Capítulo 26.
Como Flavio no lograba convencer a su madre de que lo que dijo no era una broma de mal gusto, como ella pensaba, le sugirió que mejor fuera y le preguntara a su hija. Juliana se dirigió a la habitación de la chica y Flavio la siguió. Al llegar, se sorprendieron de ver a Valeria recostada en su cama, llorando con amargura y abrazando un leoncito de peluche con fuerza. Juliana se acercó con preocupación y se sentó a su lado mientras Flavio quitaba la laptop de la cama y la colocaba en la mesita de noche.
—¿Qué te pasó, Valeria? —Preguntó, apartando los mechones de cabello de la cara de su hija.
—¡Mamá! —Sollozó con fuerza y abrazó aún más el peluche.
—¿Qué te pasa?
—Vicente sabe todo.
Juliana y Flavio se voltearon a ver con preocupación.
—¿A qué te refieres? —Se entrometió Flavio.
—¡Él sabe que todo fue una mentira! Que me acerqué por interés —lloriqueó.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! —Exclamaron Juliana y su hijo al mismo tiempo.
—No sé bien, creo que los escuchó hablar. —Tomó el pañuelo que le extendió Flavio y limpió su nariz enrojecida. Sus ojos comenzaban a hincharse y sus mejillas también estaban coloradas.
Juliana vio a su hijo con reprobación, como echándole la culpa de no fijarse que Vicente estaba cerca de ellos. El chico solo se encogió de hombros.
—¿Y qué te dijo? ¿Acaso quiere que nos vayamos esta misma noche? — Preguntó la señora, alarmada, imaginando que ese era el motivo por el cual lloraba.
—No dijo nada de eso pero...
—¿Pero? — Repitió con tono de duda.
—¡Pero me odia! ¡Mamá, Vicente me odia! —Volvió a sollozar con más fuerza—. Mamá, ¿por qué...? —De nuevo abrazó su peluche—. ¡Soy tan horrible y cruel! Se veía tan triste y decepcionado de mí, ¿qué puedo hacer? Él me odia y yo lo amo tanto...
En lo que Valeria lloraba, Juliana miró a su hijo con culpa por no haber creído sus palabras; después vio a Valeria y su culpa se acrecentó, pues en primera, ella la obligó a seducir a su hijastro y, en segunda, fueron sus expresiones duras las que escuchó el joven.
—Ya, ya, pequeña, no llores. —La abrazó con ternura y comenzó a acariciar sus cabellos. Valeria en seguida correspondió el gesto.
—Quiero morir...
—No digas eso, Vale, todo estará bien. —Con una mano palmeó su espalda con suavidad. Sabía muy bien lo que era sufrir por amor y el hecho de ver a su hija pasando esas situaciones solo por su causa, la hacía sentir una madre terrible. Con un gesto le indicó a su hijo que las dejara solas por un momento. El chico obedeció y salió sin hacer ruido—. ¿Por qué no me comentaste nada?
—Porque creí que no lo aprobarías y... y... no quería que te sintieras decepcionada de mí.
—¿Por qué iba a sentirme así? —La dejó de abrazar y la miró a los ojos.
—Por... Porque tú no quieres habladurías, además yo quería que tú te sintieras orgullosa de mí y pensé que si te decía, te molestarías y... y... —Volvió a soltarse en llanto.
—Shhh, ya, calma. —Volvió a abrazarla—. Yo siempre estaré orgullosa de ti, mi pequeña, siempre, nunca lo dudes.
—¿Qué hago, mamá? —Preguntó luego de un rato—. ¿Qué puedo hacer para que Vicente me perdone?
Juliana, por más que pensó, no supo qué contestarle, así que se limitó en seguir abrazándola y diciéndole palabras llenas de cariño y consuelo.
***
El resto de la semana, Vicente estuvo evitando encontrarse con Valeria y su familia. Comenzó a desayunar más temprano, le pedía a Ágata que le llevara la comida a la oficina y cenaba mucho más tarde. Las muchachas y Martina también se enteraron de la farsa y, aunque no comentaron nada con Vicente, se la pasaron hablando entre ellas acerca de todo. Ágata y Martina se pusieron en contra de Juliana y sus dos hijos. Una tarde en que estaban platicando en la cocina, surgió ese tema.
