Capítulo 22.
La siguiente semana Abigail se la pasó fastidiando, molestando, importunando y todos los adjetivos semejantes de estas palabras al pobre de Vicente. Le preguntaba el nombre de su novia, qué hacía, dónde la conoció, etcétera. Él siempre esquivaba las preguntas de su amiga.
—Ay, por favor, dime... No le voy a decir a nadie, lo prometo.
Él suspiró.
—No me vas a dejar de fastidiar hasta que te cuente, ¿verdad?
—Jamás. Toda tu vida te estaré molestando con eso, hasta que me digas.
—Mejor cuéntame cómo te va con Rodríguez.
—Él es muy lindo... Pero no me cambies el tema.
—¿Han salido más veces?
—Pues sí, hemos ido al cine, a bailar y... Espera... Vicente, no me cambies el tema.
—¿Ya lo besaste?
—¡Vicente!
—Es incómodo, ¿verdad? Que se metan en tu vida personal.
La rubia frunció el ceño.
—Sí, ya lo besé. Ahora cuéntame.
—¿Por qué eres tan curiosa? No eras así.
—Es mi naturaleza, así nací, nada más que antes me controlaba.
—Está bien. Te voy a decir, pero por favor, no debes contarle a nadie.
La chica lo miró con sospecha pero en seguida asintió con la cabeza.
—Es Valeria.
—¡Qué curioso! Así se llama tu hermanastra... —Vicente la miró con cara de «¿es en serio?»—. ¡Noooo! ¿Es ella?
—Sí, pero baja la voz.
—¿Pero cómo?
—No sé, Abigail, solo pasó.
La chica lo miró con atención.
—Sí, ya sé, debes pensar que soy un pervertido. —Vicente bajó la mirada.
—No pienso eso. Pienso que todo es raro, pero lindo.
—No te creo.
—Sí, en serio. Con razón ese día me insultó, de seguro estaba celosa.
—Yo creo —murmuró él.
—¿Y la quieres mucho? —Preguntó de repente.
—Demasiado —respondió.
—Pero dijiste que no le agradabas, ni que ellos te agradaban mucho.
—Es extraño... Ves, por eso no te quería decir — susurró. Sin embargo, en el fondo se sintió bien por poder confiarle su secreto a alguien.
—No, Vicente, yo te comprendo muy bien... ¿Ella te quiere? —Preguntó luego de una pausa.
—Ella me ha dicho que sí.
—Una cosa es que lo diga y otra muy diferente que lo sienta. ¿Tú puedes sentir el amor de ella?
—Sí —contestó con rapidez.
—¿Cómo lo sabes?
—Es difícil de explicar.
— Lo sé, pero trata —insistió. Abigail quería lo mejor para él y no quería que terminara sufriendo por un mal amor.
—Lo percibo, no sé cómo pero puedo sentirlo.
Abigail sonrió.
—Eso está muy bien. Vas a ver que todo saldrá perfecto con Valeria.
Vicente le devolvió la sonrisa. En seguida su mirada se enfocó en Rodríguez, que fue a buscar a Abigail. Se veía un poco celoso, lo cual le pareció ilógico, pues, según lo que le comentó su amiga, ya le había explicado a Rodrigo que su relación se basaba puramente en amistad. Recordó, con fastidio, que Germán le comentó que Rodríguez era un idiota por ponerse celoso de él, puesto que el joven era alto, de buen cuerpo, cabello castaño claro y ojos azules.
—Te buscan, Abigail.
La joven volteó hacia Rodríguez y le sonrió con timidez.
—Está bien. Nos vemos luego, Vicente.
—Sí, hasta luego, Abigail. —Hizo un gesto con la mano y se despidió. Posteriormente se despidió de Rodrigo—. Hasta luego, Rodríguez.
—Hasta luego, Ortega.
Cuando la chica se fue junto con su acompañante, Vicente se quedó pensando en si hizo bien o no en contarle a Abigail quién era la dueña de su corazón. «Bueno, ya lo hice y no hay vuelta atrás» pensó. En seguida buscó su cartera y sacó el dibujito que Valeria le regaló —decidió guardarlo allí para llevarlo siempre con él—. Sonrió complacido, observando la nota que le escribió. Después volteó a ver su muñeca izquierda y vio el reloj que la castaña le dio. Esos obsequios significaban mucho para él, pues fuera de sus padres, nadie le había dado regalos tan apreciados hasta el momento en que Valeria le entregó esos dos presentes. No dejó de sonreír en ningún instante y su alegría aumentó al llegar a casa y pasar el resto de la tarde con aquella joven que quería tanto.
