viii. navidad y demasiadas lechuzas.





𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖊𝖎𝖌𝖍𝖙
navidad y demasiadas lechuzas



Adara nunca había recibido tantos regalos. Sí, en el templo recibía presentes de las ninfas ―semillas, flores, hojas preciosas...―y algunos libros por parte de Atenea, pero este año había sobrepasado su límite, y de eso se dio cuenta en cuanto llegó al árbol de su sala común. Bajó corriendo porque creía que iba a llegar tarde, dado que había quedado con sus dos mejores amigos, pero cuando llegó solo vio a Bruno esperando en una de las butacas.

―¿Vienes sola? ¿E Hilaris? Pensaba que veníais juntas...

―Creyendo que iba tarde, ni siquiera me he dado cuenta si estaba en su cama. Ahora mismo vuelvo.

Iba a ir de nuevo a su habitación, pero vio a una Hilaris con el pelo despeinado, cara de sueño y un pijama de nubecitas y thunderbirds de color amarillo, Adara la información va a cuestionar la razón de su horrible pijama, pero decidió solo no mirarlo.

―Vamos a abrir los regalos, corre ―comentó Hilaris cogiendo de la mano a su amiga y bostezando en la última palabra.

―¡Haberte levantado antes! Creía que ya estarías abajo...Ya habríamos abierto los regalos si no hubieras llegado tarde ―reprendió Adara con un tono divertido.

―Bueno, bueno, para la próxima no será así. Lo prometo.

Cuando Bruno las vio llegar su cara pasó de ser de espera a ser la cara de una persona que cogió a sus amigas para que abrieran los regalos juntos.

―¡Por fin! Ya vamos a abrir todo.

―Estoy impaciente... Vamos.

Cada uno fue a por los regalos con su nombre y los comenzó a abrir. Con el nombre de Adara había cinco.

Adara cogió el regalo más pequeño de todos primero, lo abrió con cuidado de no romper el papel, no por un aprecio especial a la envoltura, si no que no quería tener que limpiar todo después. Resultó que había un pequeño espejo con un marco plateado con una pequeña lechuza decorando la parte de arriba de este, y le acompañaba una carta en la que solo ponía una corta oración.

"Para poder acompañarte en todo y en ningún momento.
Atenea"

―¡Yo sé que es eso! Mis padres tienen uno, son espejos dobles comunicantes. Solo tienes que decir el nombre de la persona que tiene el otro espejo y la llamarás.

Adara estuvo a punto de decir "Atenea", solo que prefirió llamar a su hermana cuando estuviera sola para así poder extender más la conversación. Pero para no tener que hacerlo pasó su atención al siguiente regalo. Su tamaño era un poco más grande que el anterior, pero lo abrió con el mismo cuidado que el anterior. Era una lira, no hacía falta que hubiera una nota de nadie para saber que era un regalo de Apolo. Y era muy bonita, aunque no sabía tocarla se prometió a sí misma que iba a intentar aprender. Ya solo le quedaban dos regalos, así que comenzó a abrir el tercero.

―Ese es el mío ―comentó la otra chica feliz con un peluche de un escarbato, el cual hizo que Adara se apartara discretamente―, te iba a dar un peluche de algún animal... Pero me di cuenta de que iba a regalar algo a Adara Myers así que decidí que tenía que regalarte un libro.

―Menos mal... No quiero tener una cosa como esa ―señaló el pequeño escarbato de Hilaris― mientras duermo. No pararía de tener pesadillas.

Pasó al siguiente, dándose cuenta de que sus dos amigos ya habían terminado de abrir todos sus regalos, incluyendo los que ella les había dado, porque ella los estaba abriendo con lentitud.

―Y ese es el regalo que te he hecho yo... Espero que te guste tanto como me ha gustado a mí tu regalo ―mientras decía eso Bruno levantó un libro de plantas mágicas avanzadas.

Cuando terminó de abrir el regalo en sus manos había un equipo de astrología semi profesional, en el que no sólo había un bonito telescopio plegable, sino también una gran cantidad de mapas muy detallados hechos a mano.

―Me encanta... ―miró por encima todos los mapas, eran preciosos.

Solo le quedaba un último regalo, el cual no era rígido. Se notaba que era ropa.

―¿De quién es eso? ―preguntó curiosa Hilaris, viendo un jersey azul con una gran A dorada en todo el medio.

Adara con curiosidad miró una tarjeta con letra irregular que acompañaba el regalo.

"Querida Adara,
Seguramente no te esperabas este regalo, pero cuando hablé a mi madre de mis nuevos amigos (es decir, Lee y tú) dijo que os quería hacer el famoso y calentito jersey Weasley.
Mi madre lo iba a hacer de color amarillo con una letra marrón en medio por tu casa, pero las sensaciones que me das son azules brillantes. Así que se lo dije a mi madre.
Con los mejores deseos para Navidad,
George Weasley
PD: Fred te desea una feliz Navidad también."

