Capítulo XIII

La pobre de Fedra corrió el interior del salón para colocarse al lado de su amada y querida Leslie.

— Apártate, maldita bruja, mi sobrina tiene que recibir su merecido, por traicionarme. —Grito entre dientes, mientras apretaba los puños.

— Mi señor, piedad. Por favor, pensar lo que váis a hacer — le rogó Fedra, mientras veía como Leslie era zarandeada, como una muñeca de trapo, por su tío.— Es vuestra sobrina, es vuestra sangre. Os ruego que la dejéis.

— Acaso, "vieja decrépita", ¿Estás dispuesta a recibirla los latigazos que tengo reservados para ella?

— Sí mi Señor, los recibiré por mi niña, a cambio que no la marqueis. ¡Tened compasión, señor!

Leslie desde que llegó, no había abierto la boca, se había resignado a morir a manos de su tío, nada le importaba, pues el único hombre que amaba, la odiaba y jamás la perdonaría. Los bruscos movimientos y las bofetadas de su tío, apenas los sentía, porque tenía el corazón y el alma rotos por el dolor. Tan solo reaccionó al escuchar la voz de Fedra y sus ruegos. Cuando escuchó la amenaza de Cedric hacia ella, se reveló, soltando sus brazos del agarre de él, y arrebatándole la daga del cinturón. Su vida no valía nada, en aquel momento, pero no permitiría que la vida de Fedra corriera peligro.

— No tienes lo que hay que tener. Eres una inútil, una completa inútil, no sé cómo puede confiar en ti.

Leslie colocó el puñal, en modo defensa y lo puso delante de ella, para que no se acercará. Cedric tomo distancia, burlándose de ella, mientras por la puerta entraban algunos de sus hombres, que al ver la escena, se colocaban a su alrededor, por si tenían que intervenir.

-— No dejaré que toques a Fedra. No te lo permitiré. Eres un traidor a nuestro Rey Y a Escocia, te has aliado con los McCall, para hacer tratos con el ejército inglés. Y dominar las islas, en tu propio beneficio. — espetó Leslie, con las pocas fuerzas que tenía, para que sus nombres lo escuchasen.

— No sé si lo has notado, pero estás en mi casa, y aquí mando yo. - Con un gesto de su cabeza, sus hombres la agarraron por detrás. — Mis hombres me han jurado lealtad, y no me traicionarán como tú. Maldita niña malcriada.

Poco pudo hacer, para defenderse, pues la daga cayó al suelo. Ambas mujeres fueron llevadas a una celda, en las mazmorras del Castillo.

— ¿Creías que con un tu artimaña de entregar los títulos del castillo de Greenhouse al Rey, conseguirías algo a cambio? — Cedric entró en la celda y la cogió del cuello, levantándola del suelo, un palmo, mientras la apoyaba sobre la fría piedra —, tan solo has retrasado mis planes, querida sobrina.

— ¡Suéltela, se lo ruego! — Fedra gritó todo lo que pudo, para llamar su atención. — ¡ Señor, la váis a ahoga!

Mientras la sostenía, su tío acercó su rostro al de ella, y con el aliento sucio por el alcohol, le susurro al oído.

— Te mereces MORIR, ¡Traidora!. Pero tengo reservado algo peor que la muerte, algo especialmente pensado para ti. — la soltó, y cayó al suelo desmayada, por la asfixia.

— ¡Leslie hija! responde mi querida niña. Despierta cariño. Despierta. — dijo Fedra, con la voz entrecortada, por el miedo.

Su tío salió de allí escupiendo en el suelo. Leslie pagarían muy caro su osadia.

— Todavía me sirves viva, antes que muerta. Reclamarás tu dote al Rey. Firmarás un documento, que abre escrito expresamente para ello. Si te niegas, verás morir delante de tus ojos, uno a uno a tus hermanos, y después, a tu padre.

La celda se cerró con un golpe seco y metálico. El carcelero colocó las cadenas y después se marchó caminando al final de aquel​ húmedo y mugriento corredor, donde se sentó, al lado de una mesa.

— Dentro de dos días te presentaré a tu futuro marido, y te aseguro que no me importará lo que haga contigo, a partir de ése momento. — comentó Cedric mientras subía las escaleras, provocando eco, en aquella galería humedad y oscura.

Leslie no supo cuánto tiempo permaneció inconsciente, sobre aquel lecho de paja, Totalmente desorientada, apenas escuchaba rumores a su alrededor. Lamentos y rezos de una mujer vieja y cansada, que más tarde reconoció como su Nana.

