Capítulo XIV

La carta del Rey lo cambio todo, la angustia que vivió Williams después de su lectura, era indescriptible. Reunió a todos sus hombres los armó hasta los dientes, y los preparo para la guerra. Envío varios emisarios a los clanes cercanos que le habían ofrecido su apoyo los Mckennan y los Stuart. Ambos clanes estaban a unos 3 días de distancia. En cuanto al Ejército del Rey no sabían exactamente a qué distancia podría estar de subjetivo, si aquella carta había llegado hacía 24 horas, quizás no estarían lejos.

El viaje hacia Sherwood que no estaría exento de peligro, debían ser discretos pero cómo esconder un ejército para que los espías de Cedric no lo advirtieran. El factor sorpresa era fundamental, sobre todo peligrando la vida de Leslie.

La carta de desprecio que escribió en contra de Leslie, y que fue entregada, seguramente, a su destinatario, le carcomía las entrañas. Eran palabras muy duras y llenas de odio, ojalá no las hubiera escrito, pero lo hizo, y eso sequedaría en su conciencia, de por vida.

— ¿Si le sucede algo a Leslie? jamás me lo perdonaré. He sido un tonto, un estúpido obcecado en mí orgullo, y no la deje hablar.

— Hermano, no es hora de lamentaciones, es hora de actuar lo antes posible. — le dijo Alex, posando su mano sobre su hombro, mientras sus hombres montaban sus caballos de batalla. — Ya tendrás tiempo de pedir perdón y de enmendar tu error, más adelante.

A mitad de camino, se encontraron con Harold y las noticias que él les trajo, fueron más inquietantes, si cabe. La forma de tratar a Leslie, la imagen de los guerreros de Cedric Mac Duggal, armados, y esperando, al parecer, al jefe del clan McCall. El asesino de su hermano Adam y su sobrino. Le puso a Williams los pelos como escarpias y ardió por dentro, como si estuviera en el mismísimo infierno. La sed de venganza unido al deseo de volver a reencontrarse con Leslie, esa fue la fuerza que espoleó su alma, para llegar 3 días antes de lo previsto en las inmediaciones del Castillo.

Se resguardaron en un frondoso bosque cerca de las montañas, fuera de las rutas más habituales. Así podrían preparar la mejor estrategia, para abordar la fortaleza.

Un par de sombras entre la maleza les advirtieron​​ que no estaban solos. Prepararon una pequeña emboscada, entre cuatro de sus soldados, rodearon aquellos dos hombres.

— Williams, no te parece extraño, que esos dos hombres estén por esta zona. — le comentó su hermano.

— Un poco sí,  además, parece que están huyendo, más que rastreando la zona para los McCall.

— Sus kilt no tiene los colores de ese Clan. — remarcó Harold.

Una seña con la mirada, y Williams hizo que sus hombres los apresaran y los amordazaran, para no llamar la atención. Estaban demasiado cerca de Sherwood, y no querían alertas a la guardia de las almenas. Los llevaron al campamento donde Alex y Williams los interrogarian. Cuando les quitaron el saco de las cabezas, fue toda una sorpresa.

— ¿¡Derek!? ¿¡Dylan!? ¿Qué hacéis aquí? — preguntó Williams.

— Lo mismo podemos decir de Vos. — dijo Derek con cara de pocos amigos.

— Acaso no habéis insultado bastante a mi hermana. Qué venís a regodearos... — escupió Dylan indignado.

— Vosotros dos desconoceis muchas cosas, no habléis de lo que no sabéis. — les recrimino Álex. Mientras se acercaba con una daga en la mano.

— Acaso nos vas a matar, por decir la verdad. Mi hermana está sufriendo, y ahora mismo se ha sacrificado por nosotros. — desvelo Dylan para asombro de Williams.

Alex corto las ataduras de ambos hermanos y les ayudo a levantarse. Mientras Williams se abalanzó sobre Dylan tomándolo por los hombros.

— ¿ la habéis visto? ¿Se encuentra bien? ¿Por qué decís que sea sacrificado por vosotros?

— ¿Ahora te preocupas por el bienestar de Leslie?

— Me merezco todos vuestros reproches y mucho más pero... — los zarandeó y le quito el polvo del camino, poniendo en su mirada una súplica silenciosa. — ahora lo que importa es que ella.  He venido a rescatarla; no tardará en llegar el ejército del Rey, y asaltaremos el castillo.

