CAPÍTULO 4: SEAMOS AMIGOS

CAPÍTULO 4: SEAMOS AMIGOS

Blaine se despertó algo aturdido y muy asustado. No sabía donde estaba, no conocía el lugar. Levantó la manta que lo cubría y suspiró aliviado cuando comprobó con sus propios ojos que estaba vestido. Se frotó la cara mientras recordaba lo que había pasado el día anterior. No había problema, estaba en casa de Sebastian pero... Se sentó rápidamente y se abrazó las rodillas, él no había subido allí por lo que alguien lo había movido, lo había tocado. Empezó a notar dificultad para respirar, no se sentía cómodo. En ese momento el castaño entró y se quedó mirando la escena.

– ¿Estás bien?

El moreno dio un salto y rápidamente se levantó de la cama. Le costó normalizar su respiración mientras el ojiverde no se movía, simplemente lo observaba con cara preocupada.

– No quería asustarte, venía a despertarte para que bajaras a desayunar. Se te hará tarde. – El más alto decidió dejarlo a solas.

El ojimiel tardó unos segundos en relajarse y bajó a la cocina, todavía llevando la ropa del día anterior. Su pelo estaba alborotado y con sus rizos descontrolados pero eso ya no le importaba, no tenía nada que perder, ya no.

***

Finalmente Blaine salió de la casa de los Smythe duchado y con su uniforme de los Cheerios puesto, algo que enloqueció a Sebastian porque no podía resistirse a la sensualidad que irradiaba. Pasaron por la vivienda del moreno para que recogiera un par de cosas que necesitaba. El castaño estaba entristecido, sabía que el lugar no estaba en condiciones de ser habitado si nadie había vivido allí durante casi ocho años. Los señores Anderson se habían preocupado de pagar las facturas de luz y agua durante esos años y al menos seguía teniendo suministro, pero no tenía calefacción, la mitad de los electrodomésticos eran demasiado antiguos y no funcionaban bien. Después de que el ojimiel recogiera un par de cosas, ambos salieron de allí y se subieron al coche.

***

Blaine se bajó del coche de Sebastian y se despidió de él con la mano. El castaño lo había llevado al McKinley antes de ir a Dalton, por lo que había llegado un poco antes. Decidió ir a hablar con la señorita Pillsbury. La mujer le había dicho que quería que buscara cinco minutos al día para verla y hablar con ella. Sabía que iba a ser duro pero sabía que tenía que hacerlo.

***

Blaine salía del despacho de la orientadora limpiándose las lágrimas. Ella se había mostrado preocupada por lo que había pasado y, aunque él había sido incapaz de contarle nada, le había hecho recordar cosas que deseaba olvidar. Cuando llegó a su taquilla vio a Tina que se acercaba a él. Estaba dispuesto a ignorarla cuando la chica tocó su brazo.

¿Qué te has creído, niño bonito? ¿Crees que te vas a librar de nosotros? Te liberaremos cuando nosotros queramos y eso no será hasta que denuncien tu desaparición. – Un hombre con una máscara lo sujetaba del brazo con fuerza mientras el moreno estaba desnudo sobre una cama cuyas sábanas estaban manchadas de sangre, vómito y semen.

Por favor... – El ojimiel está casi llorando.

Parece que no has aprendido la lección. Tal vez deba volver a enseñártela. – El mayor soltó al otro y comenzó a desabrocharse los pantalones mientras el menor seguía suplicando.

– No, por favor...

– Blaine...

– Por favor...

– ¡Blaine!

El moreno abrió los ojos y vio a Tina y Brittany frente a él, muy preocupadas. Intentó tranquilizar su respiración pero no podía, simplemente le dolía todo el cuerpo. Los recuerdos de caricias no deseadas, de golpes dolorosos y de sexo no consentido lo habían paralizado. Estaba sentado en el suelo, con su espalda apoyada en las taquillas. No sabía como había llegado allí.

– ¿Está bien? – El ojimiel pudo reconocer la voz de Schuester mientras entraba en su campo de visión, colocándose entre sus dos amigas.

