Capítulo 12
Hoy puedo ver a Ferrán más triste que de costumbre, es el aniversario de mi muerte y él maneja con pesar hacia su casa. Ha venido a visitar mis restos al cementerio y me ha pedido una señal. Sé que es el momento y todo se alinea en mí cuando veo a Camelia caminar por la costanera.
Hago un esfuerzo energético y me muestro a ella. Puede verme como una mujer vestida de blanco con flores en las manos, como si caminara en el mar. Ferrán también me verá, pero no al mismo tiempo, sino uno minutos después, cuando ella cruce para ir a su casa.
Puedo sentirla, su alma está receptiva y tiene ganas de un cambio. Eso es justo lo que iniciará hoy, un cambio para ambos.
Ferrán me ve y se desconcentra justo cuando ella cruza la calle, no la golpea fuerte, pero ella pierde el equilibrio y cae.
—Lo siento —digo para mí antes de desaparecer.
Sé que este será el inicio de una buena relación.
Violeta me espera ansiosa en la casona, le cuento como fue y ella sonríe. La idea de que su hija se enamore le genera mucha emoción.
—¿En serio no sientes celos? —pregunta—. Admiro la rapidez con que te has desprendido de los sentimientos que atan a los humanos.
—¿Celos? Serán felices, me alegra eso... y me hace feliz porque sé que tanto él como ella estarán en buenas manos. Y ni qué decir de Paloma.
Violeta ríe.
—¿Vamos al rincón de niños? —inquiere—. Estela me preguntó si querrías ir a ayudarla.
—Vamos —digo.
Hacía mucho que no iba allí, pero al llegar me encuentro con Mateo que corre a abrazarme. Ya es un alma de nuevo, hace tiempo ha fallecido en la tierra y ha regresado a cargar energías para volver a nacer y esta vez cumplir su misión.
—Gracias, Mateo —le digo al verlo—. He visto lo que has hecho por él.
—No es nada, ahora todo saldrá bien —dice y yo sonrío—. Solo queda esperar —añade.
—Así es...
—¿Quieres ir a jugar conmigo? —me pregunta y yo sonrío.
—¡Claro! ¿Por qué no?
Caminamos por un bosque y recolectamos flores, jugamos una carrera y nos tiramos al césped para disfrutar del día y del aroma de la naturaleza. El Cielo es un lugar hermoso.
—¿Vas a ser un ángel de la guarda? —pregunta.
—¿Cómo lo sabes? —inquiero.
—Brillas mucho, y solo los que quieren ser ángeles custodios brillan así —dice encogiéndose de hombros.
—Quisiera... pero no lo sé aún...
—Me gustaría que cuando yo naciera tú fueras mi ángel —dice y yo sonrío.
—Sería divertido —respondo.
Seguimos jugando un poco más y luego volvemos al rincón. Él se despide de mí y se va con sus amigos, yo me pregunto quiénes serán todos estos niños en la tierra y qué vida tendrán.
Voy un rato al salón de almas en recuperación y ayudo a Estela. Mi brillo es mucho más fuerte ahora y ya no pierdo energía con facilidad.
—Tú eres muy especial —dice mi bisabuela.
Sonrío.
—¿Dónde están todos los demás? —pregunto—. ¿Mis otros antepasados?
—En todos lados —explica ella—, tú puedes estar con alguien con solo pensarlo y desearlo.
Eso es lo que hago en los siguientes momentos, pienso en personas que he conocido y han fallecido y me reencuentro con ellos. Es divertido, cada quién enriquece mi alma un poco más. Voy entendiendo como funciona esto, aquí estamos todos y el amor nos rodea, cada quién vive su vida y ama. Lo más emocionante resulta ser mi encuentro con quien era mi abuelo.
Las cosas funcionan más o menos como en la tierra, hay trabajos y actividades, pero no hay dinero. No es necesario, aquí bastan la palabra, la confianza y el amor. Los trabajos son para servir al otro y se hacen con gusto, eso aumenta el amor que somos capaces de sentir y nos va liberando, permitiendo que nuestro nivel de consciencia aumente cada vez más. Cuanto más subes en la escala, más arriba deseas estar. Es como una sed de amor, como una necesidad de ser tocado por el Creador.
Mi segunda oportunidad de aparecerme se me presenta cuando Ferrán lleva a Camelia a conocer a los niños del hospital al que él acude como voluntario. Me agrada pensar en que es ese mismo amor capaz de servir al prójimo es el que está ayudando a Ferrán.
Me presento ante la vista de Mel como una vendedora de flores, camelias amarillas, simbolizan la amistad que está compartiendo con Ferrán.
Hacer estas apariciones hacen que una gaste mucha energía, decido que las siguientes serán en sueños. Me apareceré a Camelia y le dará señales de lo que vivirá después. Veo que ellos se acercan, día a día, despacio, pero Ferrán aún no le ha hablado de Paloma y teme hacerlo.
Las cosas con ella no marchan bien, pero ya no me preocupo, sé que todo se solucionará pronto.
Veo a Paloma pintar un cuadro, es lo que ella imagina como la dama de las camelias. La mujer que yo le prometí que vendría. Paloma es un alma inocente, igual que los niños de aquí, solo que con el dolor infringido por la vida terrenal. Ella se la imagina como yo se lo dije y ha instalado en su pensamiento que su llegada le traerá la paz que tanto anhela y le devolverá la familia que perdió.
