Te veo ayer

Capítulo 17: Te veo ayer

Es la segunda vez que no tengo idea de dónde reposa mi cabeza, bueno, la tercera si tomamos en cuenta cuando desperté en el hospital luego de pasar largos días de aventura en 1715.

¿Si volví? Es lo más probable. Ahora bien, ¿a qué época?

—Oh, despertaste— me dice una señora con vestimentas antiguas. Ella usa un vestido de tirantes color marrón, por debajo de un camisón blanco. Debe tener algunos sesenta o setenta años, no lo sé.

La gente de esta época aparenta ser más vieja de lo que son. Ha de ser por la pobre esperanza de vida.

¿Dónde me encuentro? En una cama. Fue en este lugar donde desperté después de que unos escombros de vidrio me cayeran encima. La habitación parece pertenecerle a una de esas chozas comunes de los 1700, construida a partir de madera con una única ventana.

Por lo menos la cama es cómoda.

—Umh— asiento cabizbaja. De nuevo me encuentro completamente desorientada. Aquí estoy, echa bolita en la cama mientras que la mujer se acerca con una pila de ropa.

Llevo una bata puesta. No tengo idea de cómo pasé a vestir esto.

—No veo que estés herida— dice colocando una pila de ropa sobre la cama —Ninguno de los hombres vio algún naufragio. Apareciste de la nada en la orilla del mar, creímos que estabas muerta.

Definitivamente, esto no es el purgatorio.

—¿Dónde...?— trago saliva —¿En dónde estoy?

—En una pequeña isla del caribe. Te encontramos en la mañana— suspira —Y bien, espero que te sirva— señala la ropa —Vístete pronto.

—Oiga— la llamo en el momento que se iba a marchar —¿Me puede decir en qué año estamos?

—Pues en 1800, obvio.

¡¿Cómo dijo?!

—¡¿Qué?!— no puede ser que haya despertado cien años después de la época estándar.

—Oh, ¿tu pregunta iba en serio?— levanta las cejas —Si no mal recuerdo, hoy estamos a treinta de junio de 1715.

Uff. Aunque, ¡no uff! ¡Estoy de vuelta en el pasado! Esta vez no desperté con Paradise sino en un sitio que desconozco. Creí que mis viajes guardaban relación con el hombre, pero parece que no.

¿Y ahora qué haré? Esta era mi oportunidad para advertirle sobre su final. No paraba de despertar a su lado cuando lo odiaba, y ahora que puedo compensarlo por todo lo que hizo por mí, simplemente no sé dónde puede estar metido.

—Con que aquí también pasaron cinco días— pienso en voz alta. Me pregunto por qué la estación es distinta —Muchas gracias por todo— tomo la ropa, viendo que es muy distinta a la que usé cuando fui prisionera del vicealmirante. Digamos que es más «humilde», solo se trata de un vestido café de mangas largas.

El sonido de unos hombres llamó mi atención. La señora, sin mostrarse sorprendida en lo absoluto, bajó hacia la sala, no sin antes decirme que me quedara en la habitación; que espere por su regreso.

Como mi nombre es Anyara Luna, y no «Anyara Obediente», rápidamente me puse el vestido, maldiciendo por lo incómodo que es, y me acerqué poco a poco a las escaleras. Le agradezco por haberme rescatado, pero mi sentido de supervivencia es más fuerte.

No me puedo quedar encerrada en el cuarto de personas que desconozco, menos de alguien que me habla con tanta familiaridad.

—Entonces dicen que la mujer que encontraron coincide con el retrato.

Ese uniforme...

Los observo a través del espacio comprendido entre las tablas de la escalera. En la sala hay cinco personas: la señora, un viejo y tres marinos. Reconocería ese uniforme en cualquier parte.

¿Ellos... están hablando de mí?

—Es idéntica, se los juro— responde la señora —La encontramos en la orilla del mar.

—¿En la orilla del mar?— cuestiona el que aparenta ser el líder de ellos. Un hombre fornido y alto, de piel ligeramente bronceada y de cabello castaño y corto —Es extraño que ande sola, ¿están seguros de que no la vieron con nadie?

