CAPÍTULO 18: VACACIONES DE PRIMAVERA
CAPÍTULO 18: VACACIONES DE PRIMAVERA
Sebastian iba a salir de la casa de su novio cuando vio que el señor Anderson estaba sólo en el salón. Había tenido una idea pero no sabía como conseguir llevarla a cabo. Sabía que la madre de Blaine no estaría de acuerdo y no quería causar problemas pero... Realmente deseaba hacer feliz a su pareja y pensaba que los dos necesitaban hacer algo diferente. Por eso mismo, decidió acercarse al mayor.
– Señor Anderson...
– Llámame James. – El mayor pidió.
– James... Quería pedirle un favor. – El joven se sentó en el otro sillón, mirando atentamente los movimientos del otro.
– Supongo que tiene que ver con mi hijo. – El moreno sonrió para intentar que el adolescente se sintiera más cómodo.
– Verá... Había pensado que Blaine y yo... Podríamos hacer un viaje juntos. Creo que sería bueno que cambie de ambiente y se relaje un poco. Mis padres tienen una casa de vacaciones en el sur y...
– Os doy permiso. Estoy de acuerdo contigo, Blaine necesita relajarse y quitarse toda la presión... – El adulto miró hacia la puerta de la cocina. No podía verla, pero sabía que su mujer estaba ahí.
– El problema será convencer a la señora Anderson. – Smythe expuso su temor.
– De ella me encargo yo...
Para Sebastian era todo un misterio como el señor Anderson había convencido a su esposa para que dejara que Blaine pasara sus vacaciones de primavera con él. Sin embargo, ahí estaban los dos, entrando en la pequeña casa de verano de la familia Smythe. No era muy extravagante. Tenía una sola planta, dos habitaciones, un baño y cocina americana. Lo único que tenía fuera de armonía era la piscina. Estaban a cinco kilómetros de la playa pero siempre disfrutaban de la piscina. La casa la había comprado su abuelo cuando se jubiló para pasar sus últimos años allí con su segunda esposa y en ese momento ellos la disfrutaban.
Los chicos rápidamente fueron a cambiarse para ir a la piscina. El primero en llegar al jardín fue el castaño. Todo estaba perfecto ya que tenían a un trabajador que se había encargado de dejarlo preparado para su llegada. Puso las toallas en el suelo y se sentó en una para disfrutar del sol. Poco después salió el moreno y lo dejó sin aliento. El bañador le quedaba muy bien, dejando poco a la imaginación del ojiverde. Las gafas de sol rosas que llevaba ocultaban sus ojos pero le quedaban muy sexys...
El más bajo se sentó y el otro se fijó en dos cicatrices que su pareja tenía en su torso. No eran muy grandes pero se notaban perfectamente.
– ¿Te las hicieron en...? – Sebastian no se atrevió a terminar la pregunta.
– Sí... Con un cuchillo... – Blaine respondió con sinceridad. El castaño se movió para abrazarlo y el otro se dejó mimar.
Durante la tarde disfrutaron del sol y la playa. El atardecer los descubrió en sus toallas, besándose con dulzura. El moreno se sentía tan cómodo y confiado que se movió para quedar sobre su novio, sin que sus labios se despegaran. El ojiverde no se quejó, se limitó a disfrutar del avance que tenía su relación. El más bajo cambió su postura para que todo su peso fuera sostenido con uno de sus brazos para poder acariciar al otro. La nueva situación sorprendió al Warbler pero decidió no quejarse mientras la mano de su novio tocaba su piel con dulzura, dejándole una sensación increíble.
Las caderas de Anderson se movieron provocando un roce entre los miembros de los dos chicos. Smythe se sorprendió porque no esperaba ese gesto. En principio pensó que había sido fortuito y se preocupó un poco. Iba a preguntarle a su pareja si estaba bien cuando volvió a sentir un nuevo roce, acompañado de un gemido de placer del otro.
– Estoy bien... Relájate. – Blaine susurró en su oído después de haber dejado un camino de besos por su cuello.
El moreno se centró en seguir disfrutando de esa situación. Sus labios seguían besando el cuello del otro con una mezcla imposible de dulzura y pasión mientras su mano seguía tocando el torso desnudo de su amado y sus caderas se movían para producir fricción entre sus miembros.
Las manos de Sebastian bajaron por la espalda del ojimiel. Se sentía tan especial que no sabía qué hacer para que el otro se sintiera aun mejor. Se detuvo cuando sus dedos meniques tocaron la tela del bañador.
– ¿Puedo? – El castaño preguntó tímidamente. No temía el rechazo, temía que su pareja se sintiera presionada a hacer algo para lo que no estaba preparado.
– Por encima del bañador.
Algo en la voz del más bajo le indicó a su novio que todo estaba bien. Las manos del Warbler se posicionaron sobre el trasero del otro y lo apretaron mientras el estudiante del McKinley seguía moviéndose.
Los dos gemían perdidos en esa situación tan placentera. No sólo era el roce de sus miembros, a los que sólo separaba la fina tela de sus bañadores. Se sentían tan unidos y había tal complicidad entre ellos que sentían más fuerte hasta la más mínima caricia.
Smythe se sentía sobrepasado, nunca había sentido tanto placer con algo tan sencillo. Estaba acostumbrado a tener sexo con desconocidos, algo que era casi mecánico para él. Sin embargo, con Anderson no sabía qué esperar. Nunca había estado así con nadie, tal vez porque nunca había estado tan enamorado.
El primero en llegar al orgasmo fue Sebastian, que se dejó ir mientras gritaba el nombre de su amado. Poco después lo siguió Blaine, dejándose caer con suavidad sobre el cuerpo del otro, que lo acarició con dulzura.
Blaine estaba preparando la cena mientras Sebastian se duchaba. Él ya se había duchado y estaba cortando la verdura para la ensalada mientras los macarrones terminaban de cocerse. La salsa de tomate ya estaba preparada y le quedaba muy poco para terminar de preparar todo. Escuchó unos pasos y supo que el castaño ya había terminado. Sonrió cuando sintió las manos de su novio en su trasero mientras le besaba la parte de atrás de la oreja. El moreno dejó el cuchillo porque no quería cortarse y no se sentía capaz de tener sus cinco sentidos en preparar la cena.
– ¿Está bien que haga ésto? – El más alto preguntó.
– Seb... – El ojimiel se limpió las manos en un trapo de cocina y se volvió. Abrazó a su novio por el cuello y dejó un suave beso en sus labios. – No puedes tratarme como si fuera de cristal y en cualquier momento pudiera romperme. Te amo a ti, tal cual eres. Eso incluye tu personalidad desenfadada, tus insinuaciones, tus toques... Si vamos sobre seguro, jamás avanzaremos. Lo que ha pasado hoy es un claro ejemplo. No tenemos que apresurar las cosas pero tampoco tenemos que pensar y re-pensar cada paso...
– Tienes razón... Te amo.
La pareja se besó con pasión una vez más, sellando el pacto de ser ellos mismos y dejarse llevar por las situaciones. Sabían que su relación avanzaba despacio pero sin frenarse. Se amaban y no tenían nada que temer. Smythe ayudó a su novio a terminar de preparar la cena. El ambiente era tan familiar y normal... Se veían en un futuro haciendo eso en su casa. Porque su amor crecía cada día y nada podría detenerlos.
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