III
La princesa Elizabeth se encontraba en una de las habitaciones del castillo, inconsciente, el gran poder que había mostrado en la batalla contra Meliodas la había dejado realmente cansada pues nunca había ocupado tal poder. El tiempo pasó y un día después los ojos de la princesa comenzaron a abrirse.
- ¡Hermana! —se escuchó un pequeño grito de Margaret, la cual veía a su hermana con preocupación.
- Margaret, ¿Te encuentras bien? —preguntó, sentándose y mirando a su hermana.
- Claro, pero... ¿Tú, ese poder, cómo? —preguntaba la chica de cabellos morados, era una verdadera incógnita como es que había sacado tal poder.
- No lo sé —dijo mirándose las manos — Estoy igual de confundida que tú.
- Fue... Sorprendente, yo en verdad me asusté cuando ví que ese demonio se acercaba a ti y a Diane —dijo Margaret con cierta seriedad en su voz.
- ¡Diane!, ¿Cómo está? —pregunto la chica preocupada por su amiga, al recordar el estado en el que estaba su amiga.
- Ella está bien, después de que terminó todo y se desmayaron, Arthur fue a Liones y trajo a Eleine, Merlín y a Mael, Merlín hizo pequeña a Diane por lo que ella también está descansado dentro del castillo —explicó Margaret.
- Me alegro tanto —dijo Elizabeth con pequeñas lágrimas en sus ojos, se levantó y con ayuda de su hermana llegaron a la habitación de Diane.
- ¡Eli! —grito Eleine lanzándose a la albina para darle un abrazo, a lo que la chica contestó gustosa. Mael volteó a verla, dió un suspiro al verla bien y que nada malo le había pasado a su princesa, se acercó a ella y la miró.
- Me alegro de que estés bien —dijo el chico abrazando a su amiga, por lo que está correspondió el abrazo. Al soltarse Elizabeth camino a la cama donde Diane se encontraba y no estaba tan mal, aún tenía bastantes cicatrices aún sin cerrar, pero ella se veía estable.
- Esto es muy raro —dijo Mael, haciendo que todos los presentes voltearan a verlo — La magia que utilizaron para curarla es del clan de las druidas, pero no tiene sentido —dijo el chico volteando a ver a Elizabeth la cual se encontraba tomando la mano de su amiga.
- Eso no es todo, Elizabeth presentó un poder —dijo Gilthunder entrando a la habitación.
- ¿Qué? —preguntó Mael sorprendido.
- Es verdad, no se cómo ni porqué pero pude sacar un poder parecido al de las Diosas, pero es raro mis padres son humanos ¿Cómo? —pregunto la chica albina, mirando a Mael.
- No lo sé, debemos de volver al reino y —antes de que el arcángel terminara de hablar, Elizabeth lo interrumpió.
- No, al menos yo no, tengo que quedarme hasta que Diane despierte —dijo la princesa, mirando con tristeza a la gigante.
La conversación entre los presentes termino, las dos doncellas y el arcángel regresaron al reino pero la princesa se quedó en Camelot, sin embargo había preguntas que no tienen respuesta y que son bastantes necesarias, ¿Cómo es que se había curado Diane?, ¿Por que Elizabeth presentó el poder de las Diosas?.
Por otro lado en el reino enemigo felicitaban a Zeldris y Meliodas por haber conseguido el oro aunque Calmadios tuvo que dar su vida. Meliodas estaba realmente furioso, esa Diosa había asesinado a uno de sus grandes amigos, ¿Cómo?, el poder que tenía aquella mujer era sorprendente, la mataría, era una promesa en nombre de su amigo.
La imagen de la princesa no sé borraba de su mente, la encontraría y entonces podría cumplir su promesa, aún así no podía dejar de preguntarse lo de su ojo, había peleado con bastantes Diosas y todas tenían el símbolo del reino celestial en ambos ojos, ¿por qué ella sólo tenía uno?, el joven príncipe se dirigía hacia el patio del castillo para entrenar un poco con su hermano Zeldris. El entrenamiento había comenzado pero Meliodas estaba en otro mundo, por lo que comenzó a recibir bastantes golpes de su hermano cosa que no pasó desapercibida por Zeldris quien al notar su raro comportamiento paro y hablo con él.
