V
El día había llegado al menos para Meliodas, pues este despertó y bajó a comer con su hermano, algo sorprendente fue que este último no estaba, el rubio desayuno solo, para después ir al lugar de entrenamiento viendo a Ban entrenar.
- ¡Capitán! —gritó el chico con una sonrisa cosa que también hizo sonreír al rubio pues ambos compartían una gran amistad.
- ¿Cómo te fue en tu misión? —pregunto Meliodas, comenzando a calentar.
- Bien, aunque —dijo, recordando a la rubia y sobre todo su nombre — Conocí a alguien —se limitó a decir.
- Ya veo, eres un sucio, fuiste a una misión —dijo riendo el rubio cosa que hizo reír también a Ban.
- Ja, no soy tu capitán, seguramente te la pasaste con Melascula —dijo el pecado haciendo que Meliodas frunciera el ceño.
- Debo aceptar que ese fue un golpe duro —dijo Meliodas.
- Ja, ya ves, pero hablando de esa persona, es solo que —decía el chico pensando en as palabras que diría — Su nombre me suena bastante.
- Bueno, ¿pues como se llama? —preguntó el rubio, comenzando a hacer flexiones.
- Eleine —dijo el chico, Meliodas se levantó y lo miro.
- ¿Una doncella? —preguntó Meliodas.
- Así que si es una doncella, es solo que parecía una niña, pero luego utilizó ese poder, hizo que me olvidara de mi misión por un momento —dijo Ban.
- ¡Hey Ban! —se escucho un grito femenino, Ban volteo solo para ver a Melascula.
- ¿Qué pasa? —preguntó el chico volteando a ver de nuevo a su amigo quien ya no estaba a lado de él.
- Tu amiguito está preparado para el interrogatorio —dijo la chica sin mucha importancia para luego voltear a mirar a Meliodas quien se encontraba, ahora, limpiando el lugar, aunque sinceramente era para no hablar con ella. Ban se acercó a él, con una sonrisa maliciosa.
- Bueno capitán, me voy —dijo el chico alto guiñandole un ojo, cosa que hizo que Meliodas moviera la cabeza, negando aunque un poco divertido pues Ban sabía que él no quería nada serio con alguien mucho menos con Melascula.
Melascula por su parte se quedó ahí esperando a que Ban saliera, además sabía que nadie vendría por lo que tendría tiempo de jugar con el rubio. La chica se acercó coquetamente hacia el rubio, planeando como comenzar pues ella sabía cómo excitarlo, además muchas veces lo hicieron aquí por lo que no habría mucho problema.
Sin embargo, Meliodas ya no quería nada con ella o al menos lo poco que tenían, realmente ya no le pasaba nada estando con ella, así que al verla entrando de esa forma lo único que pudo pasarle fue gracia, pensó en jugar un poco con ella, hasta donde él quisiera pero luego ese maldito rostro se hizo presente en su cabeza, movió su cabeza y noto a Melascula susurrandole cosas en su oído, pero él no las escuchaba, en todo caso ¿en que momento había llegado hasta él?, el chico solo se hizo aún lado, cosa que a Melascula la sorprendió, pero no se daría por vencida trato de seguirlo pero Meliodas hablo.
- Basta Melascula —dijo el rubio en un tono serio sin voltear a verla.
- Oh vamos Meli, ¿no quieres jugar un rato? —preguntó la chica lo más coqueta que pudo.
- No me llames así, suena estúpido —dijo el chico volteando a mirarla — Y no, no quiero jugar.
- Estas muy raro Meliodas —dijo la chica ahora seria.
- No hables como si me conocieses, lo nuestro era puro sexo y ya —dijo el chico serio, ¿en verdad debía explicarlo?, ¿tan tonta era?.
- Pero... yo pensé —trataba de decir la pobre chica, ella juraba que todas esas veces en las que Meliodas la veía eran porque quería algo.
- Pues pensaste mal, Melascula solo hablame si es algo de la guerra o algún trabajo —dijo el chico comenzando a caminar.
La chica se quedó ahí con el corazón hecho trizas, fue una tonta, en verdad lo fue, creyó que tal vez, él y ella pudieran tener algo, pero esto no se quedaría así, ella volvería con él cueste lo que le cueste.
Meliodas por su parte caminaba por el pasillo, en verdad que era tonta esa chica, sin embargo, a su mente volvió la princesa Elizabeth, parecía que se había obsesionado con ella, le daba tanta curiosidad volver a verla y sobretodo volver a pelear con ella.
En otro lado del castillo, Ban se encontraba con un pobre hombre lleno de miedo, había sido un idiota al hablar en voz alta con su esposa y ahora todo el pueblo había salido herido por el pequeño error de él, además no sabría si sus hijos sobrevivieron pero confiaba en Eleine, la doncella, confiaba en que ella pudo salvar a su familia.
