Capítulo XVI

Los soldados comenzaron a dar la voces. Por el pasillo, se podían escuchar las carreras de los hombres, que iban a colocarse en sus posiciones de combate.

Leslie no podía respirar, ni podía hablar. Tan sólo contemplaba aquel grupo de hombres, que se iban acercando cada vez más. intentó buscar entre ellos, al que su corazón amaba, pero no lo halló. Haciéndose miles de preguntas a la vez, fijaba su mirada en el horizonte.

Aquel destacamento no era muy numeroso, jamás podrían hacer frente al ejército que se encontraba dentro del castillo. Con el puente levadizo levantado, no tenía ninguna opción de éxito, serían aniquilados.

«— ¡Seré estúpida! ¿como puedo pensar que vienen a rescatarme? cuando lo que deseaban, era deshacerse de mí, cuando antes. — pensó con el alma dolorida.»

Un golpe seco en la puerta, y la aparición de su tío, la hicieron saltar de la ventana, poniéndose en guardia, y esperando cualquier cosa de Cedric, del que ya no sentía ningún respeto.

—Vaya, vaya, vaya, veo que ya estás vestida y arreglada para tu boda. — con una sonrisa, que no desvelada sus verdaderas intenciones.

— ¿Qué quieres?

— Traigo la carta que debes firmar. Para que tus hermanos salven la vida.

— ¿Qué hacen aquí los McGregor?

Hubo un silencio tenso, Cedric tenía que elegir muy bien las palabras que iba a decir, a continuación.. Sabía que de ellas dependía que su sobrina hiciera lo que él quería.

— Simplemente les comunique tu boda, y tu próxima marcha a las islas. Dónde serás desterrada de por vida. — Se acercó a ella, y le levantó la cara. Vio en sus ojos el dolor dolor, que sería más intenso, con sus siguientes palabras. — y me hicieron saber, que se vendrían para cerciorarse de mis palabras. Quieren saber que la persona que les trajo la desgracia a su Castillo, será alejada de sus tierras, para siempre.

— ¿Como pueden...?

— ¡Calle Fedra!, no preguntes No necesito saber más... — Leslie cerró los ojos, y sus lágrimas brotaron, sin poder evitarlo. — Solo una cosa... quiero tu palabra, de jefe del clan Mac Duggal, de que mis hermanos no sufrirán daño alguno. Y que saldrán del Castillo sanos y salvos. Cuando te haya firmado ese documento.

— Por mí no hay problema, y ahora firma. — Cedric apoyó el pergamino sobre una mesa, que hacía las veces de tocador, rústico y maltrecho. Un sirviente entro detrás de él, con la pluma y la tinta.

A Leslie le temblaba el pulso, pero al final consiguió poner su firma en aquel papel. Que le concedía el derecho de las tierras y el castillo de Greenhouse a su tío y a los McCall. Aquello ya no le importaba, lo que realmente le dolía perder, ya lo había perdido, el amor de Williams.

— Bajemos a la capilla, nos espera Fray Eugenio, y como no, tu futuro esposo Layton McCall.

Cedric envió una mirada de desagrado a Fedra, indicando  que no quería que la acompañase, y ésta se quedó inmóvil, al lado del altar y de la ventana.

Leslie agarrada del brazo, fue arrastrada el exterior. En el pasillo, algo no marchaba bien, la sensación era de caos y nerviosismo. ¿Y si su tío le estaba mintiendo?
¿Sus hermanos estarían bien? ¿Habrían conseguido escapar? y por eso, la premura en su boda.

— Me haces daño. — Leslie consiguió frenar los pasos de su tío, tirando del brazo hacia atrás, para zafarse del agarre.

— Maldita estúpida, ya no hay marcha atrás. — Cedric perdió algo el equilibrio, y volvió a lanzar sus manos, para volverla a atrapar.—  ¿Quieres ver las cabezas de tus hermanos, pinchadas en las espadas de mis hombres?

— No te creo...

Leslie aún no sabía qué  mentiras había dicho, pero algo en la mirada de su tío cambió, dudó a la hora de hablar de sus hermanos, y eso la alertó. La dio una mínima esperanza de que habían conseguido escapar.

