Capítulo II

Williams miraba, desde la muralla, al horizonte, aunque la niebla le impedía ver más allá de unos metros, sentía que su futura esposa estaba cerca. Había aceptado aquel ridículo enlace por su sentido del deber, que le obligaba a acatar las órdenes de su rey.

Conociendo a Cedric Mac Duggal ese matrimonio era más que eso. Al Rey le convenía su alianza necesitaba de todos sus guerreros. Además, Williams sentía que ese hombre ocultaba sus intenciones, bajo una fachada de sumisión hacia su rey. Seguramente esperaba que él cometiese alguna negligencia, con su sobrina, y así poner en su contra al soberano. Su lealtad a la corona estaba fuera de toda duda, pero el bastardo de Cedric intentaría destruir la confianza depositada en él. Descubrir algún tipo de debilidad donde poder atacarle, utilizando a una joven para sus propósitos.

Williams conocía muy bien a su enemigo y si la utilizaba como Helena de Troya, él tendría que ser precavido y estar alerta de sus maniobras, no permitiría un espía, ni a un traidor bajo su techo, aunque fuera su reciente esposa.

Sus intenciones con su futura mujer, estaban claras. El matrimonio con Leslie Emer, lo obligaba a estar casado durante un año; pasado se periodo, la devolvería su familia. Mientras tanto la tendría vigilada.

— ¿Nervioso? — la voz burlona de su hermano le saco de sus pensamientos.

— En absoluto. Tan solo espero, que durante el tiempo que pasen aquí los Mac Duggal, no haya ningún percance, que tengamos que lamentar.

— Conociéndolos... sabes que eso no es posible, debemos estar alerta.

— Sinceramente espero Ryan no sea con su hermano. Su Visita a nuestro Castillo, por la boda de su hija, es un motivo para celebrar, así que... debemos honrarles bajo las normas más estrictas de la hospitalidad de los Highlands.

— Todo el clan lo sabe, y respetarán esas normas de hospitalidad.

Williams alzó la vista hacia la torre del hada, era la más reciente construcción del castillo; dónde se encontraban sus aposentos y los de sus hermanos Alex y Margaret. Sintió una gran punzada en el corazón al recordar a su hermana, que seguramente desde la ventana observaba sus movimientos.

Desde su regreso, ya hacía dos años, no se dejaba ver por el gran salón, tan solo se acercaba a la cocina para dar instrucciones sobre la comida y supervisaba los preparativos por el enlace; tuvo algo más de trabajo, preparando las habitaciones de los huéspedes. Le apenaba mucho que fuera la sombra de lo que un día fue; una muchacha alegre, simpática y divertida que iluminaba cualquier estancia con su sonrisa.

— ¿Has pensado, que serás el hombre más envidiado de la Corte? — Comento, con sarcasmo, su hermano Alex.

— ¡Aleeeex! - dijo Williams, en tono de advertencia. — No estoy de humor para tus burlas.

— ¿Acaso no has oído hablar de tu futura esposa? — insistió.

— Sabes que es algo que no me interesa. Esa mujer solamente será mi esposa durante un año. — se giró para mirar de frente a su hermano, y dejarle claro sus intenciones. — No me interesa conocerla, mientras esté aquí, guardaremos las distancias, y seré cortes y amable, para que su estancia sea agradable. Sabes que tengo un acuerdo, desde hace años, con la familia Mackenzie y con su hija. Esta boda tan solo ha retrasado nuestros planes, un año. Después seré libre y me casaré con ella.

— Dicen, en la corte, que la belleza de Leslie Emer Mac Duggal no tiene parangón y tiene el sobrenombre de "La Sirena".

Un gran gruñido de exasperación salió de los pulmones de Williams. No quería hacer daño a una mujer, que ni siquiera conocía. No quería ser como Cedric, que humilló a su hermana y la utilizó hasta que la desecho como si fuera basura.

Tenía claro lo que debía hacer; no se acercaría ella para tomarla como esposa la noche de bodas, si la dejaba embarazada; ese hijo se convertiría en un obstáculo para sus planes de futuro, y no le convenía.

— ¡Ya llegan! — el grito de uno de sus soldados, les hizo mirar de nuevo hacia el mar.

— Pronto sabremos si lo que se dice de ella es verdad.

— Alex, espero que te comportes, como es debido. — William reconozco su capa y su cinturón con su gran espada — vayamos a su encuentro, en la parte inferior de la muralla.

A mitad de camino, una pequeña estancia servía de recepción; conectaba con el túnel, desde la muralla, hacia el interior del castillo. Allí Williams con sus capitanes y su hermano esperaron pacientemente la llegada de sus invitados.

