Capítulo 1
— Deberá aprenderse el lenguaje de Eris pronto, si desea unir alianzas casándose con la princesa de ese reino. — Expresó entregándole una esfera de luz en la que se encontraban toda las lecciones y los conocimientos que debía adquirir sobre Eris.
— Debí haber escogido a alguien de un planeta más cercano aunque ninguno tiene la fortaleza y tecnología de ellos.— Rezongó en voz baja. — Trataré de aprenderlo en este mes, ayo Ceres.
— Príncipe usted sabe que tiene obligaciones que cumplir, es el heredero de este reino, quien algún día gobernará.
— Por favor, ayo, no comience con eso. Dejemos las lecciones hasta aquí y ya me examinará el próximo mes.
— En quince días su alteza, usted debe aprenderse esto más rápido que cualquier persona, debe dar siempre el ejemplo.
— De acuerdo, de acuerdo, ahora iré a ver a mi padre. Le agradezco la enseñanza de hoy. Nos veremos dentro de una semana cuando me vuelvan a tocar las clases de lenguas e historias universales.
Guardó su esfera en su pequeña caja de lecciones de esa semana, se despidió cordialmente con un saludo que fue correspondido con una reverencia y abandonó el lugar para dirigirse al palacio central.
Bajo las barreras de protección que no le permitían a los intrusos divisar lo que allí se encontraba, estaba el blanco e inmenso palacio de la familia real que podía ser divisado desde cualquier lugar dentro de Luna Dorada. No era el único palacio, ni eran los únicos de la realeza pero sí la familia regente y los únicos que gobernaban.
Las puertas se abrieron cuando reconocieron la presencia del príncipe, dejándolo entrar con una sonrisa y su cabello suelto. No era común ver su sonrisa pero quienes lo conocían realmente, principalmente su padre, siempre eran iluminados con ella. Sus pasos eran firmes atravesando el amplio pasillo en el que los guardias del palacio se inclinaban a medida que él se iba acercando a sus posiciones.
Frente a ellos su rostro siempre permanecía neutro, casi estoico, no miraba hacia otro lugar que no fuera hacia adelante y jamás se inclinaba ante nadie que no fuera de la realeza. Esto era las costumbres típicas del lugar aunque él en ocaciones rompía la regla con sus ayos o su nana quien también era su cocinera personal, la figura materna más cercana que tuvo en toda su vida.
Caminó hasta el final del pasillo del ala izquierda del palacio donde se encontraba la recámara y oficina de su padre, el rey del reino de Luna Dorada. Se detuvo frente a la inmensurable puerta de cristal a la espera de que se le permitiera la entrada durante algunos segundos antes de que esta se desvaneciera permitiéndole el paso para aparecer nuevamente tras su ingreso.
— ¿A qué debo el gran honor de contar con la presencia de mi adorado hijo? — Exclamó desde su lecho.
— Padre, usted debe saber que su hijo no puede estar mucho tiempo sin su presencia. Es lo único que he tenido en toda mi vida, lo amo con locura y nada podrá cambiar jamás eso. ¿Cómo se siente? Me duele verlo en este estado y saber que no hay nada que pueda hacer para ayudarlo, me hace casi enloquecer. Sin tan solo mi padre no hubiera muerto usted ahora gozaría de plena salud.
Su voz sonaba quebrada, ese era un tema que casi nunca tocaban pero del que siempre sintió curiosidad, no había ninguna información de quién había sido su otro padre, solamente sabía que era producto de la unión de dos hombres que claramente se habían amado con locura y, al ser su padre también alguien de la familia real, producto al igual que él de la unión de dos hombres, él era altamente respetado por todos, algo que muy rara vez ocurría aunque en su familia pareciera ser tradición.
Durante toda su infancia preguntó incansablemente por su otro progenitor pero no obtuvo respuestas, todos permanecieron herméticos, sin darle la menor pista de lo que había ocurrido. Cómo era que su padre había muerto si las únicas causas de muerte que ellos tenían era el mal de amor y este era amado por su padre, el envejecimiento natural, lo cual no ocurrió porque murió joven o ser víctima de un asesinato. Todas sus enfermedades tenían cura por lo que, por mucho que quería entender no podía. En su mente estaba claro que tuvo que haber sido una muerte horrible para que no le quisieran hablar de ello pero no tenía ninguna idea de cómo había ocurrido.
— Me encuentro igual que ayer, Eidon, no ha cambiado nada. — Acarició su mano. — Estoy feliz de haber durado para ver en el hombre que te has convertido, estoy orgulloso de ti aunque no te lo diga seguido y también te amo infinitamente. No debes preocuparte por tu padre, yo ya estoy viejo.