— ¡¡Vasta!! No pienso perder el tiempo contigo. Perteneces a Layton, yo ya tengo lo que quería.

Entre tirones y empujones Leslie fue obligada a entrar en la capilla. Su calvario acababa de empezar, nada más entrar, una mujer alta y delgada, vestida de negro, se acercó a ella, para entregarle un ramo de flores secas. Ella se sintió identificada con esas flores, se sentía muerta y seca por dentro. Se a abstrajo de los sonidos que venían del exterior, y su mente viajó fuera de aquel lugar. Suplicando a Dios qué Williams algún día la personase.

Layton se lamía los labios, pero ella también notó tensión en sus brazos, que agarraban con fuerza la espada, al igual que sus testigos.

La mujer de negro, al igual que ella, miraban al suelo. Como si no quisiera levantar la vista y ver cara a cara a los que tenían en frente. Tan solo se fijo en ella unos segundos, pero pudo detectar tristeza, y también, algo de ansiedad. No parecía estar agusto en esta situación, pero la aceptaba.

— Padre, comienza la ceremonia. — se apresuró a decir Layton.

Del agarre de Cedric, pasó al roce desagradable de las manos de Layton, que la sujetaron de las muñecas con fuerza.

Tomando la Biblia en sus manos, la coloco entre ambos contrayentes e hizo que pusieran la mano sobre ella.

— Estamos aquí, ante Dios para celebrar la Unión entre Layton McCall y Leslie Emer Mac Duggal... — unos golpes fuertes y secos, en las puertas de la Capilla, interrumpieron al pobre hombre, que temblaba como una hoja.

— Continúe. — gritó Layton.

— Vi-Vie-Vienen por su propia voluntad... — nuevos golpes, esta vez más fuertes, hicieron retumbar los muros y volvieron a callar la poca luz del monje.

Leslie comenzó a ser consciente de esos golpes, regreso de su estado catatónico, del que no quería salir, para no enfrentarse a la realidad, a darse cuenta de que algo estaba cambiando a su alrededor, anunciaban la presencia de guerreros armados y hostiles que habían entrado en el Castillo.

Los gritos no se podían a entender, sin embargo parecían estar desesperados, por poder entrar en  aquel lugar sagrado.

— Si-si alguien de los presentes, ti-ti-tiene algo que decir, que hable ahora o calle para siempre. — tartamudeo de nuevo aquel hombre de fe.

— Creo Fray Eugenio, que puede pasar a los votos directamente, podemos ahorrarnos la misa. — Cedric impuso su deseo, el pobre monje tan solo pudo tragar saliva y aceptar con la cabeza.

— Padre Eugenio ¡Está ceremonia es una farsa! ¡No amo este hombre! ¡¡Jamás me casaré con él!!. antes prefiero la muerte. — grito con fuerza, Leslie.

Aprovechó aquel momento de confusión, en el que volvieron a golpear la puerta. Y la consiguieron abrir, por fin, para soltarse y arrebatar, una daga, al atónito Layton que desenvainó, la espada al ver como entraba un enfurecido McGregor, seguido de varios hombres, con sangre en sus cuerpos y en sus caras.

Leslie no se dio cuenta de quién venía a por ella. Tan sólo dolió a sándalo y sudor. De forma instintiva, amenazó con la daga, su propio cuerpo, para que no la obligarán a casarse.

— ¡¡LESLIEEEE NOOOO!!

El grito de Williams y su mano fuerte que le arrebató la daga. La convencieron de que si habían venido a rescatarla. Él se interpuso entre Layton y ella, luchando con arrojo y fiereza. 

— Hermanita, jamás te dejaríamos casar, con este desgraciado.

— ¿¡Dylan!?

— ¡¡MAL NACIDOOOOS!! — El grito de Cedric.

Derek alertó de su ataque, por la espalda, a Williams. Como gran Guerrero que es, golpeó con la espada el brazo su contrincante, Layton, y giró rápidamente para protegerse del atardecer de Cédric.