—¡Qué mala onda! Pobre Vicente, él que ha sido tan bueno con todas nosotras y mucho más con ella —dijo Ágata.
—Sí, es igual de falsa que su madre —murmuró Martina—. Además no sé por qué siguen aquí, ya deberían largarse.
—Pero... Pobrecita —comentó Carmela—, se ve muy arrepentida y triste, además parece que sí lo quiere, y no tienen donde quedarse.
—Solo está fingiendo, a mí los chicos no se me hacían tan avaros, pero me equivoqué, son iguales a su madre —dijo la cocinera—. Me caen mal, que vayan encontrando otro lugar.
—¡Sí! ¡Qué miserables! Y esa Valeria es como una prostituta pero peor, porque además es mentirosa y falsa...
En ese momento Ágata se calló porque Flavio entró junto con su hermana a la cocina. El chico la fulminó con la mirada pero Valeria lucía cabizbaja, parecía como si no hubiera escuchado nada.
—Martina, por favor —dijo con hipocresía—, sírvenos un café.
—Sírvetelo tú.
—Joder... —murmuró—. Quítate —le ordenó.
Nadie dijo nada y las sirvientas salieron con rapidez para hacer sus deberes. Una vez que tuvieron su taza de café en las manos, Flavio se llevó a su hermana de la mano y la dirigió a la sala.
—Tómate el café —dijo una vez que se sentaron en el sillón grande.
—No, gracias, no quiero nada. —Dejó su taza en la mesa de centro.
—Ay, Valeria, por favor, no has comido bien estos días, mínimo tómate esto.
—¿Oíste la forma en que se refirieron a mí? —Preguntó, cambiando de tema.
—No les hagas caso, son unas estúpidas criticonas que no tienen vida y por eso se ponen a hablar de los demás.
—No, tienen razón... Vicente ha de pensar lo mismo...
—Ay, Valeria, claro que no... Además yo soy el único hombre que necesitas en tu vida. —La tomó de las manos y la miró directamente a los ojos—. Yo nunca voy a abandonarte, tenlo por seguro, siempre estaré toda la vida contigo, apoyándote, aunque seas una grosera —se burló un poco—, porque tú eres la mujer que amo con toda mi alma... Y claro, también mamá.
—Ay, Flavio —se rio, limpiándose una lágrima que se le escapó—, créeme que si no fueras gay, estaría espantada —dijo con tono burlesco—. Eso sonó muy incestuoso.
—Cállate, babosa, claro que no, ya no te vuelvo a decir nada amable...
En ese momento su hermana lo interrumpió con un abrazo.
—Gracias —le susurró.
Ese mismo fin de semana, Juliana y sus hijos empacaron solo lo necesario para irse de una buena vez. Tardaron mucho porque Juliana intentó hablar con los hermanos de su primer marido pero no los pudo localizar y estuvo pensando, como medida drástica, en llamar a sus exsuegros y explicarles que se quedaron sin nada, aunque sea para que recibieran a sus nietos, pero Flavio habló con Adrián y le contó todo, y el chico en seguida les ofreció que se quedaran en su casa.
—Vamos, quédense en mi casa, es muy grande, hay espacio para todos —le comentó a su suegra.
—Adrián, no creo que tus padres estén de acuerdo.
—Hablé con ellos, por supuesto que lo están, además no deben sentirse como extraños, son amigos de la familia.
—¿No habrá ningún problema?
—Claro que no.
—Solo estaremos poco tiempo, mientras busco dónde acomodarnos.
—Pueden quedarse el tiempo que necesiten —le sonrió enseñando su perfecta dentadura.
Juliana terminó aceptando porque estaba segurísima que se sentirían más a gusto y recibirían un trato mucho mejor que con los abuelos de Flavio y Valeria.
