Capítulo 35
Amor se paga con Amor
Solo un mes después, el matrimonio de Cassie y Keith estaba yendo de maravillas. Y no le pareció nada raro cuando su marido la invitó a cenar, si no, todo lo contrario, estaba muy entusiasmada por volver a salir con él a solas.
—Hace mucho que no me invitabas a cenar, ¿a qué se debe dicho acontecimiento?
—Nada en especial. Es bueno volver a retomar ciertas costumbres, ¿no te parece? —le preguntó él, abrazándola por su cintura.
—Me gusta y mucho la idea de volver a salir de vez en cuando a solas, ya lo extrañaba.
—Bueno, pues de ahora en más un fin de semana de por medio, saldremos a cenar fuera, ¿te parece bien?
—Me parece perfecto —le respondió ella, dándole un beso en sus labios.
Cassie terminó por maquillarse un poco y perfumarse por último, para luego salir de la casa hacia la cena.
Keith pronto le tenía preparada una gran sorpresa, cuando aparcó cerca del puerto, él se bajó, y ayudó a Cassie a bajarse del auto.
—¿Cenaremos en el puerto?
—Más o menos así.
Caminaron hacia un bonito y muy pintoresco yate, el cuál estaba anclado.
—¿Te gusta? —le preguntó él, mirándola con atención.
—Es precioso. ¿Lo has hecho tú?
—Sí, para ti.
—¿Para mí? —le preguntó ella muy asombrada—. Keith... ¿por qué?
—Porque lo he querido, quería regalarte algo, y sabía bien que te iba a gustar que tuviera tu color preferido.
—Lo que más me sorprende es el nombre del yate: "El Ancla de Keith". ¿Por qué?
—Porque eso eres para mí. Eres mi ancla, y jamás me siento a la deriva contigo. Ahora, lo ideal es ir a cenar.
—¿Dónde cenaremos? ¿Aquí? —le preguntó ella.
—Sí, pero en tu yate —le dijo besando su cuello.
Él ayudó a Cassie a subirse a cubierta, y le corrió la silla para que se sentara. Ella, luego de darle las gracias, él se sentó frente a ella.
La cena transcurría de lo más normal y tranquila, cuando un delfín tiró hacia la cubierta una pelota de playa.
—¿Eso fue un delfín?
—Sí.
El sonido del delfín despertó la curiosidad en Cassie, quién se levantó de la silla, y fue a verlo.
—Es precioso, ¿no es raro que haya un delfín aquí?
—Es posible, pero, ¿por qué no tomas la pelota que tiró?
—Es solo una pelota de playa. No tiene nada de raro —le dijo ella, tomándola en sus manos y mirando con atención lo que estaba escrito—. ¿Qué es esto? —le preguntó, asombrada.
—Supuse que era original pedírtelo de ésta manera.
—Tiene algo dentro.
—¿Sí? ¿Qué crees que será?
—Quiero suponer que es el anillo —le dijo ella.
—Podría ser, ¿no te parece? —le sugirió Keith.
—Sí, es lo que pienso —le respondió ella, volviendo a sentarse en la silla—, no hay manera de abrirla, salvo pincharla.
—Es lo que deberías de hacer. Pero antes, ¿leíste bien lo que dice el balón? ¿Que si quieres casarte conmigo?
—Sí, ya lo leí, y sí, quiero casarme contigo.
Cassie tomó el cuchillo con el que estaba cortando la carne cocida, y pinchó uno de los extremos del balón, de inmediato la pelota se desinfló, y ella comenzó a cortarla para poder meter la mano y quitar lo que tenía por dentro.
Keith se levantó de la silla y se apoyó en una sola rodilla frente a ella. Él tomó la caja de terciopelo en sus manos, y la abrió, dejándole ver a su esposa un hermoso anillo de compromiso.
—¿Quieres volver a casarte conmigo, pero ésta vez, para siempre?
—Sí, quiero casarme nuevamente contigo.