—¿Naná donde estamos? ¿Como hemos llegado hasta aquí?

— Hija mía, no te muevas. Te has golpeado la cabeza al caer, y has permanecido inconsciente un día entero

— ¿¡Dormida!?

Cuándo abrió los ojos y pudo adaptarse, a la poca luz de las mazmorras y sus pasillos, reconoció el lugar. Había ido muchas veces al castillo de su tío, cuando era pequeña, había jugado al escondite por aquellos lugares, muchas veces, junto a sus hermanos.

— Fedra, ayúdame a levantarme, necesito ponerme en pie. — la buena mujer hizo lo que pudo, pero el mayor esfuerzo lo tuvo que realizar ella. Tenía el cuerpo dolorido y le costaba respirar.

— Querida niña, no deberías hacer esfuerzos. El animal de tu tío, te ha dejado señales de su brutalidad, varios golpes en las piernas y... algunos en el costado.

— Fedra, esos golpes, apenas me duelen. Lo que me duele realmente es el alma. — Leslie le tomó las manos a la buena mujer, para coger fuerzas.— He traicionado a todos, a mi familia, a Williams, a los MacGregor, no merezco vivir.

— ¡¡Por todos los santos!! mi niña. ¿Qué locura estás diciendo? ¿Que es lo que has hecho? ¿Por estamos aquí? No entiendo...

— Fedra he cometido el peor error de mi vida, intente arreglar las cosas, y lo único que he hecho es enamorarme de un hombre que me odia, y por si fuera poco, la vida de mis hermanos y mi padre está en manos, del más despreciable los seres, que es mi tío. Y yo, he vendido mi alma al diablo. He perdido todo lo que me importa en la vida, no me queda nada por lo que luchar.

Sus ojos se inundaron de lágrimas y abrazada aquella vieja ama, se desahogó. Unos golpes en la pared de piedra de su celda la saco de aquel inmenso mar de desconsuelo y desesperación.

— Jamás creí que mi hermana Leslie "la guerrera" se dejará vencer tan fácilmente. — la voz de un hombre joven, al otro lado de la pared, le hizo volver a respirar.

— ¡¡Dylan!!

— Antes de morir, Derek Mac Duggal se llevará por delante a todo aquel que lo intente. Y tú debes hacer lo mismo, Leslie Emer McGregor.

— ¡¡Derek!!

— Sí hermanita, estamos aquí. Algo magullados, pero vivos, y no tenemos ningún deseo de morir sin luchar.

El grito de guerra de los Mac Duggal resonó la mazmorra con un eco sin fin.

— ¿Cuando os capturaron? ¿Cuánto tiempo lleváis aquí? — pregunto Leslie, agarrándose a los barrotes de su celda y asomando la cabeza, como podía, para poder verlos.

— Fue anoche. Estábamos espiando a nuestro tío, tus últimas cartas nos alertaron, y era cierto, es un cerdo manipuladores. Nuestro padre está realmente arrepentido, de seguir a Cedric.— respondió Derek.

— Nos pillaron desprevenidos, y nos encerraron aquí. Te vimos inerte en el suelo y nos asustamos, pero Fedra nos tranquilizo. — la mano de Dylan asomo por entre las rejas y Leslie la agarró con fuerza. — hemos estado esperando, todo este tiempo, que despertases. No nos falles hermanita.

—Tienes un corazón Guerrero. Ahora es el momento de sacarlo no desfallezcas. — continúa Derek.

— Pero lo primero que tenemos que hacer es comer. Ahora mismo me comería un caballo, tengo un hambre feroz.

— ¡¡Esa es nuestra Leslie!! —dijeron los dos hermanos a la vez.

— Aunque no esperes nada bueno de estas cocinas, desde que estaba la nueva mujer de Cedric al cargo. Se come peor que nunca. Jajajaja — se mofó Derek.

Ante aquella situación, las risas y las bromas de sus hermanos, era lo único que alegraba el alma de Leslie, Le dio alas para continuar. Hacía tanto tiempo que esperaba que su familia la aceptará y la quisiera, que las muestras de cariño, sus palabras de ánimo y sus manos apretándoselas con fuerza, la hicieron sentir que era apreciada de corazón.

Salir de allí no sería fácil, pero ella escondía un "As" bajo la manga. Con las fuerzas renovadas, por la cercanía de su familia ,nada ni nadie se interpondría, lucharía y moriría, al lado de sus hermanos, si fuese necesario.

