Capítulo 6.

El domingo, muy temprano, Valeria estaba profundamente dormida cuando Vicente se dispuso a ir a su habitación. Aún seguía molesto, por supuesto, pero no tanto como hacía algunas horas. El día anterior fue a casa de su compañero, al igual que todos los demás, pero aproximadamente a las nueve y media les avisaron que la reunión se pospondría para la siguiente semana. Vicente había querido regresar a casa más temprano, pero los demás lo convencieron de quedarse a pasar el rato. Terminó aceptando y convivió algunas horas, pero a la una y media decidió regresar a su casa. 

Cuál fue su sorpresa que al llegar, vio un montón de coches estacionados fuera de la mansión. La reja se abrió automáticamente cuando él entró con su auto y al acercarse más y más comenzó a escuchar la música cada vez más fuerte. En su mente iba maldiciendo a Valeria, enojadísimo por su atrevimiento, pero terminó de encolerizarse al llegar a su sala de estar y ver a un montón de jóvenes en estado de ebriedad, casi desnudos, las botellas carísimas y finas que guardaba su padre todas destrozadas y/o vacías, el jarrón, que le había regalado su padre a su mamá en un aniversario, roto, y lo peor: ¡una mancha de vómito en la alfombra! Tomó a un chico de la camisa y le ordenó que le dijera dónde estaba Valeria. El chico no dijo nada, solo señaló la puerta de la habitación oscura donde nadie había entrado en mucho tiempo hasta ese momento. Y para colmo, cuando abrió la puerta se encontró a la señorita —engendro malévolo número uno en esos momentos— a punto de tener relaciones con un tipo igual de ebrio que ella. ¡Qué osadía el hacer eso en una casa que no era de ella!

Vicente tocó la puerta de la habitación que ocupaba Valeria. Al no recibir respuesta, tocó más fuerte, pero al ver que tampoco contestaba, decidió entrar, no fuera que le hubiera dado a la chica una congestión alcohólica o algo por el estilo. Para su alivio, ella sólo estaba dormida. Vicente se acercó a ella y comenzó a agitarla del hombro, a lo que obtuvo por respuesta un quejido.

—Valeria, despierta.

La chica abrió los ojos con lentitud y colocó una mano en su cabeza, ¡le dolía demasiado! Fue recordando poco a poco lo que pasó la noche anterior y cuando su mirada se enfocó completamente en Vicente, se sintió muy avergonzada. Ella no quería que las cosas hubieran terminado así, solo quería convivir un rato con sus excompañeros, eso era todo, no quería causar tanto desastre, pero la cosa se arruinó desde el principio, desde que decidió abrir las botellas de su padrastro muerto. No pensó bien sus actos y ahora estaban las consecuencias.

—Vicente...

—No digas nada, muchachita irresponsable. ¿Qué te creíste? Esta no es tu casa —recalcó—. Y aunque lo fuera, ¿crees que tu madre estaría feliz de verte en el estado en que te encontré ayer?

—No. —Bajó la mirada.

—Y la pregunta del millón, ¿acaso pensabas que ibas a arreglar todo ese desastre el día de hoy antes de que yo llegara...? Veme a los ojos cuando te hable.

Ella lo miró a los ojos y tragó grueso.

—Lo siento, yo... no pensé que...

—Exactamente, ¡no pensaste tus actos! Yo a tu edad, si bien no era tan responsable, al menos sabía diferenciar un acto imprudente y estúpido de uno que no lo es.

—Sí, yo...

—Eso no es todo —la interrumpió—. Ya me di cuenta de que no están ni Martina ni las chicas, no sé a dónde las mandaste pero no me importa en estos momentos, así que tú vas a limpiar todo el desastre antes de que llegue tu madre, ¿entendido?

—Sí.

—Y quiero que esa mancha de vómito desaparezca por completo de mi preciada alfombra.

—Sí. —Volvió a asentir, esta vez con asco. Maldito estúpido el que vomitó en la alfombra pero más ella, que no lo obligó a limpiar el desastre en el momento.

—Y no creas que te has salvado de la regañiza de tu vida, cuando llegue tu madre, le contaré todo.

