x. promesas y despedidas.
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖙𝖊𝖓
promesas y despedidas
Los exámenes habían sido un éxito. No obtendrían los resultados hasta las vacaciones, pero Adara estaba completamente segura que había hecho bien en todas las asignaturas. Debía ser así, había pasado días y semanas estudiando cada hechizo, teoría y revolución de gnomos que necesitase aprender, además usualmente se recordaba dentro de su mente que su madre había sido Rowena Ravenclaw, la fundadora de la casa de los sabios, por lo tanto, debía honrarle honor a su legado.
—Realmente creí que el examen de Defensa Contra las Artes Oscuras sería más complicado, pero puedo apostar que estuve cerca de la nota máxima.
Adara e Hilaris se encontraban sentadas en los cómodos sillones de su sala común, habían pasado la tarde anterior ordenando sus baúles y bolsos, esperando que nada se les quedara fuera.
Su primer año había finalizado. Todo había sucedido tan rápido, desde el día que conocieron el castillo hasta que los profesores los habían felicitado por el buen año escolar, deseándoles unas buenas vacaciones.
—Pensaba lo mismo, temía encontrarme un ratón de verdad en el examen de transformaciones. —respondió Adara divertida, aunque el día del examen mencionado sus nervios podían notarse a millas de distancia.
—Te extrañaré mucho, ¿sabes? —Hilaris abrazó con uno de sus brazos los hombros de la rubia apegándose a ella—. Ha sido un bonito primer año, me ha encantado conocerte a ti y a Bruno y que ambos aceptaran ser mis amigos.
—Eres una persona increíble, Hilaris, complicado sería encontrar a alguien que no quisiera ser tu amigo.
—¿Aunque sea algo pegote y necesitada de atención?
—¡Por supuesto! Eso y muchas más cosas especiales te definen y te hacen una chica muy especial y preciosa.
Ambas se abrazaron a gusto. Días antes habían mencionado que se intercambiarían cartas en el receso de verano, Adara no sabría cómo hacerlo con la dirección del templo, pero estaban ansiosas por hablar en las vacaciones.
Un bulto algo pesado cayó sobre el cuerpo de ambas, haciéndolas respingar y asustarse.
—¿Cómo es eso de abrazos sin mi?
—¡Bruno! A ti también te extrañaremos, ven aquí. —los brazos de Adara se ajustaron a los cuerpos de sus mejores amigos abrazándose con fuerza a ellos.
Los tres estudiantes de Hufflepuff que pasarían a su segundo año, se mantuvieron unos instantes abrazados, atesorando el momento. Pronto debían salir del castillo con sus baúles y dirigirse al tren escarlata que los llevaría a la estación de King 's Cross. El premio anual de aquel año hizo presencia en la sala, avisándole a todos quienes se encontraban allí que era momento de subir al tren.
Hilaris y Adara subieron a su cuarto para poder bajar sus baúles. Estaban algo pesados, pero nada que no pudieran enfrentar. Se encontraron fuera de la sala común, junto a los barriles con Bruno y los tres enfilaron hacía los exteriores del castillo, siguiendo a los mayores.
—¿Saldrán de vacaciones a algún lugar interesante? —preguntó Bruno una vez estuvieron en el patio.
—Creo que mis padres quieren viajar a América, pero no han confirmado nada. —se encogió de hombros Hilaris mientras respondía.
—Yo me quedaré en casa con mi hermana, quizás salga algunos días de paseo con ella, acompañándola en su trabajo.
Atenea nunca la dejaba salir del templo con ella a sus salidas matutinas de Diosa, pero aquel año se sentía mayor y más madura, por lo que no perdería nada con preguntarle, de igual manera tendría a las ninfas de su lado, las extrañaba muchísimo y no le importaría quedarse todo el verano encerrada en el templo con su compañía.
—¿Qué harás tú, Bruno?
—Me quedaré en casa a ayudar a mi padre con un pequeño proyecto que hemos planeado hace meses; queremos hacer un pequeño invernadero en casa y, ahora que tengo más conocimientos de herbología que el año pasado, comenzaremos a llevarlo a cabo.
—¡Eso es genial! Tendrás que contarme luego que tipo de plantas tendrán, ¡y enviarme fotos! —exclamó bastante emocionada la rubia.
Mientras hablaba, los tres llegaron a la zona de carruajes que los llevaría al tren. Era la primera vez que los usarían y a Adara le llamó bastante la atención el hecho de que no tuvieran nada que los manejara, sus amigos no le tomaron mucha importancia a aquello, por lo que siguió con lo suyo y subió su baúl al carruaje, antes de subirse ella y que el mismo se pusiera en marcha en dirección a la estación de trenes de Hogsmeade.
Fue un camino corto, apenas se lograba apreciar el pueblo aledaño a Hogwarts, Adara tenía ansias por pasar a su tercer año y finalmente poder conocerlo.
—No he visto esta mañana a Lucy y Anne, ¿estarán ya en el tren?
La hija de Rowena asintió antes de contestar.
—Anoche mencionaron que querían estar a primera hora aquí, para poder tener un vagón cerca de los baños.
—Eso suena muy Anne, la pobre va siempre al baño durante las clases porque no le gusta gastar tiempo del receso —musitó Bruno riéndose levemente.
Se bajaron de los carruajes una vez estuvieron frente a la locomotora y con esfuerzo subieron sus baúles a esta, dirigiéndose a un vagón cercano a la puerta de salida.
