Capítulo 14

La Prueba del Fuego

El sol se sintió vibrante en el campamento, una tarde más de entrenamiento intensivo para los semidioses. Thalíra se encontraba en el campo de batalla, preparándose para una nueva sesión de combate, esta vez con uno de los hijos más experimentados de Ares: Leonidas. Era un joven de unos 20 años, de cabello oscuro y ojos intensamente enfadados, siempre con una mirada desafiante que causaba que los más novatos se sintieran inseguros. Leonidas no era solo un hábil luchador, sino también un maestro muy exigente, y Thalíra sabía que esta sesión no iba a ser fácil.

—Hoy, veremos de qué estás hecha, Thalíra —le dijo con una sonrisa que no presagiaba nada bueno—. No importa lo bien que resulto tu primera misión, eso no significa que estés lista para un reto mayor. Veamos que tanto haz avanzado en tu entrenamiento.

Thalíra asintió, apretando la empuñadura de su antigua lanza. A su lado, en su muñeca, llevaba el brazalete. Había sido un cambio sutil, pero aún no había tenido la oportunidad de probar todas las facetas de la arma así que no la usaría en los en tren amientos, por el momento.

El entrenamiento comenzó con rapidez. Leonidas fue implacable en su ataque, mostrando su dominio en cada movimiento. Thalíra, acostumbrada a la rapidez y agresividad de los combates, esquivaba y bloqueaba con destreza. Su habilidad era clara, pero Leonidas no tenía intención de hacerle las cosas fáciles. Sabía cómo presionar a un oponente hasta su límite.

En un momento, Leonidas lanzó un golpe feroz con su espada, pero Thalíra logró desviar el ataque con su lanza, el brazalete que brilló con una intensidad rojiza. Sin embargo, en el proceso, perdió su equilibrio y cayó hacia atrás, sintiendo la vibración del brazalete, que parecía reaccionar a su desconcierto.

El aire se cargó de tensión, y justo cuando ella pensó que podría ser derrotada cuando su vieja lanza fue rota por un golpe brutal de Leonidas, el brazalete comenzó a brillar con más fuerza, y algo comenzó a cambiar. En un movimiento casi instintivo, Thalíra levantó la lanza al cielo. A su alrededor, la atmósfera cambió. El mismo poder que producía el brazalete anteriormente, ahora parecía canalizarse en toda la extensión de la lanza.

Leonidas, momentáneamente sorprendido, se detuvo en seco. Thalíra sintió una energía renovada recorrer su cuerpo. La transformación no había sido solo visual: podía sentir el poder acumulado, como si la lanza misma hubiera dejado una marca en su ser, esperando a ser utilizada de nuevo.

—¿Qué...? —Leonidas no pudo evitar preguntarse, asombrado.

Thalíra, sin dudarlo, se incorporó rápidamente, usando la agilidad que le otorgaba la nueva forma de su arma. En un solo movimiento, un destello brillante de energía roja apareció, creando una onda expansiva que desarmó a Leonidas, quien cayó hacia atrás, sorprendido por la fuerza del ataque.

Los campistas que observaban el entrenamiento se quedaron en silencio, incapaces de comprender lo que acababa de suceder. Thalíra, con respiración agitada, miró la lanza. Había canalizado la energía de una manera completamente inesperada, algo que ni siquiera ella había anticipado.

Leonidas se levantó, sonriendo ampliamente.

—Impresionante... —dijo, con un tono de respeto en su voz. —Te subestimé, Thalíra. Parece que eres mas capaz de lo que pensaba.

Los demás campistas que estaban observando comenzaron a aplaudir, reconociendo el talento de la nueva campista. Thalíra, aunque sorprendida por lo sucedido, no pudo evitar sentirse orgullosa de sí misma. La lanza que había recibido de Hefesto no solo era un regalo, sino una extensión de su propia fuerza y poder.

Mientras los campistas se dispersaban, Percy y Annabeth llegaron, observando desde lejos el desenlace del entrenamiento. Thalíra se acercó a ellos, con una sonrisa en el rostro.

—¿Vieron eso? —preguntó Thalíra, tratando de esconder su sorpresa.

Annabeth asintió, impresionada.

—Nunca pensé que vería algo así... Una lanza que se convierte en brazalete. Eso sí que es algo único, Thalíra.

—Sí, me parece que mis padres no dejaron de sorprenderme —respondió Thalíra con una mirada pensativa. El brazalete brilló levemente en su muñeca, como si quisiera darle un pequeño recordatorio de la fuerza que ahora llevaba consigo.

En ese momento, Thalíra comprendió que el entrenamiento con Leonidas no solo había sido un desafío físico, sino también un test para descubrir hasta dónde podía llegar con el poder que acababa de desatar. Aún quedaba mucho por aprender, pero una cosa era segura: su viaje por el campamento, y más allá, sería un camino lleno de sorpresas.

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