—No, por favor —suplicó—. No volverá a pasar y limpiaré todo muy bien. —Junto sus manos—. No le digas a mi madre.

—No te vas a salvar de eso, mañana mismo ella sabrá todo. En realidad no tengo idea si te regañe o no, pero es mi deber decirle.

La chica suspiró con fuerza.

—Sí lo hará, así que no te preocupes... Oye...

—¿Qué?

—¿Tienes algo para el dolor de cabeza?

Hubo un momento de silencio.

—Sí, ven conmigo.

Después de tomarse un analgésico y una taza de café negro, Valeria se la pasó limpiando todo el día, arreglando el desastre que habían hecho los otros chicos. Vicente de vez en cuando iba a revisar lo que hacía y no pudo evitar sonreír con ironía al verla con los útiles de limpieza, haciendo un gran esfuerzo para quitar la mancha de vómito.

—¿Te gusta lo que ves? —Preguntó la chica al terminar de limpiar la jodida mancha gigante mientras se recostaba con pose sensual en el sillón. Todavía llevaba su camisón de dormir puesto, aquel que era muy corto y se transparentaba un poco.

—No te mentiré, así que sí —reconoció el hombre. Ella alzó una ceja y relamió sus labios—. En verdad me gusta verte haciendo algo útil de vez en cuando —agregó con diversión oculta.

Valeria frunció el entrecejo.

—¡Ja, ja! —Dijo sarcástica—. ¡Qué gracioso!

—Vamos, apúrate, que no te irás de aquí hasta que todo quede limpio.

—Agh...

Y eso fue verdad, no se movió de allí hasta que todo quedó reluciente y limpio.

***

El lunes tempranito volvieron las sirvientas y la cocinera a sus labores, y más o menos como a las diez de la mañana, llegó Flavio junto con su madre. El chico venía deprimido y con actitud cabizbaja, pues quedó en tercer lugar y no en primero, como él soñaba.

—Estoy segura de que no pusiste todo tu esfuerzo en ganar —Juliana trataba, a su modo, de consolarlo—, pero si te hubieras aplicado un poquito más, hubieras sido el mejor.

—Pero, mamá, yo me la pasé estudiando, en serio...

—No me mientas, Flavio, no estudiaste lo suficiente.

—Sí lo hice.

—No mientas, yo sé que no.

De hecho hasta pensó en no quedarse el fin de semana a pasear para castigarlo, pero decidió que mejor no, pensó que tal vez en ese fin a solas su hija se iba a acercar aún más a Vicente, y entre más pronto mejor, pues ya quería sacarlo a patadas de su vida. Pero tuvo una gran contrariedad cuando Vicente le contó todo lo que Valeria había provocado.

—Y esos chicos rompieron el jarrón que mi padre le regaló a mi madre en su quinto aniversario de bodas, ¡era tan preciado! Y eso no fue todo... —continuó hablando, contándole exactamente todos los detalles.

Juliana se limitó a mirar reprobatoriamente a su hija, que se encontraba con la cabeza gacha y las mejillas ligeramente ruborizadas. Se sonrojó aún más cuando Vicente le contó lo que la encontró haciendo en el momento en que abrió la puerta del cuarto oscuro. Flavio se encontraba al lado de Valeria, escuchando todo silenciosamente. «Ay, hermana, pero si eres toda una loca» pensó aguantándose la risa.

—Mira, Juliana, sé que son tus hijos y quieres lo mejor para ellos, pero Valeria no hace nada productivo...

La oír esto, la chica se tensó. ¿Qué derecho tenía de decir aquello?

—Solo se la pasa en el gimnasio, o saliendo con sus amigas —continuó—. Debería hacer algo, como meterse a estudiar o ponerse a trabajar y no estar como un parásito o zángano sin hacer nada...

Eso fue demasiado, él no tenía por qué referirse a ella con esas palabras. Apretó los puños con ímpetu hasta que no pudo más.

—¡¿Tú qué sabes, estúpido?! —Se acercó y lo empujó con fuerza para después salir corriendo. Estaba más que cabreada por oírlo, tanto que no le importó lo que pensara su madre en ese momento, o que Vicente la corriera de allí, ¡que lo hiciera si quería! No le importaba nada.

