Capitulo 32
A veces lo mejor que una persona puede desear es vivir en paz. Tener tranquilidad y estabilidad en su vida mientras comparte con los que quiere sin miedo a salir lastimado o lastimar alguien en el proceso.
Nila tenía eso, o bueno, casi.
Aún estaba lastimada y lastimaba a alguien.
¿Cómo todo se había torcido tanto para ella en tan poco tiempo? No lo sabía.
Meses atrás lo único en lo que había podido pensar era en sobrevivir a otro día en la universidad, molestar a Joss, compartir con su mejor amiga, componer canciones, bailar, actuar, cantar. Pasar tiempo con su madre y ser la mejor persona posible por ella misma.
Ahora todo era diferente. Tenía un hermano con quién compartir el tiempo entre su familia y su madre. Dos mejores amigas que se habían vuelto inseparables y sobreprotectoras con ella. Un curso universitario que cada vez era más difícil. Una conciencia que le reclamaba el estar lejos de Salvador cada que lo veía a la distancia mientras su corazón aún sufría por Elián. Una enemiga que ahora sí se dedicaba a ignorarla y por último, y no menos importante, dos ofertas que habían puesto sobre su mesa.
Una de ellas que seguía rechazando como en ese momento.
—Lo siento, pero no —respondió Nila a la madre de Salvador.
La señora podía ser muy buena, pero a la vez tan desesperante cuando no obtenía lo que quería.
—Es el apellido de tu padre —le señaló por enésima vez— A él le hubiera gustado que lleves su apellido.
No lo dudaba.
Según su madre, su padre era un buen hombre, noble, honesto, y demás, pero ellos nunca habían tenido una relación y cambiarse el apellido lo sentía como una traición hacia la persona que estuvo con ella durante todo lo que llevaba viva.
—Ya tomé mi decisión, señora —le dijo Nila cansada del tema— Gracias, pero como le dije no aceptaré esto.
—¿Ni por Darío?
—A Darío no le interesa mi apellido.
A su hermanito poco le importaba eso, o el lugar en el que vivía, que había visitado en los días que lo llevaba a su hogar durante el tiempo que había pasado.
—¿Herencia?
—Señora —advirtió Nila con un tono duro.
—Lo siento no quise insinuar nada, de verdad —le dijo y aunque ella lo sabía le molestaba.
Una cosa que no había superado.
Desde que Elián la había tiltado de interesada, cualquier palabra o insinuación al respecto hacía estallar sus nervios.
Entendía que, como la mamá de Darío, había personas que cuando querían ofrecerle algo o comentaban beneficios que ella podría aprovechar no lo hacían con mala intención; sin embargo, su mente no lo tomaba así y Sara era la prueba viviente de ello.
—¿Por qué no me lo dijiste? —le había preguntado una tarde mientras salían de la universidad bastante alegre.
—¿No te dije qué?
Al paso que iba, Nila era siempre la última en enterarse de todo y aunque trataba de mantener su vida estable aún había situaciones o personas que estaban un paso delante de ella.
—Que mi papá te está patrocinando tu beca —le respondió sin perder la sonrisa de su cara.
Cierto. Eso.
Eso que ella quería ignorar y a lo cuál no le había tomado interés cuando conoció a Sara.
—Sabes eso es muy bueno.
—¿Eh?
—Mi papá tiene tantos contactos que podría hacerte despegar en un chasquido de dedos —continuó hablando ignorando por completo la molestia en su rostro— Podrías incluso hacerte internacional antes de terminar la universidad, claro que habría que acomodar todo para que pudieras hacerlo, pero mi papá podría hacerlo para ti ¡Tu talento llegaría a todo el mundo! —exclamó— Y...
—Basta.
Nila no había querido escuchar más.
—Pero, escúchame...
—Por favor, Sara. Basta —le pidió tocandose el estómago, de pronto se había sentido enferma.
—¿Nila? ¿Estás bien? —le preguntó la chica acercándose a ella— Estás pálida —le señaló— No estabas así hace un momento ¿Qué pasó?
¿Qué pasó?
—Nada, no pasó nada —le respondió mientras trababa de calmarse.
«Respira, respira», se repetía; sin embargo, su cuerpo no parecía obedecer sus órdenes.
—Nila...
—Solo necesito unos minutos.
Ella podía calmarse sola.
—Puedo llevarte a un hospital sabes —le dijo la chica preocupada y eso casi la hizo ablandarse hasta que agregó— Uno de mis primos es doctor privado, puedo llamarlo si...
—¡Basta! —le gritó— ¡No quiero nada de ti ni de tu familia! ¡No quiero ayuda de nadie! —continuó con la respiración agitada— Puedo conseguir las cosas por mi cuenta, no necesito que me quieras dar todo. No te tengo como amiga para eso.
—Lo sé...
—Entonces deja de querer darme todo fácil —le reclamó con un dolor creciendo en su pecho que poco a poco empezó a hacerse insoportable hasta que perdió la conciencia y se despertó en un hospital.
Uno caro.
Su frustración había llegado a niveles catastróficos hasta que vio a su mamá ingresar junto a otro médico a su habitación.
—Tenemos que hablar —le había dicho su madre mortalmente seria y junto al doctor le habían explicado que el motivo de su desmayo había sido debido a una crisis de ansiedad.
Las preguntas sobre si era la primera vez que tenía una, cómo se sentía antes y después de cada crisis que había tenido llegaron siendo sutiles sin llegar a custionarle el motivo que las inició, al menos en ese momento.