No sé, no lo cuestiono, he aprendido aquí que todo está conectado y que sucede por y para algo. Si ella lo siente así es que esa sensación ayudará cuando Ferrán le presente a Camelia. Tengo la sensación de que Paloma hará que las cosas entre ellos se desarrollen con más naturalidad.
La observo pintar, se ve grande y hermosa. Estoy orgullosa de mi hija, sé que, aunque ahora esté sufriendo, pronto será feliz, muy feliz. Ella será el nexo que unirá las almas de nuestra familia.
Más tarde, Uriel viene a buscarme, me dice que me llevará a conocer un lugar y yo lo acompaño ansiosa. Me lleva a la ciudad de la luz, donde hay muchas almas parecidas a la de él, me explica que la mayoría de los seres que se mueven allí son ángeles de diferentes jerarquías. Me lleva entonces a un sitio, es una especie de instituto.
—Convertirte en un ángel guardián implica no solo que necesitas cierto nivel de consciencia, sino que debes estar segura de lo que deseas hacer. En este instituto, te podrían ayudar, aquí todo se explica muy bien y te ayudan a descubrir si realmente este es tu propósito, tu vocación.
—¿En serio? ¿Y qué necesito para ingresar? —inquiero.
—Ahora, solo ganas —me dice él—. Tienes aún un tiempo en el cual estarás ayudando a ordenar las cosas en la Tierra, mientras tanto puedes venir aquí, yo te buscaré para que puedas ingresar. De ese modo, cuando todo esté listo, podrías empezar.
—Suena... genial —digo con una sonrisa.
Uriel habla con otros ángeles allí y todos me reciben con alegría. Quedo en empezar cuanto antes y eso me genera mucha emoción.
Cuando regreso a la casona siento mucha paz, voy a descansar un rato y cuando entro en ese estado en el que los sueños se convierten en recuerdos o escenas del pasado, puedo verme de nuevo siendo una niña.
Estoy en el castillo, Camelia, yo y otra persona estamos jugando algo. La persona que nos acompaña no se ve como un niño. Me acerco más a la escena y lo veo, es Uriel que nos habla con ternura.
—¿Todos tendremos un ángel como tú en la tierra? —pregunta Camelia.
—Así es —dice él con cariño.
—Ella quiere ser ángel cuando regresemos —le cuenta.
—¿Sí? —me pregunta.
—Sí... —respondo.
—Pues yo creo que serás un muy buen ángel custodio —dice él.
—¿Tú también fuiste a la tierra como un hombre alguna vez? —pregunta mi versión infantil y Uriel sonríe.
—Sí, hace muchos años.
—Abril ya va a nacer por allá —comentó Mel—, yo aún no, pero ella ya está lista.
—Lo sé —dijo Uriel.
—¿Me has elegido? —pregunto y él asiente.
—Estaré siempre contigo.
En ese momento, abro los ojos pues la sensación de compañía es fuerte y me despierta.
—¿Tú estabas allí porque ya sabías que serías mi ángel? —inquiero al ver a Uriel sentado en el sillón.
—Así es... faltaba solo unos minutos en la tierra para que nacieras en ese momento, yo estaba allí para ayudarte a cruzar.
—Oh... ¿Cuándo te enteras que cuidarás de alguien? —pregunto.
—Te avisan los superiores desde el momento en que el alma es asignada a un cuerpo humano —comenta—. Desde ese momento se te da permiso para compartir con el alma en el rincón de los niños, para que cuando nazca, tenga confianza en ti y te conozca.
—Pero después te olvidan... —digo y él se encoje de hombros.
—Solo por un tiempo —responde—, la vida en la tierra pasa rápido para nosotros, como ya te habrás percatado. Y muchas veces, tienes una conexión muy especial con el alma que te toca cuidar, hay algunos que no dejan del lado sus instintos y cuando es así puedes enviarles señales.
—¿Sí? —inquiero con curiosidad.
—Sí, como la vez que casi te atropella una bicicleta y sentiste como si alguien te empujara —comenta.
—¿Eras tú? ¡Lo recuerdo! —digo con una sonrisa—. Tenía como diez años e iba de paseo a casa de la abuela.
—Así es —sonríe.
—Tengo un anhelo muy grande de ser ángel de la guarda —comento—, ¿incluso así podré encontrarme de nuevo con mi grupo de almas?
—Claro, como lo estoy haciendo yo ahora. Estarás ocupada por algunas épocas, mientras estés acompañando a alguna persona en la tierra, pero volverás y te encontrarás con todos... Sería como si vivieras en otro país y volvieras cada cierto tiempo a casa a ver a los tuyos.
—Me agrada... eso me agrada —digo y él sonríe.
—Ferrán y Camelia están avanzando, pronto habrá un momento muy emotivo y tú y Violeta podrán estar presentes en ese lugar.
—¿Cómo? —pregunto y él asiente.
—Las almas que son madres tienen permisos especiales para acompañar a sus hijos en la tierra en sus momentos claves, pronto habrá uno, solo quería que lo supieras.
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