XII
- ¡Mami! —gritó un niño.
- Vamos, no sueltes mi mano —dijo una mujer, sosteniendo la mano de su pequeño hijo.
La plaza se llenaba cada vez más, era algo realmente raro, el Rey no daba muchos anuncios a su pueblo y en esta ocasión el pueblo está desconcertado y curioso.
Aquella mujer sostenía la mano de su hijo con fuerza, caminaban hacia aquella plaza, hasta que el niño soltó la mano de su madre y salió corriendo.
- ¡Enzo!, ¡Espera! —gritó la mujer corriendo por donde se había ido su pequeño niño, sin embargo, no lo veía la plaza se llenaba más, la mujer comenzó a desesperarse buscando a su hijo por todos lados.
- ¡Niño estúpido! —se escucho un gritó.
El pobre niño había tirado agua en el uniforme de uno de los soldados que cuidaban el lugar. El soldado lo aventó y el niño callo sentado, asustado y con lágrimas queriendo salir de sus pequeños ojos.
El hombre alzó su brazo con la intensión de golpear al pequeño, este solo alzó los brazos para tratar de protegerse el rostro.
Sin embargo, antes de que el hombre le diera un golpe, sintió como le tomaban del brazo.
- ¿¡Cómo se atreve a golpear a un niño!? —grito una mujer, con furia.
- ¡Maldita! —gritó el hombre, alzando su mano, para ahora golpear a aquella mujer.
La mujer, de hizo hacia atrás y en ningún momento bajo la mirada.
- ¡Detente! —se escucho una voz.
- ¡Tú no me das órdenes! —grito el hombre viendo con enfado a la mujer frente a él.
- Mucho cuidado en cómo me hablas, si es que no quieres perder tu puesto como soldado —dijo una mujer de cabellos rubios acercandose a aquel hombre.
- ¿¡Tu quien eres para decirme eso!?, ¡Estúpida! —gritó el hombre con asco en su voz, volteando a ver a aquella mujer.
- Gelda Lioncourt —dijo con autoridad.
El soldado se sorprendió un poco, no esperaba que fuera del clan de los vampiros.
- Perdone —dijo más calmado, para después hacer una reverencia e irse.
- ¿Estás bien? —preguntó ahora la otra mujer, al niño que seguía sentado.
- S-si —dijo el pequeño, temblando.
- ¿Tú estás bien? —preguntó Gelda a la mujer.
- Si, gracias señorita Gelda —dijo la mujer.
- De nada... —dijo mirándola.
- Arlet, mi nombre es Arlet —dijo la mujer de cabellos negros y largos.
- Bien, Arlet, llevemos a este niño con su madre —dijo la vampiro acercándose al niño para luego cargarlo. La joven de cabellos negros asintió.
Miraron el lugar, hasta que notaron que una mujer gritaba desesperada un nombre, por lo que ambas mujeres intuyeron que era la madre del pequeño.
Se acercaron a aquella mujer y le entregaron al niño.
- ¡Muchas gracias! —decía la mujer con una sonrisa y lágrimas en los ojos.
- De nada —decía Gelda con una sonrisa.
Los dos se quedaron solas, Arlet no sabía muy bien que decir, de hecho estaba nerviosa. Tenía miedo de que la magia de Gowther se fuera y descubrieran su verdadera identidad.
- Me alegro que estes bien —dijo la rubia.
- Gracias por la ayuda —dijo Arlet.
- ¿Vienes por el mensaje del Rey? —preguntó con una sonrisa.
Sorpresivamente para la mujer que se escondía tras Arlet, está tal Gelda le daba confianza. Momentos antes de que está mujer viniera a ayudarla, nadie se atrevió a ayudar al pobre niño que se encontraba en problemas, todos miraban con miedo, pena; pero, no movieron ni un solo dedo.
Sin embargo, está mujer la ayudo y no solo a ella, si no a ese niño y por cómo hablo con autoridad sobre ese solado, ella era alguien importante; aún así no sabía quién era o jamás había escuchado su nombre aunque el apellido si que le sonaba.
- Si... Fue sorpresivo —dijo.
- Si, igual lo pensé —dijo la chica mirando hacia la plaza, que cada vez se llenaba más.
- ¡Princesa Gelda! —se escucho un grito, era una mujer de mediana edad.