Su madre habló con ella luego de salir del hospital con la recomendación de ir al psicólogo, cosa que no quería, pero que después de una semana terminó aceptando cuando se dio cuenta que sus palabras habían dañado la relación con Sara que tenía miedo de hablar libremente con ella.
Poco a poco, sesión a sesión, había ido mejorando, no sólo acerca de ello sino a aprender a separar sus sentimientos presentes y pasados que sólo recordarlos había servido para intensificar lo que sentía en ese momento.
No fue fácil, pero lo logró.
Joss en especial había estado en con ella en cada paso, ayudándole a recuperar su antigua vida y su estabilidad emocional, que la había perdido en el camino sin darse cuenta.
—Está bien si no quieres llevar su apellido —le dijo la madre de Darío aunque Nila podía ver que no estaba contenta con ello—, pero puedo pedirte algo más.
—¿Qué? —preguntó con cautela.
A veces parecía que la señora quería darle el mundo cuando lo único que ella pedía era tiempo con su hermano, que había llegado a su vida como una bendición.
—No le digas a Darío que insistí —le respondió sorprendiendola— Sé que llevo días hostigandote con esto y hoy era mi último intento —agregó—, pero ninguno de mis hijos sabe de esto y lo que sabe Darío...
—Lo saben los demás —completó por ella dando un asentimiento— Esta bien, prometo no decir nada.
—Y yo prometo no insistir.
—Gracias.
«Por fin».
—Gracias a ti —le dijo la señora tomando su mano a través del escritorio— Le haz dado paz a mis hijos y eso es algo por lo que siempre te estaré agradecida.
Nila dudaba que eso fuera cierto, pero no dijo nada, solo se limitó a asentir antes de despedirse y salir de la oficina.
La casa de los Ibáñez se había convertido casi en su segundo hogar, tal y cual lo fue antes la de Joss.
Un cambio más que recordaba de vez en cuando.
Subiendo las escaleras hacia el segundo piso en busca de Darío, Nila se encontró con Salvador que bajaba con unos papeles en su mano sin reparar en su presencia hasta que estuvieron frente a frente.
El silencio se instaló unos segundos entre ambos mientras se miraban fijamente, reconociéndose después de tanto tiempo hasta que Salvador decidió hablar rompiendo el momento.
—Hola.
—Hola.
—¿Buscas a Darío? —le preguntó y Nila asintió— Salió con Mariel hace una hora al centro comercial —le informó el chico—, no volverán hasta la noche.
—Oh...
«Bueno ni modo», pensó.
—Entonces vendré otro día —dijo bajando las gradas que había subido junto a Salvador.
Ambos caminaron en silencio hasta la salida y Nila se moría de ganas por preguntarle al chico qué había sido del él en esas semanas; sin embargo, no sabía si debía hacerlo. Después de todo se había mantenido alejada de ella bastante tiempo sin acercarse en lo más mínimo.
«Le pediste tiempo», le recordó su cerebro e hizo un puchero para si misma, aunque el gesto no pasó desapercibido por su acompañante que soltó una risa ligera.
—Eres adorable haciendo pucheros, campanita —se burló el chico y Nila cerró los ojos soltando un quejido que lo hizo reírse aún más.
—Pensé que lo habías olvidado.
—No en esta vida —le dijo con chasquido— Te ves bastante bien —le comentó Salvador deteniéndose frente a su auto cuando llegaron.
—Estoy mejorando.
No dudaba de que el chico supiera de sus problemas, así que mentirle sería algo en vano y agotador, además de que no quería hacerlo.
—Lo sé —le respondió con una sonrisa chulesca que se dio cuenta había extrañado ver.
—¿Y tú siempre sabes todo? —le cuestionó Nila burlona.
Ese era un ambiente más de ellos dos, uno en el que podía desenvolverse sin miedo.
—Casi todo —le dijo Salvador acercándose a ella— Hay algo que no sé en este momento.
—¿Y qué sería eso? —le preguntó ella sin apartar la mirada de que le daba.
—No sé... —empezó diciendo mientras acercaba la mano a su rostro, acariciando su mejilla con sumo cuidado cuidado como cada vez que la tocaba y alterando sus nervios— No sé si estarías dispuesta a ir por un café conmigo —soltó con un tono bajo que hizo revolotear las mariposas en sus estómago.
Era Salvador. Siempre era él quien causaba esas sensaciones en ella, para bien o para mal.
Un café.
—Estoy dispuesta —le respondió con una sonrisa sincera y su corazón más ligero.
Era momento de volver a empezar.
***
Y... Tenemos un nuevo cap!!!
Por fin Nila Y Salvador volvieron a hablarse (bailecito de felicidad)
Algo importante que quiero resaltar de este cap, es que no importa el motivo o lo "insignificante" que parezca, cuando una persona siente que cierto tema o problema lo sobrepasa debe buscar ayuda, siempre y cuando la quiera, nadie puede juzgar a nadie por ello y esta bien hacerlo porque la salud mental de cada uno es importante.
En el caso de Nila, fueron pequeñas cosas que al final de acumularon y un solo hecho en específico se convirtió en el detonante para hacerle saber que había llegado a su límite, así que, repito, no es bobo aceptar, buscar ayuda cuando la persona siente que lo necesita.
La historia ya está en sus últimos capítulos, por lo que todo puede pasar xd
Espero que les haya gustado, no olviden dejar sus votos, comentarios y compartir para seguir creciendo.
Muchas gracias!!!
Los quiero!!!
Au revoir!!!
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