xiii. ojos en la snitch.




𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖙𝖍𝖎𝖗𝖙𝖊𝖊𝖓
ojos en la snitch

Desde temprano el trío de tejones se encontraba disfrutando del aire helado, todo por acompañar a sus amigos de Gryffindor en la prueba de Quidditch. Adara mantenía un aspecto cansado, debido a las altas horas en las que se quedó despierta leyendo el libro Quidditch a través de los tiempos. Debía admitirlo, le había encantado el deporte y todo lo que estuviera relacionado a él... hasta se preguntaba si debería haber estado más atenta a las clases de vuelo del año anterior.

Solo tenía retazos de aquellas clases, no habían sido partes del grupo de sus favoritas, pero había pasado buenos momentos riéndose de sus torpezas y de lo estresados que estaban todos tratando de hacer levitar su escoba.

—¡Arriba!

Por más que lo intentara y gritara con todas sus fuerzas, la escoba de Bruno no movía ningún pelo. Hilaris, quien lo había logrado al primer intento, se reía sin parar de su mejor amigo.

—¿Y si pides un cambio de escoba? Quizás ya perdió la magia... ¿es eso posible? —Alicia trataba de ayudarlo, pero el muchacho solo se mantenía gritando la palabra mágica con frustración.

—¡Señor Winchester! Si se frustra así de rápido no logrará nada que se proponga. —lo reprendió Madame Hooch llegando a su lado—. Deje de intentarlo y respiré, cálmese.

Bruno la observó con extrañeza, antes de encogerse de hombros y hacer lo que le dijo. Cerró los ojos y se concentró en la escoba a un costado de sus pies. Abrió los ojos, estiró la mano sobre la escoba y pronunció las palabras.

—Arriba.

De inmediato, el objeto llegó a su mano, provocando que el invocado profiriera un grito de euforia que retumbó en todo el patio del castillo. Adara e Hilaris le aplaudieron, mientras Alicia sonreía a su lado.

Otro recuerdo que tenía Adara de las clases, fue cuando ella misma casi se cae de la escoba, aunque por suerte solo estaba a unos centímetros del suelo.

Madame Hooch los había instado a volar un rato, a ras del suelo, solo para practicar cosas básicas. Como si siguieran un comando, todos dejaron su escoba en el suelo, para poder llamarla a su mano y así subirse a ella con cuidado, mientras levitaba.

—Mientras ninguno de nosotros se caiga y deja ser llevado a la enfermería, llamaré esta clase como un éxito. —susurró Adara para sí misma, aunque Hilaris y Bruno la oyeron y le dieron la razón.

Ya todos sobre su respectiva escoba, comenzaron a elevarse de a poco, hasta que la instructora los detuvo indicándoles que habían llegado al límite de altura que había permitido. Todo iba bien, se sentían confiados, sin embargo una estridente risa los desconcentró haciéndolos voltear sus rostros hacia donde venía el sonido.

Peeves estaba haciendo nuevamente de las suyas. Para mala suerte de Adara, aquella distracción la hizo voltear lo suficientemente rápido para perder el control de la escoba y comenzar a resbalarse de ella.

—¡Señorita Myers! ¿Me estás escuchando? Señorita Myers, ponga ambas manos en la parte delantera de la escoba y acomódese... ¡con cuidado!

Fue un poco tarde su aviso. Por suerte, entre tanto temor, había logrado un poco estabilizar la velocidad y altura, por lo que logró que ya casi rozaba el césped cuando cayó.

—Estoy bien, Madame Hooch, no se preocupe. —murmuró sonriéndole levemente.

Se levantó del suelo con tranquilidad, ignorando que había hecho el ridículo, con unos raspones en las rodillas, y pensando que habían muchas clases más interesantes que Vuelo.

Con aquellos recuerdos en su mente, la rubia con sus amigos tejones esperaban en las tribunas del estadio a que sus amigos aparecieran en escena. Por suerte, no esperaron mucho. Un chico con el cabello castaño corto indicó a todos los posibles futuros jugadores entrar al centro del estadio y esperar instrucciones.

