Al cerrar los ojos
Capítulo 16: Al cerrar los ojos
Para haber estado en coma durante una semana, me siento bien.
De acuerdo, los dos primeros días sentí que el mundo daba vueltas en cuanto ponía un pie fuera de la cama. Pero al paso del tiempo, mi situación fue mejorando.
Por lo que parece, el que me sintiera bien fue algo que dejó a los médicos en shock. Según dicen, mis niveles de oxígeno en sangre estaban peligrosamente bajos, lo que me provocó un edema cerebral debido al tiempo que permanecí bajo el agua antes de que Kieran me salvara.
El edema fue el causante de mi estado de coma. Gracias a él es que se supone que todavía debería estar en cama.
Y, en cambio, me siento nuevecita. No renovada, porque guao, qué camilla ni más dura, pero estoy bien.
Y para la editorial: excelente.
—Gracias por venir— le digo a una de mis lindas lectoras.
Pasaron cinco días desde que desperté. En dos días será año nuevo y no es algo que me emocione, suelo ponerme más nostálgica de la cuenta.
La explotadora, digo, mi editora; preparó todo para el evento del que antes me platicó. Ahí está ella dándole órdenes a todos para que la actividad termine bien y se le pueda sacar el mejor provecho posible a todo.
Me pregunto cuándo fue que la convertí en mi manager. Lo bueno es que gracias a su entusiasmo no me tengo que esforzar tanto en ganar dinero, sino en escribir.
Ella hace su parte y yo no estoy haciendo la mía. Leimy tiene razón, estoy más bloqueada que nunca.
No puedo parar de pensar en Sarai, quien sigue en cuidados intensivos, y en mi viaje al pasado. Kieran, por cierto, no se ha comunicado conmigo y qué bueno; su presencia no haría más que incomodarme al ser Paradise y no recordarme.
Siento que en cualquier momento recuperará la memoria de su vida pasada y se vengará de mí.
Ay, Dios. No debí golpearlo con la roca.
Ni besarlo, ni amenazarlo, ni insultarlo... ¡Cielos! ¡Le hice la vida imposible! ¡Me matará!
—Sigo su historia desde sus inicios— me dice la chica con uno de mis volúmenes en manos. Creo que tiene mi edad —Me encanta Hiram y lo diferente que es de los otros protagonistas. La mayoría de escritoras hacen que sus protas solo piensen en «coger» y ya, pero usted es distinta. Para ser romance erótico, él es alguien sensible, sincero, ¡quisiera sacarlo del libro!— grita pasándomelo para que se lo firme.
Me encuentro sentada en un escritorio, y como siempre, sus palabras me llenan el corazón. Nos ubicamos en el segundo piso de un edificio.
El inconveniente es que ahora mismo no sé qué pensar sobre Hiram. Ese hombre que vi en mi sueño-recuerdo es tal y como imaginé que sería.
Mínimo el edema cerebral me hizo soñar con mi protagonista. Aunque en ese caso, debí hacerlo besándolo o qué sé yo.
¡Me siento confundida! Fue demasiado real.
Hiram... ¿existe? Y si es así, ¿quién es? ¿Se llamará Hiram?
Tuve un sueño-recuerdo con Paradise y él existe. Con Hiram no debe suceder lo contrario.
—Gracias por tus palabras— sonrío —¿A nombre de...?
—María— ríe poniéndose un mechón detrás de la oreja —En serio espero que se mejore y vuelva a publicar más capítulos.
Para preservar mi propio bienestar y no preocupar a los lectores, no se les dijo que alguien intentó asesinarme. No obstante, algo deben de sospechar al ver lo rodeado que está el perímetro por varios guardias de seguridad.
La chica se marchó con el libro firmado y yo continué en lo mío. Recibiendo a varios lectores que esperaban ansiosos porque llegara su turno. Todos estaban formados en fila india y bueno, esta es mi parte favorita de ser escritora.
Además de escribir, claro... Últimamente, no lo es tanto.
—Muchas gracias por venir, ¿a nombre de...?— al sentirme exhausta, recibí el libro sin siquiera mirar a la persona del otro lado de la mesa.
—Eh... Eh...
—¿Umh?
Una chica de algunos catorce años está parada frente a mí. Ella, de cabello ondulado, rubio y largo, me observa temblando; con una gran sonrisa en el rostro.