Mismo si sus cuerpos dejaban de envejecer en el exterior cuando alcanzaban la mayoría de edad y tenían relaciones sexuales por primera vez, sus órganos sí se iban deteriorando y envejeciendo. Su salud iba empeorando poco a poco con la enfermedad más peligrosa para la que no tenían cura. "El mal de amor"
A pesar de sus increíbles avances, conocimientos y tecnología eso era algo con lo que nadie podía luchar y la única forma de curarlo era estando al lado de la persona que amabas cosa que lamentablemente el rey no podía hacer pues, quien fue su esposo ya estaba muerto.
En Luna Dorada pocas personas se enamoraban ya que sus relaciones se trataba solamente de mantener la población, para procrear, uniones por conveniencias o simplemente porque sí, para hacer una familia aunque en esta no existiera el amor.
Sin embargo aquellos que lo hacían, aquellos que lograban encontrar a la persona que despertara sus sentimientos, entregaban sus corazones y cuando esto sucedía era para toda la vida aunque ellos no lo quisieran, eso era algo contra lo que no podían luchar.
Una vez que esto ocurría, no conseguían vivir sin esa persona pues creaban un vínculo único e irrompible. Un vínculo tan fuerte en el que si su enamorado no les correspondía o los perdían su envejecimiento se agilizaba, dependiendo del motivo de la separación morían rápida o lentamente todo se entrelazaba con el sufrimiento que sentían.
En cambio si se amaban mutuamente y se mantenían juntos podían vivir incontables años, no eran inmortales pero su velocidad a la hora de envejecer disminuía comparada con la humana en un noventa y ocho por ciento.
Podían estar indefinidamente sin sexo hasta que llegara su momento de procrear, al no ser que estuvieran frente a la persona que amaban, en ese caso sus más íntimos deseos despertaban en ellos sin aviso, tomando a muchos desprevenidos sin siquiera saber qué hacer para calmarse en muchas ocasiones.
Tanto hombres como mujeres tenían la capacidad de concebir pero las uniones entre el sexo masculino eran las más raras, también las más bendecidas y aceptadas puesto que sus hijos eran los más fuertes, saludables, dignos por excelencia y hechos para la realeza. Además de que solamente se podía llevar a cabo cuando había amor verdadero de por medio, cosa que era muy extraño en ese sitio. Aquellos que lograban encontrar el amor entre hombres y concebían, recibían un título que les permitía formar parte de la nobleza, asegurando de por vida la buena posición de ese niño.
Padre e hijo estaban sentados conversando tranquilamente cuando una alarma comenzó a sonar tomándolos por sorpresa. El rey rápidamente activó su pantalla personal a la que solamente él tenía acceso, para poder percatarse de lo que estaba ocurriendo.
— Príncipe Eidon Jeon Jungkook, Caballero Dorado y heredero al trono del Reino de Luna Dorada... — El Rey nunca llamaba a su hijo utilizando todos los honoríficos al no ser que se tratara de un asunto oficial por lo que le tomó por sorpresa. — Me temo que estamos siendo atacados, quieren derrocarnos del trono y será tu deber defender a tu reino y a mí, mientras exista un heredero real tenemos esperanza. Todos están consciente de mi estado por lo que era extraño que nadie hubiera intentado nada en nuestra contra en los últimos tiempos. Debes marcharte en estos momentos.
— ¿De qué está hablando padre? ¿Marcharme a dónde?
— Escúchame atentamente porque en estos momentos no tenemos mucho tiempo antes de que lleguen aquí. Si permaneces en el reino tarde o temprano serás encontrado por lo que, tendrás que marcharte a otro planeta. — Tocando algo en su pantalla una fuerte luz violeta apareció frente a su hijo. — Marcharás a Tellus, ya conoces todo acerca del mismo puesto que lo has estudiado, deberás permanecer ahí hasta que se te de la señal de que debes regresar. Hasta que eso ocurra bajo ningún concepto podrás poner un pie en la Luna Dorada. Por ahora esa será tu mejor forma de protegernos a todos. Toma... Deberás abrirlo una vez que estés en ese lugar, cuando no estés rodeados por terrícolas y así podrás entender todo.
Le entregó una esfera de color violeta, así como el portal, misma que contenía todo lo que necesitaba saber y tener para comenzar una vida en ese mundo.
— Padre espere, no estoy entendiendo nada. Si la Luna Dorada está en guerra yo soy el más capacitado para luchar, para defenderlo, no puedo dejarlo solo con todo esto. Como su hijo y príncipe de la nación yo voy a...
Todo a su alrededor desapareció en un instante mientras él gritaba para que su padre lo escuchara, sin embargo al sentirse abducido por un túnel de color morado que casi lo hizo vomitar por la rapidez en la que lo transportó se pudo percatar de que todos sus intentos serían en vano. Intentó salir de allí pero no tuvo éxito y simplemente se dejó llevar hasta que todo dejó de dar vueltas a su alrededor y se sintió tocando un piso firme.
