CAPÍTULO 5: PACTO

CAPÍTULO 5: PACTO

Blaine y Sebastian estaban en casa del castaño. Sus padres habían aceptado que el moreno pasara todo el tiempo que quisiera en la casa además de quedarse a dormir siempre que quisiera. El ojiverde estaba alegre ya que le gustaba la idea de pasar tiempo con su nuevo amigo y al otro no parecía importarle. Después de los problemas de esa mañana, estaba más tranquilo y relajado, aunque seguía sin conseguir que la felicidad llegara a su alma.

Como parecía costumbre entre ellos, el móvil del ojimiel sonó. Cuando vio quién era, rechazó la llamada de mal humor. El más alto se quedó mirándolo y no pudo evitar sonreír.

– Ya quedamos en que tranquilizarías a tu madre. Llámala, seguro que Schuester la ha avisado. – Smythe comentó.

– No es mi madre. – El más bajo se encogió de hombros.

– ¿Quién es? – Sebastian lo miró con un gesto de intriga.

– Kurt... Me ha llamado varias veces. Parece que no entiende que hemos terminado.

– Deja que yo hable con él.

El castaño alargó el brazo pidiendo que le diera el teléfono. Anderson dudó pero al final acabó haciendo lo que le pedía. El ojiverde salió de allí y se dirigió a la cocina, necesitaba privacidad para hablar con Hummel. No le iba a gustar que fuera él quien respondiera pero no podía hacer nada más.

¿Blaine? ¡Por fin! – La voz del ex novio del moreno sonó al otro lado de la línea.

– No soy Blaine, soy Sebastian.

¿Qué? ¿Qué estás haciendo con Blaine?

– Tranquila, princesa. Yo estoy ayudando a Blaine. Nada más.

Sí, ya. Como si no estuvieras feliz por aprovechar la situación. – Hummel sonó muy borde.

– En contra de lo que puedas pensar, no soy tan malo. Blaine necesita que alguien esté a su lado, alguien que no lo haya olvidado durante diez días. Me ha elegido a mí porque sabe que yo no tenía motivo para darme cuenta de que no estaba porque no hablábamos desde lo del Slushie.

Casi lo dejas ciego. No entiendo por qué está contigo ahora. Vas a aprovechar que hemos roto y que está vulnerable para conseguir lo que no tuviste hace un año.

– Blaine ahora no necesita eso. Puede que pienses otra cosa de mí pero no soy un ser insensible. Blaine necesita alguien que lo escuche y eso es lo que soy ahora para él. Voy a hacer lo mejor para él.

Yo soy lo mejor para él. Tiene que volver conmigo. Va venir a Nueva York, compartiremos apartamento y nos casaremos en siete años, adoptaremos dos niñas, chicas las dos, una asiática y otra africana, triunfaremos en Broadway. Tú no tienes cabida en su vida y yo soy la mejor opción.

– Tranquila, porcelana. Respeto eso. No voy a dañar a Blaine, intentaré que vuelva con su familia y amigos. También intentaré que vuelva contigo pero tienes que confiar en mí y darme espacio. Deja de llamarlo.

¿Vas a ayudarme a recuperar a Blaine? – La voz de Kurt sonaba sorprendida.

– Sí.

Sebastian volvía a sentarse en el sillón bajo la atenta mirada de Blaine. El castaño sonrió.

– No te va a molestar más. Puedes estar tranquilo. – El ojiverde dijo.

– No sé que le habrás dicho pero realmente eso no importa ahora. – El moreno se encogió de hombros.

– Le he dicho que te deje en paz durante una temporada. – El más alto comentó.

– No voy a volver con él. No puedo mirarlo o pensar en él sin culparlo... Si tan sólo se hubiera dado cuenta de que no estaba... Era mi novio, él debía preocuparse por mí pero ama más su nueva vida en Nueva York y su trabajo. – El ojimiel parecía enfadado.

– No voy a defenderlo pero no puedes culpar a todo el mundo de lo que pasó, sólo hay unos culpables. – Smythe razonó.

– El culpable soy yo, lo sé. – El más bajo suspiró cansado.

– ¿Qué? – Sebastian se levantó y se puso frente a Anderson porque no podía creer lo que ocurría. – Tú no eres el culpable. Eres la víctima. No vuelvas a pensar eso, por favor.

– ¿Por qué yo? – Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas del estudiante del McKinley y el otro no sabía que hacer. No podía tocarlo porque sabía que le daban ataques de ansiedad pero no sabía que más hacer.

– Porque a veces las cosas pasan sin justificación, sin motivo. Tú no merecías lo que te pasó, no eres el culpable de nada. La culpa es de los monstruos que te secuestraron.

El llanto tardó en cesar mientras que el Warbler intentaba animarlo hablando de cosas que no tenían nada que ver con esa situación. Encontró en las locuras de los estudiantes de Dalton una fuente de anécdotas que poco a poco distraían al otro. Se hizo tarde y finalmente el moreno se quedó en casa de su amigo a cenar y dormir. Esa vez Smythe se ofreció para ir a su casa a recoger sus cosas.

