LA VERDAD REVELADA (I)
— Ayuda... Ayúdenme... — llamaba Fengjiu con sus últimas fuerzas; pero nadie acudió. Sus ojos iban cerrándose poco a poco mientras la visión se le nublaba. En su mente la imagen de Dong Hua lo invadió todo. Deseó haberlo escuchado y no ser tan arrebatada... no haber huido. ¿Cómo pudo dudar del amor de él? ¡Que tonta! — Al final de todo... creo que no he madurado... — susurró. — Perdóname...querido Dijun... — y la oscuridad lo invadió todo.
***
Dijun sintió un fuerte dolor en el corazón. Era como si mil agujas lo hubieran atravesado. Fue tan grande e insoportable que perdió el aliento y, mientras se apretaba el pecho, no pudo evitar escupir una considerable cantidad de sangre.
Aquello no era producto de algún ataque de Mo Yuan. Tampoco se debía a algún problema con su cultivo de vida... ¿Entonces que era?
El dolor regresó con mayor intensidad obligándolo a deshacer la barrera y a descender hasta el suelo. Mo Yuan lo observó con atención, incapaz de decidir si acercarse a ayudarlo o atisbarle el golpe de gracia. Dijun cayó de rodillas apenas llegar al piso. Sus labios estaban rojos y húmedos de sangre.
— ¡Su señoría! — exclamó Si Ming mientras se acercaba. — ¿Qué le pasa? ¡Su señoría! — pero Dong Hua no podía hablar. Una tos seca y repetida le impedía articular palabra.
— Su alma... esta muriendo. — Las palabras de Zi Lan sonaron lúgubres. Como venidas de otro mundo.
— ¡¿Cómo que muriendo?! ¡Y todavía no nos explicas eso de que enviaste a Zhe Yan al mundo real! Tienes mucho que decirnos, jovencito. — dijó Lian Song.
— Increíble que quien gobernara los nueve reinos, ahora no pueda mantener siquiera un encuentro amistoso con un viejo camarada. — se burló Mo Yuan. Había descendido y se encontraba a cierta distancia del grupo de inmortales.
— Señor Mo Yuan, por favor, le suplico bondad en estos momentos... su señoría parece estar muy grave. — Imploró Si Ming mientras intentaba incorporar a Dong Hua. Este último parecía estar a punto de desmayarse. Su rostro estaba pálido y le costaba ponerse en pie.
Mo Yuan analizó la escena. Sintió autentica preocupación. Apretó fuertemente la empuñadura de su espada y decidió desaparecerla. Grave error.
— ¡No! — se escuchó unísonamente.
La espada de Ye Hua lo atravesó cerca del pecho.
Mo Yuan miró la punta del arma que salía de su cuerpo y la toco con una de sus manos. Inmediatamente sus dedos se cubrieron de sangre.
— ¡Ye Hua! — gritó Lian Song con severidad. El joven retiró con brusquedad su espada, empujando hacia delante y con coraje, el cuerpo de su hermano — Pero ¡¿qué has hecho?!
Mo Yuan cayó de bruces al suelo. Con dificultad se giró para que su rostro mirará al cielo, pero lo que vio, fue el rostro desencajado de Ye Hua. Como si hubiera despertado de alguna clase de trance, el joven señor celestial dejó caer con horror la espada. La mirada atónita de todos los presentas estaban en él.
— ¡Maldición! — gritó Zi Lan corriendo junto a su maestro. Su cabeza estaba hecha un caos. Debía terminar con aquello lo más pronto posible, pero sin la ayuda de los poderes de Dong Hua, Ye Hua y Mo Yuan, no podría. — ¡Rápido, si se muere nos quedaremos aquí para siempre!
— ¿Qué rayos está pasando? ¡Habla de una vez antes que pase algo más! — exigió Si Ming.
— Primero salvemos a estos dos. La explicación viene después...
***
Zhe Yan abrió los ojos lentamente. La luz del día lo hirió, obligándolo a parpadear repetidas veces hasta acostumbrarse. Un dolor de cabeza parecido al de una resaca lo hizo fruncir el ceño.
