Capítulo 17
Paseo por la ciudad y discusión
A la mañana siguiente, Cassie se despertó alrededor de las diez, vio dormir junto a ella, a su marido, plácidamente boca abajo, con sus brazos y manos debajo de la almohada individual.
Había amanecido nuboso, pero un poco soleado también. Los pájaros volaban entre los rascacielos y el firmamento, piaban y se agrupaban de a montones para irse a volar alto.
Una vez que Cassandra volvió del baño, se metió dentro de la cama, para acurrucarse contra él.
A la media hora, él se despertó, se dio una ducha de agua caliente, y pidió el desayuno en la habitación. Despertó a la joven llamándola por su nombre entero. Y cuando lo hacia, sabía perfectamente que estaba o seguía enojado con ella.
La muchacha se sentó en la cama, y se tapó hasta el cuello.
—¿Me alcanzarías un camisón de mi maleta, por favor?
—Sí, espérate —le dijo y abrió la maleta—, toma —le contestó entregándoselo.
—Gracias —le respondió y se lo colocó.
Salió de la cama cuando él se sentó en una de las sillas que estaban en la recámara frente a la mesa redonda, en donde estaba ya el desayuno preparado para dos personas. Se sentó frente a él, y comenzaron a desayunar.
—Pensé que no servían el desayuno en este horario.
—Si lo pides a la habitación, sí te lo siguen dando hasta las doce del mediodía.
—La vista desde aquí es increíble —le comentó, pero él le dijo algo que la descolocó.
—No te tocaré más hasta que cumplas tu mayoría de edad.
—Por favor, no.
—Sí, Cassandra.
—Cuando me dices Cassandra es porque sigues enojado conmigo a pesar que me dijiste que no lo estabas.
—Estoy disgustado contigo, eso es todo.
—Tengo el anillo de casada que me diste en La Iglesia y el anillo de compromiso también, no le veo lo malo del asunto.
—La culpa me corroe.
—¿Qué culpa? ¿Por haberme hecho mujer? No creí que fuera un problema mi virginidad para ti.
—No me malinterpretes, no tiene nada que ver esto con tu virginidad.
—Sé que lo que te molestó, fue haberte dicho que todavía tenía veinte años, pero ya te he pedido disculpas, ya no sé qué más hacer para que me perdones.
—¿Tienes algo más oculto? Porque lo sabré de todas maneras.
—No, no tengo más nada que ocultarte.
—Perfecto entonces, termina el desayuno.
El tema había sido zanjado definitivamente por él, no iba a volver a hablar más del asunto y ella estaba que explotaba de la rabia por dentro. Le daba muchísima bronca lo que él hacia con ella, no tenía idea que un simple número le cambiara tanto su forma de pensar y de ver. Cassandra terminó de desayunar, y se eligió la ropa para luego ir a ducharse. Una vez que salió del baño, ya seca del todo y con una ropa interior nueva, Keith entró a la alcoba también.
—¿Qué quieres? —le preguntó ella.
—¿Te sientes bien como para caminar?
—¿Por qué?
—Porque caminaremos por el centro.
—Eso creo.
—Sí o no.
—Sí —le dijo a lo último, y le terminó de responder dándole una línea recta sin expresión en los labios.
—Perfecto entonces —le dijo y cerró la puerta antes de que le contestara algo.
Se puso un short de brillos de color bronce, un suéter gris con corazones en brillos dorados, un par de botas grises, un bolso dorado, algunos anillos y un par de aros en forma de corazones, largos. Se cepilló el pelo, se lo secó con el secador de pelo, y por último se maquilló muy natural, terminándose de perfumar con el desodorante de frutas.
Ella, solo esperaba que afuera no hiciera frío. Salió de la habitación y ambos salieron de la suite también. Bajaron al lobby del hotel y partieron hacia el centro de la ciudad.