La aparición de las primeras luces de las antorchas, en el túnel, hizo que todos se tensasen. Algunos de ellos echaron mano a la espada, en posición de ataque, aunque sin sacarla de su vaina, se podía ver la tensión de sus nudillos sobre ella, aferrándola con fuerza, pero Williams jefe del clan les clavo sus ojos entrecerrados a todos ellos, a modo de advertencia, y eso obligó a relajar su postura. Se adelantó para ser el primero que viesen nada más llegar.

Los primeros fueron sus propios guerreros, enviados por él en las barcas para recogerlos. Éstos, al ver a su jefe se apartaron hacia los extremos, para dar paso a los Mac Duggal. A continuación, llegaron tres jóvenes guerreros que, por su porte y parecido entre ellos, eran hermanos, detrás de ellos, dos hombres más mayores uno era Ryan y el otro Cedric.

Williams al ver a Cedric tenso la musculatura de su rostro haciendo que sus labios se convirtieran en una simple línea, al igual que en el resto de sus hombres, contuvieron su gestos de disgusto.

— Gracias por recibirnos, Williams McGregor — dijo en ese momento Ryan, con gesto conciliador.

—- Es lo mínimo, cómo Highlands de honor le ofrecemos nuestra hospitalidad. Espero que se sienta como en su casa.

— Qué desilusión... — todas las miradas se clavaron en Cedric, que era quién hablaba ahora — Esperaba ver a Margaret en esta recepción tan Cortés que nos has preparado.

— ¡Bastardo! — grito entre dientes Alex, mientras daba un paso hacia delante para enfrentarse a ese hombre. Williams se interpuso entre ambos y se enfrentó a su hermano.

— ¡¡Alex!! contén tu lengua, y honra las normas de cortesía, como Highlanders que somos, estamos obligados a cumplir. No lo olvides.

— Veo que en tu clan, no todos opinan como tú. — inquirió de nuevo Cedric.

— Y yo no esperaba verte, El rey no me avisó de que su presencia era necesaria en nuestro trato.

— En una ocasión tan especial, como la boda de mi sobrina, no podía faltar, tú, más que nadie, deberías haberlo intuido.

— Quiero presentarle a mis hijos, — intervino Ryan, para rebajar la tensión acumulada. — Este es mi hijo mayor Duncan, el siguiente Derek y por último Dylan.

— Bienvenidos a Asghar, — Williams contuvo su rabia e ignoró a Cedric. — espero que durante el tiempo que pasen aquí, se sientan como en su casa.

Detrás de todos aquellos hombres y bajo una fina capa; una mujer menuda, con pelo cobrizo y trenzado, observaba muy atenta la escena. Desde su posición, Leslie, solo podía ver parte de aquel hombre inmenso; sus rasgos nórdicos, destacaban sobre el resto de sus guerreros. Era más alto y ancho que cualquiera de los hombres de la sala. Ni su tío, ni su padre tenían su altura y aunque sus músculos fuertes, hacían sus espaldas fueran anchas, apenas llegaban a su envergadura.

Solo con la reacción de sus guerreros ante su mirada implacable y las palabras de recriminación a su hermano, se podía saber que era un jefe respetado por su clan. Su primera impresión, sabiendo quién era él, es que, lo querían, mostraban su lealtad incondicional.

De momento a Leslie le había causado una gran impresión. Ver su postura corporal, mostraba firmeza, temple; cualidades que un buen jefe de clan debía poseer. Aunque aún no le había puesto rostro a aquel cuerpo, pues se mantenía oculto detrás de las sombras que le ofrecía su cabello rubio, intuía unos rasgos masculinos muy marcados. Sólo cuando su tío la llamo a su lado y se colocó frente a él, pudo apreciar con claridad sus grandes ojos azules y sus facciones marcadas, era la perfección personificada «"Demasiado perfecto" se dijo a sí misma». Turbo que bajar la mirada ante esos penetrantes ojos azules.

— Leslie Emer Mac Duggal, te presento a Williams McGregor.

— Encantada de conocerle Millor — su voz sonó temblorosa, pero intento esbozar una pequeña sonrisa cómo saludo, a la vez que su tio alzó su mano.

Williams Al ver su gesto, tomo los dedos de la joven con suavidad, entre sus manos callosas y posó su boca sobre ellos, por un instante, ambos sintieron un de hormigueo electrizante que recorrió sus cuerpos.

Ella tembló y él apretó con fuerza los músculos de su mandíbula. La mano de Leslie estaba helada, pero su piel era tan suave, que creyó que estaba tocando pura seda. Pudo percibir un cierto olor a lavanda que debía desprenderse de sus cabellos, un cúmulo de sensaciones recorrieron su cuerpo, y eso le hizo temblar también a él.

