Capítulo III

Aquella noche, Williams, no quiso pensar más en aquella joven, que le había turbado en su primer encuentro; durante un instante deseo que fuera una muchacha normal y no una Mac Duggal. Eso harían las cosas más fáciles quizás pudiera enamorarse de ella quizás pudieran ser un matrimonio normal pero la realidad era otra. Ver aquellos ojos violetas, unidos a unas facciones dulces, que podrían ser dignos de un hada; fue una imagen mágica que le conmovió.

«¿Y si era ese su propósito? Embrujar y embaucar al jefe de los MacGregor

Su falta, a la hora de la cena,  le dio un tiempo de reflexión, que necesitaba para ver con perspectiva su situación y la de ella.

— Me parece hermano, que se quedaron cortos con las alabanzas de su belleza; esa mujer realmente es una tentación.

— ¡¡Alex basta!! No me gusta que hables así, sobre todo por lo que insinuas con tus palabras. — le contesto Williams entre dientes intentando no levantar la voz.

— Solo digo la verdad, nadie te recriminaría que tomarás posesión de lo que es tuyo. Una vez te hayas casado con ella, te pertenece y...

— Sería yo quien sabría que, eso que sugieres, está mal e incorrecto y no me lo perdonaría. Las cosas quedaron claras antes de su llegada y sigo firme en mi decisión. — Caminaban por el pasillo de la Torre del hada dirigiéndose a sus aposentos.

— Allá tú...

— Acaso no has pensado que Cedric aceptó el pacto de paz, entre los dos clanes, cuando su hermano Ryan ofreció a su hija para el enlace. Precisamente por lo que acabas de decir, es una tentación, lo sé, pero no caeré en su trampa. Hay que vigilar a esa muchacha, no me fío de ningún Mac Duggal.

— Uuummm, Visto de esa forma, es muy probable que la utilicen como una distracción. — Los Hermanos se pararon uno enfrente de otro; Alex apoyo su mano sobre el hombro de Williams.— Te apoyo en todo lo que hagas hermano, y lo sabes.

***

A la mañana siguiente la ceremonia se celebraría a mediodía, en el patio central, a la vista de todos.

Leslie se había despertado pensando en lo que aquel día le le traería sabía por su nana que la boda se celebraría en unas horas apenas pudo desayunar en la habitación estaba nerviosa y solo podía pensar en la misión que le había encomendado su tío.

Su propósito comenzaría esa misma noche, debería hacer lo que se esperaba de ella, y eso la ponía muy nerviosa. Cómo podría intimar con un extraño, que tan sólo había visto, por unos instantes, un día antes de su propia boda. Sí Williams no fuera el jefe del Clan los McGregor, quizás sería mucho más fácil. Imaginó que con el atractivo que desprendía aquel hombre, sería tentador estar en su cama e incluso agradable; hacerle caer en las redes del amor, le resultaba incluso un reto.

Ese reto le provocaba sensaciones nuevas; hormigueos en su interior, que parecían haber estado dormidos hasta ese momento. Se sentían más mujer, teniendo pensamientos lascivos, y aunque tenía algo de miedo ante una situación que no pudiera controlar, por otro lado, deseaba probar, lo que le parecía, hasta hacía poco, un sentimiento prohibido.

Su vestido de novia eran muy extremado, pero bello. Ella no lo hubiera elegido, o al menos, lo hubiera modificado para encontrarse más, pero ese era el vestido que debía ponerse, para el enlace, según su tío.

Las novias escocesas escogían colores llamativos y alegres y utilizaban cintas de colores en su pelo y flores engarzadas en ellas les daban un toque alegre y campestre a la vez ella en cambio llevaría una ornamentación sencilla una corona de filigranas de plata sobre su pelo cubierta por un fino velo y el vestido en un tono crudo casi blanco con bordados de plata y oro en las mangas un cinturón dorado con piedras preciosas entablaría su cintura. La tela era vaporosa y ligera, por lo que caía por su cuerpo, amoldándose a su figura.

— ¡Que Dios te bendiga! princesa. — su querida nana, emocionada, se tapo la boca intentando no llorar, ante la imagen de su adorada señora. — Ojalá tu madre pudiera estar aquí, y contemplarte, en este día tan especial, se sentiría muy orgullosa. Estás realmente hermosa, querida Leslie.

— Gracias nana. — Un amargor en la garganta y un leve dolor en el pecho. Fue lo que le produjeron aquellas últimas palabras de Fedra, su nana; antes de salir de la estancia.

Dudaba mucho, que su madre estuviera conforme con sus propósitos, tan poco nobles. Sabía que no estaba bien lo que iba a hacer, pero por su clan, debía hacerlo. No podía permitirse dudar, sabia dónde estaba su lealtad. Deseaba ser aceptada en el seno de su Clan, y para ello solo había un camino que debía tomar.