Cuando Sebastian entró en el lugar, un escalofrío recorrió su cuerpo. No era la primera vez que estaba allí pero sí era la primera que podía pararse a mirar las cosas. Esa casa necesitaba mucha limpieza, además de una mano de pintura, restaurar varios muebles y sustituir los electrodomésticos. Las cosas del ojimiel estaban en el salón, en cuatro maletas que ni siquiera había sido deshechas. El Warbler decidió recoger todo lo de su amigo, él no podía vivir allí, de eso estaba seguro.

Sebastian estaba en Dalton, acababa de terminar su clase de álgebra y tenía una hora libre para comer. Estaba dirigiéndose a la cafetería cuando se encontró a dos adultos que conocía pero que no deberían estar en su academia. La sorpresa aumentó cuando ambos se acercaron a él.

– Hola Sebastian, no sé si me recuerdas, soy William Schuester, el director de New Directions. – El adulto se presentó.

– Sé quién es y sé que ella es su pareja y la orientadora del McKinley. Lo que no sé es por qué habéis venido aquí. – El castaño comentó.

– Queremos hablar contigo en privado. ¿Hay algún lugar donde no nos vayan a molestar? – El moreno cuestionó.

– Vamos a la sala de los Warblers, estará vacía ahora.

Los tres se dirigieron al lugar, en el que no había nadie. El menor se sentó en un sillón y señaló otro justo enfrente de él para que se sentaran los adultos. Ellos asintieron mientras tomaban su posición.

– Supongo que queréis hablar de Blaine. – Smythe se echó hacia atrás para apoyar su espalda en el respaldo y cruzar sus piernas, con una pose indiferente.

– Sí. Estamos preocupados, no habla con nadie. Sus amigos no han podido acercarse a él sin obtener frialdad y está muy distante. Tampoco habla de lo sucedido, sus visitas a la psicóloga o conmigo no son muy productivas, no dice nada. – Emma informó.

– ¿Qué queréis de mí? – El estudiante cuestionó.

– Queremos que le hagas hablar de lo ocurrido. Si no quiere con los especialistas está bien pero tiene que contarlo, si lo reprime acabará explotando, como el día del ataque de pánico. – Pillsbury aclaró.

– ¿Me estáis pidiendo que lo presione para que me cuente cosas? No, no lo voy a hacer. – El Warbler se sorprendió. No se esperaba eso.

– No estamos hablando de lo que tú quieras o necesites. Hablamos de lo que Blaine necesita, de su bienestar. – El profesor comentó.

– Hablamos de que la única persona que está cerca de Blaine arriesgue la confianza que ha conseguido por nada. Si la cosa no sale bien dejará de verme y no me preocupa perderlo, no se puede perder lo que no se tiene. Me preocupa que vuelva a estar solo y no sepa a quién recurrir si vuelve tener un ataque de pánico o no tenga nadie que le diga que debe llamar todos los días a su madre para que ella sepa que está bien y no se preocupe. Yo conseguí eso y todo lo que hago es por él. Duerme en mi casa porque lo hemos convencido de que estará mejor bajo nuestra protección en vez de solo en su casa. Así, además de evitar que viva en una casa que llevaba abandonada años, nos aseguramos de que desayune y cene bien. Además sabemos que duerme aunque las pesadillas son frecuentes.

– Blaine necesita hablar de lo que pasó, necesita enfrentarse a sus miedos o será peor. – La pelirroja aclaró.

– Tenéis dos opciones, confiar en mí y hacer las cosas a mi manera o intentar vosotros hacer las cosas a vuestra manera. – El menor se levantó, dejando a los otros dos allí. No le interesaba hacer las cosas del modo en el que se las habían pedido. No permitiría que Anderson se encontrara otra vez solo si se daba cuenta de sus intenciones y le molestaba la situación.

Blaine salía del McKinley y no pudo evitar sonreír cuando vio el coche de Sebastian esperándolo. Sus amigos de New Directions, Schuester y Pillsbury lo vieron subir al vehículo. A pesar de que la felicidad no llegaba a su corazón, se sentía bien cuando estaba cerca del castaño. Algo cálido abrigaba su alma, de la misma forma que una bebida caliente te reconforta en los días de frío invierno. Podía ser que no fuera lo ideal pero él necesitaba que esa relación siguiera así, porque era lo único seguro que tenía en su vida.

La sonrisa del ojiverde hizo que su corazón se acelerara, aunque no reconocía el sentimiento. Sabía que debía ser algo muy positivo porque con tanta oscuridad a su alrededor, se sentía incapaz de diferenciar la luz. Juntos se dirigieron a la casa del más alto, donde el más bajo se quedaría a dormir.

Ya no tenía que ir a la casa de su abuelo, tenía un lugar donde lo esperaban, lo ayudaban y le mostraban amor. Smythe estaba a su lado para no dejarlo caer y por eso tenía la esperanza de que pronto podría caminar solo, de que ganaría la batalla a sus miedos y sería feliz nuevamente... Junto a Sebastian, como amigo o quién sabía si algo más...

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