Capítulo IX

Había contestado con la verdad y sin embargo, se sentía culpable de entrar allí, a hurtadillas. La mirada de Williams no sabía cómo describirla, pero el contacto cuerpo con cuerpo la estaba volviendo loca.

Él la deseaba con todo su ser; y aún así se negaba a tomarla, a poseerla. En el último mes había visto cómo había cambiado la actitud de su hermana, gracias a Leslie, ya no era aquella muchacha gris y triste, que llevaba 2 años escondiéndose de los demás, había conseguido que todos los días comieron y cenaron  como una familia. Se sentía muy agradecido por lo que aquella muchacha estaba haciendo por él, por su clan, con su familia. Había aceptado el rol de ser la señora del castillo, sin pedir nada a cambio. Su clan, cada vez, la valoraba más y alababan su buen gusto y educación,  sin distinciones de clase, trataba a todos por igual.

Había reinstaurado la ayuda a los pobres, ofreciendo comida a las puertas del castillo, a todo aquel necesitado que llegaba a ellas. Esa vieja costumbre había desaparecido, en los años de guerra, y ella, con paciencia se había ganado el respeto de todos.

Cuando Leslie confesó que sólo iba a coger un libro; en el fondo de su corazón la creía, pero todavía existía desconfianza.

— Al menos podías haberte cubierto el cuerpo. Estás prácticamente desnuda ¿y si hubiera sido otro quién te hubiera visto, entrar en él salón?

— He esperado, con prudencia, en la habitación, a que todos estuvieran durmiendo, no quería que..

— Así que confiesas, qué esperas que el castillo esté en calma, para pasear por él, a hurtadillas.

— Estás tergiversando mis palabras. Tan solo salí, porque no podía dormir, y deseaba poder calmar mis nervios, leyendo un libro.

— No sé si creerte.

Tal y como Williams la tenía cogida ,sus cuerpos se alineaban y encajaban a la perfección. Aquello era demasiado tentador para dejarla escapar. La mirada desconcertada de Lesslie, su inocencia, ante el juego del cazador y su presa, la hizo más deseable, si cabe. Un pequeño movimiento de la mandíbula de Williams, en una sonrisa burlona, alertó a Leslie.

— ¿Porque no me creés?, he dicho la verdad. — instintivamente se mordió los labios y bajo su mirada.

Williams la levantó del suelo, la giró, apoyándola sobre aquella inmensa Mesa. Ella abrió sus piernas, por la presión de sus cuerpos, no ofreció resistencia. Lo deseaba, llevaba mucho tiempo soñando con tenerlo tan cerca, y se dejó manejar como una marioneta.

— Has incumplido una de las normas que te di. te dije que no volvieras a mostrarte ante mi, con tan poca ropa, y por lo que veo, no me has hecho caso.

— ¿Por qué juegas conmigo, de esta manera? Sabes que este encuentro no ha sido intencionado. Desde esta mañana no os he vuelto a ver. Os esperaba en la alcoba, pero al ver que no llegabas.

— ¿Me esperabas?

— Si

— ¿Porqué?

— Cuando escuché que teníais una misiva de los Mackenzie, me preocupe y cuando escuché a uno de tus hombres decir que saldrías de viaje, detrás de los Mac Call, me asusté.

Aquella respuesta le hizo pensar y comprender que ella no tenía nada que ver, que era una víctima de las circunstancias.

Las últimas noticias le habían puesto en alerta. Saber que el tío de Leslie había hecho un pacto con el jefe del clan Mackenzie, para casarse con una de sus hijas. Era evidente que tenía planes que no incluían a la familia de su suegro. Por lo que le había contado Leslie los Mackenzie siempre habían sido conflictivos con su clan, y que de repente su tío se aliarse con ese Clan, era porque deseaba tener su favor ante el rey. Quiso creer que Leslie estaba fuera de todos los planes de su tío Cedric.

En cuanto a los McCall era algo muy personal, ellos habían causando la muerte de su hermano y su sobrino. Tan solo necesitaba el apoyo del Rey, para ir por ellos, pero como convencerle. Williams no quiso pensar más en ello; al día siguiente partiría, pero ahora tenía entre sus brazos a Leslie.

— Gracias. — los labios de Williams rozaron la frente de ella.

— ¿Porqué? — ahora era ella quien le hacía esa pregunta.

— Por tu preocupación. — aflojó su abrazo y recorrió con su mirada todas sus curvas. — No creas que no valoro todo lo que has estado haciendo, hasta ahora. Mi hermana ha vuelto a sonreír, y eso a sido gracias a ti.