- Meliodas —dijo el chico, haciendo que el rubio volteara a verlo — ¿Estás bien?.
- ¡Claro! —dijo el chico, pero su hermano no creyó en esas palabras.
- Ajá, has estado así desde que regresamos de Camelot —dijo Zeldris con una ceja alzada.
- Es solo que no dejo de pensar en esa Diosa —dijo el rubio colocando sus dos manos en su nuca.
- ¿La Diosa?, ¿Hablas de la princesa? —pregunto el chico ahora curioso, ¿que tendría esa supuesta Diosa para que su hermano no se concentrara?.
- Tenía un poder sorprendente, pero... Solo tenía un símbolo, eso es raro, además no tiene alas cosa que es aún más rara, aún así su poder fue sorprendente, estuve pensado... ¿Qué tal si es una arma? —pregunto el rubio, mirando a su hermano, este lo miraba serio, pues ahora pensándolo bien tenía sentido, pero algo para Zeldris no cuadraba.
- Si fuera un arma, no creo que la dejarán salir del reino celestial, no al menos de atacar realmente a nuestro reino —dijo el pelinegro tratando de sonar convincente.
- Tal vez, tengas razón —dijo el rubio pasando su mano por su cuello. Antes de que pudieran seguir hablando, un chico alto de cabellos blancos entró en el lugar.
- ¡Capitán! —dijo el chico con una sonrisa entrando con su manos en los bolsillos de su pantalón.
- Oh... hola Ban —dijo el rubio, con una leve sonrisa — Chicos iré a bañarme, nos vemos al rato.
- ¿Qué tiene el capitán? —pregunto el chico a Zeldris.
- No tengo ni idea, como sea, Ban recuerda tu misión de hoy —dijo el pelinegro saliendo del lugar, dejando a Ban con cierta curiosidad.
La noche llegó a Britannia, en el reino de Camelot, Elizabeth se encontraba comiendo con el matrimonio y el rey Arthur.
- ¿Cómo sabías que Meliodas asesinó a nuestro padre? —preguntó el rey a su hermano con una mirada seria.
- Yo lo ví, el día que asesinaron a nuestro padre, él salió de la habitación —dijo Gil, con cierto odio en su voz.
- Ese desgraciado —dijo Arthur apretando sus puños.
Elizabeth veía a los hermanos con tristeza, no podía imaginarse lo doloroso que debió ser para Gil ver al asesino de su padre y peor aún que este se burlara en su propia cara, el sentimiento de odio se apoderó por la joven princesa una vez más. Al terminar la comida la princesa subió a la habitación de Diane al entrar pudo encontrar a su amiga sentada mirando hacia la ventana, Elizabeth corrió aunque sus piernas dolieran, corrió a la cama de su amiga y la abrazo.
- Elizabeth —dijo Diane en un susurro.
- Me alegro tanto que hayas despertado —dijo la chica abrazando aún más fuerte a su querida amiga, cosa que Diane acepto y también abrazó a su amiga.
- Lo siento tanto, yo... Soy débil —dijo Diane con lágrimas de sus ojos.
- Claro que no, aguantaste demasiado, peleaste por nosotros y eso te lo agradezco —dijo la albina también ella con lágrimas en sus ojos.
- Es verdad, Elizabeth... Ese poder —dijo la castaña soltando a su amiga y volteando a verla.
- Yo también no sé lo que me ocurrió, solo tenía una cosa en la cabeza y esa era salvarte de Meliodas —dijo la chica, sonriendo levemente, recordando al rubio con esa sonrisa, esa maldita sonrisa que odiaba — Él pagará.
Ambas chicas se sonrieron, pues sabían que su amistad no acabaría por un simple demonio y que laa dos se tenían la una a la otra, terminarían la guerra... Juntas.
En Liones, Eleine estaba arreglando sus cosas para irse a una pequeña misión esa misma noche, miraba sus cosas que llevaría cuando al bajar una caja un pequeño dije cayó, la chica miró aquella bella reliquia y las ganas de llorar se apoderaron de ella, pero no podía romperse, no ahora, necesitaba ser fuerte, por ella, por el reino, por sus amigos, guardo aquel dije en uno de los cajones de su tocador, tomó su bolsa y salió de la habitación, en camino a su misión.
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