Elizabeth se quedó pasmada, acaso escucho ¿princesa?. La mujer con la que estaba hablando era una princesa, un escalofrío corrió por su cuerpo, si ella descubría que Arlet solo era un disfraz se la llevarían, sin embargo, había algo en ella que le hacía confiar un poco.
- Oh, señora Zenda —dijo la mujer con una sonrisa.
- Es una alegría tenerla aquí, como siempre, no muchos vampiros suelen venirse a vivir a la capital —dijo la mujer con una sonrisa.
- Y es una alegría para mí venir, espero que su familia se encuentre bien —dijo la mujer sonriendo, era una sonrisa tan linda, tan llena de paz.
Hablaron un poco y después de un rato; la señora se fue.
- ¿Princesa? —preguntó la chica de cabellos negros.
- ¿No me conoces? —preguntó Gelda con un tono divertido.
- No soy de por aquí, a penas comencé a vivir aquí —dijo la mujer, con una sonrisa tímida.
- Oh, pues soy la princesa del clan de los vampiros, he venido por el mensaje del Rey Belfegor —dijo la mujer suspirando.
- Ya veo —dijo elizabeth, pensativa.
Ella jamás había visto a alguien del clan de los vampiros, sabía que peleaban y que estaban en el campo de batalla pero nunca tuvo un acercamiento con uno de ellos, hasta este momento.
- El Rey es alguien que no suele dar mensajes a su pueblo, no es tan diferente a como es en otras poblaciones dem Reino —dijo Gelda.
- Ya veo, es decir nunca lo ví llegar a mi región —dijo Elizabeth.
- No me sorprende —dijo la princesa con pesadez.
De pronto, se escucharon varios galopeos. Llegaron unos caballos, a todos ellos los comandaba el Rey Belfegor, se veía tan imponente, tan cruel.
El Rey bajo de su caballo y camino hacia el frente de la plaza, todos los pobladores lo miraban con miedo y respeto, al llegar al frente, todos absolutamente todos se arrodillaron, Elizabeth lo hizo también.
Sin embargo Gelda, camino hacia enfrente y se colocó alado de la guardia real que apenas se colocaban atrás del Rey.
- Mi querido pueblo —comenzó hablar, Elizabeth nunca había escuchado la voz del Rey Demonio y tenía que admitir que esa voz, si que la intimidaba.
Era un voz fuerte, áspera, grave con determinación, digna de todo un asesino y líder. Elizabeth miro a su alrededor y miraba a algunas mujeres algo nerviosas.
Elizabeth comenzó a comparar entre este Rey y su padre, era inevitable para ella hacerlo; mientras que aquí se sentía una presión terrible y mucho miedo en su Reino, su gente se veía feliz de ver a su Rey. Pero aquí había miedo.
- He venido a darles una gran noticia, me honra decirles que nuestro pueblo se llenará de poder como siempre debió ser —el Rey hablaba con orgullo, eso hizo que Elizabeth sintiera curiosidad, el Rey en serio hablaba muy confiado — En dos días, los caballeros oscuros regresarán a nuestro Reino, ustedes cómo mis súbditos deben agradecer a estos soldados por sacrificar sus vidas por ustedes, por mí, por lo que espero que sus ofrendas sean dignas de estos caballeros.
El Rey termino su discurso, con una sonrisa, después un anciano tomo la palabra y comenzó a indicar actividades que los pobladores harían para recibir a los caballeros.
Elizabeth cada vez se asqueaba más de aquellas palabras, prácticamente estas personas darían dinero a cambio de... ¡Nada!.
Los sentimientos de Elizabeth eran demasiados, sentía una gran impotencia.
Al terminar de hablar, todos se levantaron, porqué si, aún estaban arrodillados. Se levantó y miro con la princesa movía la cabeza de lado a lado, negando. Elizabeth miro como el Rey Demonio le dirigía una mirada de repulsión para después subirse a su caballo, de un momento a otro, desaparecieron.
Elizabeth juro escuchar el suspiro de alivio de todas las personas que estaban ahí.
La princesa Gelda, comenzó a caminar, tocaba a las personas por sobre los hombros, en modo de consuelo. Todos la miraban con una sonrisa leve.
Elizabeth sabía que debía acercarse a ella.
- ¿Ya te vas? —preguntó la princesa al ver a "Arlet".
- Oh, si —contesto la joven, esperando que ella siguiera la plática.