Antes de que Adara pudiera entrar al vagón, en donde Hilaris y Bruno se apropiaban de los asientos de la ventana, una mano se posó en su hombro haciéndola voltear.
—¡George! No te había visto a ti ni a ninguno de los leones, temía no alcanzar a despedirme.
El gemelo pelirrojo se rió, en su mente había tenido el mismo temor de no poder alcanzar a la rubia y decirle lo que quería. Pasó su mano derecha por su cabello alborotándolo aún más, mientras tendía su otra mano hacia la muchacha de menor estatura.
—Nos atrasamos terminando de hacer los baúles, Angelina y Alicia terminaron dejándonos solos en la torre... En fin, sólo quería darte esto, es la dirección de la Madriguera, mi hogar ¿recuerdas? —bajo el asentimiento de la contraria, continuó hablando—. Así podremos enviarnos cartas, si te parece bien.
—Por supuesto que sí, George, sería fantástico mantener el contacto contigo y Fred en el verano. —sonrió agradecida Adara—. Además, deseo agradecerle a tu madre por el suéter que me ha dado, en serio me encanta, es precioso.
—Es parte de la tradición Weasley darle un suéter con la inicial a quienes consideramos como de la familia.
—¿Entonces me consideran cercana? ¿Tanto para un suéter? —el corazón de Adara bombeaba fuerte, se sentía emocionada y querida.
—Por supuesto, no hay duda ―declaró asintiendo con una sonrisa.
—Pues que sepas que también eres como una familia para mí.
―Entonces no he quedado como un intenso diciéndotelo, ¿verdad? ―Adara negó divertida mientras el pelirrojo buscaba algo en su bolsillo y sacando un papel arrugado― Toma, aquí está la dirección.
―Te mandaré una carta, le diré a mi hermana que la enganche ella a la lechuza, porque no pienso tocarla.
―Lo suponía ―rio ligeramente después de decir eso―. En fin, mejor voy yendo, si me tardo un minuto más Fred se vuelve loco. Dale mis saludos a los chicos, que tengan unas buenas vacaciones, Adara.
—Igual tú, George, cuídate, nos veremos en septiembre.
Con una última sonrisa de agradecimiento y un movimiento de mano, Adara se despidió del Gryffindor e ingresó al vagón. Bruno se encontraba leyendo una revista de animales fantásticos que Hilaris le había regalado para navidad, la cual consiguió con ayuda de su bisabuelo, que rápidamente se convirtió en una de las cosas más preciadas del chico.
—George les ha mandado saludos, además de desearles unas buenas vacaciones. —fue lo primero que dijo al sentarse junto a la castaña luego de acomodar su baúl en un lugar donde no molestara.
—Que lindo, espero que las suyas lo sean igual —asintió la Scamander.
Adara terminó de acomodarse en su asiento, tenía algo de sueño y se sentía cansada. Haber detenido la rutina de clases, en donde se levantaba temprano cinco días a la semana, atender lo mayor posible de las clases, tomar apuntes, hacer deberes de extensos pergaminos, había hecho que su cuerpo se sintiera pesado, en necesidad de un largo descanso libre de alarmas.
Por lo mismo, le preguntó a Hilaris si no le molestaba que se durmiera sobre su hombro, la contraria negó de inmediato y le aclaró que, lo más probable, es que ella se durmiera sobre su cabeza.
No le costó nada sumirse en los brazos de Morfeo.
Al despertar, lo primero que vio fueron los ojos de Alicia Spinnet observándola fijamente, apenas parpadeando, lo que la hizo sobresaltarse en el asiento y golpear con su cabeza la de Hilaris.
Sí, se había quedado dormida, al igual que su amiga.
—Lleva así un par de minutos, le he dicho varias veces lo acosadora que se ve, pero no parece importarle —murmuró Bruno que comía unas pequeñas ranas de chocolate, intentando que no se escaparan.
―No le hagas caso, solo he venido a despedirme, no te he podido ver en todo el día. Angelina también tenía intención de despedirse, pero se ha quedado dormidisima en el vagón.
―Me alegro, yo también quería despedirme, tampoco he podido hacerlo de Lee ni de Fred, además de Angelina.
―Bueno, siempre se les pueden enviar cartas... ¿no?
―Sí, mi hermana tiene una lechuza enorme llamada Hermes.
―Oh, que hermosa tiene que ser ―Adara puso una cara que indicaba que no estaba de acuerdo―. ¿Y con quién más pasarás las vacaciones?
―Desde hace mucho tiempo hemos sido mi hermana y yo contra el mundo.
―Seguro que tu hermana te quiere mucho, Adara. Espero que pases unas grandiosas vacaciones junto con ella ―dijo Alicia para levantarse y darle un abrazo.
―También tú, Alicia. —se sonrieron y dijeron adiós una vez más.
Después de unas horas descendieron del tren y Adara no fue capaz de reprimir una enorme sonrisa cuando notó entre la gente a su hermana. No usaba un vestido blanco ni nada que la identificara como una diosa del Olimpo, si no que se había dado el tiempo de convertir su ropa en algo más común entre los mortales de la época. Iba sola, pero claro, tampoco es que una ninfa pudiera pasar desapercibida entre el gentío de magos y brujas.
Se despidió por última vez de sus amigos y corrió lo mejor que pudo, tratando de no voltear el baúl ni chocar con nadie, hacia Atenea, quien le sonrió y la espero con los brazos abiertos.
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