Capítulo 21

Luna de miel esperada


Dos semanas y media después, la pareja estaba acomodando su pequeño equipaje de mano en el cubículo superior del asiento en primera clase del avión con destino a París. Como siempre, Keith se aseguró de que ella no viera en ningún momento la estadía de su luna de miel, y eso era un pequeño problema para Cassie, ya que a la joven no le gustaba, y no se sentía cómoda con tantos lujos. Ella, se sentó en el asiento del lado del ojo de buey y se abrochó el cinturón de seguridad, Keith hizo lo mismo que ella también.

—Como siempre te volviste a salir con la tuya.

—¿A qué te refieres?

—A la estadía del hotel que jamás quisiste que viera.

—¿Crees que es un hotel?

—Pues supongo que sí, pero no lo sé en verdad, ¿me darás pistas?

—Penthouse, es lo único que te diré.

—¡¿Penthouse?! —le gritó casi a lo alto.

—Sí, penthouse, ¿por qué el asombro?

—Porque te habrá costado una fortuna.

—Puedo solventarlo.

—No es el hecho, si no la manera en cómo lo gastas.

—¿Te molesta que quiera gastarlo en nuestra luna de miel? Cassandra, ya te lo dije bien claro, tendrás y deberás acostumbrarte a ser rica, y quiero que tengas una luna de miel como corresponde, con sus lujos y todo lo demás.

—¿Qué es para ti todo lo demás, Keith?

—Paseos, vistas a lugares, de todo.

—¿Cuántos días piensas tener de luna de miel?

—Sinceramente, estoy de vacaciones, he terminado el proyecto, y como aceptaron llevar el barco a Inglaterra lo celebraremos también, y de paso, disfrutaremos de una merecida luna de miel como nos merecemos, Cassandra, así qué, prepárate para una luna de miel soñada por ti, París, y Cabo San Lucas.

—Eso es México.

—Así es.

—Es demasiado, y lo sabes.

—Calla y dame un beso —le dijo persuadiéndola y luego de posar sus labios sobre los de ella, escucharon al capitán a cargo.

Unos momentos después, estaban volando rumbo a París. Les dieron manta y almohadas individuales para dormir, luego de haber cenado en el avión también. Y se dispusieron a dormir, pero, aunque la muchacha trataba de dormir, no podía.

—Duerme, Cassandra.

—No puedo.

—Me pasó lo mismo cuando viaje en un avión por primera vez, entiendo cómo debes de sentirte.

—Por favor, habla conmigo.

—De acuerdo, pero bajito, ¿de qué quieres hablar?

—No lo sé, pero puedo decirte que me gusta mucho cuando te me pegas así cerca de mi rostro.

—¿No te da miedo?

—¿Por qué habría de darme miedo? No eres malo.

—No, pero puedo llegar a ser perverso contigo, y más cuando estamos solos en dos países diferentes, no podrás escaparte de mí aunque quisieras.

—No tengo intenciones de escaparme de ti, ya he visto y sentido lo que puedes hacerme, y me gustó y mucho, y si sientes que me pongo incómoda o con vergüenza, no es porque no me guste, si no, porque no estoy acostumbrada a eso.

—Lo sé, y eres muy valiente diciéndome esto, y quedándote desnuda frente a mí a pesar que jamás lo has estado frente a un hombre.

—¿Crees que soy valiente por quedarme desnuda por completo frente a ti?

—Sí, lo eres, para mí, sí lo eres, Cassie.

—Gracias entonces, Keith.

Un rato después, ella se quedó dormida, y Keith se durmió también, apoyando su mejilla sobre la cabeza de la joven, mientras que ella, estaba durmiendo entre medio de su brazo y hombro, ya que él la estaba abrazando por sus hombros. Durmieron durante todo el viaje, y ya por la mañana, les dieron el desayuno, alrededor de las ocho y media de la mañana. Desayunaron tranquilos, luego se lo retiraron y mientras les quedaban unas pocas horas más de vuelo, les pasaron una película, la cuál, vieron muy entretenidos. Alrededor de las once de la mañana, aterrizaron en suelo parisino. Y luego de pasar la aduana, con un taxi se fueron hacia el hotel. El mismo, era el Four Seasons Hotel George V, de la ciudad de París. Apenas terminaron de atenderlos, el botones los condujo hacia su penthouse, y cuando estuvieron allí, Keith le dio una buena propina por traer los equipajes. Cassandra, más miraba, y más incómoda se sentía. Miró todos los lugares y rincones del penthouse, era una belleza y un encanto único, pero todavía sentía que no estaba cómoda y familiarizada con el lujo total que Keith quería darle en su luna de miel.

—¿Qué te parece?

—Es precioso —le contestó ella.

—¿Pero?

—Pero ya te dije que no me siento cómoda con tantos lujos.

—¿Va a ser siempre así, Cassandra? ¿Qué en cada hotel que estemos habrá un pero tuyo o qué? —le preguntó molesto y ella se quedó asombrada y se avergonzó también.

