Capítulo XI

Ver a Williams tiritando por fiebre alta, y envuelto en sudor, era una agonía para Leslie, pero aún así, permaneció a su lado.

Margaret, Fedra, Mildred y Sandra se ocuparon de traer todo lo necesario para limpiar y cauterizar la herida, para que dejase de sangrar. Sandra preparó algunas hierbas, que eran buenas para la cicatrización y las infecciones. Margaret realizó varias cataplasmas, que  colocaba sobre la herida, cada cierto tiempo. Además, Fedra hizo una sopa contundente, para que bebiese, pues tenía que reponer fuerzas.

— ¡Alex! quiero que esté aquí, y hablar con él, — grito Williams, con los ojos cerrados. — Qué venga ¡YA!

— ¡¡Por todos los santos!! no te muevas, o se te abrirá la herida — le suplicó Leslie.

— Alex está en la puerta, ahora mismo le hago pasar. — aclaro Mildred, mientras recogía la palangana con las vendas ensangrentadas.

Alex entro a los pocos segundos de haberse marchado todas las mujeres menos Leslie. Se acercó a su hermano con el alma en un puño y tomándole su mano con fuerza lo ánimo para que abriera los ojos.

— ¡Hermano aguanta! saldrás de está, ya lo verás.

— Alex, está muy débil, no debería hacer ningún esfuerzo.

— Leslie, sal de la habitación, tengo que hablar con mi hermano a solas. — Dijo con frialdad, ante el asombro de Álex.

Sus palabras fueron un duro golpe para Leslie, pero estaba tan asustada, e incluso en el fondo se sentía culpable, por haber salido a dar un paseo, que no dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y salió de sus aposentos. Casi sin fuerzas, tiro de la manilla de la puerta, pero no llego a cerrarse, por lo que quedo una pequeña rendija. No pensaba quedarse detrás de la puerta, pero no pudo  evitar escuchar la conversación.

— Alex si me sucede algo...

— Ni lo mientes hermano, a ti no te pasará nada. Saldrás de está.

— Alex escúchame, debo decirte dónde se guarda la bandera, no me encuentro bien, me siento muy débil. — Apenas se le podía escuchar la voz, susurraba más que hablaba.

— Williams ¡¡¡ BASTAAAA!!! no quiero escucharte así.

— No quiero morir, sin decirte dónde se encuentra, debí habértelo dicho antes pero...

Un fuerte dolor en el costado, interrumpió la conversación. Durante un instante, Leslie estuvo a punto de abrir la puerta y entrar, pero no pudo hacerlo. Comenzó a llorar desconsolada y sus piernas temblaban, apenas podía moverse. Pensar que lo iba a perder, sin haberle dicho que lo amaba y que jamás amaría otro hombre como a él, era demasiado para ella.

— Williams, no dejaré que te mueras, iré a buscarte al mismo infierno, si es preciso. No quiero perder a otro hermano, no lo pienso consentirlo. Eres fuerte ¡¡Lucha!!

— En el cabecero de la cama hay un cajón secreto. Aprieta el sello de nuestro clan y se abrirá. — Alex siguió sus órdenes al pie de la letra, y ante él había una caja de madera. — aprieta en los laterales, notarás cómo salta un resorte, y podrás abrirla, en su interior se encuentra nuestra esperanza, protégela con tu vida. Nuestros antepasados han dado su vida por ella, no vamos a ser menos. Todo lo que nuestro Clan ha conseguido, ha sido gracias a nuestra fe en este pedazo de tela. No dejes que caiga en manos de...

— Williams, ¡¡Se acabo!! no hables más. Se lo que significa para nuestro clan, te prometo y te juro que permanecerá con nosotros y que jamás nadie sabrá dónde se esconde.

— Gracias.

Alex volvió a guardarlo en aquella caja, detrás del cabecero. Permaneció al lado de su hermano, hasta que un soldado llamó su atención, para contarle algo importante.

Leslie aprovechó ese momento para entrar de nuevo en la habitación y sentarse en la cama. Tomó un cuenco con agua fresca, y unos baños limpios, que utilizo para limpiarle el sudor de la frente.

— Leslie no me dejes, no me abandones — susurraba envuelto en sudor.