— Nuestro padre, también está informado de ello, y ha salido en su busca hace unos días. — explico Derek, algo más tranquilo.

— ¿Porqué no habéis ido con él? — preguntó Alex intrigado.

— Hace unos días vimos llegar a unos emisarios del clan McCall. No vinimos solos, así que, enviamos a nuestros hombres a avisar a mí padre, de sus movimientos y preferimos quedarnos para saber qué sé tenían entre manos. — explicó Dylan.

— Y ayer nos atacaron por sorpresa, nos vimos encerrados, en las mazmorras, junto a Leslie. — continúa hablando Derek ante la atenta mirada de Álex, Harold y por supuesto Williams.

Durante un buen rato ambos hermanos contaron como consiguieron salir y dónde estaba que el túnel escondido también contaron los planes de su tío para Leslie, en menos de 24 horas se vería casada, por la iglesia, con el jefe del Clan McCall.

— ¡¡Maldito bastardo!! si llega a tocarla aunque sea un cabello...

— Williams sosiega, mantén la cabeza fría y reserva toda tu irá para la batalla. — y aconsejó Dylan.

— Si no consigo parar esa boda, Leslie será viuda ese mismo día, Lo juro. — Williams realizó ese juramento, ante todos sus hombres tomando su espada, y besando la cruz.

Creyeron que la mejor forma de atacar la fortaleza era desde dentro así que si habían podido salir podrían volver a entrar sin ser vistos. Si Dios, y las hadas de aquellas tierras estaba de su parte, lo está lo conseguirían.

— Es hora de plantar batalla, Hermano es la hora de  desplegar nuestra bandera. Esta noche entraremos en Sherwood. — sentencia Williams, alzando su espada al aire y haciendo que todos sus hombres desenvainaran e hicieran lo mismo, en completo silencio.

— No es muy seguro volver a la celda, más que nada porque... no sé cómo saldríamos de allí.

— Derek tiene razón, además dentro del castillo seguro que se estará armando una muy buena, buscándonos por todos los rincones.

— Pensad, por eso mismo nadie pensará que estéis de nuevo en las mazmorras, si os están buscando por el exterior, nadie mirará en el interior.— explicó Williams.

— Creo que lo último que acabas de decir, me ha dado una idea hermano. — sonrío Alex mientras dibujaba en el suelo, un rudimentario plano del castillo. — Estamos aquí. Sí los soldados y Cedric están ocupados y distraídos por algo que ocurra en el exterior, jamás imaginaran que ya estamos dentro.

— ¿Qué quieres decir Alex?

— Los Mckennan y los Stuart están a tan solo un día de la fortaleza de Cedric McDougal. No podemos pretender pasar por un pasadizo estrecho, todo el ejército que traemos, pero si, podemos hacer tiempo. 

— ¿Sugieres distraerlos?, para que un pequeño grupo entre en el interior. Liberen a Leslie y nos abran las puertas de Sherwood. — sugirió Dylan, como si estuviera leyendo la mente de Álex.

— Exacto.

Los cuatro hombres se quedaron pensativos durante un tiempo y calcularon bien cuáles serían los riesgos y cuáles serían las ventajas de actuar de incógnito y en esas condiciones.

— Creo que podría funcionar. — expresó Williams, después de un gran suspiro. — pero yo con mandaré el grupo que entrará por el túnel.

— Por mí vale. — dijo Derek, frotándose las manos.

— Yo tambien acepto el reto, y os acompañaré. Conocemos bien el castillo, seremos vuestra guía. — confirmó Dylan, estendiendo su mano para estrecharsela. — Una vez mi hermana me salvó la vida, y ahora yo, la entregaré gustoso, sí con ello consigo salvar la suya.

— Estoy muy honrado, por vuestra compañía y ayuda. Leslie me contó la historia, hace poco, es una mujer valiente.

— Te aseguro que hay una gran guerrera, debajo de esa fachada candorosa y dulce.

Todos sonrieron antes aquella declaración. Si algo tenía Leslie, era mucha resistencia y paciencia, había esperado muchos años para poder tener el cariño de su familia y ahora los tenía. Y no solo los de sus hermanos y padre, sino también, el aprecio del Clan MacGregor. Y de entre todos ellos, el arrepentimiento sincero y amor incondicional de Williams.

Al mismo tiempo...