Lo siguiente que vio delante de él al abrir sus ojos fue una inmensa estatua de bronce serena y dignificada. Su mano derecha estaba elevada mientras que la izquierda descansaba en su falda. Era bastante grande según sus rápidos cálculos debía de pesar entre 250 y 280 toneladas y medir aproximadamente treinta y cuatro metros de alto. La estatua estaba ubicada en un trono como el que solían tener en casa para eventos especiales, rodeada por otras seis pequeñas estatuas y varias personas que no notaron su repentina aparición debido a que se encontraba inmersas en su observación.
Por un momento no pudo respirar, cayendo casi al suelo cuando se acordó que la composición atmosférica de Tellus era diferente a Lunae. Con urgencia tuvo que activar un pequeño dispositivo que se encontraba en el interior de su nariz y que lo iba a ayudar temporalmente a adaptarse a se lugar, hasta que dejara de necesitarlo y pudiera respirar por cuenta propia.
La luz no era artificial y sus ojos también comenzaron a sufrir brevemente antes de adaptarse al entorno.
Se puso de pie y miró a su alrededor aún desconcertado, inclusive tenía deseos de llorar pero no podía hacerlo, tenía una misión que cumplir por su padre y toda la nación.
Estaba rodeado de árboles, parado en el medio de la nada en un círculo de piedra y con cientos de escalones por los que tenía que descender, aturdido y sin saber qué hacer en esos momentos, aún estaba procesando el hecho de que ya no estuviera en su mundo.
Los minutos pasaba y él se encontraba en el mismo sitio con una vestimenta que se había transformado en su traslado sin darse cuenta, viendo a la nada, obligando a su cerebro a adaptarse con urgencia.
Recordando a cada escalón, cada detalle de su vida, pensando en qué se avecinaba en su vida ahora que estaba en un mundo del cual solamente conocía lo básico teóricamente bajó los 240 escalones hasta llegar a donde la mayoría de las personas se encontraban tomando fotos, conversando, riendo y conversando entre ellos.
Buscó durando un rato un lugar donde no hubieran personas para poder abrir el holograma que su padre le dio, momentos antes de ser llevado a ese lugar del cual si pudiera saldría corriendo pero, definitivamente esa no fue una tarea para nada fácil había un terrícola en cada lugar al que iba por lo que no tuvo más remedio que adentrarse al bosque sin ser visto.
Se situó debajo de un árbol tras observarlo durante un rato de cerca, le resultaba mucho más interesante en la realidad que cuando estudiaba sobre ellos, su planeta no tenía árboles, solamente plantas artificiales que se criaban en invernaderos de alta tecnología que utilizaban para crear otros alimentos derivados de las mismas. Sacó su esfera una vez que se sentó en la hierba y abrió con precaución el holograma en el que su padre le hablaba con una gran sonrisa característica de él.
"Príncipe Eidon Jeon Jungkook, Caballero Dorado y heredero al trono del Reino de La Luna Dorada... Hijo mío, si estás viendo esto es porque ha ocurrido algo que nos ha obligado a separarnos y en estos momentos te encuentras en Tellus, el lugar más seguro en el que podrás estar hasta que se te indique volver, ya sea con todo solucionado o para que luches por el lugar que te corresponde.
Te preguntarás por qué sabía que esto ocurriría y es que un rey siempre tiene que estar preparado para que alguien quiera usurpar u ocupar su lugar sin importar en el mundo en el cual se encuentre por lo que, he estado tomando precauciones todos estos años para cuidarte, eres todo lo que tengo o al menos lo único que me queda realmente mío y con esto te deberé confesar algunas cosas a su tiempo.
Escogí ese mundo no solamente por su seguridad, sino también porque en él se encuentra alguien que en su momento estoy seguro conocerás y podrás entender el por qué de su importancia cuando entre a tu vida, sin embargo, decirte quién es exactamente ahora pondría en riesgo tu misión allí por lo que se omitirá.
No tenemos la precisión para enviarte a un lugar en específico aunque intentamos acercarnos lo más que podamos a nuestro destino, no obstante deberás llegar a él por tu cuenta. Aquí te dejaré este pedazo de plástico a lo que allá le llaman tarjeta, la cual podrás usar para todo lo que necesites hacer en ese lugar. Utilizarás solamente dos de tus nombres Jeon Jungkook por los cuales serás identificado y con los que deberás vivir sin revelar jamás tu identidad real.
Deberás dirigirte a un sitio llamado Corea del Sur y allí encontrar la ciudad de Seul, una vez que estés allí una persona de mi entera confianza se acercará a ti y te guiará en tu nueva vida, la sabrás reconocer por su olor y una marca real en su cuello además, te llamara por tu nombre completo y se aparecerá pocos minutos después que te encuentres en Seul, dentro de su radar para transportarse.
