Capítulo V


3 semanas después, Leslie dudaba de que pudiera conseguir su objetivo. Sus encuentros con Williams eran fugaces; no había vuelto a su recámara, después de la noche nupcial, y por una extraña razón; lo echaba de menos. Siempre rodeados de gente, esperaba ansiosa los pequeños paseos junto a él, en las almenas, al atardecer, antes de la cenar.

Ella seguia viviendo en la vieja no es que fuera confortable, pero era sobria y fría. Decorada por tapices antiguos y refinados, le ofrecían una visión de abolengo y nobleza. Le mostraba la importancia del clan MacGregor en aquellas tierras de los Highlands.

Todos los días bajaba a la cocina, con la excusa de aprender hacer postres. Ganándose la confianza de una huraña cocinera que no le gustaba la compañía. Se hizo un hueco en los corazones de los sirvientes, por su simpatía y nobleza de sentimientos.. Aunque sólo fuera la señora del jefe del clan durante un año, quería demostrar sus habilidades con la organización de las comidas del Castillo de Asghar.

Aquello le había permitido caminar con libertad por los pasillos y cuartos de la vieja Torre, lo que le permitió investigar la posible ubicación de un pasadizo hacia el exterior o un escondite secreto donde se guardaba la bandera del hada.

Se encontraba en la despensa, mirando por debajo de unas estanterías, era la única estancia que le quedaba por registrar y casi había perdido las esperanzas de poder hallar alguna prueba evidente, de cualquiera de los dos objetivos que debía hallar.

— ¿Qué haces en el suelo?

Una voz fuerte y masculina proveniente de su espalda la hizo saltar del suelo, levantarse de forma precipitada. Williams había observado, durante aquellos días, la rutina de su esposa. Alabó la paciencia que tuvo con su cocinera Sandra; sabía de lo difícil que era de tratar, y le gusto que se ganase su confianza. Aunque también supo de sus paseos por los pasillos y de sus entradas y salidas en las diferentes estancias de la Torre. Eso no le gustó, y por eso fue a buscarla, para hablar con ella. Cuando entro en la despensa y la vio allí, tirada en el suelo, a cuatro patas, le pareció una postura divertida ¿Pero, que estaba haciendo su mujer? Necesitaba una explicación.

— Pues-pues, yo-yo estaba... — se atusó el vestido, y respiró profundamente. Tenía el corazón encogido, casi no podía ni articular una palabra. Ante ella un enorme cuerpo varonil con los brazos en jarras, esperaba una respuesta razonable y sobre todo creíble. - Vine a coger algo de harina, y creo que se me ha debido caer alguno de mis pendientes. He escuchado un sonido metálico, y estaba buscándolo cuándo has aparecido.

Siempre que lo tenía cerca se estremecía. El olor a sándalo era genuino, por eso sabía que era él, antes de poderle mirar a la cara. Su postura imponente y su mirada podía hacer temblar a cualquier hombre.

— ¿Un pendiente dices?

— Eso creo — ella se llevó una mano a la oreja, pero no le dio tiempo a nada más.

— Está bien, veamos...  — dio un paso al frente y se colocó a escasos centímetros de ella.

Williams levanto su mano áspera hacia la cara angelical de Leslie; posando sus dedos sobre su mejilla y echándole un mechón hacia atrás, con delicadeza. Despejó sus lóbulos, uno a uno, y comprobó que no le faltaba ninguno de ellos.

— Creo que los pendientes no se le han caído, mi señora.

El juego del gato y el ratón le empezaba a gustar. Ver la cara de angustia en Leslie, intentando ofrecerle una explicación, como si fuera una niña que hubiera hecho algo malo, le enterneció. Aunque jamás dejaría de sospechar de un Mac Duggal, aquella muchacha estaba llegando a su corazón, más de lo que él quería admitir. Que estaba buscando algo , era evidente, pero ¿el qué?.

— Entonces a debido caer mi-mi broche, el cierre está flojo y... — intento disimular su nerviosismo, dando un pequeño paso hacia atrás, pero no le sirvió de nada. Su espalda chocó contra la estantería e hizo que varios objetos se tambaleasen sin llegar a caer.

Williams estaba conteniendo sus impulsos. El tacto sedoso su piel; con el que tanto había soñado, y por fin se había echo realidad, estaba haciendo perder el control. El olor a lavanda que desprendía su cabello, era algo irresistible y tentador, Se sentía echizado.

Durante los días siguientes a la despedida de los Mac Duggal; Williams evitaba estar con ella a solas, pero a la vez deseaba tener aquellos breves encuentros, en los que ambos charlaban, de forma distendida. Ella, en diferentes ocasiones, le había contado detalles de su vida. Y deseaba conocerla, le atraía su candidez e inocencia a la hora de hablar con el. En ciertos momentos, veía en su mirada cierto brillo embriagador, además de su permanente rubor en las mejillas, y eso hacía que su corazón palpitara más deprisa, anhelando más contacto. Se sentía bien a su lado y quería largar aquellos instantes, para poderla conocer y saber más de ella.

— Acaso ese broche, que buscáis, tiene una perla en forma de lágrima y en su centro, lleva engarzada una gema color turquesa. — los ojos azules de Williams bajaron desde el óvalo de su cara hacia el centro de su pecho, y allí encontró lo que su esposa decía que había perdido.

— Ese es...

— Pues he de deciros mi señora, que tampoco lo habéis perdido. — La mano de Williams paseo sus dedos desde los hombros hacia el escote, deleitándose con su contacto y disfrutando de la cara de asombro de Leslie.