Leslie caminaba de un lado a otro de la habitación y Fedra la observaba en silencio. El tiempo pasaba en su contra tan sólo rezaba para que sus hermanos se encontrarán el túnel y pudieran salir a pedir ayuda.

Dieron unos toques fuertes en la puerta la cerradura se abrió y me entraron unos sirvientes con una bañera y agua caliente en cubos detrás de ellos, un adecentado Layton, traía en sus manos, lo que parecía un vestido de novia viejo.

— No deseo casarme con una mujer que huele a...

— Yo no huelo tan mal, Layton McCall. Lo que si huelo es a cerdo, que es lo que tú eres.

Layton dio un par de pasos hacia ella y con el reverso de la mano la abofeteo, haciendo que cayera suelo. Fedra echándose las manos a la cara, intentando callar un grito, corrió en auxilio de su niña. Los sirvientes miraron hacia otro lado y si quieren con sus quehaceres llenando aquella bañera de agua caliente.

— Cuidado con tus palabras, a partir de ahora serán medidas de la misma forma. Incluso con mayor dureza, si el desagravio supera a éste.

Tiró el vestido sobre la cama, y le dijo que debía ponérselo, para la boda que se celebraría en unas horas.

— ¡¡Horas!!

— Tu tío y yo hemos decidido que nos casaremos antes del anochecer, así podré disfrutar de tu compañía, esta misma noche. — Aquel hombre la miro de forma lasciva y saco su lengua lamiéndose los labios, ante la perspectiva de aquella noche.

Todos salieron cuando habían terminado su cometido, dejando aquella bañera humeante cerca del fuego. Unas cuantas telas para su secado posterior, fueron colocadas en una silla. Layton se apoyó sobre el marco de la puerta pasándose la mano por la barba y mirando todos los movimientos de las dos mujeres.

— Señor,  la señora necesito intimidad, para su baño. — dijo Fedra viendo cómo ese hombre no se marchaba, y Leslie no se movía ni un centímetro de su posición, fijando su colérica mirada sobre él.

— Está bien. Me encantaría ser yo, quien te desnudase, pero a partir de esta noche, no tendré ningún reparo en hacerlo. — Con esas últimas palabras, salió de la habitación, y un soldado la cerró.

— Antes me tiro por esa ventana, que dejarme tocar por ese desgraciado. — gritó Leslie.

— ¡Calla niña! ¡Calla!, no atraigas a "la pelleja". — dijo Fedra, después de presinarse. "La pelleja" era una forma de llamar a la muerte, sin decir su nombre.

Fedra entre muchas cosas era demasiado supersticiosa se conocía al dedillo todas las leyendas y creía realmente en la magia. Aunque tenía una ferviente fe en Dios. "Una cosa, no quita la otra. — decía ella, siempre que Leslie le preguntaba, el porqué encendía incienso y velas."

Un pequeño altar cerca de la ventana, con algunas pequeñas plantas una vela y un santo. Daba muestras de su devocion, en un intento de pedir ayuda, a todas las fuerzas de la naturaleza y también divinas, para salir con bien, de aquella situación.

Se bañó e intentó relajarse, pero poco podía hacer. Todos sus músculos estaban tensos y rígidos ante lo que, en unas horas sucedería, si nadie lo remediaba, su boda con Layton McCall.

Leslie prefirió vestirse sola, mientras Fedra no paraba de rezar en aquel altar improvisado. Todo lo que se estaba poniendo desprendía un olor desagradable, de ropa enmohecida en un viejo baúl.

— ¡¡Dios mío hija!! Mis súplica se han escuchado en el cielo.  ¡¡Hija ven!! Dime que lo que ven mis ojos no es un espejismo.

Leslie se acercó con rapidez y se asomó con curiosidad, pero cuál fue su asombro, cuando al mirar hacia la colina y hacia el verde prado, vio aparecer un destacamento de hombres, a caballo y a pie, armados hasta los dientes.

— No, no puede ser...

Se quedó sin respiración y su corazón dejo de palpitar, al descubrir en la lejanía, el estandarte con los colores de los McGregor, la bandera del Hada se batía al viento, con aquellos reflejos anaranjados del sol crepuscular.

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Gracias por vuestro apoyo, gracias por vuestros votos. No sabéis lo que significa para una escritora novel, el reconocimiento de gente que apenas conoce, pero que la animan a seguir escribiendo.
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