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Una chica de cabellos rubios se encontraba sentada en su cama, pensando. Hoy sería el día en el que vería a ese bastardo y la verdad no quería, por dos razones: la primera, sus amigas aún estaban sanando después de la pelea contra los mandamientos y la segunda, simplemente no quería verlo, esa maldita sonrisa llena de sadismo le había recordado ese fatídico día, ese día en el que entró a un hoyo del cual no podía salir.

Ese día en el que se sintió derrotada, se sintió traicionada por la persona que más admiraba y amaba: su hermano.

Suspiró.

Tenía que dejar de lado esos sentimientos, pues cada que recordaba ese día sentía que ese hoyo del que apenas logro salir, la jalaba de nuevo.

Miro el reloj que se encontraba en su habitación, necesitaba tranquilizarse y concentrarse por si aquel bastardo trataba de hacerle algo. La chica se levantó de su cama y se puso una capa negra con capucha. Quería pasar desapercibida, porque si alguien la veía con él, podían creer que estaba traicionando a la corona y... No quería volver a eso, no ahora que tenía la confianza del reino. Está vez haría las cosas bien, dejaría de cometer los errores del pasado.

Salió de su habitación, pronto la noche cubriría todo el lugar. Camino hacia las afueras del lugar, iba con un semblante serio. Llegó a aquellas colinas, tardo bastante pero... No quería llevar caballo.

En aquellas colinas se encontraba un pequeño bosque de árboles grandes y frondosos, comenzó a buscar con la vista al pobre hombre que es se tipo rapto.

No veía a nadie, empezó a enojarse y a preocuparse. Si no había ido, solo significaba una cosa.

Había asesinado a ese hombre.

- Llega tarde, doncella —se escucho una voz algo juguetona. De pronto el hombre salto de uno de los árboles posicionándose enfrente de ella. Vestía un conjunto rojo.

Eleine lo miro con desconfianza y retrocedió.

- ¿Dónde está? —preguntó tajante.

- Primero, dime lo que necesito y te lo daré —dijo con una sonrisa ladina, mirando a la joven — ¿Suena justo, no?.

La rubia lo miro incrédula, miraba hacia los lados. No pudo haber ido solo. Tenía que ser cuidadosa o terminaría igual o peor que el pobre hombre al que rapto.

- Solo estamos tu, nuestro amigo y yo, no hay de que preocuparse —dijo el zorro de la avaricia al ver que la chica miraba hacia todos los lados.

- No te creo —dijo la chica.

- ¿No confías? —preguntó el chico con una sonrisa.

- Jamás confiaría en alguien como tú y los tuyos —dijo la chica con un semblante serio, sin ninguna emoción mostrada en su rostro.

Eso sorprendía a Ban, de alguna forma. Todas y todos le temían o bueno al menos en su reino, pero a esa chica que parecía una niña, parecía no importarle.

- Tu ganas —dijo, recuperándose, ya que se había quedado examinando el rostro de la doncella — Pero en serio quiero saber algunas cosas de ti.

- ¿De mi? —preguntó confundida, por un momento su semblante cambio pero inmediatamente se compuso y volvió a su pose original.

- Si —dijo el chico sonriendo, la chica lo miraba tratando de saber en qué diablos estaba pensando ese tipo. Fue entonces que tuvo la necesidad de recurrir a sus poderes. Miro al chico y sus ojos se comenzaron a volver dorados, era un pequeño cambio en sus bellos ojos, que pasa desapercibido en casi todos... Pero de alguna forma para el zorro, no fue así.

La chica comenzó a leer la mente del zorro y... Efectivamente habían algunas preguntas rondando en ella, pensaba en eso. Ella se sorprendió, ese tipo era un estúpido. Teniendo a un enemigo enfrente de él y queriendo conocer cosas.

- Bien, es un trato —respondió la chica algo más confiada, pero sin bajar la guardia.

- Bien, primero, ¿Conocer a King? —preguntó, él sabía la respuesta pues el mismísimo King se lo dijo, sin embargo, quería escucharla a ella.

La chica se sorprendió por su pregunta, ¿Por qué este tipo conocía a su hermano?.

- Si —respondió — ¿Cómo conoces a King? —preguntó confundida, necesitaba saber.

- Oh no nena, yo hago las preguntas, ese fue el trato —dijo el chico con una sonrisa divertida.