—H-Hola— saluda jugueteando con los dedos —Yo... Amh... ¡Mucho gusto en conocerla!— le está por dar un colapso —Mi Bri ser nombre. ¡Digo! Mi nombre es Bri.
¿Bri? Ese nombre me suena...
¡Oh! ¡Es la chiquilla del correo! Recuerdo haberlo leído el mismo día del incidente.
—Tú me enviaste un correo hace un par de días— señalo con las cejas en alto.
—¿L-Lo leyó?— entonces sí es ella —¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Me muero!
Recuerdo bien lo mucho que renegué por la poca supervisión paterna de esta niña. Incluso no debe estar aquí. A su edad, ella tiene que estar leyendo «El principito» y no algo como esto.
—¿Cómo estás?— saludo con una pequeña sonrisa. ¿Cuál es la mejor manera de aconsejarla, en vista de que sus padres ni enterados de lo que lee?
—¡A punto de desmayarme!— salta de la felicidad —¡No sabe lo mucho que me encanta su libro!
Qué incómodo.
—Entonces tienes trece años— creo que es la mejor manera de comenzar —Dime, ¿viniste con algún adulto?
—¡Sí!— asiente —Oiga, ¿puede escribir «con mucho amor, para mi lectora número uno: Bri»?
Oww, si tan solo fuera cinco años mayor me sentiría mejor.
Sé que ella se percibe a sí misma como alguien grande, yo también lo hice cuando tenía su edad, pero a mis ojos no es más que una chiquilla.
Yo no escribo cosas lindas. Mis haters suelen decir que sobrepaso las líneas del erotismo y que la mayoría de mis lectoras leen mis libros por morbo.
Y eso que arreglé sus palabras.
—¿Y en dónde está el adulto? Me preocupa que estés sola en un lugar tan concurrido.
Hablaré con él. Solo le daré un consejo y si no lo acepta, allá el adulto y sus métodos de crianza.
Si la chiquilla me odia, está bien. Mejor, así no lee mis historias.
—¿Que dónde está?— pregunta dudosa. Ella busca a alguien con la mirada —Vine con mi hermano. Allá está— señala con el dedo.
Oh, no puede ser.
—Paradise— susurro levantándome.
El destino es descarado.
El hombre se encuentra a un par de metros. No está vestido de policía, sino de una ropa más casual; lleva puesta una chaqueta azul marino junto a unos pantalones negros.
Mi mirada se ubica en él mientras «Kieran» manipula su celular apoyado en la pared.
»¿Él... es tu hermano?— no puede ser.
—Umh, ¿lo conoce?
Más de lo que quisiera.
Rápidamente, le hice una seña a uno de los colaboradores para que tomáramos una pausa. Ahora lo único que me interesa es indagar sobre él.
—Oficial— saludo observando cada centímetro de su persona. Mínimo estamos conectados o algo por el estilo.
—Anyara Luna— está igual de sorprendido que yo —Leí su expediente. No se supone que esté fuera del hospital, ¿qué hace aquí?
—¡Ella es la razón por la que vinimos!— le contesta Bri —¡Es mi escritora favorita!
—¿Qué?— levanta las cejas —Qué coincidencia.
¿Sí? No lo creo.
—¿De dónde se conocen?
—Forma parte de mi investigación. No puedo decirte nada más— todavía me asombra que sea el mismo Paradise —¿Ya te lo firmó?— le revisa el libro —Bueno, ya es momento de irnos. Despídete.
¿Y ya?
—¡¿Qué?!— los ojos se les humedecieron de inmediato —¡Si conoces a mi escritora favorita, podrías presentármela!— grita jalándole el brazo —¡Hermano, no seas poco caballeroso e invítale un café!
—¿No ves que está ocupada?
¿Lo haría si no lo estuviera?
—No lo estaré dentro de unos minutos— digo con una sonrisa.
—Oh— la chica se lleva la mano a la boca —¡Ooh!— clama moviéndole el brazo a su hermano.
Sé que dije que temía estar con él por todo lo que pasó hace tres siglos, pero ha crecido mi interés por conocerlo en esta vida.
Dudo que me recuerde. Quizá tengan la misma cara, pero no es la misma persona.
Y bueno, espero no equivocarme. Esa mirada penetrante intimida a cualquiera. Algo que me intriga es que sus ojos son más oscuros.
—Amh, ¿qué?— mi respuesta lo tomó desprevenido.
—Anyara— Leimy viene a nosotros, poniéndose al lado de mí —¿Por qué te detuviste? ¿Pasa algo?