- Okey amiguito —dijo Ban mientra lo veía — Vamos cuéntame todo.
- Una mujer, idéntica a la del dibujo vino hace como una semana al pueblo, me compro algunas cosas y bueno ella se quedo en mi casa, había dicho que se iría esa misma noche pero mi esposa no la dejo ir, así que se quedó en nuestra casa, solo se que venía del oeste y dijo que iría al este porque alguien la esperaba ahí, solo se eso, señor —dijo el hombre sintiéndose mal, esa mujer había sido amable, ¿que habría hecho para que el reino demoníaco la buscase?.
- Eso hubieras hecho ayer, no habría pasado nada —dijo el chico sonriendo recargándose en su silla.
- Lo siento, pero si el reino demoníaco está buscando a esa mujer es porque la quieren asesinar o algo peor yo no podría contribuír con eso —dijo el hombre, con la frente en alto, aunque sabía perfectamente que ya lo había dicho.
- No me importan tus ideales, pero, dime ¿Que conoces acerca de la doncella Eleine? —preguntó el chico curioso con los brazos cruzados. El hombre se sorprendió ante la pregunta ¿por qué el zorro de la avaricia quería saber de la doncella?
- Bueno, nada sinceramente, ella llegó como las demás doncellas, gracias a la princesa Elizabeth, desde el día en que llegó sirvió al rey Baltra, no se sabe mucho de ella, más que algunos guerreros que la han visto pelear dicen que ella tiene un gran poder, no es una diosa, mucho menos un demonio, muchos especulan que viene del reino hada pero no se sabe, es todo lo que se —dijo el hombre, una sonrisa se formó en los labios del zorro pues una idea llego a su cabeza, una idea en la cual el hombre sentado frente a él participaría.
- Theo, mi amigo, me has hecho la persona más feliz —dijo el chico dandole una gran sonrisa, porque de verdad le emocionaba aquella idea, quería saber quién era Eleine y no descansaría hasta saberlo.
- ¿Me dejará ir? —preguntó el hombre, algo esperanzado.
- Oh claro, pero, antes necesito que hagas algo por mi —dijo el chico sonriendo alegremente.
Por otro lado Elizabeth y Diane se encontraban listas para irse de Camelot y regresar a Liones, ambas estaban mejor y Elizabeth ya no quería preocupar a su hermana Verónica y a sus padres por lo que estaban listas.
- Cuida a Margaret, Gil —dijo la princesa mirando con una sonrisa al príncipe.
- Por supuesto Elizabeth —dijo el chico sonriendo, ambos tenían una gran amistad y Elizabeth sabía que Gil cumpliría con sus palabras. Se dirigió a su hermana y antes de que dijera algo esta se abalanzó a Elizabeth abrazándola.
- Eli, cuidate —dijo la chica, por lo que Elizabeth asintió a los pocos minutos ambas chicas se encontraban con caballos.
- ¡Saluda a Merlín de mi parte! —gritó el joven Rey Arthur, cosa que hizo que Elizabeth sonriera.
Ambas chicas iban rápidamente, querían llegar rápido a Liones para saber todo lo que ha ocurrido en estos días que ellas no estuvieron presentes. Al llegar a Liones. la gente cercana las recibió con alegría y alivio pues su princesa estaba bien y la doncella Diane igual. Baltra se alegró bastante al ver a su hermosa hija entrando a la habitación.
Unas horas antes de la llegada de Elizabeth y Diane, Jericho y Eleine se encontraban rumbo a Liones pero ambas chicas se pararon en seco al notar una presencia con un poder sorprendente del lado este, ambas se miraron sorprendidas.
- ¿La sentiste?, ¿Cierto? —preguntó Jericho, mirando a la rubia.
- Si, debemos avisar al rey —dijo la chica, iniciando la marcha de nuevo.
Al llegar a Liones la rubia se dirigió rápidamente a hablar con el Rey para decirle lo que pasó en el pueblo y también acerca de esa presencia con gran poder. Horas después Diane y la princesa llegaron a Liones. En un momento dado las tres doncellas y Elizabeth salieron a comer.
- ¡Matare a Meliodas! —grito la gigante.
- Todo a su debido tiempo, pero creo más oportuno que sea yo —dijo Elizabeth, sorprendiendo a las chicas, ya que la princesa jamás había dicho algo así, a veces se culpaba por las muertes que ocurrían a su nombre pero esta vez era diferente, esta vez en verdad quería asesinar a Meliodas.
- Wow, hermanita —dijo Merlín, antes de que siguieran con la plática un chico alto, llegaba al lugar.
- Oh, Mael, ¿buscas a Elizabeth? —preguntó Eleine alzando una ceja con una sonrisa divertida, cosa que hizo que la princesa volteara para encontrarse con su mejor amigo.