Sus hermanos luchaban contra de los hombres de Layton. Y otros hombres del clan MacGregor defendían y acaban a todo aquel que traspasaba aquella puerta, de aquella pequeña capilla. Leslie recogió del suelo la daga, y antes de que pudiera darse cuenta, estaba luchando contra uno de los hombres, que enajenado, se iba a tirar sobre ella.

— ¡¡SIII!! esa es mi hermana.

La daga se clavó en el abdomen de aquel hombre y callada a su lado en el suelo cuando levanto la vista los ojos de la mujer de negro se clavaron en ella lanzando un grito al cielo de pavor.

— No sé quién eres, pero ve hacia el altar, junto a Fray Eugenio, protegeros allí. —Le dijo Leslie, mientras extendía la mano y la obligaba a moverse. — resguardaos hasta que todo esto termine, nada malo te pasará, os lo prometo.

Leslie le extrajo la daga al muerto y cogió en ese momento su espada, que para su sorpresa, era bastante ligera. Nada pudo hacer cuando un brazo fuerte la agarró, del cuello, por detrás, mientras notaba como la apunta afilada de una espada, se clavaba en su piel.

— ¡¡Leslie!!

—¡¡Hermana!!

— ¡¡DIOOOOSS NOOO!!

Antes de perder el conocimiento, por el dolor, Leslie hizo el último intento defenderse. Levantó la espada y le corto el brazo al agresor. Con las pocas fuerzas que le quedaban, se giró, y le clavo el puñal en el pecho. Un fundido en negro y luego la nada.

— ¿Donde estoy? — dijo Leslie, cuando, por fin, consigo abrir los ojos.

Antes había una mujer alta delgada y de blanco que la miraba con ojos tiernos y compasivos.

— Tu momento aún no ha llegado, debe regresar con los tuyos.

— ¿Qué quieres decir? ¿Quién eres?

— Debes despertar. — La imagen de aquella mujer, cada vez era más luminosa, y pudo distinguir en sus brazos, un recién nacido. Envuelto en la bandera del hada. — Soy Arendel McGregor, y este pequeño necesita a su madre.

— No-no puede ser. — Leslie, instintivamente se llevó la mano a su vientre.

— Regresa y sé feliz, ese es tu destino.

En esos pero aquella mujer desapareció y todo volvió a quedar en la más completa oscuridad.

— Leslie, amor mío, despierta. — susurro Williams — no te mueras, te necesito. ¡Dios Sálvala, te lo suplicó!

— Williams ¿eres tú?

Leslie abrió los ojos, y cuando lo hizo, se encontró con la mirada azul de su amado. Una vez sus ojos se adaptaron a la luz pudo distinguir la habitación. Se encontraba de nuevo en Asghar.

— ¿Cuánto-cuanto tiempo?

— 15 días, hermanita. Nada más y nada menos. — la voz y el sarcasmo de Dylan, le hizo poner una pequeña mueca de sonrisa, en su rostro.

— Vaya Leslie, parece que no estás tan mal. — comento con alivio Álex.

— Nos has tenido muy preocupados, a todos. — dijo Margaret, mientras se acercaba.

— Creo que hay demasiadas personas en esta habitación — sugirió Derek mirando a todos, y en especial, a Williams.

— ¿¡Papá, hermanos!? Estáis aquí.

— Son mis invitados... no iba a permitir que la familia de "mi mujer", no estuviese aquí, en estos momentos tan delicados. — respondió Williams, con solemnidad.

— ¿Tú mujer? — pregunto Leslie.

— y... después de tanto tiempo esperando tu mejoría. Creo que nos merecemos un reparador descanso. — explicó Ryan, para obligar a sus hijos a salir de allí y dejarlos a solas — necesitáis tiempo, para solucionarlo todo.

En pocos segundos desaparecieron, no sin antes demostrarle su alegría por ver a su hermana, cuñada e hija viva.

— Williams yo jamás...