―De los Weasley parece ser... Me lo pondré cuando me cambie, me gusta mucho ―mientras decía eso medio abrazó el jersey porque estaba calentito.

Terminaron de recoger todo, y Adara, como era previsible, fue la que al haber quitado el papel con sumo cuidado solo tuvo que ir a tirarlos.

Y como dijo se puso ese jersey, el cual le quedaba un poco holgado, junto con unos vaqueros negros para bajar al Gran Comedor.

Este se encontraba con bastantes estudiantes y maestros, charlando y comiendo. Hilaris, Bruno y Adara ingresaron emocionados al ver toda la comida de desayuno que los esperaba en la mesa de Hufflepuff, se hicieron espacio entre los compañeros de habitación de Bruno ―de los que Adara no se sabía su nombre todavía―, los cuales hicieron espacio y un par de instantes después, sus propios platos ya estaban llenos de tanto coger comida.

—Algo que extrañaré mucho en el verano y al finalizar nuestro séptimo año, será la comida. Los increíbles banquetes que cocinan los elfos domésticos con deliciosas recetas, los colores de las frutas y los exquisitos sabores de cada postre... voy a llorar.

—No seas melodramática, casi acabamos de empezar el primer año, ¡te adelantaste demasiado! —calló Bruno a Hilaris quien abanicaba su rostro con sus manos, fingiendo llorar.

Adara solo se limitó a reírse por las ocurrencias de su amiga mientras seguía engullendo su desayuno.

―¡El correo! ―gritó un alumno.

Y en un visto y no visto una horda de lechuzas de todos los colores y tamaños entraron en el comedor, revolucionando a todo el mundo, queriendo coger sus cartas y algunas golosinas que los animales transportaban. Los domingos parecían un chiste comparado con la cantidad de pajarracos que estaban volando.

Adara empezó a divisar todas y cada una de las lechuzas, todas con sus picos enormes y ojos saltones... Haciendo ruido y entrando sin cuidado, con un olor bastante desagradable.

Volaban, a una velocidad impredecible, una pasó al lado de Adara y su respiración se paró por un segundo, estaba completamente aterrada... ¿y si una la atacaba? Y en cuanto pudo se colocó debajo de la mesa para cubrirse.

―¿Quieres que te pase la comida mientras te escondes? ―comentó Hilaris tranquilamente mientras la rubia no hacía otra cosa que no fuera taparse la cabeza.


。゚・ ☆ ° 。


Había sido una mañana agotadora, además de huir de todas las lechuzas que volaban por el castillo, Adara había disfrutado el resto de las horas con sus mejores amigos, en un minuto se encontraron con Alicia y Angelina, se quedaron con ellas un tiempo en la nieve hasta que les dio la hora de la cena en donde se separaron, sin embargo había un asunto pendiente que Adara debía realizar antes de cenar.

Siguió a las Gryffindor a su mesa y le sonrió a Lee que estaba solo, ya que los gemelos se habían ido a pasar las Navidades a su hogar.

—Feliz navidad, Lee.

—¡Feliz navidad, Adara! ¿Has pasado un buen día? —preguntó Lee tendiéndole una galleta decorada como un árbol.

Ravenclaw asintió alegre, tomando asiento a su lado, porque al ser las vacaciones de Navidad estaba permitido sentarse en otras mesas.

—Muy bueno, estoy decidiendo que puedo comer, con este gran banquete. Pero he caído en que no puedo engañar a nadie y voy a comer de todo.

―La verdad es que no, no puedes engañar a nadie ―comentó Adara sonriendo.

―¿Y qué te cuentas, querida? ―mientras decía eso se servía de dos bandejas de comida a la vez.

―Pues creo que he descubierto algo sobre el pergamino de los gemelos. Quiero ir luego a investigar la biblioteca sobre el hechizo Revelio.

―¡Brillante! El hechizo Revelio, tiene mucho sentido, si quieres voy contigo a investigar a la biblioteca.

―¡Obvio! Así cubriremos más conocimientos.

―Vale, después de comer y reposar por haberme hinchado tanto vamos, ¿te parece?

Entre la comida, que estaba deliciosa, y la compañía, la estancia en el gran comedor se pasó volando. Y Adara justo después de eso se fue a la biblioteca, en un rato ya llegaría su amigo, ella podía adelantar trabajo.

―Specialis Revelio... ―susurró para sí misma, buscando en la sección de hechizos sin ningún resultado en tomos grandes, así que empezó a coger libros que trataran sobre hechizos relacionados con la transformación.

Todas las mesas estaban libres menos una, pero como lo demás tenía un aura oscura Adara se dirigió a compartir mesa con una persona con la cara cubierta por el libro que estaba leyendo.