Vicente recuperó el equilibrio y miró a Juliana, buscando una explicación. La señora sólo rio nerviosamente.

—Gracias por contarme todo, Vicente —dijo con hipocresía—, en verdad. Y no te preocupes por esa chiquilla maleducada, yo misma me encargaré de que te pida disculpas por esto, y ten por seguro que no volverás a lidiar con algo así. Iré a hablar con ella. —Se alejó con paso lento.

Una vez que Flavio se quedó solo con su hermanastro, habló.

—Sabes, eso que dijiste fue muy... —Pausó al no encontrar la palabra adecuada —. Cruel —añadió finalmente.

—Yo no creo que haya sido cruel, yo creo que es verdad.

—Bueno, sí y no. —Terminó aceptando—. Valeria no estudia porque no quiera, sino por cuestiones de... salud. —Le estaba costando encontrar palabras apropiadas.

—¿Salud? —Vicente alzó una ceja.

—Sí, bueno, ella sí quería ir a la universidad desde que salió el bachillerato, no es tan buena para el estudio pero tampoco es mala, de hecho presentó el examen para ser admitida en enfermería y lo pasó, pero... mamá no quiso que se fuera a estudiar fuera.

—¿Por?

—Bueno, sé que no debería contarte todo esto, es más, creo que ni te importa, pero...

Vicente lo volteó a ver con cara de: "si de por sí no planeabas decirme nada, entonces para qué hablas desde un principio".

—Bueno, ya, te contaré, pero no digas nada —continuó el chico—. A finales de su bachillerato, Valeria comenzó con desórdenes alimenticios. En realidad sólo tenía bulimia —admitió—. Al principio no nos dimos cuenta, actuaba normal y comía igual que siempre, pero tú ves que yo he estado siempre muy apegado a ella, así que veía como, a solas según ella, comenzaba a comer dulces y cosas que usualmente no ingería, como galletas, pastelillos y cosas así. Me pareció un poco extraño pero creí que estaba bien que comiera eso de vez en cuando, además pensé que le daba mucha hambre porque hacía mucho ejercicio y que seguía delgada por lo mismo; tú la conoces desde hace algunos años, sabes que siempre ha estado flaca, no sé por qué se empezó a obsesionar con ello... jamás me imaginé que vomitaba todo.

—¡Oh! —Exclamó Vicente. Que Valeria tuviera desórdenes alimenticios era nuevo para él, no se lo esperaba.

—Luego de un corto tiempo ya me pareció mucho más extraño, pues sus atracones se volvieron más grandes y asquerosos que los anteriores y, curiosamente, parecía incluso más delgada, así que le comenté mis sospechas a mi madre.

—¿Y cómo se dieron cuenta de que tenía esa enfermedad?

—Tardaba demasiado en el baño, se pesaba varias veces al día, comenzó a aislarse de sus compañeros, además comenzaba a verse un poco mal y sin energía... A ti ya no te tocó verla en ese estado, pero la pobre comenzaba a verse deplorable. Lo difícil fue que ella aceptara que tenía algo, según ella estaba bien, se sentía saludable y comía lo suficiente, y bueno, no sé si hayas tratado con bulímicas, pero son las personas más mañosas y mentirosas que pueda haber en el mundo... con respecto a la comida, claro —corrigió al darse cuenta del error de su insinuación—. El punto es que mamá pensó que enviarla a un lugar a vivir sola era lo mismo que mandarla al matadero, así que preferimos que se quedara con nosotros. De hecho tu padre estuvo de acuerdo —comentó—. A principios del año pasado todavía seguía con eso, ya no vomitaba ni tomaba laxantes porque mamá la andaba chequeando todo el tiempo y hasta le pidió a sus amigas que no la perdieran de vista cuando salía con ellas, pero seguía con esas ideas de que estaba gorda y quién sabe qué tanto; es muy difícil de superar, por eso perdió otro año. Ella ya no quería seguir perdiendo tiempo, pero mi madre quería esperar a que se recuperara totalmente. Este año volvió a presentar el examen para ser admitida otra vez en enfermería; ella dice que según no le fue muy bien, pero falta que entreguen los resultados.