Antes de salir de la mansión, Valeria decidió buscar a Vicente para hablar con él. Supuso que estaba en la oficina, así que tocó la puerta. Él creyó que era Ágata, así que respondió que pasara, pero se contrarió demasiado al ver a Valeria entrando. No la había visto desde el día en que se enteró de toda la farsa. Dejó de prestarle atención y siguió revisando su laptop.
—Vicente —dijo con voz suave—, buenas tardes. —Esperó una contestación pero nunca llegó— ¿Podemos hablar? —Pidió con tono dócil.
—Estoy ocupado —respondió con frialdad.
—No tardaré mucho.
Vicente volvió a ignorarla.
—Sabes —dijo luego de unos segundos—, nosotros simplemente supusimos que tú nos correrías de tu casa, no sabíamos que eras tan buena persona, tú ni siquiera ibas a echarnos pero creímos que sí...
Vicente no despegó la vista de la pantalla pero sí la escuchó con atención; se sintió un poco mal al pensar que, de no haber querido a Valeria, sí los habría echado a patadas sin sentir remordimiento.
—No me arrepiento de nada —continuó—, porque gracias a eso pude llegar a conocerte bien. Lo que vivimos fue hermoso y en verdad me hiciste ser mejor persona. —En ese momento limpió una pequeña lágrima que se le escapó—. En poco tiempo me aportaste mucho, yo era una porquería de persona, y no te digo que no lo siga siendo, pero quiero ir mejorando —sonrió un poco—. Y creo que te ayudé a no deprimirte después de la muerte de Facundo. Lo único que me pesa es haberte lastimado y decepcionado tanto, pero no te preocupes, yo lo estoy pasando peor, te digo por experiencia que es mucho más feo ser el que decepciona a la persona que ama... Todo fue mi error y quedará en mi consciencia... Lo siento tanto, espero que algún día puedas perdonarme.
Vicente por primera vez se atrevió a mirarla bien. Llevaba su cabello amarrado en una trenza, tenía puesta una blusa blanca y una falda negra que le llegaba arriba de la rodilla; no llevaba maquillaje más que un brillo labial rosa pálido. Pensó que si esa chica bonita, motivo de su sufrimiento, quería hacerlo sentir mal, estaba funcionando de maravilla.
—Gracias por todo, Vicente, pero no podré irme tranquila hasta que me prometas dos cosas.
Vicente la miró con duda, ¿irse? ¿A dónde? ¿Y qué quería que le prometiera?
—La primera es que, por favor, cuides bien a Coco. No podremos llevarla. —Eso porque la hermanita de Adrián era alérgica a los gatos—. Y ella ya está hallada aquí, además de que Ágata es la que se encarga de alimentarla y limpiar su caja de arena. ¿Estaría bien?
Vicente tenía tantas preguntas qué hacerle, que al final no formuló ninguna y terminó asintiendo con la cabeza.
—La segunda la digo porque te conozco, quiero que me prometas con toda tu alma intentar ser feliz todos los días por el resto de tu vida.
Vicente frunció el ceño y parpadeó varias veces, ¿por qué le decía eso?
—Tú lo dijiste, la vida es corta, así que quiero que todos los días te levantes con una actitud positiva y seas feliz, no importa que las cosas te salgan mal, no importa que la gente sea mala contigo, yo quiero que sonrías y estés alegre... —Hizo una pausa—. Qué más quisiera yo que me perdonaras y amaras por el resto de tu vida, pero no, me importa más tu felicidad que la mía, así que en verdad espero que logres todos tus sueños, consigas una buena mujer, te cases y... —No pudo continuar porque sintió un nudo en la garganta—. ¿Lo prometes? —Preguntó en un hilo de voz.
—Lo prometo.
Valeria sonrió con tristeza.
—Te amo. —Sin decir nada más, salió corriendo de la oficina.
—Y yo a ti —respondió cuando quedó completamente solo.
:3 Holi, ¿me extrañaron?
Si les gustó el capítulo no duden en dejar sus votos.
Me gustaría saber cómo piensan que terminará la historia, no he visto teorías :o ¿Qué tipo de final imaginan?
Nos vemos pronto
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top