— Lo sé, ahora lo sé todo. Y no sabes cuánto me arrepiento de mis palabras y mis actos. Perdóname Leslie, perdóname. — dijo completamente arrepentido. Inclinándose sobre el lecho, para acercarse más a ella.

— Williams, te amo. No tengo que perdonarte nada. — ella levantó sus manos, y cogiendo en ellas la cara de su amado, lo acercó y lo besó.

Una repentina arcada acompañada de angustia en el estómago. Hizo que se retirase con rapidez de aquel beso, acercándose al lateral de la cama.

— ¡¡RÁPIDO... UN GALENO!! —  Gritó un Williams asustado. Se levantó de la cama y corrio hacia la puerta, para buscar ayuda.

— Espera Williams, ¡Espera! No me pasa nada, no te asustes.

— ¿Cómo que no te pasa nada? Estás débil, has vomitado. Seguro que es algún tipo de infección o reacción, a la herida de tu costado.

— Ven, acércate. Necesito decirte algo importante. y… — mirando a la puerta, y viendo cómo aparecían varios sirvientes alterados. Le sonrió para calmarlos. — a solas, necesito hablar contigo a solas.

— ¿seguro que estás bien? pediré que te traigan algo de comer, ya que están aquí.

— Sí estoy bien. Me apetece una sopa. Sara sabe cómo me gusta. Y ahora ven aquí, y siéntate a mi lado.

Aquel hombre imponente y fuerte, hizo todo lo que ella le pidió. Después de unos minutos en silencio, en el que ambos se abrazaron, sin decir ni una sola palabra. Dando tiempo al tiempo, para volver a despertar sus sentimientos. La sensación de bienestar y de calma inundó la estancia. En aquel clima relajado Leslie tomo las fuerzas necesarias para contarle un pequeño secreto, que crecían en su interior.

En un principio, se encontraba confusa, pero fue encajando pequeñas piezas. y sobre todo, la fecha de la última menstruación, fue la clave. Antes de marcharse del Castillo, ya se encontraba rara, sin apetito. Cuando llegó Sherwood, los olores se hicieron insoportables.

— Los vómitos y las náuseas, no van a cesar, al menos, durante unos meses.

— ¿Qué me estás queriendo decir?

— ¿Qué crees tú, que pasará dentro de unos 9 meses, más o menos?

La cara de aquel bravucon Highland, era todo un poema. Pánico y felicidad, todo junto y mezclado. No sabía si saltar de alegría o esperar a que se lo confirmará un médico.

— ¿Está segura? ¿Voy a ser padre? ¿Cómo lo sabes?

— Querido Williams, a tus tres preguntas, te contestaré ahora mismo. Uno, Si estoy segura. Dos, tendrás que esperar, pero, si Dios quiere, lo serás. Y tres, me lo dijo Arendel McGregor.

—¿Quién has dicho que te lo dijo?

— Arendel McGregor ¿Es familia tuya?

— ¿Cuándo hablaste con ella? — Su rostro paso de la plena felicidad al asombro.

— Hace tan solo un rato, aunque si llevo 15 días dormida, no puedo calcular muy bien el tiempo, que ha pasado desde que hable con ella.

— Arendel es la hada protectora de nuestro clan, nadie la ha visto nunca. Hace siglos de su leyenda y de nuestra bandera.

— En ese caso, ha sido un milagro, hablar con ella. Guardaremos en nuestros corazones este pequeño secreto y contaremos a nuestro hijo, un cuento de hadas, con un final feliz.

— Así será Leslie, así será. Pero antes... este cuento comenzará como una boda. Entre una bella y maravillosa mujer, llamada Leslie.

— Y un hombre estupendo y fuerte, llamado Williams.

Se fundieron en un beso sin fin. Y sus vidas, a partir de entonces, fueron plenas. Consiguieron lo que tanto anhelaban, el verdadero amor. Un amor indomable, y con tanta fuerza que, ambos eran uno. No había fisuras, en su matrimonio, que no pudieran arreglar, con una noche de pasión y deseo, como en su primera vez.

FIN

*****
Espero que os haya gustado la historia. Un beso para todos mis lector@s, de corazón,  gracias.

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