Atrajeron la atención de sus amigos en base a gritos, y con un último ademán de mano, les desearon suerte a todos los leones, incluyendo a Lee quien se dirigía a la cabina del comentarista.

—Lo lograrán, puedo sentirlo.

—¿Ahora ves el futuro? —murmuró Bruno enarcando una ceja hacia Hilaris.

La castaña hizo rodar sus ojos mientras suspiraba.

—No, pero confío en sus habilidades. Además Lee tiene casi el cien por ciento de probabilidad de lograr el puesto de comentarista. Murphie, aquel chico que antes comentaba, terminó su séptimo año por lo que el puesto está vacante.

—Tampoco veo a alguien más en la cabina. —añadió Adara.

Su mejor amiga le dio la razón.

—¿Ves, Winchester? Es lógica.

La visión de los estudiantes sobre sus escobas y en el aire, los desconcentró. En cada lado del estadio, estaban los postulantes a guardianes protegiendo los arcos, mientras las posibles futuras cazadoras se organizaban a su alrededor a la espera de que se les diera una quaffle. Por otro lado, los bateadores distribuían los bates disponibles entre ellos, y el capitán del equipo hechizaba una pequeña pelota dorada que simulaba ser la snitch. Adara se sintió orgullosa de conocer todos esos nombres.

Unos instantes más tardes, todos los estudiantes con escoba en aquel momento volaban de un lado para otro siguiendo instrucciones y demostrando sus habilidades en el juego, mientras el capitán volaba alrededor de ellos con una libreta en manos tomando apuntes. Debía de ser lo suficientemente capaz para volar y controlar su vuelo sin tener que estar con ambas manos al mismo tiempo sobre su escoba.

—Que guapo.

Adara le dio la razón a su amiga mientras observaba al líder.

—Parecen Anne y Lucy. —susurró Bruno.

—Pero, ¿qué hay con decir la verdad? Ese chico es solo es dos años mayor que nosotras, podemos decir todo el día lo bonito que es su físico y, lo más probable su personalidad, sin que resulte extraño. —dijo la castaña como excusa.

—Mi hermana me ha dicho que soy algo menor para pensar en novios, ¿pero qué me impide observar a las personas y opinar? —Adara rió sintiéndose algo rebelde—. Por ejemplo, tu eres lindo Bruno e Hilaris también es muy linda.

—Lo dices solo porque somos tus mejores amigos. —Winchester le mostró su lengua al par de chicas que se reían abrazadas.

—Y aunque no fuera así, también lo pensaría.

Adara y Bruno se observaron sin pestañear por unos segundos, sin saber quién había comenzado la guerra de miradas. Ambos sabían que debían estar observando el centro del lugar, sin embargo habían iniciado la costumbre entre los tres de hacer competencias de no pestañear por más tiempo y solía desconcentrarlos en el día a día.

—¡Johnson ha anotado un punto a favor del equipo número uno de Gryffindor! Y... ouch, Fred Weasley acaba de lanzar la pelota dura a un Thompson.

La rubia y el castaño comenzaron a parpadear rápidamente para lubricar sus ojos cuando oyeron la voz de Lee por los altoparlantes.

—Ese par de Weasley... mis mejores amigos, ambos solteros, golpean todo lo que se cruce en el camino de sus jugadores, su... ¡Johnson anota otro punto! ¡Vaya, Angelina, no nos dijiste que jugabas tan bien!

Pasó una hora completa que los Hufflepuff disfrutaron. Se sentían como en un partido de Quidditch real con los comentarios de Lee, hacía todo aún más entretenido.

Una vez que Oliver Wood, como descubrieron que se llamaba el capitán del equipo, anunció que había tomado una decisión, todos en las tribunas se pusieron nerviosos, al igual que quienes estaban en la cancha. Volviendo a realizar un hechizo de amplificación de voz, el chico de cabello castaño profirió los nombres de quienes serían los integrantes del equipo de Gryffindor aquel año.

