36.

Acá debería ir un cartelón de +18, aunque no me pasé de la raya. Es el reencuentro así que... allá va. 



Después de aquellos interminables momentos dentro del estúpido ascensor, al fin consigo llegar a la puerta principal de mi apartamento. Con notable ansiedad coloco el código de acceso, errándole al número un par de veces por estar haciendo las cosas apurada y sin pensar. Sólo una cosa ocupa mis pensamientos, llegar lo antes posible a los brazos de Jimin. Una vez consigo colocar el código correctamente e internarme en mi apartamento, dejo las zapatillas revoleadas y me adentro, sólo para darme cuenta de que Jimin no está por ninguna parte. Ya no se encontraba sentado en la banqueta de la cocina, tampoco estaba en mi "sala de estar".

No hay muchos lugares dónde esconderse por aquí, sólo mi oficina, el baño y la habitación. Mi primer instinto es dirigirme a mi cuarto, apuesto todo a que está esperándome allí. Esperaba encontrarlo en la cama dormido, pero no... La puerta balcón de mi habitación está abierta de par en par. Puedo ver a Jimin allí, con su mentón apoyado sobre sus brazos, cruzados sobre la baranda. Su platinado cabello ondea con la brisa y, puedo adivinar sin siquiera verlo, que mantiene sus ojos cerrados.

Me acerco lentamente hacia él, observando la redondez de su trasero, la formidable firmeza de su espalda y sus hombros. Sus piernas están contraídas a causa de la posición, lo que me deja ver claramente la forma de sus músculos debajo de ese pantalón de jean que lleva puesto. Me lo estoy comiendo con los ojos, milímetro a milímetro. Recorriendo de abajo hacia arriba, hasta su hermoso y largo cuello.

Una vez detrás de él rodeo su cintura con mis brazos, permitiendo que mi cabeza descanse sobre su fornida espalda. Le hubiera dado una nalgada, pero si lo hubiera asustado podría haber terminado en desastre, así que me deshice de esa idea en el instante. Sólo me permito sentir el sube y baja de su respiración. El latido de su corazón llega cada vez más rápido y fuerte a mi oído pegado a sus omóplatos.

— Te extrañé, pequeño salvaje...

— Y yo a ti, cariño —su voz resonó ronca contra mi oído, como si viniera desde adentro de una cueva.

Después de unos segundos de escuchar sus latidos, Jimin comienza a incorporarse obligándome a retroceder unos pasos, para permitirle ponerse frente a mí. Apoyando su espalda contra la baranda del balcón, abre sus brazos de par en par para invitarme a entrar entre ellos tomándome contra su pecho como una muñeca de trapo. Puedo sentir su nariz aspirando el aroma de mi cabello, mientras sus brazos me atrapan en un apretado abrazo que pareciera querer fundirnos a los dos en una sola persona. Sin ánimos de alejarlo, respondo a su agarre hundiendo mi rostro todavía más sobre su pecho, permitiéndome sentir el calor que desprende y el latido cada vez más agitado dándome a entender, silenciosamente, su deseo.

Una de sus manos toma mi barbilla por debajo, obligándome a separarme de su pecho y mirar hacia arriba, adónde sus ojos castaños se encuentran con los míos. Me tomo un minuto para apreciar ese perfecto rostro, su mentón afilado, su pequeña nariz, sus pómulos prominentes y sus labios... Esos labios rellenos, rosados, pomposos e inevitablemente incitadores a posar los míos sobre ellos. Me muerdo los labios, pensando en la cantidad de cosas que me gustaría hacerle en aquel preciso momento, pero prefiero quedarme quieta. Sé que está demasiado cansado, no quiero ponerlo en una posición incómoda (en realidad quisiera ponerlo en unas cuantas).

— Cariño ¿Quieres dormir un rato? Te ves exhausto —pregunto, sin correr mi mirada de la suya. Sus ojeras se oscurecen a cada minuto que pasa pero, aun así, se sigue viendo precioso. Si fuera yo, ya parecería un oso panda en mal estado.

— ¿Dormir? ¿Estás loca o qué te pasa? —posa una de sus manos sobre mi frente, comprobando mi temperatura —Fiebre no tienes, así que no estás delirando. De hecho, te debo un regalo de cumpleaños...

