—¿A Disney? —le preguntó ella.
—Sí, de paso, tú también lo conocerías.
—Me encantaría conocerlo. Y me gusta mucho la idea que Ethan conozca Disney, ¿y con respecto a lo otro?
—¿Qué cosa?
—Lo que ya habíamos hablado con anterioridad, Keith.
—¿Quieres decírselo?
—Creo que es lo más justo. Lo tiene que saber, ¿o quieres que pase como lo que pasó contigo, que te enteraste hace cinco años atrás?
—No, no quiero que pase lo mismo que pasé yo.
—Yo prefiero decirle las cosas antes de su fiesta y de Disney —le contestó Cassie.
El niño, en aquel momento, bajó con cuidado las escaleras, y se fue corriendo a los brazos de su madre. La joven mujer, lo levantó en brazos y lo sentó en su regazo mirando hacia el frente.
Ambos padres se miraron a los ojos, porque sabían que aquel era el momento justo para contarle la verdad.
—Ethan.
—¿Qué pasa mami? —le preguntó él, levantando su cabeza y mirando a su madre.
—Nada, cariño. Solo tenemos que contarte algo papá y yo.
—Entonces dímelo —se lo pidió el niño, mirando a ambos padres.
Ninguno de los dos sabía cómo empezar a contarle la historia de su pequeño hijo, hasta que Keith se armó de valor y empezó a hablarle a Ethan.
—Me gustaría contarte una pequeña historia, ¿sabías que los bebés vienen de muchas maneras? —le preguntó y el niño negó con su cabeza—, algunos vienen de la panza de la mamá, y otros vienen del corazón.
—¿Vienen del corazón? ¿Cómo?
—Sí, tú has venido del corazón.
—¿Y es lo mismo que de la panza de la mamá?
—Algo parecido, nada más que mamá no sufrió dolor.
—Yo no quiero que mamá sufra por mí.
—Y no lo he hecho, Ethan —le dijo Cassie besando su pelo.
—Entonces, ¿vine del corazón?
—Sí —le dijo la madre.
—¿Y quién me trajo entonces? —volvió a preguntar el niño.
—Primero, viniste de la panza de una mamá, y luego para nosotros has venido del corazón, eres un niño del corazón, eso quiere decir que te trajimos desde bebé, aunque tú no lo recuerdes —le dijo su madre, mirándolo atentamente, mientras el niño la miraba a los ojos con asombro.
—¿Mi mamá anterior no me quiso?
—No lo sabemos eso, Ethan —le dijo Keith—, lo único que sabemos es que te buscamos porque te queríamos.
—No me importa si la mamá anterior no me quiso, yo no quiero irme de aquí.
—Y no te irás nunca de nuestro lado, cariño —le respondió Cassie.
—Es muy lindo que me hayan traído con ustedes —les contestó sonriéndoles a ambos—, me gusta mucho que sean mis padres, porque no me siento alejado de ustedes, y me alegra saber que mamá no sufrió dolor —le expresó, mirando a su madre, y tocándole su panza.
—Ethan... —fue lo único que pudo decirle Cassie, quién tenía sus ojos llenos de lágrimas—. Eres nuestro hijo, no podríamos nunca alejarte de nosotros.
—¿Sabes que yo también soy hijo del corazón, Ethan? —le inquirió su padre.
—No, ¿en serio?
—Sí, en serio. Y me agrada mucho la familia que tengo, aunque mi mamá de la panza es la abuela que vive con nosotros.
—¿Y por qué tienes dos madres?
—Creo que eso es algo que más adelante tendré que contarte —le dijo él, mientras que dentro de la cocina, Corina escuchaba con atención y con una sonrisa en sus labios cada palabra que la pareja le decía al niño.
—Bueno, está bien, papi. Pero me conformo con tener una sola mamá, ¿y saben porqué?
—No, ¿por qué? —le preguntaron ambos.
—Así le doy todos mis besos a ella —les respondió el niño, abrazando a su madre por el cuello, y dándole besos en sus mejillas y boca.
—A mamá le tengo que dar besos yo también —le dijo su padre, levantándose de la silla y abrazando a ambos, mientras le daba un beso en la mejilla a su hijo y otro en los labios de Cassie.
Corina salió de la cocina cuando su hijo la llamó, y se integró al abrazo familiar.
—Ethan, mamá y papá te tienen preparada una sorpresa. Pero como es sorpresa, no hay nada que se pueda decir —le dijo Keith.
—Me gustan mucho las sorpresas, pero me harán la fiesta de cumpleaños, ¿no?
—Sí, cariño. Te la haremos —le dijo su padre confirmándoselo.
Una semana posterior, luego de haberle hecho sus padres, una bonita y divertida fiesta de cumpleaños a Ethan, el matrimonio, Corina y el niño, estaban empacando las maletas para el viaje sorpresa de su pequeño hijo.
—¿Ethan? ¿Quieres que te ayude con la valija? —le preguntó su madre.
—No, mami. Ya soy grande, puedo solo.
—¿No te llevarás el muñeco que tanto quieres? —le volvió a preguntar ella.
—Ay sí, me lo olvidaba —le dijo, buscando el pequeño muñeco de toalla para ponerlo dentro de su maleta de color azul claro—, creo que necesito que me ayudes con lo demás, seguro se me olvidará algo.
—Me lo suponía —le contestó con una sonrisa, su madre.
Una vez que todo estuvo preparado, los padres de Keith y Pamela, junto con los demás, se encontraron en el aeropuerto, listos para tomar el avión rumbo a Orlando.
Solo les llevó algunas horas para llegar al destino soñado por el niño y por el de Cassie y Pam también.
Aquel mismo día, ya que llegaron relativamente temprano al hotel, decidieron darle la sorpresa a Ethan.
—Ethan, vamos a tener que vendarte los ojos, para que luego puedas ver la sorpresa que te tenemos preparada mamá y yo —le contestó su padre.
—De acuerdo, papi. Sabes bien que me gustan mucho las sorpresas, así que, no tengo problema —le dijo el niño con una sonrisa en sus labios.
Posterior al vendaje de sus ojos, toda la familia, se metió dentro de una camioneta que habían alquilado, y Keith condujo hacia el parque principal de Disney.
Solo les tomó una hora llegar al lugar por el tráfico de aquel día. El padre del niño estacionó la camioneta en uno de los estacionamientos del parque, y luego caminaron hacia la entrada principal. Allí fue en donde le quitaron el pañuelo de los ojos al niño.
—¡¿Disney?! —gritó del asombro.
—Sí, Disney —le dijeron sus padres.
El niño saltaba de contento y feliz, con una enorme sonrisa en su hermosa cara. Abrazo por separado a sus padres por sus cinturas y tomados de la mano, recorrieron el inmenso parque de Disney. La última parada, había sido la casa de Mickey Mouse, en donde toda la familia, se colocó orejas de ratón y junto a los personajes principales, se sacaron una foto familiar, estando de fondo la preciosa casa del ratón más famoso.
Keith y Cassie sostenían a su pequeño hijo, mientras sonreían a la cámara, sabían perfectamente que sus vidas habían cambiado por completo desde el momento en que su hijo había llegado a la pareja. Para colmarlos de felicidad, dicha y por sobre todas las cosas, amor, mucho amor entre los tres.
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