Capítulo 29

Las cosas claras


Durante la ópera, varias veces, Keith la tomó de la mano. Pero Cassie ni siquiera volteó para mirarlo a la cara. Su marido, le envió un par de mensajes de texto a su amigo de al lado, y posterior a eso, Keith se levantó del sillón, y la hizo levantar a ella también del asiento.

—Nos vamos —él le dijo despacio y en un susurro.

—¿Por qué? —le preguntó confundida, una vez que salieron del palco.

—Porque le avisé a Tony que prefería estar en otra parte, y me lo ha entendido.

—¿En dónde quieres estar?

—Prefiero volver al barco, así qué, nos tomaremos un taxi de regreso al mismo.

—Está bien —le respondió.

Caminaron una calle y media y encontraron un taxi libre, la hizo entrar a ella primero y luego entró él. Le dio la dirección y emprendieron el viaje rumbo al puerto nuevamente. Un rato después, luego de pagarle el viaje al taxista, fueron caminando al yate de su amigo.

—¿Por qué querías hablar?

—Me gustaría aclarar bien las cosas entre los dos, yo no te estoy exigiendo nada a cambio, solo que disfrutemos el viaje y todo lo que se nos presente, ¿de acuerdo? —le dijo él de manera rotunda.

—Sí, de acuerdo. Te lo entiendo, y discúlpame si en algún momento te hice sentir mal por cómo estoy actuando, suelo ser una pesadilla la mayoría de las veces, lo reconozco, sobre todo con el tema del embarazo.

—A eso mismo voy, Cassandra. No puedes estar pendiente de eso, y si no los tenemos, pues no los tenemos. No es una obligación tenerlos.

—Había pensado tener aunque sea uno para afianzar la pareja.

—Un bebé no afianza una pareja. El día a día afianza la relación, no una criatura de por medio. ¿Cuántas parejas que tienen bebés se terminan separando? Y un bebé no los termina uniendo de nuevo tampoco.

—Tienes toda la razón, tengo que ponerme firme en dejar de pensar en eso, pero todavía no entiendo cómo es que sigues queriéndome sin haber quedado embarazada.

—¿Volvemos a lo mismo, Cassie? Ya te lo expliqué, te quiero, aprendí a quererte desde el momento en que supe que no eras como las demás, y eso es algo que se va acrecentando todos los días, te amo, y esa es la verdad. Y quiero que disfrutemos todo juntos, los viajes, el día a día, las pequeñas cosas, quiero compartir todo contigo.

Cassandra, lo abrazó por su cuello y le dio un beso en sus labios, Keith se lo correspondió con vehemencia.

La pareja había quedado absorta en su mundo, cuando la joven sintió una botella rodar por el pavimento. Se separó de los labios de su marido, y miró en su dirección.

Alguien venía frente a ellos, y por su manera de caminar, Cassie comprobó que estaba ebrio.

—¿Por qué no aligeramos el paso? No me gusta nada el hombre —le contestó aún abrazada a él y con miedo.

—Creo que han llegado en un muy mal momento —les dijo alguien de atrás, y Cassie giró su cabeza para mirarlo con suma atención.

En una de sus manos sujetaba una afilada navaja.

—Keith, vayámonos enseguida —le volvió a decir ella.

—Sí, Eddy, creo que la parejita ha salido de algún pomposo lugar y creo que el grandote tiene la billetera llena de dinero —le decía a su cómplice.

Keith puso detrás de él a su esposa, y ella reaccionó para quitarle el anillo de bodas a él y a ella misma también, poniéndolos dentro del sujetador.

—Deja de hacer estúpidos movimientos —le dijo el sujeto que estaba detrás de ella, y la tomó de los pelos haciendo que se soltara de su marido.

Cassandra gritó ante la fuerza con la que aquel hombre la sujetó del cabello. Cayó de bruces contra el piso, y Keith se lanzó contra el hombre que atacó por detrás a la joven.

El sujeto de la navaja, no pudo contra Keith, quién este último golpeaba con saña la cara del hombre. El segundo hombre, ante la escena que vio, retrocedió y salió corriendo de allí. El marido de Cassandra, se irguió y dejó en el piso, inconsciente al atacante. Ella, ya casi estaba levantándose cuando él la ayudó a incorporarse del todo.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, gracias.

—Vamos al yate.

Ninguno de los dos habló sobre lo sucedido, una vez que estuvieron dentro del camarote, ella le entregó el anillo de bodas.

—¿Los escondiste?

—Sí.

—¿Por qué? Es solo una argolla.

—Lo sé, pero guardé los anillos por el valor sentimental que les tengo.

—Te quiero, Cassie.

—Y yo a ti también, Keith.

La pareja se besó y luego compartieron una ducha para luego irse a dormir.

A la mañana siguiente, los dos se despertaron al mismo tiempo, y cuando se miraron a los ojos, se sonrieron.

—Buen día —le respondió él.

—Buenos días —le dijo ella.

—¿Cómo has amanecido?

—Bien, ¿y tú?

—Bien también, con ganas de tener una mañana esplendida —le contestó ella con una enorme sonrisa en sus labios.

—Si todavía no zarpamos, podemos ir un rato a la playa.

—Bueno, pero primero desayunemos algo.

—Me parece bien. ¿Cassie?

—¿Qué?

—¿Cuándo quieres ir a Hampton?

—Me habías dicho luego de este viaje.

—Entonces está decidido ya, ¿no?

—Sí, creí que ya lo habíamos acordado mucho antes.

—Solo lo quiero afirmar.

—Pues sí, iremos después de ésta semana como me dijiste —le respondió ella sentándose en la cama.

El teléfono móvil de Cassandra sonó, y ella aún sorprendida, lo atendió al segundo timbrazo.

—Hola.

—Hola Cassie.

—¿Corina? ¿Cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Bien también. ¿Qué necesitas?

—La verdad es que no sabía si llamarte a ti o al señor. Aquí está tu padre, ebrio y bastante golpeado.

—¿Qué hace ahí en la madrugada? ¿Acaso no respeta nada?

—Dijo que lo han golpeado, y que necesita de tu ayuda, dice que eres la única que puede ayudarlo en estos momentos —le expresó Corina, y la joven supo qué clase de ayuda necesitaba de ella.

—Llámale un taxi, y mándalo a su casa. No lo ayudaré —le dijo en voz baja mirando de reojo a Keith, quién la miraba con atención y frunciendo el ceño.

 —¿Estás segura? No se ve nada bien, Cassandra. Apenas puede mantenerse en pie.

—Yo no lo mandé a que jugara en exceso. No tengo la culpa que sea así.

—Te entiendo, pero es tu padre, Cassie.

—No le importo, esa es la verdad.

Keith tomó el asunto en sus manos, y le quitó el teléfono móvil de la mano a su esposa. Cassandra quedó estupefacta ante la reacción de él.

—Hola Corina. Dime, ¿qué pasa?

—Hola señor, ¿de verdad quiere saberlo?

—Lo exijo.

—El padre de su esposa, no está bien económicamente. Por la manera en cómo ha llegado aquí, es seguro que se metió en algo raro.

Keith miró a Cassie, y le respondió nuevamente a Corina:

—Iremos para allá —le expresó serio y ella lo miró sorprendida ante tal declaración.

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