Dicho esto, baja su barbilla tomando posesión de mis labios sin ninguna dilación. Mis brazos atrapan su nuca, atrayéndolo un poco más hacia mí, profundizando el contacto de nuestros labios, buscando su lengua con la mía en un intento desesperado de saciar mi sed de él. Jimin sabe a café y a gloria en su estado más puro. Tomo su labio inferior entre los míos, chupándolo suavemente, hinchándolo todavía más con la pequeña presión que ejerzo sobre él y en ese preciso, momento siento sus manos acariciando mi espalda por debajo de la camiseta. El suave tacto de Jimin, ese que tanto extrañé estos últimos dos meses, me hace soltar un pequeño gemido contra sus labios. Los vellos de todo mi cuerpo se erizan en respuesta a sus caricias, volviéndome loca de deseo por tocar su blanca y suave piel. Pero no aquí, no contra la baranda del balcón...

— Ven conmigo, Jiminie. Si vas a darme mi regalo de cumpleaños atrasado, que sea cómodamente —soltándome de sus brazos, lo tomo por la muñeca para llevarlo a mi cuarto.

Mi cuerpo se siente encendido como hoguera de boy scout. Me arde la piel, me escuecen las manos por tocarlo. Mis labios están desesperados, buscando el contacto con aquella piel tan añorada por ellos. Consigo acercarlo a la cama, permitiendo que se siente apoyando su espalda contra el cabecero tapizado. El pobre Chimmy tuvo que ser retirado en un enroque estratégico porque, ahora, es su creador quien ocupa su lugar. Con cuidado de no aplastarlo, paso mis piernas sobre él, quedando arrodillada sobre su bajo vientre y acomodando mi rostro perfectamente alineado al suyo, para poder tener una mejor vista de su sonriente semblante.

Si me pagaran cada vez que pienso lo hermoso que es este hombre, sería la mujer más rica del mundo en menos de un segundo. Su presencia es embriagadora en todos los sentidos, disipa mis ansiedades, mis malestares y por sobre todas las cosas, mis pensamientos estúpidos. Tenerlo de vuelta frente a frente, es mi maná.

— ¿Qué tanto estás mirando? ¿Tengo algo en la cara? —suelta de repente, mientras vago en mis pensamientos como suelo hacerlo. Esta vez, sin chasquido de dedos.

— Nada, cariño. Simplemente estaba disfrutando la vista, eso es todo.

— Qué casualidad, estaba aprovechando para hacer lo mismo. Déjame verte bien, Victoria — sus manos, pasan de estar aferradas a mi cadera a tomar mi camiseta XXL y quitármela por la cabeza. Ni una sola palabra sale de su boca mientras observa mi cuerpo, marcado por las estrías y el poco resto de piel sobrante. Sólo se limita a acariciar mi piel con las yemas de sus dedos, delineando cada marca, cada una de esas cicatrices adquiridas en mi guerra personal. A pesar de todo, vuelvo a sentirme cohibida ante él como si fuera la primera vez que me ve en esas condiciones. «Quizás ya no le gusta lo que ve», pienso en mi delirio de auto persecución.

— J-Jimin...

— ¿Hmm? —sus ojos se pasean por mi torso, ida y vuelta, arriba y abajo. Me está inspeccionando hasta el aura.

— ¿Sucede algo? ¿No te gusta lo que ves...? —tengo que saberlo. Quizás el hecho de que ahora tenga algo de piel saliente y más estrías de las que solía tener, le repugne.

— ¿Qué estás diciendo? No me digas que vamos a entrar de nuevo en ese terreno, te lo pido por favor... Pensé que ya habíamos pasado de eso.

— Si... Habíamos pasado de eso, ahora estamos en esto...

— Victoria, no quiero tener que explicarte las cosas una y otra vez pero lo haré de todos modos, sólo por esta ocasión. Que entiendas que si hubiera querido un cuerpo perfecto me hubiera metido con una modelo. Eres hermosa así como eres, con kilos más o kilos menos. Lo que me importa realmente es quien eres, no como te ves. Aunque para mí eres la mujer más hermosa del planeta. —se le nota ofuscado por mis pensamientos estúpidos que, lamentablemente, salieron de mi boca como por un tobogán —Lo que miro, es el esfuerzo que te habrá valido lograr esto, cariño. Sólo dime algo ¿por qué decidiste hacerlo?

