Capítulo 17

Hace mucho que no tengo visiones o sueños cuando descanso, solo mucha luz que me inunda cada vez más. Pero hoy tengo un recuerdo. Me veo a mí misma, de niña, en el rincón de los niños, estoy trepada a un árbol y hay un niño abajo.

—¡Abril! ¿Puedes bajar? —inquiere.

Bajo y le sonrío.

—¡Hola, Ferrán! —saludo.

Él me sonríe.

Es la primera vez que veo al alma pura que fue Ferrán antes de irnos a la Tierra.

—Escucha, tengo que decirte algo —dice—. Voy a nacer, hoy me lo han avisado... naceré en el mismo año que tú, pero viviré en España.

—¿En serio? ¡Eso es genial!

—Quería preguntarte si... ¿podríamos encontrarnos allá?

En ese momento entiendo que tengo una gran amistad con Ferrán en el mundo de las almas y que él es para mí la persona más importante luego de Mel. Nos puedo ver a los tres jugando por los prados, inventando historias y prometiéndonos encontrarnos todos en la Tierra.

Otra escena se me muestra en la mente y es allí cuando Uriel me informa que Mel y yo no podremos encontrarnos en la Tierra.

—¿Por qué? —pregunta ella.

—Porque tú irás más tarde y porque las almas gemelas no pueden cruzarse en vida terrena —explica.

Uriel nos dice todo eso que ahora ya sé, pero noto que es allí la primera vez que me lo dice. Mel y yo nos sentimos un poco afectadas al enterarnos que viviremos tantos años separadas.

—No lo pueden comprender aún —dice Uriel—, pero el tiempo de la tierra no es el mismo aquí. Cuando regresen ambas, comprenderán que no ha pasado nada de tiempo.

—¿Me aseguras que volveremos a estar juntas? —pregunta Mel.

—Sí —dice Uriel—, si cumplen con sus propósitos en la Tierra y se cuidan del mal.

Vuelvo entonces a la escena con Ferrán.

—¿Quieres que sea parte de tu vida en la Tierra? —inquiero.

—Sí, nada me gustaría más... —responde.

Mel se aparece entre nosotros y nos saluda con su sonrisa inconfundible.

—¿Qué hacen?

—Planeamos nuestra vida en la Tierra —responde él—. Quisiera que Abril fuera parte de ella, y tú también.

—Pero yo seré más chica que ustedes —responde mi hermana—. Además, Abril y yo no podemos cruzarnos allá, ya sabes, nos lo ha explicado Uriel —añade.

—Sí... pero pensaba que... —dice Ferrán pensativo—, que quizá yo podría encontrarme con Abril primero, y luego cuando ella ya no esté, podríamos encontrarnos tú y yo —dice a Mel—, entonces ustedes no se cruzarán, porque Abril vendrá antes, ¿cierto? —inquiere.

—Sí, vendré antes...

—¿Entonces? —pregunta Ferrán—. Podría ser divertido, ustedes son mis mejores amigas, no las quiero perder de vista cuando sea humano...

—¡Tengo una gran idea! —dice Mel y entonces, la escuchamos con atención.

Allí surgió la idea del pacto de almas que firmamos luego, Mel había averiguado al respecto y estaba entusiasmada con preparar nuestra ruta de vida de manera en que siempre estemos los tres unidos.

Sonrío... Todo ahora cobra sentido.

Vuelvo al presente y abro los ojos, veo a Violeta que se acerca a mí con una sonrisa.

—¿Estás lista?

Asiento. Ambas nos hemos preparado de manera especial para este momento. No estamos solas, también van papá, Carmen y otras almas que comprendo son antepasados de la familia de Mel y de Ferrán. Todos asistiremos a la boda hoy.

Todo está hermoso, la iglesia y la casa donde será el festejo están adornadas con camelias. Carmen y yo nos sonreímos.

Violeta me toma de la mano y me dice que debemos ir a un sitio, yo asiento y entonces aparecemos en la habitación donde Mel se está preparando.

Mi madre y mi hermana están allí con ella, junto con otras dos mujeres que de inmediato comprendo son amigas de Camelia. Naomi y las dos muchachas están vestidas igual, lo que significa que serán sus damas de honor. Me alegra saber que mi hermana al fin es cómplice de mi gran locura.

Las escuchamos conversar y compartir este momento, la elogian, le dicen que está hermosa, hablan de las tradiciones de las cosas que suelen llevar las novias. Violeta se emociona cuando Camelia comenta que usará un broche que era de ella en lo que corresponde a algo usado, pues leyó en internet que esa tradición implica la conexión con su familia y sus antepasados.