A partir de este momento dejarás de ser un lunasio y comenzarás a ser un terrícola más. Aprende todo lo que puedas y prepárate siempre para tu misión, sin olvidar de donde provienes. Confío en que nos volveremos a ver con vida. Te amará por toda la vida, tu padre, el rey de la Luna Dorada. Estoy orgulloso de ti."
Había visto todo el holograma pero no tenía nada aclarado, por el contrario, estaba aún ,más confundido, con muchas otras preguntas en su mente pero confiaría en los designios de su padre, era un hombre sabio y debería de saber lo que estaba haciendo, había una razón detrás de cada acción suya y de eso estaba seguro.
Salió de aquel bosque caminando, debía salir de ese lugar y dirigirse a esa ciudad llamada Seul pero ni siquiera sabía donde se encontraba, su mapa de la galaxia parecía no querer funcionar y estaba totalmente perdido.
Miró a su alrededor una vez que se encontró nuevamente rodeado de personas, buscando hacia quién dirigirse para preguntar pero la verdad era que no quería acercarse a nadie. Con su vista estudió a cada persona que tenía frente a él hasta que divisó a un chico solitario con un teléfono en la mano. Caminó directamente hacia él con paso firme y su cabello ondulando en el aire.
— Disculpe usted... ¿Me podría decir dónde me encuentro y cómo llego a Seul?
El chico se volteó para mirarlo extrañado, observando aquel extraño de larga cabellera negra y ropa anticuada delante de él, provocándole una mueca. No entendía que alguien estuviera en la estatua del Buda Gigante sin saber que estaba ahí pero su rostro le decía que realmente no sabía en dónde estaba, parecía alguien que había perdido su memoria o papeles.
– ¿Fue asaltado? ¿Ha perdido sus documentos? Si es así debería mejor pedirle asistencia a la policía.
– ¿Qué? No. – ¿Por qué le respondía otra cosa y no lo que él le había preguntado? – Solamente necesito saber en qué lugar me encuentro y como llego a Seul desde aquí.
— Está en el Buda Tian Tan, en la Isla Lantau en Hong Kong. Se encuentra demasiado lejos de su destino por lo que no podrá llegar tomando un taxi. — Jungkook lo miró algo perturbado sin entender muy bien lo que le quería decir y este se percató. — Ya veo que no me entendió muy bien acompáñeme.
Viendo como el sujeto se alejaba de él Jungkook permaneció parado en el mismo lugar, no quería arriesgarse a caer en una trampa. ¿Qué tal si esa persona era alguien de su mundo?
— No tengo mucho tiempo para perder así que si desea llegar a su destino le sugiero que se apresure y me siga de lo contrario lo dejaré ahí. — Se volteó a decirle perdiendo un poco la paciencia.
Dudó durante algunos segundos pero finalmente lo siguió hasta un vehículo demasiado antiguo para él y se quedó callado detrás del sujeto que hablaba con el conductor.
— ¿Tienes dinero? — Preguntó el extraño. — Solamente puedo ayudarle a pagar el taxi hasta el aeropuerto, una vez que llegue ahí deberá preguntar o dirigirse a información para adquirir un pasaje en dirección Seul, no se preocupe que salen varios vuelos diarios.
— ¿Dinero? — Intentó recordar el significado de esa palabra pero en ese momento estaba en blanco.
— Sí. ¿No tiene dinero o alguna tarjeta? ¿Entonces como piensa llegar a su destino? — Lo miró como si fuera un bicho raro.
Tarjeta, eso era lo que había salido del holograma junto a su identificación en ese planeta, la sacó de su bolsillo y la mostró con algo de dudas. Aquel samaritano que lo estaba ayudando sonrió con alivio.
— Sí, esa tarjeta, si tienes suficiente dinero allí adentro podrás comprar tu pasaje a Seul, yo pagaré tu tarifa del taxi, tardarás quince minutos en llegar al aeropuerto. — Sonrió abriéndole la puerta, viendo como este ingresaba en el vehículo algo extrañado pero con aire de grandeza, era una mezcla rara que lo hizo sonreír. — Le deseo buen viaje señor.
— Muchas gracias por la ayuda.
Ambos se quedaron observándose a medida que el taxi se alejaba hasta que se perdieron de vista, esa era sin duda una de las experiencias más raras e incómodas que habían presenciado aunque claro, menos alarmante que viajar entre un mundo y otro sin previo aviso.
Ahora sí estaba totalmente seguro, oficialmente estaba en Tellus.
Ayo: Profesor, maestro.
Tellus: Tierra en latín (era una diosa que personificaba la Tierra en la mitología romana)
Este será mi segundo Fic pero la primera vez que incluiré ficción y fantasía en mis escritos por lo que ansío saber que les parecerá la historia. Espero que les guste 💋
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