— Pues... porque ya estaba cansada de esconderme detrás de esa barrera física que yo misma me puse, para ser honesta.

— Entonces lo hiciste por ti, no por mí. Esa es la mejor respuesta que podrías haberme dado. Te amo Vicky, aunque sigas sin ver lo que yo veo.

Esa fue la última frase que pronunció, antes de quitar su camiseta, tomarme por la espalda y acercarme más a él dejando que nuestra tibia piel haga contacto directo por primera vez en meses. Mis brazos alrededor de su cuello, acarician el cabello de su nuca paseándose por su cervical, sintiendo cada protuberancia de su columna con mis dedos. Mi rostro se hunde en aquel glorioso espacio entre su hombro y su cuello, dónde cabe perfectamente, aspirando hondamente el aroma que su piel desprende. Un pequeño beso se me escapa, causando que Jimin ladee su cuello dejándome más espacio, permitiendo que su largo cuello quede expuesto a mis labios para recorrerlo entero. Mi lengua transita su piel desde allí hasta su mentón, suave y delicadamente, posibilitando que mi sentido del gusto se llene de su dulce sabor.

Nuevamente me encuentro sobre sus labios, probándolos de la misma manera en la que probé su cuello. Dejando un suave mordisco sobre su labio inferior, me alejo unos centímetros para observar sus ojos que centellean de deseo. Tomándome por la nuca me acerca a su rostro, plantando un apasionado beso sobre mis labios. Mordiéndolos, succionándolos, intentando incursionar con su lengua dentro de mi boca, cosa que permito inmediatamente porque si de algo tengo hambre, es de él. De repente nos encontramos inmersos en un frenesí de labios, manos y lenguas enredadas. Una lucha encarnizada por apropiarnos del cuerpo ajeno en ese mismo instante. Jimin alcanza por detrás el broche de mi sujetador, dejándolo caer al costado de la cama en tan sólo un instante como todo un profesional y acunando en el acto mis pechos con sus manos. Puedo sentir su excitación crecer debajo de mí, pegándose a mi trasero. Mi última neurona funcional acaba de despedirse de mí y en este momento soy todo instintos primitivos, queriendo poseer a ese hombre de todas las maneras posibles.

Mis dedos juguetean bajando por sus pectorales y su hermoso vientre musculoso, buscando desesperadamente el cierre de ese pantalón que me aleja de mi objetivo. Una vez que consigo desabrocharlo, me levanto de mi posición y, tirando de las presillas hacia atrás, saco todo del camino, liberando al pobre esclavo tras la tela, que ya estaba empezando a sufrir bajo tanta presión. En un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Jimin queda totalmente expuesto ante mí y en su rostro se dibuja una sonrisa picaresca, mientras yo debo lucir cómo una idiota mirándolo con total y completa adoración. Nunca, jamás, me voy a acostumbrar a verlo así.

— Ahora es mi turno —dice mientras se acerca a mí, que quedé parada a los pies de la cama, embobada con la vista.

Mis pantalones deportivos no son un gran problema, fue cuestión de empujar hacia abajo y ya. Ahí estoy yo, completamente nueva para él en este momento. Jimin se relame y muerde sus labios mientras su mirada permanece sobre mí, como si estuviera hipnotizado. Saliendo de la cama, se para detrás de mí usando una de sus manos para obligarme a ladear mi cabeza y así poder dejar un camino de besos tibios y húmedos sobre mi cuello mientras su otra mano comienza a acariciarme sobre mi ropa interior. Mojándome instantáneamente.

— Si... me extrañaste... —susurra en mi oído, causando una reacción en cadena desde la última punta de mi cabello hasta los dedos de mis pies, provocando que un escalofrío me recorra entera.

Empujando mi espalda por detrás me incita a apoyar mi torso sobre la cama, dejando mi trasero alzado ante él. La anticipación me está matando, no sé cuánto más voy a poder soportar este nivel de agitación interna. Una nalgada me hace temblar hasta el tuétano, no la veía venir, hasta ahora no había sucedido nada similar a eso. Sólo llego a soltar un pequeño y ahogado gemido, hundiendo mi rostro contra las mantas.

