Capítulo 1

Bromas, desafíos y una nueva rivalidad

El sol matutino bañaba el Campamento Mestizo cuando Thalíra salió de la cabaña de Ares. No había sido fácil conciliar el sueño la noche anterior; el murmullo constante de los hijos de Ares y la ocasional mirada inquisitiva, que le dedicaron las hijas de afrodita al ver que no se quedaba con ellas, la habían mantenido alerta. La mezcla de emociones entre curiosidad, desconfianza y expectativas colgaba en el aire como una nube persistente.

Con la lanza que Quirón le había entregado descansando sobre su hombro, Thalíra respiró hondo y se dirigió a desayunar. Apenas cruzó el umbral del comedor, notó cómo varias miradas se giraban hacia ella. Algunos cuchicheaban, otros simplemente la observaban con disimulo. Sin embargo, lo que realmente le llamó la atención fue el estallido de risas provenientes de una mesa cerca de la entrada.

Travis y Connor Stoll, los hermanos inseparables y expertos en bromas, parecían estar planeando algo. Cuando la vieron, sus sonrisas se ensancharon como gatos que habían encontrado un ratón particularmente interesante.

—¡Buenos días, Thalíra! —saludó Travis con una voz demasiado entusiasta mientras Connor agitaba una mano con falsa inocencia.

Thalíra levantó una ceja, pero decidió ignorarlos y continuó su camino hacia la mesa de Ares. Había aprendido que, a veces, era mejor no alimentar a los bromistas. Sin embargo, su decisión de ignorarlos no los detuvo.

Antes de que pudiera sentarse, un ruido extraño se escuchó desde el suelo. Miró hacia abajo justo a tiempo para ver cómo una fina capa de miel se esparcía alrededor de sus botas, pegándola al suelo con un ruido desagradable. Los hermanos Stoll estallaron en carcajadas, y varios campistas más no pudieron evitar reír también.

—¿De verdad? —murmuró Thalíra, mirando sus botas pegajosas con una mezcla de exasperación y resignación.

Percy, sentado no muy lejos, negó con la cabeza mientras Annabeth suspiraba.

—¿Es en serio, chicos? —dijo Percy, mirando a los Stoll con desaprobación.

—Es una broma de bienvenida, nada personal —respondió Connor con una sonrisa de oreja a oreja, encogiéndose de hombros.

Thalíra respiró profundamente, calmando el impulso de usar su lanza como un proyectil hacia ellos. Con movimientos precisos, golpeó ligeramente el suelo con la base de su arma. Una pequeña onda de energía vibró alrededor, lo suficiente para despegar sus botas del pegajoso lío. La sala quedó en silencio por un momento, sorprendida por el control que había mostrado.

—Si esa es tu forma de dar la bienvenida, prefiero pasar de los saludos —comentó con un tono sereno pero afilado, antes de sentarse tranquilamente como si nada hubiera pasado.

Connor abrió la boca para responder, pero Annabeth lo fulminó con la mirada.

—¿Por qué no usan sus habilidades para algo útil por una vez? —dijo Annabeth, cruzándose de brazos mientras Percy se esforzaba por no reír.

Los hermanos Stoll se encogieron de hombros y volvieron a sus planes de bromas, pero por dentro, Travis no podía evitar sentirse impresionado. Pocos habían manejado una de sus bromas con tanta tranquilidad.

Más tarde, durante el entrenamiento, Thalíra encontró un respiro en el campo de batalla. Sus movimientos eran ágiles y calculados, pero lo que realmente llamaba la atención era la mezcla de agresividad y elegancia en su estilo. Mientras practicaba con una hija de Atenea, esquivó un golpe certero y, en lugar de contraatacar con fuerza, utilizó la inercia del movimiento para desarmarla con un giro.

—Eres buena —admitió la hija de Atenea, respirando con dificultad pero sonriendo ligeramente.

—Lo intento —respondió Thalíra con una sonrisa que reflejaba más gratitud que arrogancia.

Percy y Annabeth la observaron desde la distancia.

—Definitivamente no es lo que esperaba de una hija de Afrodita —comentó Percy, rascándose la cabeza.

—Ni de una de Ares —añadió Annabeth. Sus ojos grises se estrecharon, como si estuviera analizando cada movimiento de Thalíra.

—¿Eso es bueno o malo? —bromeó Percy.

—Todavía no lo sé —respondió Annabeth con una ligera sonrisa.

Mientras el sol descendía sobre el campamento, Thalíra se encontró sola en la orilla del lago, observando su reflejo en el agua tranquila. Había sobrevivido su primer día, pero sabía que lo difícil apenas comenzaba. Ser hija de dos de los dioses más temperamentales del Olimpo significaba que siempre estaría bajo escrutinio, ya fuera por sus compañeros o por las expectativas que la perseguían.

Sin embargo, mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro, un pequeño destello de esperanza brilló en su interior. Tal vez, solo tal vez, había encontrado un lugar al que pertenecer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top