Keith, no le agarraba ninguna de las dos manos y él caminaba delante de ella. Lo seguía, pero había tanta gente en pleno mediodía que lo único que la guiaba hacia él era su altura, y su pelo castaño oscuro.
—Ven para aquí —le dijo, sujetándola del codo.
—Es peor que Beverly Hills.
—Es una ciudad diferente, en todo, pero principalmente es para negocios, sujétate fuerte de mí y no te me sueltes por nada del mundo, ¿está claro?
—Sí —le dijo y no sabía porqué se ruborizó por completo.
—Tú no estás en condiciones de caminar, ¿verdad?
—Sí, estoy bien.
—Cassandra, no me mientas —le dijo sujetándole más de la cuenta su mano.
—No, no estoy en condiciones de caminar mucho, me molesta mucho la entrepierna.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No quería que te siguieras enojando conmigo, eso es todo.
—Tomaremos un taxi —le dijo y a los pocos segundos frenó a uno.
Unos minutos después estan en el centro de la ciudad.
Reecorrieron por completo el centro, y luego decidieron almorzar en un bonito restaurante llamado Allegro Bistro. Entraron, eligieron una mesa para dos personas alejada de la entrada y se sentaron en las sillas frente a frente. Los atendieron enseguida, y apenas pidieron los platos, Keith volvió a hablarle.
—Más tarde me reuniré con el hombre que conociste ayer.
—Está bien, no hay problema. Me quedaré dentro de la suite.
—Puedes salir a pasear.
—Prefiero salir contigo —le dijo sonriéndole—. Por favor, no estés así conmigo.
—Yo hoy no puedo.
—Mañana entonces o más tarde luego de la reunión.
—Puede ser.
Luego del almuerzo, volvieron al hotel y ella se quedó en la suite mientras que él se iba a la reunión.
Hojeó algunas revistas que yacían en el revistero que estaba en el comedor principal, y por largo rato esperó.
Su marido, alrededor de las siete de la tarde, volvió a la suite.
—¿Cómo te ha ido?
—Bien, ¿y a ti?
—Tranquila, leyendo un poco.
—Y un poco aburrida también, ¿no?
—Sí, un poco.
—¿Vamos a cenar afuera?
—Prefiero cenar aquí dentro e irme a dormir.
—¿Por qué?
—Porque estoy cansada, y mis pies ya no dan más.
—No puedes estar tan casada, dormiste un montón de horas.
—He volado contigo ayer, he perdido mi virginidad aquí también, y encima, tú te comportas frío y distante conmigo porque después de la maravillosa noche que me hiciste pasar, te conté que tengo veinte años, y no veintiuno, preferí contártelo después, porque sabía bien que ibas a reaccionar así como lo estás desde anoche, siempre creí que las conversaciones y el estar con tu pareja abrazados, después de hacer el amor era una de las mejores cosas, pero lo de anoche ha sido un completo desastre, tendría que haberme callada bien la boca, y que te enteraras cuando cumpliera los años, pero como tú bien lo dijiste hace un mes y pico atrás ya, yo también quiero tener un matrimonio como la gente, y por eso te lo conté y no me lo guardé para que luego te enteraras de buenas a primeras.
—Ven aquí —le dijo sujetando su muñeca y ella se soltó de su agarre.
—Suéltame —le contestó enojada—, cena tú solo, yo me voy a dormir.
—Me vas a sacar canas verdes, Cassandra, y deja de mover tan así el trasero.
—Es la única manera que tengo de caminar, si no te gusta, no mires —le respondió y cerró la puerta de la recámara.
Cassie se quitó toda la ropa, incluyendo el sostén nuevo, se puso el camisón de seda rosa pálido, y desarmó la cama de su lado. Las sábanas volvían a estar blancas e impolutas, como si nada hubiera pasado la noche anterior en la cama que estaba compartiendo con Keith. Se le llenaron los ojos de lágrimas, y se acomodó mejor la almohada individual para así apoyar su cabeza sobre la misma.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top