Las amigas le recuerdan que le falta algo prestado y algo azul, pero de pronto, alguien las llama y todas se emocionan porque ya es la hora. Le dan un beso y un abrazo y salen de allí para tomar sus posiciones como damas de honor.

Mi mamá se queda con ella.

—Camelia, hoy es un día muy especial para ti y... he estado pensando algo.

Mel le sonríe con cariño y asiente. Me doy cuenta de que tienen una bonita relación.

—¿Sabes? Cuando mi hija iba a morir, le preocupaba mucho que cuando llegaran los días especiales para Paloma, no estuviese su madre allí para darle un abrazo —susurra con un poco de temor a la reacción de Mel, pero a ella se le llenan los ojos de lágrimas—. Nunca te he dicho esto, pero fui testigo del accidente de tus padres, llamé a la ambulancia y llegaron por tu hermano. Fui al hospital y me dijeron que si no hubiera hecho esa llamada él no habría estado con vida —añade—. Recuerdo que muchos días pensé en tu madre y en lo triste que era partir dejando hijos pequeños en el mundo.

—Oh, Alma —dice ella y la toma de la mano con emoción.

—La vida da muchas vueltas y parece que al final estamos todos relacionados. Ferrán es como mi hijo, y yo ya no tengo a mi hija, tú no tienes más a tu madre, y aquí estamos, tú y yo solas, en ese momento único que corresponde a madre e hija —dice y sus lágrimas se derraman de emoción.

Violeta me toma de la mano, ambas estamos también en la misma situación, pero al otro lado del mundo que ellas conocen.

—Pienso que a tu madre le habría gustado mucho poder estar aquí hoy, verte tan feliz, tan radiante, tan... brillante —añade mi madre y Violeta asiente—, por eso quería darte esto...

Mi madre saca un pequeño colgante de color azul, lo reconozco, se lo regaló mi padre para el día de su boda y ella me lo dio a mí el día de la mía. Ese dije tiene mucha historia.

—Este dije perteneció a la familia de mi marido, es una tradición que se lo pasen de madre a hija en el día de la boda. Mi suegra me lo dio a mí y yo se lo di a Abril —murmura—, lo recuperé luego, claro...

—Alma, pero le corresponde a Naomi —dice Mel y ella niega.

—No... yo se lo había dado a Abril, y luego le correspondería a Paloma —murmura—, por eso quiero que lo tengas tú... si es que no te ofendes. Es azul, lo sé, pero en realidad sería el algo prestado que te falta. Algo prestado significa que alguien más comparte su propia felicidad contigo y este dije ha acompañado a muchos matrimonios felices.

—¿Cómo podría ofenderme? —pregunta ella muy emocionada.

—Un día tú se lo darás a Paloma y el ciclo continuará —dice mi mamá—. Abril te eligió, yo lo sé... lo sé porque ella lo dijo muchas veces... y aquí estoy yo, sintiendo por ti un cariño enorme e inexplicable —murmura—, agradeciéndote la alegría que trajiste en Ferrán y en Paloma, y también en nosotras... Y pidiéndote permiso para darte el abrazo que tu madre hubiera querido darte.

—Por Dios, Alma

Mel se arroja a sus brazos como una niña pequeña en los de su madre. Violeta me hace un gesto y yo lo comprendo. Vamos hasta ellas y las envolvemos con nuestras energías. Esto es hermoso e inexplicable, el amor nos rodea y es tan intenso que nos marea.

Mamá se aleja despacio de Mel y le limpia el rostro.

—No llores, que se te va a salir el maquillaje —murmura, pero ella también está hecha un mar de lágrimas.

Las vemos salir y nos quedamos allí, todavía envueltas en la energía de amor que quedó en el ambiente. Violeta no necesita decirme nada más ni yo a ella, comprendemos la intensidad de las relaciones de las almas que somos parte del grupo de almas.

Los vemos en la iglesia, nos deleitamos con el amor que se profesan.

—Las bodas me encantan, siempre hay mucho amor y mucho deseo de felicidad —dice Violeta y yo asiento.

Paloma acerca los anillos y se ve muy feliz.

Un rato después, siento que ya he cumplido mi gran misión, entonces, Uriel se aparece ante mí.

—¿Nos vamos? —pregunta.

—Nos vamos —respondo.

Ya queda poquito...

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