Ella estaba desconcertada, apenas podía moverse pues estaba aprisionada entre la estantería y aquel duro cuerpo.

— ¿Porque no me decís la verdad, Leslie?

— Me-me habéis asustado, me habéis encontrado en una postura ridícula y... — fue en ese momento cuando vio la mirada lasciva de Williams sobre sus pechos. Se dio cuenta de la oportunidad que tenía delante.

Levantó sus brazos y puso su mano en la incipiente barba de su marido.

— Bésame — Le implicó mirándolo fijamente a los ojos.

— ¡Leslie! — abducido por su mirada penetrante, de color violeta, la besó.

Al principio fue un beso dulce y suave pero pronto sus deseos más profundos y su cuerpo le pidieron más y él en un frenesí de sensaciones profundizó más en ese beso interminable apretándose contra ella y tomándola de la cintura, sentía el calor tierno y sensual de su esposa le ofrecía y por unos instantes se dejó llevar.

Leslie al principio dudaba de cómo continuar con aquella intimidad, que había comenzado por sus ruego, pero pronto su cuerpo activado por el fuego que la abrasaba en su interior, Asia que se moviese casi de forma automática y se adaptaba a las curvas y al pecho de Williams cuando él la apretó. Sus manos acariciaban las angulosas facciones de Williams, después enredo sus dedos en su pelo, tirando de él, para pedirle más.

Casi sin aliento, Williams apartó su boca de la de ella y apoyó su frente sobre la suya. Sus respiraciones descompasadas y agitadas, le obligaron a recuperar la cordura perdida. ¿ Qué estaba haciendo? ¿Como había podido caer en un truco tan venial? Por otra parte; Leslie era como una droga para él, contra más tiempo pasaba con ella más deseaba seguir a su lado. Sabía que era peligroso jugar con fuego, pero aún así, cómo buen guerrero le atraía el peligro.

— Ten cuidado con lo que pides, Leslie. Quizás recibas más de lo que esperas.

— Eso no es malo, si viene de ti. Yo soy tu mujer... — estaba tan alterada que parecía como si su cerebro funcionará solo por las hormonas y las ganas de seguir besandolo.

— Esto no está bien, Leslie.

— ¿Acaso no te gusto?

— Nuestro matrimonio es temporal, tiene una duración y un final. No quiero darte falsas esperanzas. — Williams se obligaba a decir palabra a palabra lo que sabía que estaba haciendo daño a su corazón.

— Yo tampoco albergó esperanzas de nuestra unión, tan solo deseo... — tuvo dudas en aquel momento, tanto de sus pensamientos como de sus sentimientos hacia él. Pero su lado más racional fue el que al final hablo por ella. — deseo conocer a mi marido, deseo complacerle, deseo ser la señora de este castillo pero... dudas de mí y eso hace que la gente del castillo hable y yo los oigo y me duele.

En la tenía sujeta de la cintura y la soltó dando un paso atrás quiso ver su rostro porque sus palabras estaban llenas de dolor y lo último que quería era hacerla daño.

Él sabía muy bien lo que su clan pensaban de ella y de su distanciamiento, después de la noche de bodas. Algunas veces veía las miradas babosas de algunos de sus guerreros, sobre el cuerpo de Leslie, era digno de admirar, pero también era digno de amar. Debía poner la mayor energía en autocontrolarse para no levantarse y pedir explicaciones pero otra parte los comprendía el sentía el deseo y se consumía en el fuego de sus lascivos pensamientos con ella en el lecho nupcial. Corrían rumores de que aún no había sido suya y que seguía siendo una doncella. Sabía que eso a Leslie la incomodaba como mujer. Era el deseo personificado, y no conseguía que su marido la hiciera mujer. Algunos pensaban que tenía un defecto, que su aspecto o su cuerpo no eran tan perfectos cómo se podían imaginar. Nada más lejos de la realidad Williams podía dar fe de ello.

No quería verla sufrir, y sin embargo, la estaba haciendo daño con su comportamiento. Su alejamiento debía llegar a su fin; al menos para los demás, su actitud debía ser de marido amante y esposo.

— Está bien mujer, el periodo de adaptación ha terminado a partir de esta noche dormirás en mis aposentos en la torre del hada.

— ¿Como?

— Ya me has oído Leslie. No suelo repetir las cosas dos veces. Habla con Mildred y también con Freda para que lleven todas tus cosas. A mis aposentos.

Tan pronto como había aparecido Williams, a grandes  zancadas desapareció de la despensa, antes de que ella pudiera reaccionar. Su cuerpo aún seguía temblando como gelatina por el beso posesivo de Williams. Las palabras de Williams le daban un atisbo de esperanza y se sentía feliz como si hubiera ganado la batalla de aquel día.

Le ardían los labios, los músculos de su vientre se contraían y expandían, reclamando algo más carnal; que aún no conocía. Leslie consiguió posar sus manos temblorosas sobre su boca, y después; cerró sus ojos e hizo el mismo recorrido que él cuando la acaricio los hombros y el escote, bajando a continuación hacia su vientre, el cual apretó y cuando éste respondió con un nuevo espasmo, abrió los ojos asustada. Desconocía aquellas nuevas sensaciones, y no sabía si eran buenas o malas. Tan solo anhelaba volver a sentirlas con la misma intensidad que las había sentido cuando el la presionaba contra su cuerpo.

En aquel instante supo que no saldría ilesa de aquella relación, debería pagar un precio. Perdería parte de ella en el intento, su inocencia sería sacrificada para ayudar a su clan, A la vez que sentía como los remordimientos de la traición, a los McGregor, le arañaban el corazón.

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