— ¿Qué rayos...? — dijo. Pero sus palabras se cortaron ante el asombro de lo que sus ojos estaban presenciando. Se puso en pie rápidamente. A su alrededor estaban los cuerpos de Ye Hua, Bai Qian, Ah Li, Si Ming, Dong Hua, Feng Jiu, Lian Song, Mo Yuan, Yan Zhi y el resto de los invitados a la ceremonia de coronación de esta última. — ¡Lian Song! ¡Ah Li! — los llamó, pero no reaccionaron. — ¡Dong Hua!... ¡Dong Hua!... — tampoco tuvo respuesta. — ¡Bai Qian! ¡Ye Hua! ¡Reaccionen! —Todos se encontraban sumidos en un profundo sueño.
Las bailarinas yacían en medio de la terraza una sobre de otras. Los guardias algunos estaban sentados en el suelo con las armas caídas y otros boca abajo en los rincones. Todos simplemente se habían dormido a mitad del festejo. Zhe Yan se examinó, ¿Cómo es que él había despertado? Cerró los ojos para intentar recordar, pero no pudo. Entonces, optó por ejecutar el seguimiento de almas en si mismo. ¿En donde había estado su alma mientras estuvo dormido?...
***
— ¡Maldición! — gritó Mengxiang en cuanto regresó a su guarida. Se sostenía fuertemente el brazo derecho, intentando parar el sangrado que emanaba de la profunda herida. — ¡Desgraciada! ¡Ojalá Jiheng arda en el infierno! — y buscó presurosa entre sus pociones alguna que le sirviera.
También se maldijo a sí misma. Nunca pensó que Jiheng sería capaz de traicionarla. Tenía la seguridad que su deseo por Dong Hua era tan grande, que nada la movería de su objetivo. Pero se equivocó. Al final, Jiheng no solo previno a Fengjiu, sino que había sido ella quien la lastimó severamente en su brazo con su espada demoniaca.
Mientras se atendía, miró las aguas cristalinas del pozo desde el cual monitoreaba todo. El terror la invadió cuando observó a Zi Lan intentando salvar la vida de Mo Yuan. A su lado, el pequeño Ah Li dormía plácidamente. Su plan se estaba yendo por la borda y debía actuar rápido antes de que fuera demasiado tarde.
Con su dedo índice removió las aguas del pozo y buscó en cada rincón a Zhe Yan. Pero él ya no estaba en sus dominios.
***
Sintió que el aire le faltaba. Una gruesa gota de sudor se escurrió por su frente. Lo sabía todo.
Zhe Yan finalmente era consciente de lo que estaba pasando. No había tiempo que perder, así que inmediatamente desapareció en una nube de humor.
***
— No te duermas Dong Hua... — ordenó Lian Song — intenta mantener los ojos abiertos — Dong Hua asintió. Soportar el dolor le estaba costando demasiado trabajo, pero tenía el presentimiento de que, si cerraba los ojos, ya nunca los abriría.
— Es grave. — dijo Zi Lan mientras pasaba sus manos por encima de la herida de Mo Yuan, liberando parte de su cultivo para intentar sanarlo. — Esto reduce el tiempo que tenemos para actuar.
— ¡Basta! — gritó Lian Song desde el otro lado de la habitación, donde intentaba calmar el llanto y nerviosismo de Ye Hua — te la has pasado diciendo cosas sin sentido, pero aún no nos explicas que rayos ocurre. Así que comienza a cantar como un pájaro. Te escuchamos. — Ante las palabras tan enérgicas, el joven no tuvo defensa. Además, él tenia razón, no podía seguir aplazando el decirles la verdad.
— Está bien, pensaba decírselos cuando estuviéramos cerca de la guarida de Mengxiang, pero dadas las circunstancias...
No hubo tiempo de que agregara más palabras. Una fuerte explosión hizo estallar la puerta principal del palacio. La figura de Mengxiang apareció; en sus manos, ardían llamas de fuego azul que parecían incrementarse con el rechinar furioso de sus dientes.
— Zi Lan... ¡maldita rata! — gritó mientras lanzaba una de esas llamas. El joven conjuró un escudo que no solo lo protegió a él, si no al resto.
— Bien, supongo que el plan se ha modificado un poco... — dijo con una sonrisa de lado.
— ¡No vivirás para hacerlo! — gritó ella con mucha más furia.
— Señores... ella es Mengxiang — habló sin quitarle la mirada de encima a la recién llegada — Un demonio onírico.
***
Un año antes.
Zi Lan lanzó por los aires a los sujetos. Con pocos movimientos había logrado desarmarlos y dejarlos muy heridos. Eran inmortales de bajo nivel, así que él se encontraba muy por encima. Ganarles era juego de niños.