—¿Cuántas veces tendremos que repetirlo?— reclama el viejo —¿Por qué mejor no sube y lo confirma usted mismo?

Sí, están hablando de mí.

¡Maldición!

Con los latidos fuertes, abandoné el lugar y regresé a la habitación. Lo primero que hice fue ponerle seguro a la puerta, detalle que no los podrá detener durante mucho tiempo.

No permitiré que me atrapen, no de nuevo.

—¡¿Pero qué es esto?!— alguien grita desde fuera. Están tratando de abrir la puerta.

—¡¿Quiénes son ustedes?!— vocifero lanzando todos los objetos al suelo. Pienso formar una pila de cachivaches que me sirvan para escapar por la ventana.

Es el único sitio por donde puedo salir.

Hasta ahora, siempre pasa algo sobrenatural en el momento que mi vida corre peligro. Una de dos: sobrevivo a una caída de segundo piso porque de nuevo soy teletransportada a mi época, o me muero.

Tú decides, mujer misteriosa que me está volviendo loca.

—¡Queremos que nos responda un par de preguntas!

¿Ah, sí? Ni hablar.

La última vez que confié en los marinos, ellos estuvieron a punto de mandarme a la horca. Yo soy la única persona en la que puedo confiar.

—¡Agh!— espeto trepando hasta la ventana. Su tamaño, aunque no es el más adecuado para mi cuerpo, es suficiente para que pueda salir. Solo necesito contorsionarme un poco y...

Una buena parte del vestido se me desgarró al salir. Al parecer, había un clavo sobresaliente en la superficie de la madera.

Ni modo, ni que me gustara.

—Vamos, Anyara. Tú puedes— susurro con la mitad del cuerpo afuera. No quiero ver lo que me espera del otro lado. La pequeña brisa que me eriza los vellos es un buen preludio de lo que sentiré si las cosas no terminan como planeo.

Se supone que esta es una choza. Si lo veo bien, la distancia de la segunda planta al suelo no es tan grande. En el peor de los casos, me lastimaré el tobillo si es que caigo mal. Ahora bien, me estoy muriendo del miedo.

Soy una persona que hasta hace poco contemplaba el mundo por medio de un teclado, ¡no puedo transformarme en Jackie Chan de la noche a la mañana!

Mi respiración se entrecortó en el momento que tiraron la puerta. El trío de hombres entró, caminando a mi dirección con rostros intimidantes.

—¡¿Es la señora Paradise, no es así?!— pregunta el líder, sacando un cartel de «se busca» con mi cara. Me pintaron como una bruja; con los ojos ojerosos y la expresión de una drogadicta.

¡¿Cómo que soy idéntica a menuda basura de retrato?!

—¿Señora, quién?— parpadeo varias veces. Olvidé el pequeño detalle de que el hombre se dirigió a mí como su mujer —¡No sé de qué me están hablando!— me pongo en posición para aventarme. Lo que sea es mejor que esto, estoy segura de que van a torturarme —¡En primer lugar, no soy una señora!

Y diciendo esto, me lancé.

Dicen que cuando estás a punto de morir, toda la vida se te cruza por delante de los ojos. La cuestión radica en que no era mi vida la que veía antes de aterrizar, sino a una persona que, de nuevo, pese a que lucía idéntica a mí, no era yo. Un par de recuerdos azotaron mi mente, aunque en esta ocasión se trataba de decenas de fragmentos en vez de la escena de uno solo.

Yo riendo, yo llorando; yo sintiéndome la persona más feliz del mundo, yo dándolo todo para vivir; yo cayendo en una profunda tristeza. Yo queriendo morir.

La mujer misteriosa que me está volviendo loca, y la que considero una jodida desgraciada por hacerme lidiar con miles de situaciones que no comprendo; esa mujer soy yo.

—¡A un lado!— cerré los ojos, viendo que estaba a nada de caer encima de unos marinos —¿Estás bien?— pregunto desde el suelo, levantándome como puedo del principal hombre al que derribé.

