24. Un encuentro

Ambos salieron del condominio del duque, y se encaminaron hacia un posible lugar, donde pudiera estar Damián.

-Caminas muy lento, ¿es que nunca puedes hacer algo bien, humano?

-Y tú caminas muy rápido. -le respondió Louis enojado. -Se te olvida que no tenemos la misma condición. Además, no parece que estés caminando, estás literalmente corriendo. ¿Cómo podría igualar eso yo, si en su lugar voy caminando?

-Si que eres una molestia -contestó ella de vuelta-. Más te vale procurar no estorbarme. ¿Entendiste mocoso?

Louis la miró mal.

-¿Y tú qué? ¿Acaso piensas que no eres una molestia también? Tú también, llegas a desesperar.

La condesa miró fulminante al chiquillo, por sus comentarios. Pero no le hizo nada, a pesar de todo.

-Más  te vale que midas bien tus palabras, maldito mocoso. Ahora sigamos.

-¡Tú no me das órdenes!

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.

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Finalmente llegaron a la base de Blasking, pero sorprendentemente no había nadie.

-¿Qué pasó aquí? -pregunto Louis desconcertado.

-¿No es obvio? -dijo la condesa-. Todos los vampiros de esta zona, se fueron.

-¿A con... El señor...?

-Vaya, veo que si puedes usar tu cerebro después de todo -respondió ella, con burla y sarcasmo.

-Ya dejame en paz -repuso Louis. -No porque sea humano, significa que deba aguantar todos tus malditos comentarios opresivos.

-Los humanos son nuestros esclavos, por si no lo sabías, mocoso insolente.

-Claro que no -dijo el chiquillo armandose de valor-. ¿Es que no te das cuenta que el mundo está jodido por pensamientos así? Tanto humanos, como vampiros, quieren gobernar. Y mientras eso siga así, nunca podremos vivir en paz.

La condesa Amelie lo miró en silencio durante unos instantes. Como si meditara y analizará, sus palabras.

-Pero eso no quita que los humanos son nuestros esclavos. Para eso existen.

-¿De qué rayos hablas? ¿Aún vives en la prehistoria? -cuestiono Louis-. ¿Es que te quedaste estancada en el virreinato? ¿O qué diablos? Date cuenta, que si los humanos y vampiros nos unimos, seremos aún más fuertes.

Louis creyó que podría llegar a hacerle entender a la condesa, su idea de armonía y paz, si hablaba bien con ella, pero... La condesa Amelie de Clair'mont, no iba a ceder.

-Eso es imposible niñato. Los humanos débiles, jamás pertenecerán a nuestro estatus y mundo.

Louis suspiro y dijo, al ver que ella, tenía un pensamiento cerrado: -Igual, no me importa lo que pienses. Pero procura no arruinar la vida de los demás, tanto de humanos como de vampiros, por tu mente cerrada.

Y dicho eso, Louis siguió caminando sin esperar a la condesa.

***

Una hora después, de tanto caminar, ya había pasado factura para Louis, pues él ya se había cansado de caminar. Pero no se iba a dar el lujo de detenerse en estos momentos.

-Te volviste más lento -le dijo la condesa-. Ahg, odio decirlo, pero... Quizás debas descansar.

-No puedo. -repuso Louis. -Necesitamos encontrar al duque...

-Pero en tu estado, si lo encontramos, lejos de ayudarlo, solo haremos que nos maten a los tres -refuto ella, y por mucho que Louis quisiera negarlo, tenía razón.

-No importa -dijo entonces Louis. -Si nos detenemos ahora, puede que después sea muy tarde...

La condesa suspiró frustrada y no les quedó más remedio, que seguir caminando.

DAMIÁN

-Qué patético te ves -me dijo Victor. A lo cual, yo me reí estruendosamente.

-¿Y si yo me veo patético tú cómo te ves?

La risa se le borró del rostro al jodido de Blasking.

-Maldito imbécil -me insulto para después golpearme.

-¿Eso es todo lo que tienes? -me burle.

-Veo que te gusta que te golpeen -me dijo sínico. -Y yo hare realidad tus deseos.

-No creas que estoy en las últimas por esto -no cedi. -¿Entendiste bastardo?

-Hasta dónde veo... estás acabado Blackthorne.

Me dió un golpe en el abdomen, y yo lo miré con odio, mientras le escupía.

-Maldito puton -me insulto-. No has negado lo otro...

-Cree lo que quieras creer estúpido incompetente -le dije sin rendirme. -Lo que creas de mi, me importa un carajo. ¿Me oíste?

-Como lo sospechaba -dijo-. Eres un maldito amante del dolor.

-Me importa una mierda lo que pienses.

Y entonces volvió a golpearme con más fuerza.

-¡Matalo ya! -gritaron unos vampiros.

-¡Si, haz justicia!

Parece que hasta aquí llegué... Y aunque, hay mucho que debo decir, no huire.

Esta es mi redención.

-¡Damián, no mueras! -y entonces escuche la voz de aquel muchacho, que me cambio la vida. Que me hizo mejorar y una mejor persona. Aquel, con el cual ví el cielo en su mirada.

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