- De hecho si —respondió el chico haciendo reír a Diane y a Eleine, porque aunque su amiga les hubiera dicho que simplemente eran hermanos tenían esperanza de ambos tuvieran una relación.
- Me disculpan, iré a caminar con Mael —dijo la albina sonriendo mientras se levantaba.
Las presentes asintieron gustosas, unos pocos minutos después la albina y el chico ya no eran visibles, por lo que las tres chicas empezaron a hablar.
- ¡Deberían salir! —dijo la gigante, algo emocionada.
- Ella antes sentía algo por él —dijo la pelinegra, cosa que hizo que la rubia y la castaña se sorprendieran.
- ¿¡Qué!? —preguntó Eleine, casi gritando.
- Así como lo escuchan pero eso fue hace 2 años —dijo la joven maga.
- ¿Por qué no tuvieron nada? —pregunto esta vez Diane.
- Ella dijo que no quería distraerlo de sus deberes como Arcángel —dijo Merlín soltando un suspiro al recordar aquellas palabras.
- Siempre ha sido así —dijo Eleine soltando un suspiro.
- Luego de eso, ella simplemente lo superó y ahora solo lo quiere como hermano, aunque a mí también me gustaría que hubieran tenido algo —dijo la chica sonriendo.
- Será que está esperando al indicado —dijo Eleine con tono romántico, ambas amigas se conocían perfectamente y no era un misterio que la rubia era la más cursi de todas.
- Bueno, mientras no sea alguien del reino demoníaco —dijo la gigante haciendo un gesto de asco.
- ¡Que tonterias dices Diane! —dijo Eleine viéndola alzando una ceja.
- Bueno, no sería algo imposible —dijo Merlín recargándose en una de sus manos.
- ¿¡Qué!? —preguntó Eleine ahora viendo a la pelinegra sorprendida.
- Tonta, no hablo de Elizabeth, ella sería incapaz, hablo de que no sería algo imposible que alguien se enamorara del bando enemigo —decía la chica, recordando alguna historia así.
- Sigo pensando que es una tontería —dijo la rubia.
Por otro lado, ciertos chicos disfrutaban de una caminata solo de ellos, reían a más no poder, en verdad eran muy felices juntos, pero Mael, quería preguntar algo, quería saber quién había sido el demonio que había atacado a Camelot, ya que él no sabía exactamente quienes eran pues Arthur y Gilthunder se negaron, siquiera en pronunciar sus nombres.
- Elizabeth, ¿Quiénes fueron los que atacaron Camelot? —pregunto el chico volteando a ver a la princesa con una mirada seria.
- Meliodas y Zeldris —dijo la chica, con algo de seriedad en su voz, haciendo sorprender a Mael, había peleado alguna vez con Zeldris y su poder había sido sorprendente pero jamás con Meliodas.
- ¿Y a ti, quién te atacó? —pregunto conteniendo un poco la ira.
- Bueno, primero peleaba con Zeldris pero luego —se detuvo y el rostro del rubio regresó a su mente, pues en ocasiones anteriores ese rostro aparecía en su cabeza haciendo que Elizabeth le tuviera en verdad odio — Meliodas atacaba a Diane, la mataría... yo no podía permitirlo por lo que pelee con él.
La declaración no hacía nada más que enfurecerlo, sabía que ella había peleado por Diane pero no de una forma tan mala, Elizabeth debió sentir una gran desesperación y miedo de no poder salvarla, ese maldito se había atrevido a lastimar a su princesa, el joven comenzó apretar los puños cosa que no pasó desapercibida para Elizabeth.
- Mael, no te preocupes, estoy bien —dijo la chica haciendo que este la viera.
- Meliodas y Zeldris pagarán por haber lastimado a mi princesa —dijo el chico sin pensar mucho en lo que había dicho, era un pensamiento que salió por sí solo, cosa que hizo reír a Elizabeth pues hace dos años si ella hubiera escuchado eso estaría realmente nerviosa y roja pero simplemente esos sentimientos habían desaparecido.
- ¿Tú princesa? —pregunto riendo, cosa que hizo que Mael abriera bastante los ojos y se sonrojara un poco, esto tomó desapercibida a Elizabeth, ¿no podía?, no, no, seguramente lo decía porque eran amigos más que eso hermanos.
- Ahhh si, en sí, si eres mi princesa —dijo el chico riendo, rascándose la cabeza.
- Oh tienes bastante razón y como tú princesa ordenó que ya no te preocupes tanto —dijo la chica sonriendo. Él se limitó a sonreírle, fue tan tonto como pudo perder el control en un momento así, aunque él se retuviera bastante una parte de él le pedía a gritos que le dijera sus sentimientos, pero, él no lo haría.
- Mael, necesito ir a la biblioteca del reino los vemos luego —dijo la chica comenzando a alejarse un poco.
