Capítulo 31
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Cassandra y Corina se quedaron mudas, y ante tal silencio, Keith comenzó a atar cabos en su cabeza.
—Si Corina habla más de lo debido contigo, es por algo. Dime qué es —le exigió a Cassie.
—A mí no me corresponde decirlo —le respondió y él de inmediato clavó sus ojos en el rostro de Corina, quién se encontraba callada.
Corina, ante tal presión por saber Keith la verdad, terminó por contarlo.
—Soy tu madre —le contestó.
—¿Qué? Es imposible, no puede ser que seas mi madre.
—Lo soy, eres mi hijo —le dijo Corina, intentando tocarle el brazo, pero Keith se apartó de ella.
—No seas un animal —le respondió Cassandra cuando vio el rechazo.
—¿Tú lo sabías? —volvió a preguntar con más presión en el brazo de su mujer.
—Sí, lo sabía, pero no me correspondía a mí, contártelo.
—Me traicionaste.
—Yo no te he traicionado. Ya te he dicho que no tenía porqué contarte eso. No es de mi incumbencia.
—Aún así, lo terminaste haciendo. Confié en ti, ¿y así me pagas? Eres igual a las demás.
Keith, tiró a su esposa contra el sillón, y salió de la casa enfurecido, molesto y sobre todo sintiéndose traicionado por la única mujer que amaba.
Cassandra y Corina se quedaron a solas, y en silencio.
—Fue un tremendo error habérselo dicho —comentó Corina.
—Corina, era cuestión de tiempo que se enterara, algo así no puede seguir oculto. No es bueno para nadie y ni mucho menos para ti y para él, tendrá que aprender a quererte como madre biológica que eres de él, tarde o temprano tendrá que aceptar la verdad —le dijo, tomando una de sus manos entre las suyas.
—Es muy difícil, Cassandra. Lo mejor será irme —le emitió con sinceridad, y lágrimas en sus ojos.
—Ni se te ocurra irte, porque yo no te lo permitiré.
—Los únicos que pueden decidir sobre mí, son los padres de él.
—Hablaremos con ellos, y luego hablaremos con Keith. Yo no quiero que te vayas, yo quiero que ocupes el puesto que te mereces, que es ser la madre de Keith.
—La condición de sus padres era quedarme sin decirle la verdad a Keith y yo lo acepté.
—Pasaron treinta años de esa condición, ¿no te parece que ya es tiempo de decirle la verdad?
—No lo creo, Cassandra.
—Yo creo que lo ideal es llamar ahora mismo a Sean y a Allison para comentarles lo sucedido —le expresó sinceramente Cassandra a su suegra.
—Haz lo que te parezca mejor, ya no sé qué más hacer aquí en la casa —le contestó llorando.
Cassandra contuvo a su suegra, y cuando la calmó, llamó a los padres de Keith, ellos y Pamela se presentaron en la casa minutos posteriores.
—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupada Allison a Cassie.
—Hay un pequeño problema —dijo la joven—, y yo tuve la culpa.
—En realidad ninguna de las dos tiene la culpa —acotó Corina—. Su hijo nos escuchó hablar sobre decirle la verdad de quién era yo para él —le contestó ella a Allison, tragando saliva con mucha dificultad.
—¿Se enteró? —preguntó Sean.
—Sí —le dijo Cassie—. Y no de una muy buena manera, yo saqué el tema cuando Corina y yo estábamos a solas, y él cuando llegó de otra parte, nos escuchó hablar del asunto, preguntó insistentemente qué le ocultábamos, y Corina terminó por decirle la verdad. No se lo tomó nada bien, creo que era de esperarse.
—Mi condición era jamás decírselo a su hijo, y sin embargo falté a su palabra —les dijo a los Astrof, con mucha vergüenza.
—Corina, esto no ha sido tu culpa, en un momento u otro Keith debía de enterarse. Se lo íbamos a decir en un momento apropiado pero no hubo tiempo, y decidimos esperar. Creo que en parte nosotros también tuvimos algo de culpa, por haberlo pospuesto sin ninguna necesidad, ahora hay que encontrarlo para hablar bien con él y contarle toda la verdad —le respondió con suma sinceridad, Allison.
—Creo saber dónde se encuentra, pero no creo que quiera verme.
—Eres la única que puede hacerlo recapacitar, a ti te escucha, y ha cambiado mucho su relación —le contestó Alison.
—Lo sé, pero no se fue nada bien conmigo. Es seguro que se ha ido a Hampton, pero no sé dónde encontrarlo, supongo que tienen ustedes casa allí.
—Sí, tenemos una —dijo Sean.
—Van a tener que darme la dirección entonces. Allí era dónde íbamos a ir luego del viaje a Inglaterra, por un fin de semana a solas.
—Te la daré —volvió a decirle su suegro.
—Señora Allison, será mejor que empaque mis cosas y me vaya de aquí.
—Nada de eso, tú no te irás de aquí. Eres su madre también, aunque él lo niegue rotundamente —le contestó directa, Allison.
—De acuerdo, como usted diga, señora.
—Creo que ya va siendo hora que me tutées, te lo he dicho mil veces, Corina. Nada de señora, siempre te consideré mucho más que una sirvienta, pero tú siempre has querido ocupar ese puesto, y yo no tenía problema en que me tutearas, si bien quisiste ser sirvienta, y yo de un principio te lo acepté, con el tiempo me di cuenta que no eras de esa clase de mujeres que cuando tienen un sueldo bueno, juntan sus cosas y se llevan a su hijo de los dueños que lo criaron.
—Yo siempre he estado agradecida con ustedes, nunca me he quejado de la manera en cómo lo criaron, ha salido un excelente hombre, y con principios íntegros. Más de lo que yo podía darle —les respondió, Corina.
—A partir de ahora mismo dejarás de ser una sirvienta, Corina. Es hora que ocupes el puesto que te corresponde, ser su madre. Tendrá dos madres, algo inusual pero excelente a la misma vez. Cassandra, apronta una pequeña valija con lo necesario y compra un pasaje de avión a Nueva York pero hazlo recién mañana, para que le des tiempo en instalarse allí —le dijo Allison.
—Está bien.
Los padres de Keith, su hermana y Corina fueron a la cocina, mientras que Cassandra entró al cuarto matrimonial para preparar la maleta. Metió lo necesario y la dejó en un rincón. Aquella noche, toda la familia se quedó a dormir en la casa y a la mañana siguiente, Cassie ya estaba dentro del aeropuerto para comprar el pasaje de avión.
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