— Tengo un plan, ¿Estamos al este o al oeste en las catacumbas, del Castillo? — pregunto Leslie, después de que los carceleros trajeran la comida, y se marchasen.

— Al Oeste, ¿Porqué?

— ¡Estupendo! Dylan, ¿Te acuerdas cuando jugábamos al escondite, y nos metíamos por estos túneles?

— Sí, aunque de eso hace mucho. De lo que sí me acuerdo, es que ganabas siempre, eras la última en aparecer. Nunca sabíamos donde te escondías.

Fedra sonrió ante las confesiones de los hermanos; ella los adoraba a todos. Los había criado desde pequeños, sabía muy bien de lo traviesos que eran, y de los quebraderos de cabeza, que tanto ella como Lisbeth les habían dado.

— La razón era muy sencilla, no me escondía, simplemente me escapaba por un pequeño túnel, que había en una de las celdas.

— ¡Menuda tramposa! — dijo Derek de broma.

— No tramposa, no. Es una chica muy lista, nuestra hermana Leslie. — Respondió Dylan, imaginándose el plan de su hermana. — Me parece que ya sé, cómo vamos a salir de aquí.

— Como tú has dicho antes, tú también eres un chico muy listo. - Leslie revisó, en ese momento, las paredes de la celda, y se dio cuenta de algo importante. — tan sólo hay un pequeño problema.

— ¿De qué se trata hermana?— pregunto con interés Derek.

— Pues que... ese pasadizo está en vuestra celda y no en la mía.

— ¡Maldita la suerte que tenemos!

— No te quejes Dylan, es un túnel muy pequeño, pero creo que podréis pasar. Cuando salgáis, estaréis cerca del bosque, si conseguís despistar a los guardias, llegaréis sin problemas. Una vez ahí, buscar ayuda no será difícil. — les explicó, Leslie en susurros.

Unos pasos por el pasillo les obligaron a permanecer en silencio, y a volver a sus posiciones, como si estuvieran comiendo, la bazofia que les habían puesto, en un plato sucio y mugriento.

— Esto no hay quien se lo coma. Me entran náuseas nada más olerla —comentó Leslie con la cuchara en la mano.

— Ya te lo dije hermana, ya te lo dije.

Junto a dos hombres sucios, con un kilt que no conocía, apareció la silueta de su tío. Leslie tiro al plato contra la reja, manchando aquellos dos hombres, que ni siquiera se inmutaron. Más bien les pareció divertida.

— Vaya, veo que lo que dijiste es cierto. — comentó uno de ellos, con una sonrisa perversa, en su rostro.

— Ya te dije Layton, que necesitaba mano dura para domarla. — le sugirió Cedric, mientras abrían la celda.

— Querida sobrina, te presento a tu futuro marido Layton McCall.

— Todavía estoy casada con William McGregor.

— El te ha repudiado, te ha enviado a mí. Para que haga contigo lo que me plazca. Me lo deja muy claro en esta carta, que me entregó uno de sus soldados. Mañana te casarás por la Iglesia. Y hoy Firmarás la carta al rey, si no quieres que tus hermanos pasen a mejor vida, hoy mismo.

Cuatro soldados entraron en la celda contigua y con la espada en la mano las colocaron sobre los cuellos de sus hermanos.

— Tú decides, querida sobrina.

—¡Noooo! — grito Leslie, con todas sus fuerzas. Arrodillándose ante aquellos hombres y su tío. — haré lo que me pides, pero no les hagas daño, te lo suplico.

Fedra lloraba, sus hermanos insultaban é intentaban zafarse, sin mucho éxito, de sus captores.

— Tú y Fedra vendréis conmigo, a una alcoba, y será preparada para tus nupcias. Si intentáis escapar, vuestros hermanos morirán.

Cedric la tomó por el brazo y la agarró con fuerza. Mientras Layton se colocó a su lado tomando la composición de la cintura y oliendo su pelo, se acerco a su oído.

— Estoy deseando que llegue esa noche. Disfrutaré tomándote en el lecho y enseñándote tus obligaciones como esposa.

Ambas fueron llevadas por soldados a una habitación, que fue cerrada con llave por fuera. Desde la ventana se divisaba la colina y el Prado por dónde habían llegado 24 horas antes. Casi 15 metros de altura estaban del suelo, era una temeridad y un despropósito intentar escapar.

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