En la puerta del gran salón, le esperaba su padre, que al verla, hizo un gesto de asombro, y tan solo pronuncio un leve saludo con la cabeza.

— Vayamos al patio, nos están esperando. — él le ofreció su brazo y ella lo acepto.

Un pasillo de pétalos de colores les indicaba el camino hasta el altar, donde la ceremonia de Handfasting o Unión de manos, que los uniría durante un año y un día.

Sus hermanos parecieron sorprenderse ante la imagen de su hermana, incluso había una sonrisa de satisfacción y orgullo, en su hermano más pequeño, y eso le agradó a Lesly.

Cedric, su tío, colocado al lado de ellos, levantó una ceja y rascándose la barba clavo sus ojos en ella, quizás, pensando que cada vez estaba más cerca de destruir al Clan de los McGregor. Una sonrisa siniestra se instauró en su rostro, cuando miro de reojo la expresión de Williams.

Algunos de los hombres de su clan, abrieron sus ojos como platos y soltaron un sonido de asombro ante la imagen que ofrecía la joven novia junto a su padre. Parecía tener como una aura a su alrededor, que desprendía candidez e inocencia, y sobre todo, feminidad por todos los poros de su piel.

El kilt  de Williams con los colores de su clan, era de la mejor tela escocesa, y una camisa de color azafrán, conjuntaba a la perfección. Ella dio un vistazo rápido a todos los presentes, y al mirar al frente, sus ojos se clavaron en de Williams. Y hasta que llegó a su lado, no aparto su mirada, parecía estar hipnotizada.

Bajo la luz del día sus cabellos rubios, atados en una coleta, resplandecían como el sol, y sus rasgos masculinos, la dejaron sin aliento. Eran mucho más atractivos de lo que ella había podido intuir, la noche anterior. Su corazón latía con más fuerza cada vez, mientras se acercaba a aquel hombre.

Lo que la desconcertaba, era su cara, no le mostraba expresividad de ningún tipo. Durante un instante creyó ver en sus ojos algo que parecía deseo, pero cuando lo tuvo de frente y su padre le ofreció su mano a Williams. no sintió la electricidad del día anterior. Era como si un témpano de hielo estuviera posado frente a ella.

Pero ella estaba equivocada. Nada más lejos de la realidad. Williams un esfuerzo sobrehumano para ocultar su verdadero estado; no sabía que le estaba ocurriendo, pero en el mismo instante en que la vio la noche anterior, y ahora en la ceremonia, tenía el deseo de protegerla de cuidarla y sus más bajos instintos, también la deseaban, de una forma más terrenal. 

Tenía sentimientos totalmente contradictorios; su cabeza le decía lo que era correcto, pero su cuerpo se negaba a aceptarlo.

Se recolocó el tartán, disimulando sus nervios, en la poderosa dureza de su entrepierna. Su hermano, en varias ocasiones, le puso una sonrisa burlona, sabiendo el apuro que estaba pasando su hermano y jefe del clan.

— Aquí te entrego a mi hija.  — Ryan puso la mano de su hija sobre la de Williams, y se apartó, para dejar ambos frente al cura.

En esta ocasión en la que ambos volvían a estar cerca, el uno del otro, las sensaciones renacían con fuerza. Ella percibió el olor a sándalo que desprendía su cuerpo, el olor a lavanda de su cabello. El calor de su mano de Williams la reconfortaba  e incluso se sentía protegida junto él.

No era un secreto que aquella mujer estaba hecha para el pecado. Ningún hombre podría pasar  cerca de ella  sin qué  sus instintos  animales se despertase. El escote generoso, volvía a mostrar unos senos voluptuosos. Un colgante, más largo de lo que a Williams le hubiera gustado, rozaba la hendidura entre ambos pechos, mientras Leslie, involuntariamente, respiraba profundamente para aliviar la tensión del momento.

Williams era consciente de que todas las miradas estaban sobre ellos y no podía permitirse flaquear. Cuando vio una sonrisa lasciva de Cedric, tuvo unas ganas inmensas de sacar su espada  y ensartar lo en ella e hizo que frunciera el ceño.

— ¿Estáis enfadado mi señor? — pregunto Leslie, en un susurro que nadie escuchó excepto él.

— No, mi señora. — Ese acercamiento fue una tortura. La voz de la muchacha, en ese tono tan bajo, era de lo más sensual que había escuchado nunca.

Su mente, calenturienta, la imagino susurrando palabras de deseo y gemidos de placer, mientras él la tomaba y la hacía suya, en su lecho nupcial.

Apretó su mano libre contra su cinturón y no dijo ni una palabra más. 