—No, bueno, no lo sé en verdad, por favor no te pongas así conmigo, no es a propósito que lo hago.

—Cuando estés más calmada, si quieres, hablamos —le dijo, yéndose hacia la puerta de entrada del penthouse.

—¿A dónde vas?

—Por ahí, para que te calmes y pienses.

—No tengo nada que pensar, eso es lo que pienso, y sé que no lo puedo cambiar.

—Es mejor que vuelva en un rato.

—¿Dónde vas?

—No es de tu incumbencia, quiero estar solo.

—Vuelves al principio, ¿no?

—Eso es precisamente al parecer lo que quieres de este matrimonio.

—Por favor, no, sabes que no quiero otra vez lo mismo.

—Porque siempre que pague cosas caras para los dos, más para ti, siempre tú me lo echarás en cara, y ahora mismo estoy bastante furioso, y es mejor que me vaya.

—Keith, espera, por favor —le dijo, pero él ni se dio vuelta y ni le contestó, salió de la habitación y cerró la puerta a su espalda.

Cassandra, no sabía qué hacer, y prefirió darse un baño dentro de aquella tina que parecía sacada de alguna revista de decoración lujosa. Preparó todo, incluyendo su ropa interior, la ropa que se pondría, y el par de zapatos también. Hizo correr el agua de la tina, para que se llenara, y mientras tanto se desnudaba también. Se metió dentro de la bañera luego de cerrar la puerta del baño. E intentó relajarse, dejando las velas encendidas y las dos luces que estaban arriba de los dos cuadros que estaban al lado izquierdo de la tina. Todas las demás luces del baño las apagó. Apoyó la nuca sobre el borde de la bañera y cerró los ojos. Una hora y algo después, alguien más entró al baño. Y sabía bien que era Keith. Se le acercó por detrás y le habló.

—¿Me haces un lugar?

—Ya salgo.

—No, quédate, quiero que me hagas un lugar.

—No entraremos los dos en el mismo lugar.

—Me pondré del otro lado entonces —le dijo, y ella volvió a cerrar los ojos mientras él se metía dentro de la bañera—, ¿hace mucho que te metiste aquí?

—Sí, más o menos.

—Ven para aquí —le dijo, sujetándola de su cintura con sus dos manos y ella se quejaba mientras la llevaba para su lado—, no te hagas la difícil conmigo, niña —le respondió riéndose mientras ella se ponía sobre él.

—Déjame tranquila, te fuiste enfurecido y ahora no estoy para tus cariñitos —le dijo molesta y poniendo su cara para el otro lado, y no escondiéndose en su cuello.

—En serio, perdóname, no quise irme así, pero no puedo manejarme de otra manera, siempre tienes un pero cuando hago algo para los dos.

—El único pero que yo tengo, es el porqué tienes que pagar cosas tan lujosas y caras, ese es mi único pero hacia ti, no tengo más peros.

—Lo sé, lo sé, sé que no tienes más peros, pero no me gusta que te pongas así conmigo, Cassandra.

—No es por mala que sea contigo.

—Claro que no, pero no quiero más peros tuyos con respecto a lo que pago para los dos o mismo para ti.

—Está bien, y perdonado —le respondió poniendo su cara del lado de su cuello, ella se lo besó y luego besó su mejilla también.

—¿Vamos a la cama? —le preguntó con una enorme sonrisa.

—Todavía no, espera un poco más.

—Vamos ahora —le respondió.

Primero salió él, y se puso una toalla blanca y esponjosa alrededor de su cintura, y luego la ayudó a salir de la tina, y la enrolló en una enorme toalla blanca y esponjosa alrededor de su cuerpo. La tomó de su mano, y salieron del baño, entraron a los segundos a la habitación, ya que estaba el baño dentro de la suite. Desarmó él mismo la cama, y la hizo meter a ella primero.

—Cassandra, tranquila, ¿entendiste?

—Sí, entiendo, lo siento, Keith.

—No pasa nada, pero relájate, no te quiero como la primera vez en donde estabas nerviosa e incómoda.

—Lo sé, pero aún así fue maravilloso para mí.

—Y también lo fue para mí, Cassandra, pero tienes que relajarte del todo y disfrutarlo.

—Lo intentaré.

—Esa es mi chica.

El cuarto del penthouse, se había llenado de amor por ambas partes. Y no fue hasta un buen tiempo después en donde volvieron a razonar adecuadamente.

Quedaron abrazados y mirándose a los ojos.

—¿Vas a seguir molesto conmigo? Quiero pasarlo bien —le dijo ella, acariciándole la mandíbula.

—No volveré a molestarme contigo con una condición.

—¿Cuál?

—Que tú dejes que pague lo que yo quiera, sin importar si sale mucho o poco, lo que hago, lo hago por ti, Cassie.

—Lo sé, sé que lo haces por mí.

—¿Entonces?

—De acuerdo, haz todo lo que quieras hacer. No te lo impediré y ni tampoco me molestaré contigo.

—Me parece perfecto —le respondió él con una sonrisa en sus labios, sonrisa que ella le correspondió también.

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