—¡Lo lograron! Espera... Oh, por Apolo. Alicia y Katie no quedaron. —murmuró Adara apenada por sus amigas.

—Pero mira, Wood está hablando con Katie. —acotó Hilaris apuntando hacia abajo.

El trío de Hufflepuff comenzó a bajar las gradas para acercarse a ellos. Una vez llegaron, Katie se acercó corriendo hasta abrazarlos a los tres juntos.

—¡Oliver me ha dejado como suplente! No soy jugadora oficial, pero algo es algo.

—¡Katie, eso es genial! —la alabó Hilaris tomando sus manos.

—Oliver también mencionó que estaba entre Alicia y yo, pero finalmente se decidió por mí. Espero que no genere problemas para Alicia, no quisiera que nuestra amistad se arruine por esto. —murmuró Katie, cambiando a un semblante serio.

—No lo creo, ambas son muy buenas amigas, necesitarían más que un puesto de Quidditch para terminar su amistad.

—Adara tiene toda la razón, Katie. —acotó Alicia apareciendo por un costado—. Ni siquiera soy tan fanática como Angelina o los muchachos, además recién estamos en nuestro segundo año, puedo probar suerte el próximo o el siguiente a ese.

Ambas chicas se abrazaron.

—Seré la mejor jugadora de Quidditch de la historia, ya verás, mis padres por fin estarán orgullosos. —escuchó Adara que murmuraba Angelina.

Sonrió feliz por ella y su logro, lo tenía más que merecido. Se acercó a ella para abrazarla con fuerza.

Luego de felicitar a Angelina, le dio un corto abrazo a Fred, quien fingía llorar de la emoción y recibía los aplausos del público. La Hufflepuff pretendía realizar lo mismo con George, sin embargo sus brazos la tomaron desprevenida. El pelirrojo la abrazó con fuerza y la elevó en el aire, dando una pequeña y corta vuelta con ella, mientras ambos reían, ajenos a el entorno que se había materializado a su alrededor.

Una chica los observaba recelosa, un muchacho aplaudía de felicidad y el resto solo se observaban con sorpresa y diversión.

—¡Estoy demasiado contenta! Te lo mereces completamente, tú y todos.

George la dejó en el suelo y le sonrió mostrando su dentadura. Se sentía eufórico y las palabras de su amiga solo lo hacían más feliz.

—Gracias por tener fe en nosotros. Sabía que lo lograríamos, pero necesitaba oír que ustedes también lo pensaban. En especial tu, Adara. Logras transmitirme aún más confianza de la que ya tengo.

De improvisto, el rostro de Ravenclaw se sintió acalorado y le extrañó. Quizás estaba por constiparse.

George, al ver que su amiga no respondía, decidió seguir hablando.

—Realmente me da gusto haber quedado, con Fred y algunos de nuestros hermanos practicamos cada semana en la madriguera.

—Ya tienen entrenamiento de por medio, es un gran paso adelante. —asintió Adara.

Angelina se acercó a ellos con la intención de decir algo, sin embargo la voz de uno de sus amigos la interrumpió.

—Esto merece una celebración, ¡propongo pedirle a los elfos una de sus deliciosas tartas y celebrar! —dijo Bruno con su brazo alrededor de los hombros de Alicia, quien sonreía contenta por el resto.

Todos asintieron de acuerdo y emprendieron marcha. Los leones debían hacer una parada a su sala común antes para ducharse, por lo que los Hufflepuff se dirigirían primero a las cocina a pedir los postres.

Mientras caminaban al castillo, Hilaris le dio un codazo en el costado a Adara y la observó con una mirada coqueta, subiendo y bajando sus cejas. La Ravenclaw, sin embargo, no entendió el por qué de ello y solo le sonrió con inocencia, provocando la suave risa de la contraria.

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