Capítulo 23
La noticia develada
Una vez que la pareja entró a la suite, él le habló con claridad.
—No seas tan distraída en las conversaciones con las demás esposas de mis colegas.
—Ay Keith, siempre hablan de lo mismo, me cansa tener que escuchar ciertas estupideces que salen de sus bocas, lo único que tienen en mente son ropas caras, joyas, zapatos y cuanta estupidez vean junta.
—Aún así, por favor, préstales atención un poco aunque sea.
—Tú haces negocios con sus maridos no con ellas, y yo no pretendo ser la amiga de ninguna de ellas.
—No quiero que forjes una amistad inquebrantable con ellas, solamente ponte más amable en las conversaciones.
—Me da fastidio tener que hacer eso y lo sabes muy bien.
—Sí, lo sé, pero tú también sabes que ésta es mi vida laboral, y no quiero que volvamos a lo que fue un principio nuestro matrimonio, Cassie.
—Está bien, Keith, tú ganas.
—Cass, ¿por qué estás así?
—¿Así cómo?
—Desde hace más de dos semanas atrás que no te noto bien, te distraes, no prestas atención, casi la mayoría de las veces te pesco abstraída en quién sabe qué, parece como si volaras, y siento que me ocultas algo importante —le dijo y ella no supo qué decirle, ni siquiera cómo empezar a decírselo a él.
—No tengo nada importante que decirte —le dijo y desvió su mirada de la suya tan intensa y penetrante.
La joven, tuvo que parpadear varias veces para no derramar varias lágrimas que se le habían acumulado en los ojos.
—No me mientas, Cassie.
—No te miento, Keith, no me pasa nada en lo absoluto.
—Hace más de dos semanas que no quieres hacer el amor conmigo.
—Antes no lo hacíamos seguido.
—Lo sé, pero últimamente tampoco lo hacemos seguido, y en verdad necesito estar contigo, Cassie, ¿o tú no?
—Sí, yo también quiero estar contigo, Keith.
—Pues entonces, ¿por qué me rechazas?
Cuando su marido le dijo aquello, se le pusieron por completo los ojos llorosos. Y no sabía si había llegado el momento de decírselo.
—¿Sabes algo? En verdad hay algo importante que tengo que decirte, pero verdaderamente me es demasiado difícil contártelo.
—Cassie, por favor, dímelo —le dijo, sujetándola de su mano con la suya y la llevó al sillón largo de la sala de estar de la suite.
—Hace más de dos semanas que me enteré de algo que jamás llegué a pensar que me pasaría a mí, sin embargo sucedió.
—Por favor, me estás asustando.
—He ido a ver al ginecólogo de tu madre, me saqué unos análisis para saber si estaba en fecha fértil como para ya poder empezar a tener un bebé como lo habíamos hablado con anterioridad.
—¿Sí? —le preguntó, de manera incentiva, como para que ella continuara contándole todo lo demás.
—El caso es que tuve los resultados del análisis, y no salieron como yo los esperaba.
—Cassie, por favor, solo dímelo —le dijo, mirándola intensamente a sus ojos.
—Soy estéril —le terminó de decir y ella se levantó del sillón, pero en cuanto quiso cruzar el umbral de la puerta para irse a la alcoba, él se interpuso en su camino.
—No huyas como una cobarde.
—Keith, por favor, no me hagas esto, ¿sí?
—¿Por qué me lo ocultaste?
—Porque no quería que volvieras a despreciarme.
—¿Piensas que te despreciaría por algo así? Estás bien equivocada entonces, no eres la única que no puede embarazarse.
—Lo sé, pero sé también que hay parejas que por decirle eso a sus maridos, a la larga les piden el divorcio por no darles un hijo.
—¿Me crees capaz de algo semejante?
—No lo sé.
—No soy la clase de hombre que una vez pensabas creías que era para ti, hay hombres que son estériles también, y yo no me casé contigo para que me dieras hijos.
—Pero habíamos hablado de tener hijos.
—Pero no es obligación tenerlos, Cassie, te amo a ti y no me interesa si no los tenemos.
—No puedes hablar así, Keith.
—¿Por qué no? Olvídate de lo que te ha dicho el ginecólogo, eres muy joven todavía, y yo me considero joven también —le dijo con una sonrisa—, y más adelante pueden llegar a cambiar tus hormonas, así qué, no pienses siempre en eso.
—No es fácil.
—Pero tampoco es imposible dejar de pensarlo.
Atrajo a su esposa hacia su boca, posando sus mano en las mejillas femeninas, y le dio un bonito beso enternecedor. A ella, más se le pusieron vidriosos los ojos, y no pudo evitar llorar desconsoladamente.
La abrazó fuertemente contra su cuerpo cuando él la sintió llorar. La llevó a la habitación, luego de apagar las luces de la sala de estar y cerró la puerta de la alcoba detrás de ellos. Se sentaron en el borde de la cama, del lado donde ella dormía, y dejó que Cassie llorara abiertamente.
—Ven, vamos que te ayudo a desvestirte.
—Está bien.
La ayudó a desvestirse y luego le puso con su ayuda también, el camisón. Se quitó con el aceite desmaquillante y algodón el poco maquillaje que tenía encima y luego se metió dentro de la cama matrimonial.
Él, se metió en la cama también, y la abrazó por la cintura por detrás, estrechándola contra su macizo cuerpo.
La mujer dormitó entre sus brazos, pero Keith le habló sacándola de su ensoñación.
—¿No quisieras hacer algo?
—¿Hacer algo?
—Sí, ¿estudiar por ejemplo?
—¿Y qué quisieras que estudie?
—Lo que tú quieras.
—No lo sé, no lo he pensado, mi cabeza está en otra cosa en estos momentos.
—Lo sé, pero tienes que tratar de ocuparla en otras cosas mejores.
—Me gustaría decorar o ayudar a decorar el nuevo barco que estás por terminarle a tu amigo.
—Veremos entonces, el lunes tengo que ir al puerto para ver cómo siguen las cosas, así qué, podrías venir conmigo.
—Está bien entonces.
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