- ¿Aún no conoces la ciudad, verdad? —preguntó la chica con una ceja alzada.
- Así es —mintió.
- Bueno, pues caminemos —dijo la mujer con una sonrisa.
Elizabeth sabía que no podía confiar en nadie del Reino Demoníaco, pero está mujer le brindaba eso: confianza.
Comenzaron a caminar, en silencio, cosa que Elizabeth agradeció. Mientras caminaban pudo ver mucha pobreza entre la gente, habían muchas personas sin hogar, eso hizo sentir mal a la joven princesa.
Su padre siempre había tratado de que no haya pobreza en su reino y que todos tuvieran un hogar.
- Lo se —se escucho la voz de la princesa.
- ¿Disculpe? —preguntó Elizabeth.
- Se lo que piensas, la pobreza, es algo que también odio —dijo con una voz seria — Supongo que tú lo haz vivido, por eso estás aquí, ¿me equivoco?.
Elizabeth se quedó muda, ¿Cómo debía contestar eso?.
- Si —contesto.
- ¿De dónde vienes? —preguntó la princesa. Elizabeth comenzó a pensar rápido, ella conocía al Reino Demoníaco, había visto mapas de todo el lugar, pero los nervios abundaban en su ser por lo que era difícil pensar en un pueblo y lo peor que fuera uno de los más pobres.
- Caldeos —respondió.
- Ya veo, ese lugar es realmente pobre, en serio que si yo pudiera hacer algo, lo haría —dijo la princesa.
- Pero... ¿No eres una princesa? —preguntó con curiosidad.
- Ese puesto solo es para que no haya una revolución, soy una princesa pero no tengo ningún poder en el reino al menos no uno muy importantes —dijo la chica.
Eso le sorprendió a Elizabeth, ella al ser una princesa, tenía bastante poder en el Reino, claro es asuntos muy importantes no lo tenía pero... Su padre siempre le hacía ayudarlo con esa toma de decisiones.
- ¿De verdad? —pregunto con auténtica sorpresa.
- De verdad, si para mí es así, imagínate como es para las personas, al menos aquí puedo defender cuando los solados se pasan con los pobladores, pero... En otras regiones debe ser espantoso —dijo la princesa.
- Lamento que se sienta así —dijo "Arlet".
- No sirve de nada lamentar —dijo la princesa — Solo espero que está guerra se termine y haya paz.
Elizabeth se sorprendió, ¿Ella quería paz?, ¿Con todos los reinos?, ¿Con el suyo?.
- Tu cara es un poema —se burló la princesa — Se que está prohibido hablar de esto... Pero todos aquí piensan igual, queremos paz y trato justo para todos.
- Estoy sorprendida —dijo "Arlet", con leve sonrisa.
- Tranquila, no te llevaré a la cárcel, pero esperemos que todo esto acabe pronto —dijo la princesa sonriendo.
Caminaron un poco más, la princesa hablaba y preguntaba algunas cosas a Arlet por lo que ella simplemente escuchaba y solo hablaba cuando era necesario, caminaron hasta el castillo.
- Bueno, me tengo que ir, fue un verdadero gusto hablar contigo Arlet, espero volver a encontrarte —dijo la princesa.
- El gusto fue mío, alteza —respondió Elizabeth y realmente fue un gusto conocerla a ella y al pueblo.
Se despidieron, Elizabeth comenzó a caminar hacia la gran salida de la capital. Caminaba mirando por última vez al Reino.
Le parecía sorprendente, todo el lugar era sorprendente y todo lo que le dijo la princesa hizo que quisiera acabar más rápido con aquella guerra.
Elizabeth, creía que la población del Reino Demoníaco sería igual a su Rey, llenos de ambición y de querer más poder, que serían crueles... Pero, ahora veía todas las cosas malas que vivían ellos también, sabía lo mal que vivían por culpa del Rey.
Elizabeth pensó en que si ellos ganaban la guerra, no solo el Rey pagaría si no también el pueblo, Ludociel les haría pagar, a todos por igual. Pero...
Belfegor no era El Reino Demoníaco.
Belfegor era su rey, no su gente.
Perdón por tartar tanto en subir capitulo:(.
Tuve un bloqueo, tuve que editar mucho este capítulo porque no me convencía.
Perdón, trataré de actualizar más seguido y ahora que estamos en cuarentena se me hará más fácil xd.
Gracias por leer 💖.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top