Capítulo 2

El día siguiente comenzó como cualquier otro, pero para Izuku, había algo distinto en el aire. Mientras se sentaba en su lugar habitual al fondo del salón, no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Momo Yaoyorozu, quien revisaba su agenda junto a la ventana con la misma elegancia de siempre. Recordó la conversación de la tarde anterior y cómo ella había elogiado sus dibujos con tanta sinceridad.

"Tiene una mente brillante", había dicho ella.

Ese recuerdo hizo que Izuku se ruborizara de nuevo, escondiendo su rostro entre las páginas de su cuaderno. Sin embargo, su intento por pasar desapercibido fue inútil. Momo había notado sus miradas.

Con una leve sonrisa, Momo se levantó de su asiento y caminó hasta el escritorio de Izuku. Los demás estudiantes aún no habían llegado, así que el salón estaba casi vacío. Izuku sintió una sombra acercarse y, cuando levantó la vista, Momo estaba de pie frente a él, con sus manos entrelazadas detrás de su espalda y una expresión divertida en el rostro.

—Buenos días, Midoriya —dijo con suavidad, inclinándose ligeramente hacia él—. ¿Sigues dibujando desde tan temprano?

Izuku se tensó, su lápiz resbalando torpemente entre sus dedos.
—¡A-ah! B-buenos días, Yaoyorozu. Ehm… sí, estaba... estaba anotando unas ideas —respondió nervioso, sin saber dónde mirar.

Momo observó cómo intentaba esconder el cuaderno con torpeza y, sin pensarlo, se inclinó aún más, colocando ambas manos sobre el escritorio y acercándose a su espacio personal.

—¿Puedo ver? —preguntó en un tono juguetón, con una sonrisa apenas contenida.

Izuku, con el rostro encendido como un semáforo, retrocedió instintivamente en su silla, pero no había escapatoria. La cercanía de Momo lo hizo sentir un nudo en el estómago.

—Y-Yao... Yaoyorozu, e-estás demasiado cerca... —logró murmurar, con la voz temblorosa.

—¿Oh? ¿Te incomoda? —respondió Momo con una ligera inclinación de cabeza, disfrutando de su reacción—. Lo siento, no era mi intención.

Su tono era inocente, pero la chispa divertida en sus ojos la delataba. Momo se enderezó con elegancia, como si nada hubiera pasado, y volvió a sonreír.

—Es un buen hábito el que tienes, Midoriya. No dejes de dibujar —dijo antes de regresar a su asiento, dejando a Izuku en un estado de confusión y nerviosismo absoluto.

—¿Qué acaba de pasar…? —murmuró Izuku para sí mismo, ocultando el rostro entre las manos mientras intentaba calmarse.

Ese día paso con normalidad para todos, excepto para el pecoso quien daba pequeñas miradas a la azabache, quien notaba las miradas y causaba gracia en ella, quien cuando era descubierto por la chica solo se ponía nervioso y apartaba la mirada rápidamente.

Los días continuaron de manera similar. Momo comenzó a acercarse a Izuku con más frecuencia, encontrando excusas para hablarle o simplemente para observar sus dibujos. No lo hacía de manera obvia, pero cada interacción parecía tener un propósito: probarlo, desafiar su timidez y, en cierto modo, acercarse más a él.

Una tarde en la biblioteca, Izuku revisaba un libro sobre teoría de movimiento en el combate mientras tomaba notas en su libreta. La tranquilidad del lugar era perfecta para concentrarse… hasta que una voz familiar rompió el silencio.

—¿Te importa si me siento aquí?

Izuku levantó la vista y vio a Momo de pie frente a él, con un par de libros en brazos. Su corazón dio un vuelco, pero asintió rápidamente.
—N-no, claro que no. Adelante.

Momo tomó asiento frente a él y abrió uno de sus libros, pero no pasó mucho tiempo antes de que mirara de reojo las anotaciones de Izuku.

—¿Qué estás estudiando? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante para ver su cuaderno.

—Es solo teoría de combate… Estoy tratando de entender cómo mejorar las secuencias de movimiento —respondió Izuku, cada vez menos nervioso, pero aún evitando sostener su mirada por demasiado tiempo.

—Eres muy dedicado, Midoriya —dijo ella con una sonrisa genuina—. Aunque no entiendo por qué siempre pareces tan inseguro. Eres muy inteligente.

Izuku sintió un calor subir a su rostro.
—Gracias… pero no creo que sea para tanto —respondió en voz baja.

Momo lo observó por un momento antes de cerrar su libro con decisión.
—¿Sabes? Creo que tienes un problema —dijo de manera directa.

—¿Eh? ¿Un problema? —preguntó Izuku, sorprendido.

—Sí. —Momo apoyó un codo en la mesa y recargó su mentón en la mano, mirándolo con intensidad—. Te menosprecias demasiado, Midoriya. Si fueras un poco más consciente de lo que vales, serías invencible.

Las palabras de Momo cayeron como una piedra en el estómago de Izuku. Nadie le había dicho algo así de manera tan franca. Por un instante, no supo cómo responder, y todo lo que pudo hacer fue apartar la mirada, nervioso.

—N-no lo sé… No soy alguien tan especial…

Momo sonrió, pero esta vez con un destello travieso en los ojos.
—Bueno, si tú no te das cuenta, entonces supongo que alguien tendrá que protegerte, ¿no? —comentó en tono juguetón, como si hablara de algo trivial.

—¿Protegerme…? —repitió Izuku, confundido.

—Sí. No quiero que alguien se aproveche de ti por ser tan amable y brillante. Es un problema cuando no te das cuenta de lo que tienes. —Momo entrecerró los ojos y añadió, en un murmullo apenas audible—: Después de todo, no voy a dejar que alguien más se dé cuenta de eso antes que yo.

Izuku no logró captar esa última frase, pero su tono lo hizo tragar saliva. Por primera vez, sintió un extraño deseo de entender más a Momo. ¿Por qué se interesaba tanto en él? ¿Por qué parecía conocerlo tan bien cuando apenas llevaban unos días hablando?

Lo que él no sabía era que Momo ya había decidido que Izuku le pertenecía en cierto sentido: su talento, su dedicación, su amabilidad. Todo aquello la fascinaba, y aunque no lo admitiría en voz alta, la idea de que alguien más lo descubriera despertaba en ella un pequeño toque de celos y posesividad.

Por su parte, Izuku comenzó a sentirse cada vez más consciente de Momo. No solo por su belleza o inteligencia, sino por la manera en que lo miraba, como si viera algo en él que nadie más veía. Esa idea lo confundía, pero también lo hacía sentir especial.

Y en los días que siguieron, sus encuentros se volvieron más frecuentes. A veces, Momo lo sorprendía con preguntas casuales. Otras, se inclinaba demasiado cerca, disfrutando de ponerlo nervioso. Lo que comenzó como un simple diálogo casual estaba empezando a convertirse en algo mucho más profundo y complicado.

Izuku aún no lo sabía, pero ya estaba atrapado en el mundo de Momo Yaoyorozu.

////////////////////////////////////////////////////////////////

Bueno este es el segundo capítulo, espero que le sigan dando el apoyo a la historia, no olviden dejar su me gusta y algún comentario sobre que les pareció el capitulo, dentro de unos días actualizare el fic de me arrepiento, así que estén atentos

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top