***
El siguiente fin de semana, los padres de Adrián decidieron ir a hacerle una visita a Juliana para ver cómo estaba. Su hijo aprovechó para visitar a Valeria. De hecho los señores decidieron ir porque el joven les insistió, ya que quería ver a la chica. Juliana los recibió con cortesía y le comunicó a Valeria que tenían visitas para que fuera a saludar; Flavio salió con unos compañeros de la escuela al billar y Vicente estaba encerrado en la oficina hablando por teléfono con su primo.
—Buenas tardes — dijo sorprendida al verlos. Los adultos le respondieron el saludo—. Hola, Adrián —le murmuró al joven cuando se acercó a él.
—Hola, Valeria.
—¿Qué haces aquí?
—Solo quería pasar a saludar.
—Oh... Así que los señores Villanueva son tus padres, ¿eh?
—Sí —respondió.
—Valeria, enséñale al joven... —hizo una pausa.
—Adrián —dijo la señora Villanueva al ver que Juliana esperaba a que dijeran el nombre de su hijo.
—Enséñale a Adrián el resto de la mansión —ordenó a su hija. Quería que los jóvenes se fueran para poder platicar a gusto con sus amigos.
—Sí, madre. Ven, Adrián, acompáñame.
—Claro.
Valeria le mostró la mansión y cuando caminaron por el pasillo, él se detuvo a contemplar el retrato de Bianca.
—¿Quién es ella? —Preguntó—. Es muy hermosa.
—Es la mamá de Vicente.
—Vicente es tu hermanastro, ¿cierto?
—Sí... Bueno, ven, te enseñaré el resto.
Después lo llevó al patio. El joven se acercó a la fuente y la admiró.
—¡Vaya, qué enorme y bonita está tu casa! ¡Incluso está más grande que la mía!
—Gracias —respondió un poco incómoda, imaginando que su madre le decía «todavía no es tuya, apresúrate».
Se sentaron en unas cómodas sillas que les llevó Carmela y comenzaron a platicar.
—Sabes —dijo Adrián de repente—, entre tus amigas tú eres la más simpática.
Valeria se extrañó al oír esas palabras y puso cara de desconcierto, siempre decían que la más simpática era Gisela, no ella.
—¿Por qué dices eso?
—Porque es verdad —sonrió—. Soy bueno para darme cuenta en ese tipo de situaciones. Por eso preferí platicar contigo el día en que nos encontramos.
—No es verdad —murmuró, bajando la cabeza.
—Sí lo es —sonrió y colocó una mano en su hombro.
Iba a seguir hablando pero un carraspeo llamó la atención de ambos. Los chicos voltearon con rapidez y advirtieron a Vicente, que se encontraba mirándolos con atención. Valeria en seguida apartó la mano de Adrián.
—Vicente, hola. Mira, te presento a un amigo, se llama Adrián.
—Mucho gusto —dijo sin dejar de mirarlos. En seguida le extendió su mano al chico, que no dudó ni un segundo en devolver el gesto.
—Mucho gusto —respondió el sonriente chico—. ¡Ay, me aprietas la mano!
—Disculpa. —Apartó su mano.
Si Adrián no hubiera sido tan parlanchín, de seguro se hubiera escuchado un silencio sepulcral e incómodo, pero él comenzó a hablar y hablar mientras Valeria y Vicente se veían con fijeza, ignorándolo por completo.
—Bueno —Vicente desvió la mirada de Valeria e interrumpió a Adrián—, si me disculpan, me retiro. Hasta luego, Adrián. Te veo después, Valeria.
—Sí, Vicente, te veo al rato.
—Hasta luego. —Adrián agitó su mano frenéticamente y su sonrisa, esa perfecta sonrisa merecedora de un espectacular enorme de pasta dental, nunca desapareció.
Sin decir más, Vicente se retiró y los dejó solos. Decidió ir a su habitación pero notó, con fastidio, que Juliana y sus amigos estaban en la sala de estar. No le quedó opción y tuvo que saludar a los Villanueva. Una vez que se encerró en su cuarto, sus pensamientos se enfocaron en Valeria y en aquel odioso niño bonito de cuerpo perfecto que estaba con ella. El joven era más que simpático y, a pesar de eso, no le cayó para nada bien. Comenzó a sentir una mezcla de rabia, tristeza y desesperación. Amaba a Valeria y se suponía que debía confiar en ella, pero el hecho de verla platicando tan a gusto con Adrián hizo que no pudiera evitar sentir celos. Respiró con profundidad para tranquilizarse y trató de enfocar su atención en otras cosas. «Tengo que calmarme» caviló, «soy un idiota, solamente estaban hablando, no significa nada malo... Agh, pero la forma en que la estaba tocando... ¡Ya! Después hablaré con ella» pensó con decisión.
