Capítulo 27
Nuevos planes juntos
Luego de dejar dormir con tranquilidad a su esposa, Keith subió a la proa para quedarse con sus amigos, mientras que él bebía un whisky rebajado con hielos.
—Keith, sé que no debo preguntártelo, pero siento que Cassandra se ve muy diferente —le dijo Dorothy—, la conozco desde el día en que tú me la presentaste como tu novia, con el tiempo ha ido cambiando de carácter y de persona, pero siento que desde hace quizá un año atrás tiene confianza en sí misma y todo, pero últimamente por las pocas veces que la he visto aquí, no la noto con los ánimos elevados.
—Creo que no es de tu incumbencia eso, Dory —le dijo cariñosamente su marido.
—No te preocupes Tony, no pasa nada con que me haya dicho eso —le contestó Keith—, Cassie no está muy bien desde hace dos semanas atrás y poco más, la familia lo sabe, pero ella sé que siempre o la mayoría de las veces tiene la mente en ese asunto.
—Cassie es una excelente chica y persona, pero no me gusta verla como la veo, Keith —le respondió Dorothy.
—Y ni a mí me gusta eso, se lo he repetido miles de veces pero espero que con el tiempo deje de lado todo lo que piensa ahora, es posible que Cassie no pueda tener hijos.
—No lo sabía, Keith, perdóname por preguntarte.
—No pasa nada, Dorothy, le he dicho que más adelante su cuerpo puede cambiar y tener la posibilidad de un embarazo, pero no me lo ha querido entender.
—¿Ha visto más especialistas? —preguntó ésta vez Tony.
—No, se ha quedado con el de la familia solamente.
—¿Por qué no le dices que consulte a otro? —le repitió Tony.
—Porque no quiero que recaiga otra vez, ni siquiera le he dado tiempo a que recaiga cuando me lo contó, una segunda vez no lo quiero.
—Te comprendo, amigo.
—¿Quieres que hable con ella?
—No lo sé, Dorothy, no quiero que se enoje más conmigo por lo que les he contado, tiene miedo que le pida el divorcio o la abandone.
—Piensa muchísimas tonterías, Cassandra —comentó Dorothy.
—A lo largo de estas dos semanas y algo, ya le he repetido miles de veces que no me casé con ella por la cantidad de hijos que me iba a dar, que no me importaba si no me daba ningún hijo tampoco, la amo por ser ella misma, no por si tiene o no una matriz fuerte para fecundar un hijo mío —le dijo y bebió un sorbo grande de su whisky con hielos.
Charlaron vario tiempo más, y luego él fue a despertar a su esposa. Ella se sentó muy despacio en la cama, y se movió con lentitud. Él la ayudó a bajarse de la cama, y le habló.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor, gracias por preguntarme. Quiero darme una ducha.
—Está bien, entonces nos la daremos los dos juntos, y sin protestar.
—Ya no me siento mareada para nada.
—Dije sin protestar, Cassandra.
Entraron al baño, y su marido la ayudó a desvestirse por completo. Cassie, aún se sentía un poco mareada, pero era soportable, no era nada parecido a como se sentía anteriormente y con malestar estomacal.
Abrió los grifos de la ducha, y él, la hizo entrar primero.
Él se desvistió, y entró también a la ducha, cerró la mampara entera y comenzó a enjabonarle la espalda a su esposa. Lo mismo le hizo Cassie a él.
—No quiero que bajes o te agaches, es posible que te marees más a pesar de haberte tomado la pastilla.
—Me siento mejor.
—No me interesa, Cassandra, no te agachas ni te bajas.
—Ay de acuerdo, Keith.
Unos minutos después, salieron de la ducha y Keith la ayudó a secarse también.
—Puedo secarme sola.
—Te secaré los pies y las piernas y el resto podrás hacerlo tú sola.
—Está bien, ¿quién contra ti?
—Diría que tú, ¿no? —le preguntó mirándola a los ojos y arqueando su ceja izquierda.
—Así es —le dijo casi de mala manera y terminó de secarse el resto del cuerpo por cuenta propia.
Con la toalla, se envolvió el cuerpo, entró al cuarto, y se elegió la ropa interior, la misma iba a ser roja.
—No he traído ropa adecuada para la ópera, no traje ningún vestido largo, sabes que no los encuentro cómodos, así qué, me pondré pantalón de vestir.
—Las mujeres, para una ópera se ponen vestidos de gala y los hombres usan esmoquin, ahora te pones lo que quieras para cenar, luego de la cena te pondrás el vestido que te compré.
—¿Me compraste un vestido?
—Varios.
—¿Varios?
—Así es, varios, todas las noches iremos a óperas, Dorothy ama la ópera, y el ballet, así qué, tenemos que ir también con ellos.
—No quiero ir, no me gusta la ópera.
—Ya he comprado los boletos, estaremos en el mismo palco que ellos siempre tienen aquí en Inglaterra.
—No soy de tu mundo.
—Una vez te dije que te tenías que acostumbrar a ser rica, Cassandra, no quiero volvértelo a repetir otra vez, por favor te lo pido, yo no creo que estás así porque no quieres ir a la ópera, ¿verdad? —le preguntó viendo que no le respondía mientras se calzaba las sandalias bajas sentada en el borde de la cama—, deja que te las ate yo.
—Gracias.
—¿Te sientes aún mareada o mal del estómago?
—No, nada de esas cosas.
—Mejor así.
—Sí, es horrible la sensación de náuseas.
—Oye, ánimos, Cassandra, no permitiré que te me deprimas, sé bien que parte de tu mente siempre piensa en lo mismo, pero no voy a dejar que te sigas angustiando o entristeciendo, te he traído aquí por negocios, pero ahora mismo, estamos disfrutando de unas pequeñas vacaciones en la costa de Inglaterra, así qué, no voy a dejar que te me pongas triste.
—A pesar de que hace dos años que nos casamos, y que al parecer todo está bien entre nosotros dos, a veces me sigo sintiendo un estorbo para ti, tienes viajes planeados de negocios por tus barcos, desde hace un año atrás hasta ahora, prácticamente son más seguidos tus viajes, me llevas contigo, y te lo agradezco mucho, pero en serio, casi siempre me siento como que voy contigo porque no te queda de otra más que traerme, siento que me invitas por compromiso más que porque lo quieres así.
—Te equivocas, Cassandra, me encanta que vengas conmigo, si no te lo pediría, es porque yo sentiría que no vale la pena invitarte, es más, ya ni siquiera te invito, cuando te digo de un viaje, ya sabes bien que tú también debes de empacar ropa y cosas necesarias, quiero tenerte conmigo en los viajes porque me gusta mucho y porque quiero tenerte cerca junto a mí, si sería de otra manera, prácticamente, no estaría casado.
—Lo siento, Keith —le dijo acariciando su mejilla y se acercó a él para darle un beso en su boca.
—No lo sientas —le dijo separándose de ella a escasos centímetros de su rostro—, ¿qué te parece si luego de éste viaje, nos instalamos un tiempo en Hamptons, solo los dos, sin nadie que nos moleste, sin teléfonos móviles, ni nada, solos tú y yo?
—¿Harías eso por mí? —le preguntó asombrada.
—Haría cualquier cosa por ti, Cassie.
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