Ay, Dios. Lo maté.

—Aah— susurra adolorido. Eso es un no.

—¡No me llaman «la mujer del cielo» por nada!— ahí vienen los otros.

Recuerdo que la vieja mencionó que nos encontramos en una pequeña isla del Caribe, ¿qué tan grandes son las posibilidades de que me encuentren si escapo? ¡Que por lo menos sea más grande que Puerto Rico! ¿O cómo era que se llamaba para estas fechas? ¡San Juan Bautista!

Iba a huir cuando otro de los marinos que aplasté me jaló del pie, provocando mi caída. Los muy brutos me están inmovilizando de manos y pies, no les importa que sea una dama. ¡Así no era como pensaba que se comportaban los marinos!

—¡Suéltenme!— no les basta con maltratarme, me están atando —¡Auxilio!

—Ya no hay preguntas— dice el líder de ellos.

No puede ser, ¡¿y si me llevan con el vicealmirante?! ¡¿Qué haré?! Ese maldito me hizo muchas cosas la última vez, nadie dice que no vuelva a intentarlo.

«Dime, ¿ladrarías para mí?».

Mi sangre hierve de tan solo recordar su petición. ¡No puedo quedarme de brazos cruzados!

—¡Aah! ¡Déjenme ir!— pataleo desde el hombro de uno de ellos —¡No he hecho nada, se los juro!

¡Me están ignorando! Nada más se limitan a caminar y conversar entre ellos. Estos marinos tienen un acento español bastante pronunciado, los escucharía hablar todo el día si no fuera porque me encuentro en esta época del terror.

¿Cuál es mi propósito en este sitio? Tengo demasiadas preguntas y nada de respuestas.

***

—¡Ump!

Todo está oscuro a mi alrededor. El pañuelo que cubre mis ojos no me permite ver dónde me encuentro. He permanecido un buen rato con las extremidades atadas, y ni contar las veces en las que me ha picado la barriga. Los nervios me dan parestesia.

¿Cuánto ha pasado? Años, según yo. Para alguien que se encuentra atada, sin saber si piensan matarla o entregarla a un sociópata, cada hora es un mes.

Soy la chica que viaja en el tiempo. No debería morir. En cualquier momento regresaré como lo hice antes y estaré recordando esto como un evento traumático que me pasó hace mucho.

Sí, eso es. Debo tranquilizarme.

—¡Ump! ¡Ump!— me muevo por todas partes. ¡¿A quién engaño?! Claro que puedo morir, ¡no soy inmortal! —¡Ump!

Me conformaría con saber en qué lugar estoy.

—Por un momento creí que no vendría— escucho una voz desde fuera. La misma le pertenece al líder de los marinos que me capturaron.

¿Con quién habla? ¡¿Y si es el vicealmirante?!

—¡Ump!— vuelvo y grito con todas mis fuerzas. Sin embargo, no parece que puedan escucharme. No les bastó con atarme como animal, también tenían que cubrirme los ojos. ¡¿Dónde demonios estoy?!

¡Son unos desgraciados! ¡Juro que si me hacen daño, los maldeciré por siempre, tal y como lo hice con...!

—Espero que tengan algo interesante para mí. De otro modo, no podrán excusar su atrevimiento de sacarme del mar.

Espera, ¡¿Paradise?! ¡Reconocería su voz dónde sea! ¡Es él!

—¡Ump!

¡Date cuenta de que estoy aquí, capitán demente!

—Soy el Teniente Durante. Queremos hacerle la petición de que abandone nuestros puertos de inmediato. Entregando todas las posesiones que sus hombres asaltaron bajo la promesa de jamás regresar.

—Ja— echa una risotada —¿En serio fui convocado para escuchar tremenda desfachatez? Tengo hombres, armas, varias naves a mi disposición. ¿Con qué fuerza me piden que abandone sus puertos?

—Tenemos algo que podría animarle.

De repente, sentí cómo me jalaron bruscamente de los brazos, deduciendo que lo hicieron para sacarme del sitio de donde me tenían. Mientras su brazo me rodeaba de la cintura, el teniente me quitó el pañuelo que me cubría los ojos.

