Capítulo 20
La Misión Profetizada
El amanecer se alzaba sobre el Campamento Mestizo, bañando el horizonte con tonos de oro y rosa. Thalíra había pasado la noche en la oscuridad del bosque, rodeada por la calma tensa que solo ella conocía. El control seguía eludiéndola, pero al menos ahora no estaba sola. Annabeth, Percy, Travis, Connor y Will estaban con ella, dispuestos a arriesgar todo por deshacer la maldición que amenazaba su vida y la seguridad del campamento.
Thalíra se encontraba en la plaza principal, mirando el suelo, pero sentía la presencia de sus amigos a su lado, unidos en su propósito.
—Hable con Quiron sobre la profecía y me hablo sobre una posible soluciona. Este es el plan —comenzó Annabeth, con la mirada decidida—. La maldición que afecta a Thalíra proviene de una fuente antigua, una entidad que ha estado acechando desde la oscuridad el alma de quien llega a maldecir. Según la profecía, la única manera de detenerla es romper el vínculo entre tu alma y la oscuridad que te consume. Para eso necesitamos un artefacto perdido: la gema de Ébano, un objeto que se encuentra en lo más profundo del Bosque de los Muertos.
—¿El Bosque de los Muertos? —preguntó Travis, frunciendo el ceño. —Eso suena... no muy acogedor.
—No lo es —confirmó Annabeth—. El bosque está lleno de trampas, criaturas que no descansan, y la oscuridad misma que nos acecha. Es un lugar peligroso, pero es nuestra única opción.
Percy asintió, su mirada fija en Thalíra.
—Debemos preparaos, esto no sea fácil.
—Lo sé —respondió Thalíra, aunque el temor aún nublaba su mente. Sin embargo, al ver la determinación en los ojos de sus amigos, una chispa de esperanza comenzó a encenderse en su interior.
Will, con su habitual calma, dio un paso al frente.
—Estoy listo para curar cualquier herida. No importa lo que encontremos allí, lo enfrentaremos juntos.
—Entonces es oficial —dijo Annabeth, con su habitual tono de líder. —La misión es clara: encontrar la gema de Ébano para romper la maldición que te consume, Thalíra. En cuanto quedes libre de la maldición, no habrá mal que aceche al campamento o a ti.
Con un asentimiento colectivo, el grupo se preparó para salir. Cada uno estaba listo para enfrentarse a lo desconocido, a la oscuridad misma que amenazaba con destruirlos. Nadie sabía lo que les esperaba en el Bosque de los Muertos, pero lo que sí sabían era que no podían fallar.
El camino hacia el Bosque de los Muertos fue largo y silencioso. El sol, ahora oculto entre nubes oscuras, apenas iluminaba el sendero que atravesaba el denso bosque que se extendía ante ellos. Cada árbol parecía más alto y más sombrío que el anterior, sus ramas retorcidas como manos que intentaban atraparlos.
Thalíra caminaba al frente, guiada por su instinto, aunque la constante lucha con la maldición pesaba sobre ella. Sentía el tirón en su alma, la oscuridad que se cernía sobre su ser, pero sus amigos estaban allí, y eso la mantenía firme.
—Según las leyendas, la gema de Ébano está en el corazón del bosque —dijo Annabeth, mirando un antiguo mapa en sus manos. —Allí se encuentra un santuario protegido por un poder ancestral. No solo tendremos que enfrentarnos a las criaturas que habitan aquí, sino también a las ilusiones que nos intentarán desviar.
De repente, un escalofrío recorrió la espalda de Thalíra. Las sombras alrededor parecían moverse de manera extraña, como si el propio bosque estuviera vivo y consciente de su presencia.
—¿Sienten eso? —preguntó Percy, con voz baja.
Un viento helado susurró entre las ramas, y una voz distante se oyó en el aire, como un eco de otro tiempo.
—Thalíra... ven... ven a nosotros...
