Capítulo 16

Cena y planes para el siguiente día


Alrededor de las ocho y algo de la noche, Keith volvió a hablarle, ya que estaban en silencio compartiendo juntos aquel momento.

—Será mejor que nos vistamos enseguida si queremos encontrar una mesa —le dijo, sentándose en la cama, poniendo los pies en el piso, y nuevamente se puso la ropa interior.

—Por favor, no enciendas la luz —le pidió ella.

—Está bien, mientras tanto, me daré una ducha.

—De acuerdo.

Unos minutos posteriores, él salió con la ropa interior puesta, y comenzó a vestirse.

—¿Quieres que me vista y vaya al restaurante para pedir mesa y esperarte allí? —le preguntó él, sentándose en el borde de la cama, del lado de Cassie.

—Sí, me gusta la idea —le dijo ella sonriéndole.

—Está bien, termino de vestirme y lo hago.

Cassandra, apenas lo vio peinarse, aprovechó en salir de la cama envuelta en la sábana. Ni siquiera encendió la luz por vergüenza.

—Iré abajo. Te espero —le dijo él, posando sus manos en las mejillas de la joven, y le dio un beso en los labios.

—De acuerdo, enseguida bajaré —le contestó con una sonrisa.

Apenas Keith salió de la suite, ella se sentó en el borde de la cama. Pensando en cómo volvería a mirarlo a la cara luego de lo que habían hecho. Pero la sonrisa pronto se le asomó a sus labios y se llenó de felicidad cuando recordó lo vivido hacía momentos atrás.

Se eligió lo que se iría a poner, y luego entró al baño para darse una ligera ducha. Pocos minutos después se estaba mirando en el espejo de cuerpo entero, el vestido que se había puesto, le favorecía y mucho, y quedaba perfecto con los zapatos que se había calzado también. Con un suspiro, se decidió a salir de la recámara.

Bajó con el elevador al piso del restaurante, y caminó hacia la entrada. Él se levantó cuando la vio en la entrada del restaurante, y ella caminó hacia él.

—Te ves increíble.

—Gracias.

—Toma asiento —la invitó él, y ella aceptó con agrado.

Pronto el mozo los atendió, y luego esperaron para cenar. Ninguno de los dos se hablaba y el silencio comenzó a ser realmente incómodo.

Keith no dejaba de mirarla, y ella más incómoda se había puesto.

—Te ves preciosa, Cassandra.

—Gracias otra vez.

—¿Por qué estás tan callada?

—Por nada —le contestó ella, y el mozo llegó para dejarles los platos.

Cenaron tranquilos, hasta que él quiso brindar.

—¿Por qué brindamos? —le preguntó sorprendida.

—Por ti, porque estás aquí conmigo.

—Es muy lindo detalle. A pesar de enojarme contigo antes de venir aquí, estoy contenta de haberlo hecho. Solo espero no molestarte.

—¿En qué lo harías, Cassandra?

—No lo sé, solo quiero molestarte lo menos posible, estás por trabajo aquí, y no quiero estorbarte.

—No estoy en horario de trabajo. Y no me molestas. Quise que vinieras, porque te quiero. Y porque es hora que te distraigas y hagas todo lo que quieras hacer.

—Supongo que me quedo más tranquila —le dijo ella, bebiendo un sorbo de su gaseosa.

El silencio volvió a reinar entre ellos dos, y luego del postre, salieron del restaurante, y Keith quiso enseñarle el hotel por dentro. A medida que avanzaban en el recorrido del importante hotel, Cassy comenzaba a sentirse un poco incómoda. Incómoda por sentirse de aquella manera con él.

—¿Quieres tomar algo en el bar?

—¿Tú no tienes que madrugar? Mañana tienes la reunión temprano.

—¿No quieres entonces?

—Sí quieres, mañana vamos al bar del hotel.

—De acuerdo. ¿Mañana qué quieres hacer?

—Quedarme en la habitación.

—Puedes venir conmigo, y mientras yo tengo la reunión, tú puedes caminar por el centro de la ciudad, está cerca de donde tengo que ir.

—Está bien, iré contigo —le dijo con una sonrisa.

Pronto subieron a la suite tomados de la mano, más él se la tomó a ella y le sonrió abiertamente. Keith hizo pasar primero a su esposa a la suite y luego él cerró la puerta, ella entró a la recámara, se quitó los zapatos y dejó los accesorios sobre la cómoda.

—Cassie, ¿estás bien? —le preguntó él algo preocupado.

—Sí, ¿por qué?

—Porque siento que nuestra comunicación se perdió cuando terminamos de hacer el amor. ¿Te arrepientes?

—No.

—¿Entonces?

—Te parecerá muy tonto, pero siento un poco de vergüenza mirarte a la cara y hablar contigo como si nada hubiera pasado.

—Pasó Cassandra, sucedió algo muy lindo entre los dos —le respondió él, tomando su barbilla entre los dedos, y alzándole la cabeza con delicadeza para que lo mirara a los ojos.

—¿Eso crees? —le preguntó ella al fin, con asombro.

—Claro que sí, Cassie, jamás me he sentido así —respondió él, y ella le sonrió en respuesta.

—No tienes idea de lo feliz que me haces ahora —contestó con lágrimas en los ojos, y abrazándolo por debajo de sus brazos para apretarse contra su cuerpo.

—Me alegra saber que eres feliz ahora —le expresó con total sinceridad, y se inclinó para capturar sus labios y darle un beso.

Ella se lo correspondió de buena gana.

 —Hay algo que me gustaría preguntarte —le emitió ella a él.

—¿Qué es, cariño?

—¿Tienes algún prejuicio con la edad?

—¿Por ejemplo?

—Supongo que te gustan las mujeres menores que tú, y...

—Sí. ¿Y...? —le preguntó él para que ella continuara con la frase.

—Y que sí, soy menor que tú, pero no como lo crees. Todavía no cumplí los veintiún años.

—¿Cuándo los cumples?

—Dentro de unos meses.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Porque no lo hice por miedo a que siguieras rechazándome. Eres mucho más grande que yo, y mentí porque lo creí conveniente en la situación en la que estábamos. Por favor, no te enojes conmigo.

—Y no lo hago. Me has sorprendido, no pensé jamás que tendrías esa edad.

—Bueno, ahora lo sabes, y me quedo más tranquila, era algo que debía decírtelo de un momento a otro.

 —Y te lo agradezco, pero por esas cosas no me hago problema, es lo de menos.

—Supongo que lo sé, pero era bueno decírtelo, me saqué un peso de encima.

La joven luego se puso ropa de cama, y ambos fueron a dormir. Pronto ella se quedó dormida, mientras él la contemplaba dormir plácidamente.

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