—¡Quítame las manos de encima!— grité moviéndome a todos lados. Mis ojos chocaron con los de Paradise, quien me observa con impacto.

Aún no posee la cicatriz horizontal en el tabique de la nariz, y me alegra. Tal vez sea la clave de mis viajes en el tiempo.

—Tú...— dice con las cejas en alto —Estás viva.

—Viva y coleando— contesta el teniente Durante, rodeándome con ambos brazos para que no escape.

Nos encontramos en lo que parece ser una sala de reuniones. La habitación está medianamente a oscuras; las personas aquí están separadas en dos bandos. A un lado se ubica Paradise con varios de sus piratas, mientras que frente a ellos estamos nosotros.

Ha anochecido. La única luz proviene de varias velas en las paredes.

Dudo que pueda hacer mucho si permanezco atada de manos y pies. Para ellos solo soy un objeto, uno que les ha de servir para captar la atención del pirata.

»Escuche bien, capitán. Le propongo un intercambio: nos devuelve las posesiones que robó de esta isla y nosotros hacemos lo mismo con su mujer. Nos parece un trato justo.

—¿Y qué les hace pensar que esa mujer significa algo para mí?

Espero que esté fingiendo.

—Todos hablan de cómo enfrentó al vicealmirante Amery por ella. Eso nos parece suficiente.

—No la habrían encontrado sola de ser así. Ella y yo no tenemos nada que ver.

Suena demasiado serio como para ser mentira.

Ay, Paradise. ¡No me hagas esto!

—¡Oye!— debo asegurarme de que no esté hablando en serio —Prometiste que me protegerías, ¿no es así?

—¡La mujer del cielo no ha sabido más que traernos desgracia desde que apareció!— reclama uno de los piratas.

—¡Es cierto! ¡¿Quién les dijo que el capitán la quiere de vuelta?!— secunda otro sujeto.

—¡Paradise!— ahora sí temo por mi vida —¡Ah! ¡Suéltenme ya! ¡No le pertenezco a nadie!

—Valen más unos buenos puertos que una mujer— responde Paradise —Lo siento, Ángel. Pero prometí poner el beneficio de mi tripulación por encima del tuyo si te volvía a encontrar. Aun cuando creí que habías muerto.

¿Qué clase de promesa fue esa? ¡Yo no he hecho nada! ¡Mi único error fue existir en esta jodida época!

—En resumen, dice que la mujer no le importa— replica el teniente.

De repente, el hombre pasó a agarrarme con un solo brazo y con la mano que le quedó libre, rasgó cada tela superior de mi ropa. Sin importarle a nadie mis sonoros gritos y resistencia, él no paró hasta que mi desnudez estuvo a la vista.

»Imagino que le da igual que me la folle aquí mismo.

Sentir sus manos apretando mi piel fue la gota que derramó el vaso para que mis lágrimas salieran. ¿En serio es capaz de permitirlo? Entiendo que me odie, pero no creo que exista alguien que se quede de brazos cruzados al ver a alguien haciéndole algo horrible a otra persona.

Johansel...

—¡No!— no me importa lo que pase, ¡opondré resistencia hasta el final!

Todo pasó muy rápido. No vi bien cómo pasó, pero en un parpadear de ojos, Paradise había clavado su espada en el cuello de mi agresor. Un puñado de sangre salió de su boca, al mismo tiempo que caí de rodillas al suelo.

—Fue suficiente— responde, haciéndole una seña a sus hombres para que asesinaran al resto de marinos —Nos vemos de nuevo, Ángel— me dijo en el momento que levanté la mirada.

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Espero que te haya gustado el capítulo :D

Y sí, ya estamos de vuelta con el Paradise que conocemos jsjsjs

¿De cuántos lugares nuestra protagonista caerá? Puentes, barcos, acantilados, ventanas... Anyara no la libra T-T

¡No olvides recomendar la historia! ¡Me ayudaría mucho a que más personas sepan de ella!

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