La pareja de enamorados disfrutó de la cena nuevamente, y se quedaron a dormir en el yate.
Dos meses después, de aquella proposición, Keith entró al cuarto de ellos para encontrar a su esposa dándose una ducha.
—Cassie, ¿podrías salir un momento?
—Enseguida salgo —le gritó desde el baño.
La joven, hizo lo más rápido posible en secarse, y taparse con la toalla, mientras que se hacía un turbante en la cabeza con otra toalla.
Salió del baño, que daba al dormitorio, y se encontró con su marido y un bebé en brazos.
—¿De quién es el bebé? —le preguntó ella sorprendida.
—¿No es lindo?
—Sí que lo es. ¿Es de algún pariente tuyo? ¿Ha venido alguien a visitarnos?
—No, ninguna de las dos cosas, el bebé se llama Ethan, y es nuestro.
—¿Nuestro? —le volvió a preguntar ella, y a medida que pasaban los segundos, comenzó a comprender lo que él le estaba diciendo, mientras que sus ojos se le llenaban de lágrimas—. ¿Por qué lo has hecho? —le inquirió ella, con un hilo de voz.
—Es lo que siempre quisiste.
—Pero debíamos charlarlo bien, y no tomar las cosas a la ligera. Yo no sé si tú lo querías, más sabiendo tu situación.
—No tienes porqué pensar en esas cosas, ya toda la familia está bien y todo volvió a la normalidad, como tenía que ser. Y yo no soy reacio en adoptar un niño, ya ves que no, si no, no estaría con este hermoso bebé en mis brazos.
—Lo sé, pero aún no creo lo que has hecho por mí.
—¿Qué es lo que no crees? Te amo con locura, esa es la verdad, y haría lo que fuera por ti, ahora solo nos falta el casamiento.
—Quiero saber del bebé. ¿Cómo te lo han dado?
—Estuve en contacto con un orfanato, la directora del lugar siempre me mantenía informado de las cosas que pasaban, hasta que me avisó que había un nuevo integrante, Ethan, que había sido ingresado desde hacía poquito al establecimiento.
—Pero esas cosas llevan su tiempo, incluso tienen que tener mi firma.
—Firmarás mañana a primera hora de la mañana, pero tú y yo somos sus verdaderos padres —le respondió Keith, y ella terminó por llorar—. Si lloras así, es por felicidad.
—Sí, lloro por felicidad. No puedo creer lo que hiciste, y sin embargo estoy más que contenta con este hermoso regalo que me has dado.
—Me pone feliz verte feliz también, ahora hay que organizar la boda. Nuestra primera boda no ha sido como la hubieras querido, pero ésta vez, quiero que sea la soñada para ti, y que la disfrutemos junto con nuestro hijo.
La pareja llenó de besos al niño, el cuál gorjeaba y tocaba con sus pequeñas manos, los rostros de sus nuevos padres, de contento.
La organización de la boda, solo les llevó un mes y medio, un mes y medio en donde estuvo lleno de risas, un poco de discusiones también, pero por sobre todo, lleno de amor entre toda la familia, en especial, consintiendo al más pequeño de todos.
Para el casamiento habían invitado a todas las personas que consideraban que debían estar con ellos para compartir la felicidad de ambos. Corina y Allison eran las madrinas de Keith, y aunque las cosas entre la familia de Cassie iban amoldándose de a poco, el padre, fue el encargado de llevar a la novia al altar. Pamela era la dama de honor principal de su cuñada, y la hermana de la joven era la segunda, junto con Dorothy. Los padrinos eran varios amigos de Keith, incluyendo a su padre y a Anthony.
Una vez que el cura, volvió a declararlos marido y mujer por segunda vez, los novios, felices y tomados de la mano, salieron de la Iglesia, para ser felicitados por los invitados, en donde luego, tomaron a su hijo en brazos, para sellar el amor que se tenían.
El amor se paga con el amor y esa, es la máxima felicidad.
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