—No tenía idea —murmuró más para sí mismo. Al parecer Valeria no era la única que debía unas disculpas.

***

El resto de la semana, Valeria buscó evitar a toda costa a Vicente, a pesar de las continuas sugerencias de Juliana. Pero el fin de semana no se salvó.

—Con las estupideces que has hecho, de seguro ya estaríamos en la calle de no ser porque él te ha agarrado un poco de cariño —comentó su madre, y era verdad lo que decía.

—No me importa.

—¿No te importa, mocosa mimada? Ya quiero verte metida en un mugroso y pequeño departamento, a ver si dices lo mismo.

—Lo diré —dijo con seguridad.

Juliana se acercó a su hija y le dio un jalón de cabello.

—Agh, ¡suéltame!

—Valeria, créeme que no recurriría a ti por ningún problema mío, pero esto te involucra a ti, así que sólo por eso te estoy pidiendo este favor, porque sé que eres tan egoísta y malagradecida que no te importaría un carajo donde termináramos tu hermano o yo —le recriminó—. Además pareces ser la única opción viable aquí, niñita osada.

Valeria frunció el entrecejo.

—Está bien, iré a verlo.

—Ahorita no está, pero creo que llega aproximadamente a las dos de la tarde.

—Sí, mamá —suspiró.

—Y pídele disculpas por todo.

—Sí, mamá —dijo con fastidio.

—No uses ese tono conmigo.

—No, mamá —dijo en el mismo tono.

—¡Valeria!

—¡¿Qué?!

—¡No me grites!

La chica asintió con la cabeza, pues sabía que cualquier exclamación, palabra u oración que dijera iba a salir en el mismo tono. «Y al rato otro suplicio más» pensó molesta.

***

Cuando Vicente llegó a la mansión, se sentía muy estresado, pues había tenido un problema en el trabajo con un compañero que no hizo bien su parte y le echaron la culpa a todo el equipo. Se sentía tan enfadado, que pensó que si en ese momento llegaba alguno de su no-familia y decía algo imprudente, él mismo los sacaría a patadas. Se metió en su habitación pero no cerró la puerta, cosa de la cual se arrepintió, pues sintió que alguien entró tras él en el momento en que estaba sentado en la cama, de espaldas, tratando de quitarse los zapatos. Supo de inmediato quién era la persona cuando también se subió a su cama y lo abrazó por detrás con sus suaves y delicadas manos posadas en su pecho. Ella era la única que se atrevería a hacer eso.

—Lo siento por todo. —Escuchó el tono sumiso y tentador mientras el aliento fresco chocaba contra su cuello.

—Valeria, quítate, no estoy de humor. —Aventó los zapatos.

La chica lo ignoró y pasó sus manos desde el pecho del hombre hasta su espalda y comenzó a darle un masaje.

—Estás muy tenso —comentó—. Necesitas relajarte.

—Estoy bien, Valeria, quítate.

Pero la chica siguió masajeando su espalda. Después de unos segundos, Vicente descubrió que sentía realmente bien. La joven pasaba sus manos por toda su espalda, cuello, cabeza e iban siguiendo un recorrido irregular. Comenzó a desabrochar, con dificultad, el saco de Vicente, así que él la ayudó a terminar con la acción y también se quitó la corbata, pues esa cosa siempre le daba una sensación de asfixia. Una vez que quedó sólo con la camisa blanca, Valeria le indicó que se acostara boca abajo para seguir dándole el masaje. Él lo hizo sin protestar y la castaña se colocó encima de él, siguiendo con los movimientos aliviadores y eróticos. Vicente suspiró más de una vez, pensando que esa situación era un tanto extraña y enfermiza, e incluso especuló que tal vez alguien podría darse cuenta y tacharlo como pervertido, pues conocía a Valeria desde que ella tenía catorce y él veinte. ¡Para colmo habían dejado la puerta abierta! Mientras la chica seguía con el masaje, la voz de él la interrumpió por unos segundos.