– No... No lo sé, yo sólo lo he tocado. – Cohen-Chang sollozó nerviosa.

– Blaine... ¿Puedes oírme? – Will preguntó. Anderson era consciente de que no podría responder por lo que movió ligeramente la cabeza para confirmar que había escuchado lo que le habían dicho. – ¿Puedes levantarte?

El menor suspiró e intentó hacer lo que le habían pedido. Se sintió aliviado al comprobar que poco a poco sus piernas le respondían. La campana sonó y todos los alumnos se dispersaron, dispuestos a ir a clase. Sin embargo, Anderson seguía sin moverse.

– Te doy permiso para no ir a clase hoy. Intenta dar un paseo, busca algo que te distraiga, lo que sea. Te mereces un descanso de todo. ¿Puedo dejarte solo o quieres que me quede contigo? – El señor Schue le dijo a Blaine.

– Puedo... Sólo...

***

Blaine salía del McKinley después de su ataque de pánico. No lo entendía, el día anterior había estado bien. Lo atribuía a los recuerdos removidos por su visita a la señorita Pillsbury. Necesitaba estar con alguien, necesitaba hablar, distraerse. Sacó su teléfono móvil y estuvo mirándolo durante un rato. Pasó uno a uno los contactos de su agenda.

Artie

Brittany

Cooper

David

Finn

Jake

Jeff

Joe

Kitty

Kurt

Mamá

Marley

Mike

Mercedes

Nick

Papá

Puck

Quinn

Rachel

Ryder

Sam

Santana

Sebastian

Paró en ese nombre, no quiso seguir buscando a nadie. Todos le dolían porque todos le habían fallado. Todos menos él, porque de él no esperaba nada. Llevaban meses sin hablarse por lo que era el único que no podía extrañarlo. No lo dudó, tenía que verlo, tenía que hablar con él.

– ¿Blaine? ¿Está todo bien? – El castaño dijo nada más responder la llamada.

– Yo... Sí... Necesitaba hablar... Yo... – Blaine se sorprendió de lo afectada que sonaba su voz.

– Voy a buscarte, espérame en el parking del McKinley, te recojo allí.

***

Blaine se subió rápidamente al coche de Sebastian en cuanto paró, sin siquiera dejar que el castaño se bajara. Se puso el cinturón y se agarró con fuerza al asiento.

– Vámonos de aquí. – El moreno fijó su vista al frente, tenía miedo, mucho miedo.

El castaño aceleró, no sabía que más podía hacer para aliviar los temores del otro.

Decidió conducir hasta un lugar tranquilo pero muy iluminado. La naturaleza le daba un ambiente único y relajante. Un río cruzaba ese pequeño parque que en esa época del año no tenía flores pero que en primavera debía ser hermoso.

– ¿Te apetece bajar o prefieres que nos quedemos en el coche? También podemos ir a tu casa aunque deberíamos dejar el coche en algún sitio, no quiero que mis padres se enteren de que no estoy en clase. – El ojiverde preguntó y miró al otro.

– Parece un lugar agradable, podemos salir siempre que te quedes cerca pero... No me toques.

El más alto asintió y los dos salieron del vehículo. Caminaron por el borde del río durante un rato, sin decir nada. Acabaron sentándose en el césped, guardando cierta distancia. Después de un rato en silencio, Sebastian se atrevió a preguntar.

– ¿Qué te ha pasado?

– No lo sé. Tina me tocó y yo... No pude evitar recordar y... – Las lágrimas volvieron a caer por sus mejillas. – No... No me has preguntado por nada de lo que pasó mientras estuve... con ellos.

– No voy a presionarte. Si quieres contarme algo yo te escucharé y te apoyaré pero no te voy a preguntar nada. Tú me contarás lo que consideres cuando lo creas oportuno.

– Eres más amigo que muchos de mis amigos. – Blaine soltó una risita mientras centraba su atención en la hierba que estaba a su lado.

– Tengo un nuevo objetivo y ese es que sonrías así que... – Sebastian sonrió, sintiendo alivio al pensar que Blaine no estaría sólo.

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