— Tus hermanos me han acogido como alguien... de la familia, y yo, me siento muy afortunada.

— Leslie, Yo... también me siento muy afortunado de tenerte.

— Eso, quizás, no es del todo cierto. — Sus palabras le hicieron reaccionar, y volvió a apretarla contra su cuerpo.

Quería que sintiese que le pertenecía, quería amarla. Se daba cuenta de que esa joven se estaba ganando su corazón. Y su cuerpo reclamaba agradecerle todo lo que había hecho, de una manera personal e íntima. No pudo resistirse a la tentación de volver a besarla. Mientras lo hacía, sus manos grandes se pasearon por los pechos de Leslie. Aquella maniobra tan inesperada, endureció los pezones de ella, y él, en agradecimiento,  profundizó más en su beso, hasta que sintió como ella se arqueaba para dar mayor acceso a sus pechos, a través de la abertura de su camisola, mientras gemía bajo su boca.

— Leslie, dime que pare y lo haré. — fue una pequeña súplica, apenas un suspiro, de Williams.

— No, no pares.

Aquello incentivo su deseo, fue bajando desde sus labios por su cuello, hasta  sus pechos. Allí, se deleitó jugando con aquellos dos bellos botones rosados, torturándolos con su lengua. Mientras tanto, fue bajando una de sus manos hacia los muslos de Leslie, para levantarle la fina tela que la cubría.

Ella tan sólo podía mantener esa postura colocando con sus manos sobre la mesa, así que no podía tocarlo. Era el, el único que podía manejarla a su antojo.

—Te deseo Les, desde hace mucho, te deseo. — Apartó su boca de su pecho y la obligó a mirarle a los ojos. — puedo amarte, y enseñarte amar, pero no puedo darte...

— Williams, yo te deseo... — Su mirada era lasciva, pero llena de dudas.— Y ahora, ¿Que pasará?

— Sólo lo que tú quieras que pase. Pararé, si tú me lo pides.

—  No, no lo hagas.

Williams ya le había subido la camisola por encima de la cintura. Cuando la empujó suavemente sobre la mesa, se deleitó con su cuerpo, suave blanco y perfecto. No pudo evitar bajar la mirada, al lugar más sensible, entre sus piernas. Aquel monte de Venus suave y aterciopelado, llamaba sus instintos más carnales. Su entrepierna, dolorida por la presión, le pedida salir de debajo del Kirt. para introducirse en lo más profundo de su intimidad.

Deshecho aquel primer impulso y se centra en proporcionarla el mayor placer posible y enseñarla que hacer el amor, era mucho más que un acto de procreación.

Beso, lamió, succiono y acaricio con sus labios todo su cuerpo. Las manos de Williams acariciaban su rostro, sus pechos, bajaban, amenazadoras, hacia su clítoris saqueándolo sin piedad. Ella instintivamente elevó sus piernas sobre la mesa, y él pudo acceder con mayor facilidad al centro de su placer.

Leslie no sabía qué pensar, tan sólo se dejaba llevar por la naturaleza de sus impulsos; la necesidad incipiente de conseguir un clímax, que parecía no llegar nunca. Williams había dosificado sus ataques, sabiendo perfectamente lo que hacía. Y cuando vio que realmente ella necesitaba explotar de pasión, atacó sin piedad hasta que lo consiguió.

Los temblores después del estallido de pasión la obligaron a acurrucarse en el pecho de Williams, cuando este se levantó para ver su triunfo.

— Tranquila pequeña. Tu deseo a sido saciado. Tus sensaciones irán disminuyendo.

—No-no pu-pu-edo.

— Ssschuss, No digas nada. Te llevaré a la intimidad de nuestro alcoba, para que descanses.

La tomo en sus brazos con ternura y la cubrió con su plaid. Leslie había experimentado, por primera vez, llegar al orgasmo, pero sabía que Williams no había conseguido el suyo.

— Tú, no has... — la voz suave y dulce de Leslie, rozo el cuello de Williams

— Mi satisfacción, ahora no es importante. Haber conseguido la tuya, es mi mayor recompensa.

Leslie permaneció con los ojos cerrados abrazada a su pecho, y notando el calor reconfortante de Williams, hasta que la depositó suavemente dentro de la cama. El se tumbó a su lado hasta el amanecer.

— No te vayas. —susurró.

— No puedo quedarme. Mis hombres me esperan. — Williams le apartó el pelo de la cara y la besó. — Tan solo te pido que, me esperes. Cuando regrese hablaremos.

— Te esperaré.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top