— Te ves deliciosa, Victoria... Yo también te extrañé, por si no se nota.

Que si no se nota... Lo siento tan cerca y tan duro, que creo que me puede traspasar sin tocarme. Definitivamente se nota.

— Jiminie... Ya hazlo.

— ¿Qué quieres que haga?

— Ya sabes qué. Deja de estar provocándome, pequeño salvaje.

— Sólo dame un segundo, mi impaciente Noona.

Ese Noona, tan sensualmente salido de sus labios al tiempo que escucho el sonido de un paquetito metálico abrirse, me pone más caliente que Corea en Agosto. Pocos segundos después, mi ropa interior es corrida hacia un costado, porque no se va a molestar en quitármela claro está. Dos dedos de Jimin aterrizan dentro de mi boca, buscando agregar un poco más de humedad a la inundación ya existente.

— ¿Estás lista, cariño? —pregunta con vos ronca, acariciando la piel entre mis muslos.

— Jimin... Ya...

No pude terminar la frase, después de que sus dedos esparcieran mi propia saliva sobre mi hinchada entrepierna. Fue cuestión de pestañear para sentirlo introducirse dentro mí, despacio, milímetro a milímetro, dejando que todas mis terminaciones nerviosas existentes perciban su textura, provocando que mi cuerpo se estremezca.

Sus movimientos acompasados, lentos y profundos, me dejan con los ojos en blanco al tiempo que toda mi atención se centra en la catarata de sensaciones que todo mi ser experimenta. Necesito más, mi cuerpo pide ritmo y se lo dejo saber, acelerando el movimiento mientras me sostiene por las caderas. Su vaivén se agiliza, puedo sentir su agitada respiración y aquellos pequeños gemidos que se le escapan con cada embestida, incitándome y provocándome. Una de sus manos se suelta de mi cadera, para pasar por delante de mí, pellizcando con suavidad uno de mis pechos. La corriente que se extiende por mi espina dorsal me provoca un espasmo involuntario, que lo oprime dentro de mí un poco más.

— Noona...

Sin previo aviso me da vuelta sobre mi espalda levantando mis piernas sobre sus hombros proporcionándole un mejor acceso y, también, una mejor vista. Su rostro está encendido, se muerde los labios mientras vuelve a introducirse dentro de mí, causando una revolución en mi vientre bajo. Mis ojos lo miran totalmente estupefactos, Jimin 2.0 era posible. Por lo visto, si puede perfeccionar algo, lo que sea, eso es lo que hace. Sus dos manos están ocupadas, una acariciando mis pechos, la otra acaba de posarse sobre mi punto de placer; acariciándolo y apretándolo sin piedad, haciendo que mis paredes comiencen a contraerse involuntariamente. La bomba de tiempo está a punto de estallar y el creciente volumen de mis gemidos se lo hace saber, provocando que acelere su ritmo, embistiendo duramente contra mí. Ya no puedo contenerme más, mi orgasmo está a sólo una embestida de distancia. De repente todos los músculos de mi cuerpo se contraen, los dedos de mis pies se tensan y un temblor generalizado termina lo que, hace instantes, había comenzado con sólo una mirada. Jimin ahoga mi último gemido soltando mis piernas y apretando sus labios contra los míos mientras su liberación ocurre, para luego dejarse caer pesadamente sobre mi agitado vientre.

No pude articular palabra en ningún momento, todo mi ser estaba tan concentrado en él que no necesité hablar para que me comprenda. Mi ansiedad por tenerlo, mi sed de él, acababa de ser saciada al menos en parte, porque todavía no compenso dos meses sin tenerlo a mi lado. Va a ser un día largo para el pobre Jimin... 


Estos dos se merecían un poco de acción... ¿No? Lo mantuve a raya eso sí, porque ya tengo una nueva idea y esta vez si, le vamos a sacar la clasificación apta para todo público. 

Me encantaría leer sus opiniones, que ya saben adónde deben dejar!

Abrazos por millones y de todos los colores!

Noona ♥


Excuse  meeeeee, pero esos abs... Necesitaba fangirlear. 

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