Thalíra se detuvo en seco, su cuerpo tenso. Las sombras parecían tomar forma a su alrededor, pero ella no dejó que el miedo la controlara. Recordó las palabras de Annabeth, de que la profecía no solo hablaba de la oscuridad, sino también de cómo debía enfrentarla.
—No... —susurró, respirando profundamente—. No caeré en esto.
Pero mientras caminaban, algo comenzó a cambiar. Las sombras crecían, distorsionando el mundo a su alrededor. Las criaturas del bosque aparecían, sombras imponentes que se materializaban en forma de bestias sombrías, espectros de pesadilla que atacaban sin previo aviso. Percy, Travis y Connor reaccionaron rápidamente, usando sus habilidades para proteger al grupo, mientras Will mantenía su energía curativa lista.
—¡Son solo ilusiones! —gritó Annabeth, empujando a Thalíra hacia adelante—. ¡No te detengas! El santuario está cerca.
El aire se espesó, y en un abrir y cerrar de ojos, una figura apareció en el camino: una sombra con forma humana, su rostro apenas visible en la oscuridad. La figura avanzó hacia ellos, su presencia tan palpable que el suelo parecía temblar bajo sus pies.
—Thalíra... ven a mí. Es obvio que estás perdida, como todos los demás... —la voz de la figura resonó en sus oídos.
Thalíra activo su brazalete y levanto su lanza con determinación.
—No me voy a rendir. No estoy perdida. ¡No seré una más de tus sombras!
La figura sonrió, como si esperara esa respuesta, y la oscuridad a su alrededor se desbordó, atacando con furia.
—¡Atrás! —ordenó Percy, saltando hacia adelante para enfrentarse a la criatura, con Thalíra a su lado. El grupo luchó con valentía, usando sus habilidades para mantener a raya a las criaturas y avanzar.
Cada paso hacia el santuario parecía más pesado que el anterior, pero finalmente, llegaron al corazón del bosque: un claro lleno de rocas cubiertas de musgo. En el centro, sobre un pedestal de piedra, descansaba la gema de Ébano, emitiendo una luz oscura que parecía absorber toda la luz a su alrededor.
—Allí está... —susurró Annabeth.
—Es la Gema de Ébano... —dijo Thalíra, con la voz tensa. Aunque no la había visto antes, el vínculo con la maldición la hacía sentir como si la conociera.
—Entonces... ¿Solo debo tomarla? —dijo Thalíra, su voz curiosa pero firme.
Annabeth se acercó con cautela, su mirada fija en la gema.
—Esto es lo que la profecía decía: el sacrificio sellará la última sentencia. Esta gema absorbe el alma y la maldición... solo el sacrificio de Thalíra podrá romper el vínculo.
De repente, la gema comenzó a brillar con intensidad, absorbiendo la oscuridad del bosque y la luz del entorno. El aire se volvió denso, como si todo el bosque estuviera esperando el momento del sacrificio.
La maldición dentro de Thalíra se desbordó, y sintió cómo su cuerpo se tensaba, como si la gema quisiera devorarla por completo.
—¡No! —gritó Travis, pero Will y Connor lo detuvieron.
—Es lo que debe suceder. Es el único modo.
Thalíra levantó la mano, el brillo de la gema reflejándose en sus ojos. Mientras lo hacía, una sensación de tristeza la invadió. Sabía lo que tenía que hacer. Su alma, su vida, serían absorbidas por la gema para finalmente romper la maldición que la consumía. Solo con su sacrificio, todo lo que amaba sería salvado.
Annabeth, Percy, Travis, Connor y Will se acercaron, pero ella les hizo una señal para que se detuvieran.
La oscuridad se desbordó, y la gema comenzó a girar, absorbiendo la maldición y su alma. En un último suspiro, Thalíra dejó ir todo, confiando en que su sacrificio traería el renacer que la profecía había predicho.
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