***
Esa noche, Valeria entró a la habitación de Vicente sin siquiera tocar. Él se encontraba acostado, leyendo un libro. Despegó su vista del texto y la miró.
—Buenas noches —comenzó ella.
—Buenas noches.
—¿Qué lees? —Preguntó para iniciar una conversación.
Vicente se sentó y le mostró el libro.
—Un poco de historia del Virreinato.
— Ah, ya... —Tomó el libro entre sus manos y comenzó a hojearlo. En seguida se lo devolvió—. No bajaste a cenar —dijo mientras jugueteaba con los botones de su camisón.
—No tenía hambre.
Después se quedaron pensando en qué decir. Vicente quería sacarle el tema de Adrián pero no sabía cómo y Valeria también quería explicarle la situación pero hasta que él se atreviera a preguntar.
—Valeria —dijo finalmente—, ese chico Adrián, ¿qué es tuyo?
—Solo es un amigo —expresó con rapidez. En realidad lo consideraba un conocido pero no iba a ponerse a explicarle lo que significaba ese chico para ella—. Sus papás son amigos de mi mamá.
—Oh, ya... Parece que es muy buen amigo, ¿no? Muy cercano, digo, inclusive hay confianza para que te toque.
—Vicente, solo puso su mano en mi hombro —dijo con tono seco—. No significa nada.
—No —murmuró, molesto—. De seguro tu madre piensa que haces bonita pareja con él.
Valeria se tensó por unos segundos. Después de que los Villanueva se fueron, Juliana le mencionó que se apurara con su misión porque así podría salir con Adrián sin que hubiera ningún inconveniente.
—Oye, yo soy la que decido con quién hago bonita pareja.
—¿Por qué te tensaste? ¿Te gusta ese chico? Porque déjame decirte que sí hacen bonita pareja.
—Vicente, ¿por qué me dices todo esto? —Preguntó con angustia y tristeza. Volteó hacia otro lado esperando oír una contestación.
—Valeria... —Se levantó de la cama y se acercó a ella—. Perdóname, no era mi intención hacerte sentir mal.
—¿Ah, no? —Se hizo para atrás—. ¿Entonces cuál era? ¿Que me sintiera deseada y alegre de tus estúpidos celos irracionales?
Él no supo qué contestarle en ese momento, tenía razón, estaba siendo estúpido e irracional.
—Mira, Vicente —continuó Valeria—, no debes ponerte celoso de Adrián ni de ningún otro. Él es un chico alegre y amable, se porta así porque es su forma de ser, no porque yo le guste. Además yo solo tengo ojos para ti, corazón, así que no tienes por qué dudar de mis sentimientos.
—Lo siento, mi vida, no volverá a pasar.
—Además tú sigues hablando con la señorita perfecta Abigail, ¿cierto?
—Sí —murmuró.
—Y es tu mejor amiga, ¿no?
—Sí.
—Pero no significa nada más, ¿verdad?
—No.
—¿Ves? —Negó con la cabeza—. Imagina que mi relación con Adrián es como la que tienes con Abigail, no hay porqué sentir celos, ¿o sí?
—No, para nada.
Valeria sonrió.
—Está bien... Es tarde. —Cambió el tema—. Hay que dormir.
—Exacto. Buenas noches. —Le dio un beso.
Después de que se separaron, Valeria se acostó en la cama.
—Esta noche dormiré contigo. No molestaré, tú puedes terminar de leer.
—No eres una molestia —dijo, apagando la luz y acostándose a su lado.
La chica sonrió ampliamente.
—¿No vas a terminar de leer?
—No, así estoy bien, ya estoy cansado. —La atrajo más hacia él—. Sueña bonito, Valeria.
—Igualmente, Vicente.
Levanten la mano los que somos chismosos con nuestros amigos, así tipo Abigail y queremos saber acerca de su vida amorosa 🙋♀️🙋♀️
Iba a actualizar ayer pero el bug me borró la historia junto con Bienvenidos a Villaoscura. ¡Qué bueno que ya regresaron!
Si les gustó la historia ya saben, denle su voto y recomiéndenla a sus amigos, papás, hermanos... Ok, no xD
Nos vemos pronto.
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