- No me llames así, mi nombre es Elaine —dijo la chica fastidiada por el sobrenombre.

El chico comenzó a reír con muchas ganas. La chica lo miro con el ceño fruncido.

- Bien, ahora dime, ¿Eres del reino de las hadas?, nena —preguntó divertido asentuando la última palabra.

- ¿Para que quieres saber eso? —preguntó la chica comenzando a enfadarse.

- ¿Acaso no entiendes nena?, solo yo puedo hacer las preguntas —dijo el chico sonriendo.

- ¡Por el amor de Dios!, ¡Deja de llamarme así! —gritó la chica realmente enojada.

- Contesta con la verdad o de lo contrario nuestro amiguito no sentirá la luz del sol por mucho, mucho tiempo —dijo el chico ahora un poco serio.

Elaine ni se enmuto por el tono que utilizo el pecado, ni mucho menos por el semblante serio que tenía.

- Si —respondió. Odiaba tener que obedecer a ese idiota pero... Si no lo hacía ese pobre hombre pagaría.

- Que obediente —dijo el chico sonriendo divertido.

- Vuelve a decir una idiotez así y el único que no volverá a sentir la luz del sol serás tú —demando la chica, enojada. Ese tipo era de lo peor.

Ban sonrió, esa chica era diferente a todas con las que había estado, tenía más ganas de pelear ahí con ella, pero... Debía esperar.

- Está bien, nena —dijo el chico sonriendo — Siguiente pregunta, ¿Por qué estás en el reino de Liones y no al que perteneces?.

Esa pregunta hizo que Elaine bajara un poco la guardia. No podía decirle la verdad pero... Si el sospechaba que mentía la vida del rehén corría un gran peligro.

- Porque... Sucedió un ataque hace unos años, yo era ayudante del rey y de la Santa —comenzo a explicar y mientras hablaba iba inventando una historia creíble — Trate de huir pero me hirieron de gravedad, cuando me repuce, salí del reino, asesinaron a mi mejor amiga, yo quería una nueva vida y el reino de Liones me la brindo, solo eso.

Ban la mirada atento a todo lo que dijo, aunque su historia parecía real, había algo que no cuadraba. El podía pensar en todo eso pues... El estuvo implicando en ese ataque.

- Bien, solo eso —dijo, comenzó a caminar más adentro de aquel bosque bajo la mirada de la doncella. El chico regreso con un hombre, estaba atado de las manos y tenía una venda en los ojos — Te entrego a este buen hombre, nos vemos luego, nena.

La chica lo miro con el ceño fruncido, el chico brinco a las copas de uno de los árboles y vio como desparecía. La doncella se acercó al hombre y quitó la venda junto a la atadura de sus manos.

- ¡Muchas gracias! —gritó el hombre, alegre de ser libre.

Ambos comenzaron a caminar a Liones. Mañana llevaría al hombre a su pueblo.

Una chica de cabellos albinos se encontraba practicando los nuevos poderes de las Diosas.

Habían pasado un par de días después de aquella pelea con los tres mandamientos y aunque Merlín se lo había dicho, ella sabía que debía entrenar y volverse más fuerte.

Además hace dos días pudo volver a usar sus poderes, fue algo difícil, bastante de hecho; tuvo que concentrarse bastante y pudo sacarlos aunque fue por poco tiempo y en verdad la agotó. Desde ese día sus poderes han salido, con bastante dificultad... Pero, ahí estaban.

Sin embargo, la joven aún tenía en su mente una pregunta: ¿Por qué?, ¿por qué siendo humana tiene estos poderes?. Aún no tenía respuesta y moría por obtenerlas, incluso ya tenía su plan elaborado para que pudiera entrar a ese lugar de la biblioteca, que estaba restringido.

A los pocos minutos, Merlín llegó al lugar donde la joven princesa entrenaba.

- Hola, hermanita —dijo la pelinegra con una sonrisa.

- Merlín, necesito tu ayuda —dijo la chica con una sonrisa confiada.

- ¿Qué necesitas? —preguntó la chica delante de ella.

- ¿Recuerdas que te dije lo de la biblioteca? —preguntó la chica con un brillo especial en sus ojos, la azabache asintió, mirándola para que siguiera hablando, aunque, ya tenía una idea de lo que su hermanita le diría y siendo sincera: no quería hacerlo; había algo que le preocupaba, acerca de los poderes de su hermana, pero debía apoyarla — Creo que es momento de adentrarme.