— No lo haré Williams, te amo. Aunque sé que no te acordarás de mis palabras, quiero decírtelas, necesito que lo sepas. Nunca amaré a nadie, como te amo a ti. Jamás ningún otro hombre me tocará. Te quiero Williams McGregor

— Leslie

Después de pasar noches en vela, con los delirios que le provocaba las fiebres y cuando creían que estaba todo perdido. Dos semanas más tarde, una mañana, la fiebre remitió, comenzó a ingerir alimentos de forma habitual, recupero fuerzas.
Margaret y Leslie le obligaron a permanecer en la habitación y en la cama, una semana más.

— ¡Por Dios! soy el jefe del Clan McGregor, y no puedo mandar ni en mi propio hogar.

— Solo cuando te encuentres en plenas facultades y ahora mismo no lo estás, así que, come y calla. — se impuso Margaret, con los brazos en jarras.

— Hermano, te sugiero que le hagas caso. — dijo Alex, para apaciguar a Williams. — todo está en orden y está controlado, he enviado cartas a todos nuestro clanes amigos y pronto recibiremos noticias de ellos.

— Está bien.

En aquella horrorosa semana en la que pensó que perdí al amor de su vida, Leslie pidió explicaciones Alex ,el porque del ataque porque el clan McCall. Su padre, Ryan, le envió una carta pocos días después del ataque. Comentándole la extraña retirada de aquel clan de sus tierras, justo después de la boda de Cedric con una de las hijas de los Mackenzie. Aquello no podía ser una coincidencia, pero faltaban datos y esos datos tan solo los tenían Alex y Williams.

Alex se cerró en banda, le dijo que no eran asuntos de mujeres, y que ella, no debía meterse. Williams por su parte tan solo le pidió que confiar en él y que no se preocupase por nada. Frustrada por no conseguir la información que necesitaba decidió enviar una carta a la corte, directamente a la Reina, pidiéndole auxilio, ante una situación insostenible y peligrosa.

No tardo en recibir, tres semanas más tarde, una carta con el sello de su tío, este le advertía del poco tiempo que le quedaba para obtener la información que le prometió, y también le decía que tenía planes para ella después de que Williams la rechazase cómo esposa. Aquello le revolvió el estómago sí algo había tenido en aquellos meses era tiempo tiempo para pensar con tranquilidad lo que quería y a quien amaba y por supuesto su corazón estaba al lado de los McGregor. Su padre y sus hermanos le importaban,  pero sentía asco de sí misma, por haber aceptado aquel absurdo plan.

Se encontraba entre la espada y la pared, sí ahora Williams se enteraba de lo que ella debías averiguar, y que ya había descubierto, jamás le creería y jamás conseguiría su amor.

— ¿Qué ocurre? Estás blanca como la cera — le preguntó Williams, cuando vio en sus manos una carta arrugada.

— Mi padre, me cuenta que mi tío se ha casado y... — comenzó contando una mentira la carta de su padre había llegado semanas antes pero como decirle que su tío le amenazaba. — los MacGregor y los Mackenzie tenían un trato ¿no es cierto?

— Si, pero ese trato ya ha caducado.

— ¿tú lo sabías? ¿desde cuándo?

— ¿Saber el que? — contestó Williams con sarcasmo, y con una nueva pregunta.

— ¿Acaso no tengo derecho a saberlo? creí que algo bueno estaba sucediendo entre nosotros, antes de marcharte

— Leslie te aseguro que eso no ha cambiado, tan solo te protejo, para que no sufras, innecesariamente. Cuando termine nuestro matrimonio a prueba. — Cuando pronuncio aquella última frase, se arrepintió, pero ya no pudo hacer nada para remediarlo.

Aquella bofetada de realidad, fue la gota que colmó el vaso para Leslie. Con rabia en los ojos y apretando la mandíbula ,se levantó del lado de la cama donde se encontraba y camino con firmeza hacia la puerta. no quería que la viera llorar.

Fin de año llego y entre los preparativos de las fiestas, las comidas para los pobres, y las cuentas del Castillo, los meses volaron. Tan sólo quedaban dos, para el fin de su matrimonio. En aquel tiempo Williams intento acercarse a ella y volver a retomar lo que tenían, pero Leslie no se lo permitió.