— ¡Ahora largo de aquí! — les dijo. Los sujetos lo miraron con rencor, pero no opusieron más resistencia, así que desaparecieron en nubes de humo. Zi Lan suspiro satisfecho por su buen desempeño. Su cultivo se había recuperado en aquel tiempo y estaba igual que antes. Miró a la mujer que yacía en el suelo y se acercó a ayudarle.
— Muchas gracias. No sé como podría pagar tu bondad. — mencionó afligida. Su voz era dulce; con una tonalidad melosa que parecía acariciarte hasta las entrañas. Sus ojos, fijos en el rostro de él, parecían idolatrarlo como un Dios. El joven sintió que el mundo desaparecía a su alrededor.
— No es nada. — logró responder al fin — Me gusta ayudar en lo que se pueda.
— De verdad, te agradezco. No sé que hubiese pasado si esos sujetos se apoderaban del templo. — Zi Lan miró la estructura edificada en medio del bosque. A su alrededor, arbustos con flores hermosas y aromáticas brindaban calidez a la estancia. — Por favor, pasa. Al menos permíteme darte una taza de té. — y sin darle tiempo, lo tomó del brazo y lo condujo al interior. El joven se sentía fascinado. El salón principal tenía una decoración exquisita. Sedas blancas y rojas colgaban del techo como cortinajes y se ondeaban con el viento que entraba por las ventanas. El aroma a incienso y el fuego de las velas transmitían paz.
— Es muy bonito por aquí — dijo para romper el hielo.
— Bueno... intento hacer lo mejor que puedo — respondió la mujer con nostalgia — aunque si tuviera mis poderes podría hacer mucho más.
— ¿Tus poderes? — y recibió la taza de té que se le ofreció.
— Si. Lamentablemente mis poderes fueron sellados. He podido subsistir gracias a lo poco que logré conservar. Pero... como pudiste darte cuenta, ni siquiera son suficientes para desempeñar bien mi papel como protectora de este templo. — un par de lagrimas se escurrieron de sus mejillas. — Hace tiempo unos bandidos quisieron apoderarse de este lugar. Yo lo defendí con mis fuerzas, pero... lamentablemente uno de ellos logró capturar parte de mi alma. Desde entonces y debido a que parte de mi está sellada, no puedo desarrollar mis poderes completamente. Es una desgracia...
Tras aquel relato, Zi Lan no dudo en ofrecerse a ayudarla. Siguió las instrucciones de esa mujer al pie de la letra y fue así como, tras ofrecer gotas de su sangre, logró liberar la parte sellada de Mengxiang del pozo de agua en el que estaba. Luego de eso se volvieron casi inseparables. Ella se presentaba ante él como si fuese su protectora o el genio de una lampara. Comenzó a concederle pequeños deseos, hasta qué, llegó el mas grande de todos: Volver a ver a Yan Zhi.
***
— Así que lo descubriste. — El aliento de Mengxiang le acarició las mejillas. Estaban a centímetros uno del otro, forcejeando por lograr que sus espadas lograrán lastimar al oponente.
— Gracias a Yan Zhi. Ella jamás confió en ti.
— Esa estúpida. Así que no bebió la copa completa de vino. Con razón aún preservaba destellos de su voluntad. — y generando una bola de energía en una de sus manos, intentó impactarla contra él.
— Eso parece. — respondió esquivando el ataque y alejándose de ella.
— Fui descuidada — reconoció — no imaginé que podrías despertar tu conciencia siendo solo una sombra alter ego.
— Tampoco puedes matarme... aunque quisieras... eso también lo sé. — y ambos fueron al encuentro del otro con sus espadas a la defensiva.
***
Zhe Yan respiraba agitado, aún no se recuperaba del todo. El dolor de cabeza continuaba latente.
Inspeccionó el lugar con mucho cuidado. Estaba seguro que era ahí. Las instrucciones que Zi Lan le había ocultado entre su ropa eran claras y señalaban aquella montaña.
Respiró hondo. Con una de sus manos hizo una señal frente a sí y se concentró. Su poder se acumuló como una bomba y explotó, generando una onda expansiva alrededor. En ese instante, una barrera de invisibilidad se quebró y dejó al descubierto un templo en medio del bosque.
Zhe Yan estaba apunto de adentrarse a la guarida real de Mengxiang.
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