- ¿Estás segura? —preguntó.

- Lo estoy —dijo la albina con una mirada decidida. La azabache suspiro.

- Está bien, pero serás muy cuidadosa, no quiero que algo raro suceda —dijo con un poco preocupación.

La albina le sonrió y comenzaron a caminar afuera del reino, a veces amaba el hecho de poder caminar por las calles de su reino y mirar a su gente.

De pronto, sintió una ventisca bastante fuerte. La chica miro hacia arriba, mirando como Ludociel bajaba con sus enormes alas junto a Tarmiel.

La princesa se sorprendió al igual que la doncella.

- Princesa, Merlín —dijo el hombre al mirar a las mujeres.

- Señor Ludociel, ¿Qué hace aquí?, ¿Paso algo en Estigma? —preguntó la princesa.

- Exacto por eso estoy aquí, ¿Dónde está el Rey? —preguntó.

- En el castillo —dijo la princesa, comenzando a caminar a su lado.

El hombre llegó al despacho del rey, tocó la puerta y este dió la orden de entrar.

La albina se encontraba afuera, era verdad que ella sabía toda la situación de su reino, sin embargo ahora mismo Ludociel dijo que esperara afuera.

Dentro del despacho ambos hombres se veían. Nunca se habían llevado bien, pero... Eran un reino mismo, debían cooperar.

- Rey, los caballeros negros regresarán al Reino Demoníaco —dijo el hombre con voz seria.

- ¿¡Qué!? —preguntó sorprendido.

- Lo que escucho majestad, suponemos que llegarán en unos dos días —dijo el hombre.

- ¿Cómo lo sabes? —pregunto Baltra.

- Eso no importa, lo importante ahora es saber el porqué de su regreso, el Rey Belfegor trama algo y debemos descubrirlo —dijo el hombre.

- Si, pero ¿Cómo? —dijo el rey comenzando a desesperarse, en verdad odiaba a ese rey.

- Debemos llamar a Gowther —dijo el hombre — Y hacer una junta, con las doncellas y Mael.

- Ahora mismo mandaré a mis hombres para traer a Gowther —dijo el hombre, comenzando a caminar hacia la salida.

La luna posaba en el cielo, en la sala de juntas se encontraba el Rey y la Reina, junto a la princesa Elizabeth, las tres doncellas, Gowther y los 3 arcángeles.

- Bien, hemos explicando la situación, no podemos confiar en que solo vengan a ver a sus familias y pasar un buen rato —dijo Ludociel con algo de ironía.

- Debemos infiltrarnos —dijo está vez Mael.

- Exacto —dijo su hermano — Pero nosotros no Mael, es por eso que quiero pedirle a las tres doncellas su ayuda.

El hombre de cabellos largos miro a las tres jóvenes.

- Perdón que pregunte pero, ¿Cómo nos infiltraremos? —preguntó Diane.

- Es facil —dijo está vez Gowther, dando unos pasos enfrente — Haremos una ilusión, una en la que nuestro espía se haga pasar por un demonio, ¿No es así Ludociel?.

El mencionado asintió, Diane se quedó sorprendida, era muy peligroso.

- ¿Y quién lo hará? —dijo Merlín.

- Yo —dijo Elizabeth dando un paso hacia delante.

- No, tu no —dijo el Rey Baltra.

- Creo que sería más fácil, Gother podrá hacer una ilusión pero el poder de ellas tres se sentirá, mis poderes no están desarrollados por lo que no se sentirán —dijo la chica decidida.

- Elizabeth, entraras al Reino Demoníaco —dijo está vez Mael.

- Lo se y quiero intentarlo —dijo la chica.

- Hermanita, piénsalo —dijo Merlín preocupada.

- Es verdad hija, si algo sale mal, podrían asesinarte —dijo Baltra.

- Si la princesa quiere ayudar, dejémosla —dijo Ludociel.

- Lo haré —dijo la chica decidida, ella entraría ahí y sabría que planeaban hacer.

- No te preocupes por nada, Eli —dijo Gowther mirándola con una sonrisa.

Estaba decido, se infiltrarian y sabrían que estaba tramando el rey Demonio.







Y lo detendrían...

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