A través de la correspondencia que mantenía con la Reina, conoció la situación real de su Clan y no pensaba quedarse con los brazos cruzados, viendo cómo se destruía. Sí Williams le podía su orgulloso, y no le contaba sus planes, ella tampoco le contaría los suyos. Lo amaba y lo que iba a hacer era una demostración de amor.

Escribió a su padre y también a su hermano menor, con la intención de contarles los planes verdaderos de su tío Cedric, y así intentar acercar a su familia a los MacGregor. La posición estratégica del Castillo de su madre, en las islas, y las intenciones de Cedric, cuando ella quedase libre del matrimonio con Williams, le hacían pensar que buscaba la dote que ella obtendría con un matrimonio por la Iglesia, y de conveniencia, al que se vería obligada, esta vez,   para siempre.

Con el consentimiento de su padre y la ayuda de sus hermanos enviaron los títulos de las tierras al este de Lexington y
Greenhouse, en manos de la Reina, pidiendo la intercesión al Rey para que interviniese, en aquellos tratos, que no haría ningún bien a Escocia.

Los McCall al ser mercenario, se vendían al mejor postor y eso podría ser demasiado peligroso. Su tío no tenía ninguna clase de escrúpulos en hacer tratos con quién fuese, y eso implicaba también a Inglaterra, enemiga de Escocia.

— Leslie, necesitamos hablar.

— Williams ,creo que ya lo hemos dicho todo. Tan solo faltan 2 meses para el fin de nuestro matrimonio, y creo que está todo dicho.

Por dentro el dolor la desgarraba, no quería separarse de él, no quería dejarlo, pero ya era tarde. Había llegado demasiado lejos, su tío no cedería,  pronto se enteraría de lo que había hecho, y no le harían ninguna gracia haber perdido el Castillo de Greenhouse. Ella estaba perdida, tan solo le quedaba aceptar que, al menos, había hecho lo posible para salvar a los MacGregor​.  La iría de su tío caería sobre ella y probablemente su muerte sería el fin.

— No, no está todo hablado, recuerdo tus palabras, Leslie. Cuando estaba al borde de la muerte, las escuché. Y aún las oigo, todos los días.

— ¿Qué quieres de mí? Ya sabes lo que siento por ti y eso no ha servido para cambiar nada, en todo este tiempo, tú mismo me lo recordaste; nuestro matrimonio "a prueba" toca a su fin. Y no estás obligado a nada conmigo. — se levantó de una de las sillas del salón de reuniones, donde revisaba las cuentas todos los días, y camino hacia la salida, sin mirarle.

— No me dejes con la palabra en la boca — dijo, dando un puñetazo sobre la mesa. — he esperado pacientemente, que te dieras cuenta.

— ¿Cuenta, de qué? — Un par de manos fuertes la retuvieron, agarrando sus brazos por detrás.

—Que me arrepiento de mis palabras, que yo también siento lo mismo que tú sientes por mí. — Williams respiró profundamente, cerca de sus cabellos y aspiró el aroma a lavanda, que siempre desprendía su querida Leslie cuando estaba a su lado. Y que añoraba, pues hacía muchas noches que ella había decidido volver a dormir, en la vieja torre.— He intentado, por todos los medios, llamar tu atención. Para que me perdonases.

— Es tarde, quiero regresar a mi alcoba.

— ¿Me perdonarás algún día, Leslie? — el aflojo su agarre, pero llevo sus manos hasta su cintura, y apretando su espalda contra su pecho. — Dime que me perdonas. Y te dejaré marchar.

Instintivamente ella dejó caer su cabeza sobre el pecho de Williams, sus manos buscaron las manos de él, para acariciarlas.

— Como no hacerlo.., si te amo Williams McGregor. — Susurró Leslie, mientras giraba sobre sí misma, y se colocaba frente a él para mirarle a los ojos.

— Repite lo que acabas de decir, quiero volver a escucharlo. No quiero que sea un sueño, quiero que sea real.

— Te amo

— Y yo, también te amo Leslie Mac Duggall. Mi corazón te pertenece, no lo olvides.

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