Se sentó para empezar con los libros, así que cogió el que más le llamó la atención, un libro llamado Donde las transformaciones cantan. Pero cuando se dispuso a abrirlo la persona que tenía enfrente se retiró el libro de enfrente de su cara.

―Señorita Myers, cuanto tiempo ―la persona que tenia delante no era, evidentemente, un alumno.

―¡Apolo! ―exclamó en un susurro, no se olvidaba de que se encontraba en la biblioteca―. ¿Qué estás haciendo aquí? Alguien te puede ver, y sería un poco raro ver a un adulto que no fuera profesor.

―Ya sabes que, a menos que yo quiera, nadie me vería, ¿por qué crees que no hay nadie más?

―Ah... tiene sentido ―admitió―. ¿Cómo supiste que yo vendría?

―Un mago nunca revela sus secretos, ¿no?

―Claro, pero menos mal que no eres un mago, sino un dios.

―Pero aplica la misma regla, ¿no?

―Te la paso por alto... ―dijo divertida —. Repito, ¿para qué has venido?

―Para desear una feliz Navidad a mi hermana favorita, ¿no puedo? —el dios se encogió de hombros tratando de parecer inocente.

―Supongo... Aunque la única que celebre aquí la Navidad soy yo. Todavía no entiendo porque me dais regalos.

―Porque así no perdías las costumbres que te enseñó tú madre. Así es como quedamos Atenea y yo cuando... Ya sabes, despertaste.

―Oh... sí, entiendo.

―Sé que quieres preguntar sobre el porqué de ocultarte todo, ¿no?

¿Saber el porqué? Sí quería... Pero no sabía si estaba preparada emocionalmente para ello. A lo mejor venía otra desgracia y ella sabía que por ahora no podía soportar más.

―Mmh... no, mejor cuéntame alguna de esas historias sobre amor tuyas ―pidió, para evadir el tema.

―¿Te he contado la historia de cómo perdí a mi amada? Pasó en más o menos por estas fechas ―preguntó con evidentes ganas de relatar esa historia.

―Más o menos me la has contado 113 veces, lo sabes, ¿no?

―¿Qué? Mentira. Yo no te la he contado 113 veces. Y aunque así fuera, te la voy a recitar.

»Estaba yo, exhausto por haber vencido a la temible serpiente Pitón, salvando a la desprotegida isla de Delfos. Y me fue confiado que el dios del amor, Eros, tenía envidia de mi manejo con el arco; dado que él solo lanzaba flechas para que la gente se enamorase, y yo, por el contrario, lograba hazañas increíbles con este. Yo simplemente le dije que no intentara hacer proezas como yo, él solo tenía el aspecto de un bebé y no lograría nada.

El tipo se lo tomó a la tremenda, ¿sabes? Me maldijo. Me maldijo a admirar al ser más bello existente y no poder apreciarlo apropiadamente. Me obligó a enamorarme de la ninfa más preciosa del mundo, y a ella la hizo odiarme... Simplemente me hizo el ser más desgraciado del mundo.
Yo vi como ella, que estaba en la flor de la vida, desaparecía poco a poco para convertirse en un robusto laurel.

―Siempre la cuentas así, olvidándote de partes importantes, pero no soy quien para juzgarte, Apolo ―dijo Adara―. Aunque sé que tienes más historias, ya me he cansado de oír siempre la misma.

―Es que esa es la mejor de todas. Ninguna de las demás tiene a la hermosa Dafne en ella.

―Sí, sí, como tu digas ―le concedió Adara―. Pero ahora, si no te importa, tengo una cosa importante que hacer.

―Oh, claro, ¡lo del mapa! Ya me enteré.

―¿El mapa? Si solo es un pergamino... ¡Espera! Tú sabes algo, ¿no? ―preguntó, olvidándose de susurrar.

―Así que no has llegado a esa parte... Bueno, querida hermana, me tengo que retirar, cosas de dioses, ya sabes.

―Lo voy a descubrir de todas maneras ―repuso Adara, intentando que Apolo le diera más pistas.

―Lo sé, me despido.

Y en un abrir y cerrar de ojos Apolo ya no estaba con ella.

―¿Qué miras tan interesante en la nada? ―cuestionó una voz a su lado.

―Lee, me asustaste ―le dijo poniéndose una mano en el pecho―. Estaba pensando, nada interesante la verdad.

―Oh genial ―suspiró para sentarse con ella―. ¿Sabes como se nota que no vengo a la biblioteca? Llevo unos quince minutos perdido y hasta ahora no he podido encontrarte. No sabía que era tan laberíntica.

―Pues si estudiaras más aquí la conocerías mejor ―comentó Adara, intentando ignorar la verdadera razón por la que Lee no llegaba: interferencias por parte de su hermano―. Bueno, ¿nos ponemos?

―Claro, a estudiar.

Y de ahí no les sacaron en horas. Estaban decididos en saber qué era ese pergamino. Adara quería más información que saber que detrás de un embrujo había un mapa.

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