— Con este acto estaréis unidos por las leyes sagradas del Handfasting.

Hubo un instante de silencio, en el que ambos, con las manos entrelazadas, se quedaron mirándose.

—¿Acaso no vas a besar a la novia? Williams McGregor. — inquirió Cedric, incitando al resto de los invitados, a reclamar ese beso.

Leslie levanto su rostro, cuando Williams pasó una de sus manos por su cintura y con la otra levanto, aún más, su barbilla. Con un suave roce de sus labios, ambos ardieron de deseo, de más contacto. Ella, inconscientemente, separó sus labios para que él tuviera acceso y tomase posesión de su boca, con mayor facilidad.

Williams que en un principio tan solo quiso rozar sus labios; pronto se dio cuenta de que estaba envuelto en un torbellino  irrefrenable de sensaciones, que le obligaba a continuar con ese ardiente beso, pero debía refrenar sus impulsos, por el bien de ambos.

Cuando el beso terminó el clan de los McGregor vitoreaba a su jefe, diciendo bravuconadas y algunas insinuaciones subidas de tono, que fueron refrendadas de inmediato, con una sola mirada de Williams.

Era evidente el respeto que le procesaban todos. Algunos agacharon la cabeza e incluso pidieron disculpas a la novia por sus palabras inadecuadas.

El banquete como no se celebró en el gran salón donde degustaron manjares como venado cordero y jabalí entre muchos otros platos típicos de Escocia para esas grandes celebraciones.

El servicio del Castillo corría de un lado para otro para dar cobertura a todos los invitados; llenando las jarras de cerveza y ofreciendo bandejas llenas de manjares.

Las música de las gaitas amenizaron la comida, que se alargó hasta bien avanzada la noche.

Según fueron avanzando las horas, Leslie, era más consciente de lo que acababa de ocurrir, ya era la mujer de Williams, y su cometido tendría que comenzar a partir de aquella noche.

Desde su posición podía haber dos largas mesas a lo largo del gran salón en una por supuesto estaba su clan los Mac Duggal, aunque ahora su nuevo familia eran los MacGregor. Eso le hacía tener un nudo en el estómago y no pudo comer, todo lo que le pusieran en el plato.

— ¿Todo bien? — le pregunto a Williams extrañado por su escaso apetito.

— Si-si-si, mi señor. — era escuchar su voz y Leslie se tensaba, como las cuerdas de una guitarra.

Williams inclinó su cabeza y alzó una de las cejas, volviendo a mirar el plato que tenía delante su esposa y después volvió a fijar su mirada en ella, no la creyó. Aunque intuyó que se sentía nerviosa, por la proximidad de la noche nupcial.

— Por favor tutéame. Ya somos marido y mujer. — un atisbo de sonrisa apareció en el rostro de Williams. — Soy sólo Williams.

Ese pequeño gesto de acercamiento de él hacia Leslie, La ánimo para devolverle esa misma sonrisa, multiplicada por 1000.

Sus corazones batieron los dos a la vez, era la primera vez que ambos sentían una conexión, sin presiones.

— ¿Puedo preguntarte algo? — Leslie trago el nudo de la garganta.

— Claro.

Williams, de forma intuitiva, tomó la mano de su esposa, para animarla a realizar aquella pregunta, que parecía importante para ella.

Leslie agrandó sus ojos ante su contacto, bajando su mirada sobre sus dos manos unidas, y creyó recobrar fuerzas y esperanzas.

A lo mejor Williams podría empezar a enamorarse de ella y eso sería bueno para sus aspiraciones.

— Me gustaría saber cuándo puedo decirle a mí nana, que vaya trasladando mis cosas a-a a...

Williams aspiró profundamente y llenó sus pulmones de aire, soltándolo después con suavidad y pausadamente, como si estuviera tranquilizándose, a así mismo. Sabía que lo que iba a decir podía dañarla y le dolía pensar en ello.

— En ese sentido no debéis preocuparos señora, nuestro matrimonio no es un matrimonio convencional y tan solo estaremos casados un año, además, no nos conocemos lo suficiente y creo que debemos dormir separados. Por el bien de ambos.

Esa no era la respuesta que ella esperaba, y se sintió decepcionada; pero más que por un retraso en sus planes, fue por sentirse despreciada por un hombre, por primera vez.

Él no caería rendido por sus  encantos. Eso se lo dejó claro, con una mirada fría, como el azul de un iceberg. Después de aquellas palabras; Ella retiró su mano, más rápido de lo que deseado. Él no dijo nada, simplemente se giró y siguió charlando con Ryan y Alex, como si no hubiera pasado nada.

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Está novela no deja ser un borrador y no está exentas de erratas, os pido disculpas por anticipado.

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