Sin dejarse llevar, por aquella sensaciones , ambos volvieron a sus posiciones iniciales; mirándose intensamente a los ojos, como si estuvieran conectados mentalmente, como supieran lo que uno pensaba del otro sin decir una palabra.

Williams pudo contemplar por primera vez la cara angelical de aquella doncella, no podía creerse que fuera tan bella. Sus cabellos tenían un brillo que, con la luz de las antorchas, parecían llamas; su piel blanca como el alabastro, y sus ojos de color violeta. Eran embrujadores bajo aquellas largas pestañas, parecía un ser celestial. Se obligó a mirar a otro lado pero aún fue peor porque bajando la mirada pudo ver bajo la capa del vestido que llevaba un escote pronunciado mostraba sus exuberantes senos.
Salvo por unas pequeñas pecas salpicadas por su pecho y nariz,; que él agradeció, porque eso la hacía más humana. « Una imperfección maravillosa — penso». Sé fijo en su respiración agitada, se compareció de ella, parecía cansada o quizás asustada. Su rostro no desvelaba cuál era la verdadera naturaleza de su desasosiego.

— Imagino que esta cansada del viaje, por lo que ordenado que preparen sus habitaciones para que descanse antes de cenar en el salón.

— Gracias por su preocupación, ha sido muy largo y estoy agotada. — Leslie hizo una reverencia inclinándose hacia delante y cogiéndose las telas del vestido.

Ese movimiento tan inconsciente, hizo que la capa se abriera aún más y le regalo a a Williams una visión más exhaustiva de su cuerpo. Ante aquella visión el jefe del clan MacGregor se quedó durante un instante sin palabras. Un pequeño golpe en el hombro, de su hermano, y una tos forzada, le despertaron de aquel embrujo.

— Mildred, mi sirvienta, las acompañará, a usted y a su nana, a la habitación que le tenemos preparada en la torre oeste del Castillo.

Intento que su voz sonará de lo más fría e impasible, levantando la mirada de aquel cuerpo tentador. Fijó sus ojos sobre el padre de la joven, Ryan Mac Duggal, e invitándole con la mano a que caminasen juntos hacia el interior de la fortaleza. Se apartó de ella, dejándola atrás con su nana y Mildred.

Aquella noche Lesley caminaba de un lado a otro de la habitación nerviosa, estaba sola y por fin podría mostrar sus nervios, y desahogarse, sin que nadie le hiciera preguntas incómodas, a las cuales no podría contestar.

Su tío se había reservado muchas cosas sobre su futuro marido; no le había contado realmente cómo era él, en realidad. Tampoco se sintió a gusto, ante las sensaciones qué despertó aquel hombre, cuando la tomo de la mano. No eran lo que ella esperaba sentir; ella creyó que sentiría rechazo e incluso asco, por ser enemigo de su Clan; pero fue todo lo contrario, se sintió atraída, deseo que no se marcha se con su padre y que se quedase con ella para acompañarla. Y se recriminó a sí misma por aquellos sentimientos.

«¡Pero a quién quería engañar!» aquel hombre era un dios bajado del Olimpo, ni en sus sueños había visto tal perfección. Cuando era niña, su madre, la aficionó a leer libros de antiguas civilizaciones, y de historias de dioses y diosas con cuerpos esculturales, jamás pensó poder ver uno en carne y hueso.

— Parezco una cría, soñando despierta, y no una mujer con los pies en la tierra. — apretó los puños con fuerza, hasta que sintió dolor en los nudillos — ¡Ese Dios me matará!, se que lo hará, si descubre mis intenciones. Eso es lo que me debe importar y no otra cosa.

Sus palabras fueron susurradas al viento, mientras se asomaba al alféizar de la ventana, que mostraba parte del acantilado y el mar, a sus pies.

— Mi princesa, Mildred y yo hemos traído una bañera y otros sirvientes están trayendo agua caliente, para que os deis un baño reparador.

Leslie dio un pequeño brinco, del susto, y se giró para ver a su querida nana, Betsy, añadiendo a aquella agua humeante, esencias de lavanda; su perfume favorito.

— Gracias Mildred por tu cortesía hacia mí es muy tarde y supongo que ha sido un esfuerzo preparar el baño para...

— No Milady, no me deis las gracias. Vos seréis, dentro de poco, mi señora y sé muy bien el cansancio que provoca un viaje tan largo, en una dama tan delicada como vos.

Aquellas palabras conmovieron el corazón de Leslie, nadie, sin conocerla, se habría preocupado de su bienestar. Sabiendo que era Una Mac Duggal, y por consiguiente esperaba que la tratarse como enemiga de su Clan.

Durante la cena, a la que Leslie no asistió, Williams se sintió aliviada de no tenerla cerca, y se comportó con corrección, ante sus huéspedes.

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