En otro lugar, para ser más precisos en una taberna en el reino Demoníaco dos chicos se encontraban platicando tomando una que otra cerveza.
- ¿Entonces qué es lo que tienes con Melascula? —preguntó el zorro de la avaricia con una sonrisa coqueta y un leve sonrojo por el alcohol adquirido.
- Nada, solo es un juguetito —dijo el rubio sonriendo dándole un sorbo a su cerveza.
- Capitán, no me engañes, ella te atraeeee —dijo el chico riendo dándole un golpe en la espalda haciendo que Meliodas tirará su cerveza.
- ¡Eres un idiota Ban!, Hiciste que tirará toda la cerveza —dijo el chico, ahora golpeándolo haciendo que este tirará su cerveza.
- No evadas el tema —dijo Ban sonriendo.
- No lo estoy evadiendo, ella no me atrae en absoluto —dijo el chico sacudiendo sus manos para que las gotas de cerveza que tenía en estas cayeran — A demás —pero antes de terminar de hablar paró en seco, pensando en la estupidez que hubiera dicho, "ahhh Meliodas deja de pensar en ella", se dijo así mismo.
- ¿A demás que? —preguntó el zorro haciendo lo mismo que el rubio para que la cerveza saliera de sus manos.
- Nada, solo ya mandé a volar a Melascula —dijo el chico cambiando todas las palabras que antes había pensado decir.
- Por fin lo hiciste, capitán —dijo un chico de cabellos castaños acercándose a ellos.
- ¡Oh!, ¡King! —dijo el chico de cabellos blancos algo emocionado.
- ¡Qué bueno que regresas! —dijo ahora el rubio, acercándole un tarro de cerveza cosa que King aceptó gustoso.
- Oh, oh, es verdad King necesito que me ayudes con algo —dijo el pecado con una gran sonrisa acercándose a él y diciéndole algo por lo bajo.
- Capitán creo que nos debemos ir —dijo King al escuchar el plan improvisado de su amigo.
- ¿Qué?, ¿Por qué? —pregunto el rubio algo desanimado.
- Asuntos nada interesantes —dijo el zorro comenzando a caminar hacia la salida a lado del otro chico.
- ¡Idiotas! —grito el rubio divertido.
- ¡Vete a divertir con tu ramera! —grito Ban saliendo de la taberna haciendo reír al rubio pues así era como el chico llamaba en ocasiones a Melascula.
Sin embargo horas después y como si Ban le hubiera dado una orden el joven príncipe se encontraba en la cama de Melascula, en un acto de vaivén, con los gemidos de la chica por toda la habitación, sin embargo, Meliodas no hacía ningún ruido, trato de comenzar a concentrarse en la chica, cosa que lo "animó" un poco, pero luego cierto cuerpo le vino a su mente... cierto rostro, imaginando que la chica con la que tenía sexo era ella, comenzó a excitarse bastante pero luego, cometió la peor estupidez que un hombre en esa situación pudiera cometer.
- El... Elizabeth —dijo el rubio, cosa que Melascula escucho.
- Disculpa —dijo la chica levantándose, haciendo que Meliodas parará.
- Mierda —dijo el chico, saliendo de ella, estaba en shock no tanto por Melascula si no por sus propios pensamientos, ¿Por qué mierda pensaba en ella?, peor, ¿Por qué ella logró excitarlo con solo pensarla?.
- ¿Quién es esa? —preguntó Melascula enojada, ¿cómo podía pensar en otra teniendo sexo con ella?.
- Eso no te importa —dijo el rubio, comenzando a levantarse.
- ¡Claro que me importa Meliodas! —grito la chica enfurecida.
- Melascula, no actúes como si fueras mi pareja, ya te lo dije es solo sexo —dijo el chico comenzando a vestirse.
- Meliodas, no puedo aceptarlo —dijo la chica decidida.
- No me importa —dijo el chico terminando, ahora, saliendo de la habitación.
Dejando a Melascula con muchos pensamientos en sí misma, ¿Quién era Elizabeth?, celos comenzaron a brotar de ella, ella descubriría todo acerca de esto y entonces después de eso podría enamorar a Meliodas. Por otro lado Meliodas caminaba con un gran lío en su cabeza, ¿por qué no dejaba de pensar esa ella?, se sentía tan idiota, no podía dejar que estos "sentimientos" afectarán su deber como príncipe y heredero del Rey Demonio, pero por Dios quien no podría pensar en esa Diosa, tenía un cuerpo de infierno, le encantaba ese cuerpo, era hombre y esos pensamientos obviamente llegarían a él. El chico entró a su habitación y se dispuso a dormir, pero no podía, lo que había pasado hace poco minutos lo tenía hecho un lío, pasó algo de tiempo, hasta que por fin pudo dormirse.
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