Capítulo 16

Misión peligrosa y palabras de amistad

El sol se estaba poniendo cuando Quirón reunió a Annabeth y Thalíra en el centro del campamento. Les explico que tenia una misión para ambas y que consistía en recuperar un artefacto antiguo que se encontraba en un templo escondido en las profundidades de un bosque peligroso, dominado por criaturas oscuras.

Ambas se miraron con determinación, pero también con la tensión de saber que la tarea que les esperaba no sería fácil. Cada una se preparo para la dichosa misión.

Quirón les había explicado las reglas: el templo estaba protegido por trampas y monstruos, y tendrían que enfrentarse a desafíos tanto físicos como mentales. Annabeth, siempre astuta y estratégica, había sido elegida por su experiencia y su inteligencia. Thalíra, por otro lado, no solo debía confiar en sus habilidades físicas y su creciente destreza con la lanza, sino también en su astucia para resolver enigmas y superar obstáculos.

La misión comenzó con rapidez. A medida que se adentraban en el bosque, los peligros comenzaron a manifestarse: trampas ocultas, monstruos emergiendo desde las sombras y la constante sensación de que algo estaba al acecho. Annabeth y Thalíra se mantenían unidas, comunicándose en susurros y con gestos rápidos mientras esquivaban las trampas y luchaban contra los enemigos que se cruzaban en su camino.

Tras horas de tensión, llegaron a un claro donde se tomaron un breve respiro. Thalíra se apoyó contra un árbol, su respiración acelerada mientras se recuperaba de la última pelea. Annabeth, aunque igualmente exhausta, parecía más tranquila. Sabía que un momento de paz era valioso en medio de tanta presión.

Thalíra, viendo la calma en Annabeth, se acercó un poco más y, en un susurro, le habló.

—Annabeth... Puedo preguntarte sobre tú y Percy. ¿Cómo es relacionarse de manera romántica en el campamento? —La pregunta salió de sus labios sin pensar mucho. Sabía que Percy era alguien muy cercano a Annabeth, y siempre había sentido curiosidad por su relación.

Annabeth la miró de reojo, una ligera sonrisa apareciendo en su rostro, aunque no por mucho tiempo. Parecía que la pregunta la había hecho pensar en algo, pero no con incomodidad. Más bien, con una mirada suave y tranquila, como si estuviera evaluando la mejor forma de responder.

—Percy... —empezó Annabeth, pensativa—. Es... complicado. Siempre ha sido mi compañero en las batallas, y hemos pasado por muchas cosas juntos. Pero, como cualquier relación en el mundo de los semidioses, no siempre es fácil. Hay momentos en los que todo parece estar bien, y otros en los que todo se derrumba.

Thalíra escuchó atentamente, notando la forma en que Annabeth hablaba con una mezcla de dulzura y dureza. Por un momento, pensó en Percy y su conexión con él, recordando lo que había sucedido en las últimas semanas.

—Es difícil, ¿verdad? —dijo Thalíra, con una pequeña sonrisa triste. —Yo también... tengo mis propios sentimientos complicados. Hay alguien en el campamento que... bueno, no sé cómo manejar lo que estoy empezando a sentir. No estoy tan segura de cómo debería actuar.

Annabeth la miró, sus ojos se suavizaron.

—¿Me estás diciendo que te interesa alguien? —preguntó, curiosa, pero con una sonrisa amigable.

Thalíra asintió, aunque no pudo evitar sentirse nerviosa. No era fácil hablar de esas cosas, especialmente con alguien tan observador como Annabeth.

—Sí... Travis Stoll. No estoy segura de qué hacer. A veces parece que tiene la misma mirada, como si estuviera... interesado. Pero no sé si estoy leyendo todo mal.

Annabeth se reclinó contra el tronco del árbol, reflexionando por un momento. Luego, como si estuviera conteniéndose, soltó una pequeña risa.