—Estoy cansada, es momento de tomar una pausa— no lo he hecho desde que inicié.
—Entiendo— desvía la vista hacia Kieran, alzando las cejas al percatarse de quién se trata. De nuevo se miran a los ojos —Usted es el oficial del otro día— apunta sorprendida —Por poco no lo reconocía sin su uniforme.
—Es la editora, ¿no?— le ofrece la mano como saludo, un gesto que ella corresponde —Un gusto verla de nuevo.
Su mirada cambió desde que la vio, igual su semblante. El desinterés que emanaba desapareció al instante. Todavía continúan dándose la mano.
¿Por qué son tan evidentes? ¿A mí me mira con frialdad y a ella, que la conoce menos que a mí, la observa con calidez?
Ya basta.
De un movimiento brusco, aparto la mano de Leimy de la de Kieran. Fue tras mi acción que me di cuenta de lo que hice.
—¿Qué sucede?— cuestiona la mujer. Los dos me ven confundidos.
¿P-Por qué me enoja verlos?
¿Qué son estos pensamientos? ¿A mí qué me importa cómo la mire?
—Eh...— qué vergüenza —Je, lo siento— tomo a Leimy del brazo —Yo... Es que quiero que hablemos de algo. Vuelvo en unos segundos.
—¿Qué pasa?— me vuelve a preguntar a una distancia prudente.
—No me siento bien. Por favor, dale mis disculpas a los lectores que faltan. Necesito descansar.
—¿Descansar?— levanta las cejas —Oh, es por ese oficial, ¿no?— sonríe de lado a lado —Anyara Luna; mi querida escritora está interesada en un hombre.
Primero muerta a que me guste.
—Permanecí una semana en coma producto a un edema cerebral. ¿Me ves cara de estar pendiente a otra cosa que no sea mi salud?— refunfuño mirando al capitán de reojo —Acepté la actividad hasta que mis fuerzas me lo permitieran. Es momento de irme, se supone que estoy bajo licencia médica.
—Eso es cierto— si fuera por ella, estuviera trabajando hasta el amanecer —De acuerdo, puedes irte. No te quejes de mí ante los superiores— bromea a risas —Deja que me despida del oficial. Algo me dice que ambos saldrán por la misma puerta.
—Leimy— mi llamado la detiene —¿De alguna casualidad, el oficial te llama la atención?
No los quiero ver compartiendo la mínima cantidad de oxígeno.
—¿Por?
—Es que nunca te había visto tan atraída por algo o alguien— más que por el dinero —Solo es curiosidad.
—Es que...— le mira fijo —¿Nunca has tenido la sensación de que alguien te resulta familiar pese a que nunca lo habías visto en tu vida?
—Sí, muchas veces.
—Bueno, ¿ya qué?— saca su celular de la cartera —Tengo compromisos pendientes. Despídeme del oficial— se va no sin antes guiñarme el ojo.
Me siento rara desde que regresé del pasado. Antes Leimy me caía neutral, es mi editora y la que a cada rato me está poniendo límites de lo que quiero para mis historias, pero ahora, es distinto.
Mi rechazo hacia ella incrementa día tras día.
Por ahora me reservo mis opiniones sobre Kieran. A simple vista luce como alguien desinteresado de su alrededor, a diferencia de cuando Leimy está presente. El hombre charla con su hermanita, quien se aprecia mucho más enérgica que él. La chica primero me mira, sonríe y luego habla con su hermano.
—¿Recomiendan alguna cafetería?— cuestiono con una sonrisa. Me pregunto si Kieran me mira de esa manera porque desde lo más profundo de su alma, me guarda un fuerte resentimiento. Ruego porque no sea el caso.
Y lo siento, no puedo dejar de dudar de alguien que conocí en 1715 y que ahora no me reconoce.
—Pues...
—¡Justo enfrente hay una cafetería!— clama Bri —¡Podemos ir allá!
—Claro, ¿por qué no?
—Ve adelantándote. Le quiero preguntar algo a la señorita— contesta Kieran.
Planeaba ser yo la de las preguntas.
—¿En serio?— refunfuña arrugando la frente —De acuerdo, los espero afuera— se despide marchándose.
—¿Qué quieres preguntarme?— su actitud me intriga.
—¿Actúa de esa forma porque quiere sacarme información?
¿Qué?
—¿Y acerca de qué si se puede saber?— que no me diga que de la investigación.