—Te quedaría muy bien ser enfermera.

La chica ladeó la cabeza con curiosidad, ¿cómo sabía él que quería ser enfermera?

—¿Por qué? —Se limitó a preguntar.

—Porque tienes manos de ángel. —En lo que decía esto, pensó que tal vez ya era hora de cambiar su apodo, pasando de ser engendro del mal número uno a manitas de ángel.

Ella rio un poco por esa observación, pues no era la primera persona que se lo decía.

—¿Cómo sabes que quiero ser enfermera? —Continuó en lo que estaba.

—Tu hermano me contó... A propósito, yo también lo siento, no debí juzgarte sin saber tu situación.

—¿Exactamente qué te contó?

—Lo de tu problema... —Sin quererlo, soltó un suspiro—. Con la bulimia.

Ella frunció el ceño.

—Flavio chismoso —murmuró con algo de molestia.

Él rio brevemente.

—Valeria...

—¿Sí?

—Está bien con eso, ya puedes parar.

—¿En serio quieres que pare? —Le susurró con voz seductora.

Él hizo un ademán para voltearse, a lo que ella se alejó un poco. Al final terminaron cara a cara, con pocos centímetros de distancia y ella encima de él. Estaban seguros de que si pasaba Ágata, Martina o la otra chica cuyo nombre era Carmela pero que ninguno de los dos recordaba mucho, de seguro malinterpretarían toda la situación, y no era para menos. Vicente incluso llegó a pensar que si Juliana se llegara a enterar de eso, iba a matarlo, aunque obvio ese no era el caso.

—Tienes bonitos ojos —susurró Valeria. Era uno de los pocos cumplidos que le dijo con sinceridad—. Me gustan mucho...

—¿Ah, sí? Pues a mí me gustan los tuyos. —Acercó su mano para acariciar su mejilla pero no pudo lograr esa acción, pues su celular comenzó a sonar de repente. Él tomó su teléfono, que estaba metido en el bolsillo de su pantalón y contestó—. ¿Sí? —Se sentó en la cama y Valeria se levantó en seguida para darle espacio—. No, no se me ha olvidado... Claro... Ahí estaré, no te preocupes. —Colgó. Segundos después su mirada se enfocó en Valeria, que ya estaba parada en la esquina de la habitación mientras entrelazaba sus dedos con su cabello—. Al rato me voy a ir a la reunión que se pospuso la semana pasada —recordó—. Esta vez espero no encontrar ningún desastre cuando llegue...

—No, también se quedarán mi hermano y mi madre.

—Y si te quedaras sola, ¿te atreverías a hacer lo mismo?

—Tal vez —dijo con tono juguetón mientras se mordía el dedo índice.

Vicente se limitó a sonreír.

—No tienes vergüenza. —El tono que usó no fue serio.

La chica sonrió y se dirigió a la puerta para marcharse, pero antes pasó muy junto de él y susurró:

—Sabes que no.


¿Qué opinan del capítulo? ¿Y de los personajes? 

¿Les caen bien? ¿Mal?

Por mi parte, estoy muy agradecida con todos ustedes por leer mi historia. 

Ahora les cuento el motivo de la tardanza con el link, surgió un problemita con Facebook, empecé a mandar el link a las personas que lo pidieron y me bloquearon los comentarios por exceso de los mismos. Intenté mandarlos con la cuenta de mi hermana pero ahora lo marca como Spam 😥😭 Yo en verdad quería mandárselos a cada una de las bellas personitas que me pidieron el link pero no puedo, hubo gente que ya no pude, ¡estoy tan frustrada! Y lo que más me duele es quedar mal con ustedes, bellos lectores, todos y cada uno son importantes para mí y me da mucha tristeza quedar como una persona que no le importa nada:( 

Pero ya encontraré la forma de comunicarme con esas personas que faltaron, sólo espero que sea pronto.

Igual ya me desahogué aquí pero se los comento porque sé que hay gente que usa los grupos para promocionar sus historias, para que tengan en cuenta de que Facebook está cada vez más estricto.

Saludos, nos vemos pronto.



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