—Travis es un buen chico, pero es un poco... torpe, ¿verdad? —dijo Annabeth con un tono travieso. —Aunque no te engañes, Thalíra. Él definitivamente está interesado en ti. Si no lo estuviera, no lo habría dejado tan claro con su forma de mirarte y sonrojarse cada vez que te acercas. A veces, los chicos son más obvios de lo que creen.

Thalíra se sonrojó al escuchar las palabras de Annabeth. Aunque ya lo sospechaba, escucharla decirlo en voz alta hizo que su corazón latiera un poco más rápido.

—¡Oh, por los dioses! —dijo Thalíra, mirando al suelo avergonzada. —¿Es tan obvio?

Annabeth sonrió ampliamente, apoyándose en su lanza.

—Solo un poco. Pero no te preocupes, no estás sola en eso. Todos tenemos dudas y miedos cuando se trata de sentimientos. Si algo he aprendido de mi relación con Percy es que a veces, lo que más tememos es lo que más necesitamos.

Thalíra sonrió agradecida, aliviada por las palabras de Annabeth. La hija de la diosa de la sabiduría había sido directa y sincera, como siempre.

En ese momento, el sonido de ramas crujientes y aleteos apresurados las alertó. El silencio se rompió cuando unas sombras gigantescas emergieron de entre los árboles. Dos criaturas aladas, con ojos brillantes como brasas y garras afiladas, volaron hacia ellas. Las erinias, guardianas del templo, habían comenzado a atacar al sentir su presencia en las cercanías. Sin perder tiempo, Annabeth y Thalíra tomaron sus armas y se lanzaron al combate.

Las erinias eran veloces, y sus garras eran capaces de rasgar el acero con facilidad. Sin embargo, Thalíra, se movió con rapidez, desenlazando su brazalete para que la lanza se transformara nuevamente. Su primer golpe fue certero, y la lanza atravesó una de las criaturas, pero no sin antes recibir un rasguño en el brazo. El dolor la atravesó, pero su determinación fue más fuerte que el miedo.

Annabeth, usando su destreza estratégica, manipuló el entorno a su favor. Desplazó una roca con su poder de inteligencia táctica y, al instante, la usó para desviar una de las garras de la erinia, permitiendo acabar con ella en varias estocadas de su espada.

Al terminar la pelea, ambas quedaron agotadas, pero sabían que no podían relajarse aún. Sin embargo, Thalíra no pudo evitar sonreír un poco al ver cómo Annabeth se mantenía tan calmada, como si estuviera acostumbrada a manejar situaciones tan extremas.

—Gracias, Annabeth —dijo Thalíra mientras trataba de curarse el rasguño en el brazo. —No sé qué haría sin ti.

Annabeth, sacudiendo la cabeza con una ligera sonrisa, le devolvió la mirada.

—Te estás defendiendo muy bien por tu cuenta, Thalíra. Ya no eres la misma que llegaste al campamento. Cada día que pasa, te vuelves más fuerte.

Ambas miraron hacia el templo en el horizonte. Aunque el reto era grande, no podían retroceder. Estaban tan cerca. Así que, con una última mirada entre ellas, avanzaron hacia la estructura antigua.

El templo estaba cubierto por lianas y musgo, casi invisible entre los árboles. En el interior, las paredes tenían grabados que narraban historias antiguas de los dioses y sus dominios. A lo lejos, un pedestal de piedra se podía ver en el centro de la sala. Sobre él, resplandecía una esfera, rodeada por una ligera niebla que parecía emanar de su núcleo con un poder que era casi palpable.

Pero antes de que Thalíra pudiera acercarse, Annabeth le recordo de lo dicho por Quirón.

—Ese objeto no es solo una reliquia. Está protegido por una maldición podría dañar a cualquiera que intente tocarlo. No debemos tomarlo con ligereza.