—La razón por la que no me había puesto en contacto con usted se debe a que estoy atando unos cuantos cabos del incidente en su lugar de trabajo. Además, esperaba que se recuperara por completo para continuar con mi entrevista, me sorprende que esté aquí tomando en cuenta su condición.
—Entiendo— ya veo por qué la mirada de desconfianza —No me acerqué a usted por mi caso. Tengo mis propias razones.
—Por sus propias razones— está dudando más —¿Me puede decir cuáles son esas razones?
—Pues...— no sé qué decirle —Es que...
—Por ahora no le puedo revelar nada del caso. No se esfuerce— da media vuelta —Me sorprende la coincidencia, pero no podré invitarla a tomar café.
No importa el año, él nunca confiará en mí. Al menos en 1715 tenía razones para hacerlo.
—Espere— me le pongo enfrente —No estoy mintiendo. No quiero preguntarle sobre la investigación— tendré que inventar una excusa —La cosa es que...— ni modo, es lo más creíble que se me puede ocurrir —Me he enamorado de usted.
—¿Disculpe?
—Ahora que lo veo de nuevo, me pregunto si le interesa salir conmigo; aprovechar la casualidad y eso.
Qué vergüenza.
—Oh, vaya— la mueca que acaba de hacer no tiene comparación. Y dicen que lo peor que te puede pasar cuando te «confiesas» es que te digan que no —Lo siento, pero... Eh... ¿Qué le digo? No estoy interesado en conocer personas nuevas, si sabe a qué me refiero.
He sido rechazada tras mi primera confesión. Ni modo, ya lo veía venir.
Iba a responderle cuando, de repente, un gran ruido impactó con nuestros oídos. El mismo consiste en la alarma sísmica, la cual sonó al mismo tiempo que el suelo comenzó a temblar de una manera abrupta.
—No puede ser— dice Kieran —¡Bri!
El hombre iba a abandonarme cuando, en el momento que cruzaría la puerta en busca de su hermana, la pared se derrumbó producto al temblor.
Los gritos de las personas se hicieron presentes. Muchos intentaron buscar alguna salida alternativa, otros optaron por ocultarse debajo de las mesas y en esquinas seguras, y yo... ¡Estoy al borde del desmayo!
¡¿Por qué la tierra tenía que temblar justo ahora?! ¿Con cuál escala estamos lidiando? ¿Cinco?
¡¿Qué tal si ocho?!
¡A penas llevo unos pocos días despierta!
—¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!— todos los lugares seguros están ocupados. El horror de la situación no me permite pensar con claridad —No puedo morir de nuevo...— caigo de cuclillas al suelo. Mi cuerpo tiembla casi a la misma intensidad que la tierra.
Recuerdo que la primera y última vez que estuve en medio de un temblor, el mismo fue denominado «terremoto» por su gran poder destructivo. Todo se derrumbó; se escuchaban gritos, y creo que hubo varios heridos.
Mis recuerdos de ese día no están claros. Terminé bloqueándolos por su naturaleza inquietante.
Lo único que recuerdo...
—Todo está bien, pasará dentro de poco— unos brazos rodearon mi cuerpo. Al levantar la cabeza, abrí los ojos tras percatarme de Kieran. Yo me encuentro hecha bolita, mientras él me protege con su cuerpo.
Sí..., es como aquella vez.
«Tengo mucho miedo», dije entre sollozos. ¿Cuántos años tenía? ¿Nueve? ¿Diez?
Mientras todo a mi alrededor temblaba, y parecía que el mundo se acababa, había un niño.
«No llores, todo estará bien. Solo cierra los ojos y verás que cuando los abras, todo habrá pasado».
Oh.
—¡Cuidado!
Cada uno de los ventanales se rompió de manera brusca. Por mero impulso, empujé a Kieran lejos de mí, de modo que terminé recibiendo todo el impacto, pese a la distancia.
—A-Auch— mis ojos no logran ver nada debido al polvo generado de los escombros. Solo distingo siluetas, una que otra voz y...
¿Por qué estoy empapada?
—¿Pero qué...?
Lo último que vi, antes de desmayarme de nuevo, fue al horizonte de lejos; por encima del mar azul.
Aparecí en una playa.
.
.
.
.
¡Hola!, sigo con vida :3
Espero que te haya gustado el capítulo :D
El destino de estos dos, está más enlazado que la espuma con el mar
¿Crees que hayamos regresado de nuevo? :0
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