La esfera brillaba débilmente, como si estuviera respirando, emitiendo una luz tenue y vibrante. Thalíra y Annabeth la observaron desde la distancia, evaluando cuidadosamente su próximo movimiento. Annabeth, con su mente estratégica, revisaba rápidamente las posibilidades.

—Sabemos que tocarla directamente es una pésima idea —murmuró Annabeth, sus ojos grises analizando cada detalle—. La maldición de este tipo de objetos no suele ser física, sino mental. Podría entrar directamente en tu mente y destruirte desde dentro.

—Genial —respondió Thalíra con una media sonrisa nerviosa—. Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Tienes algo en tu mochila?

Annabeth sacudió la cabeza, con el ceño fruncido.

—Nada que pueda bloquear una maldición. Pero tal vez podamos moverla con algo...

De repente, Thalíra sintió un susurro en su oído. Era la voz de Afrodita, suave y etérea.

'Confía en ti misma, como yo confío en ti. No dejes que los miedos te dominen.'

Thalíra sintió un cosquilleo en su muñeca, donde descansaba el brazalete. Se quedó mirándolo un momento y con un profundo respiro, avanzó hacia el pedestal, pero Annabeth la detuvo.

—¿Qué pasa? —preguntó Annabeth al notar su avance.

—Annabeth... creo que debería intentarlo yo.

—¿Qué? —Annabeth la miró incrédula—. ¿Estás loca? Podrías morir.

—O podría funcionar.

Antes de que Annabeth pudiera detenerla, Thalíra dio un paso al frente. Sentía un nudo en el estómago, pero había algo dentro de ella, una sensación de confianza que crecía con cada latido de su corazón. Mientras extendía la mano hacia la esfera, escuchó dos voces familiares resonando en su mente.

"El poder del amor es más fuerte que cualquier maldición, hija mía. Confía en lo que llevas dentro."

"No es la fuerza bruta lo que necesitas aquí, sino el coraje de enfrentarte al dolor. Ve y toma lo que te pertenece."

Thalíra inhaló profundamente, su brazalete emitio una luz que aumentaba su brillo con cada paso que daba para acercarse a la esfera. Ella tocó su superficie con la punta de sus dedos y el brillo se intensifico dejado ver rayos de luz dorada.

Annabeth gritó su nombre, pero antes de que pudiera correr hacia ella, un destello cegador llenó la habitación.

Cuando la luz se disipó, la esfera había cambiado. Ahora era un objeto inerte, una pieza segura de transportar. Thalíra, sin embargo, permanecía inmóvil, sosteniendo aquella esfera y con una expresión de asombro en el rostro.

—¿Qué pasó? —preguntó Annabeth mientras se acercaba rápidamente.

Thalíra bajó la vista hacia su brazalete, su brillo era mas tenue.

—El brazalete... intento protegerme —susurró Thalíra, aún sorprendida—. Fue como si supiera qué hacer.

Annabeth cruzó los brazos, claramente impresionada, pero tratando de ocultarlo.

—Supongo que Hefesto sabía lo que hacía cuando te dio esa cosa. ¿Estás bien?

Thalíra asintió, aunque aún sentía un ligero temblor en las manos.

—Sí... Estoy bien. Gracias al brazalete.

Annabeth la miró fijamente durante un momento antes de sonreír con aprobación.

—Eres más resistente de lo que aparentas, Thalíra. Ahora vámonos antes de que algo más decida aparecer.

Con un último vistazo a la esfera, Thalíra la recogió con cuidado y siguió a Annabeth hacia la salida del templo. Mientras caminaban, no pudo evitar mirar la palma de su mano, la misma que había tocado la esfera. Podia notar pequeñas marcas negras, difíciles de notar a simple vista.

Dejo salir un suspiro tembloroso, debía ser capaz de hacerse cargo de sus acciones temerarias... sola. Ese pensamiento le dio fuerzas mientras emprendían el regreso al campamento.

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