vii. almas sonrientes llenas de calabazas.





𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖘𝖊𝖛𝖊𝖓
almas sonrientes llenas de calabazas


Si le preguntaban a Adara cuál era su materia y clase favorita, sin dudar te respondería astronomía. Estaba encantada con todo lo que conllevaba la clase, todos los conocimientos que tenía previos a iniciar su escolaridad habían dado sus frutos desde la primera clase.

Se había convertido, sin duda alguna, en la estudiante de primer año favorita de la profesora Sinistra. Cada pregunta que hacía en las clases que compartían las cuatro casas, Adara siempre levantaba la mano con emoción, causando un poco de irritación en algunos alumnos de Ravenclaw.

Aclarar que los increíbles conocimientos de astronomía de la rubia no sorprendían a algunos. Sus compañeras de habitación, Hilaris en específico, Bruno, Alicia, Angelina y George, sabían con certeza la adoración que tenía la pequeña Ravenclaw por los astros, mostrándose orgullosos de la gran cantidad de puntos que ganaba para la casa de Hufflepuff cada que respondía.

—¿Cuál es tu nombre, querida?

—Adara Myers, profesora.

—Tu apellido no me suena a ningún astrónomo mágico, ¿tienes algún familiar relacionado con la astronomía? —la profesora Sinistra quería conocer más sobre su alumna estrella, creía que sus conocimientos debían de venir de alguien dedicado a aquella rama de la ciencia.

—No, profesora. Pero mi hermana, desde pequeña, me ha regalado varios libros con mucha información sobre las estrellas, puedo decir que los he leído todos.

—Estoy bastante impresionada, señorita Myers, siga enriqueciendo su conocimiento aparte de las clases. Veinte puntos para Hufflepuff.

Con aquella conversación, las clases en adelante fueron mayoritariamente abastecidas con los intentos de los estudiantes de Ravenclaw por llamar la atención de la profesora, lo que no molestaba para nada a Adara, sin embargo le apenaba un poco el hecho que, muchas de las veces que se les daba la palabra antes que a la rubia, ellos respondieran incorrectamente.

Las primeras clases del año fueron solamente teóricas, gracias a eso Adara tuvo que esperar largas semanas hasta finalmente tener clases prácticas en la torre de Astronomía bajo la luz de la luna. Los días en que debían ir a medianoche a la torre, las clases terminaban más temprano para poder darle tiempo a los estudiantes de hacer sus deberes y tener tiempo para dormir una siesta.

A pesar de todo, Adara estaba fascinada. Herbología y Astronomía eran totalmente sus fuertes, lo que se demostraba en cada clase respectiva, llamando rápidamente la atención de estudiantes y profesores. Además de la profesora Sinistra, la jefa de casa de Hufflepuff, la profesora Pomona Sprout estaba maravillada con la pequeña rubia.

—Serías una increíble maestra, Myers, ¡sigue así y consideraré nombrarte prefecta!

Las mejillas de Adara habían estado toda la mañana rosadas por la emoción y la vergüenza, la voz de la jefa de casa había llamado la atención en todo el salón y los rumores se esparcieron rápido, provocando que muchos quisieran conocer a la "superdotada".

Adara ya no sabía donde esconderse cuando los actuales prefectos de Hogwarts la observaban con los ojos entrecerrados, quizá queriendo entender porque llamaba tanto la atención.

Volviendo al presente, la profesora Sinistra les dejó como deber para la próxima clase redactar en mínimo veinte centímetros de pergamino, las principales características de la constelación de Tauro. Por supuesto que Adara no dejó pasar la oportunidad para visitar la biblioteca y usar nuevos textos y libros de guía para la tarea. Si fuera por ella, le hubiera encantado poder tener en Hogwarts todos los libros relacionados a los astros que tenía en el templo, pero el espacio total de su baúl era mínimo y la consolaba recordar que Atenea le había prometido cuidarlos bien.

—¿Segura que necesitas consultar un texto?

Se sobresaltó levemente al escuchar una voz susurrarle al oído. Estaba tan concentrada leyendo sobre la constelación, que no se había percatado de la presencia de Alicia.

—La verdad, no mucho. Pero siempre prefiero leer para conocer datos nuevos. —sonrió encogiéndose de hombros—. Dicen que se aprende algo nuevo cada día, es cierto.

—Es una frase muggle, si no me equivoco. Creo que son bastante sabios, a pesar de no poseer magia como nosotros, ellos en sí son increíbles. —reflexionó Spinnet acomodándose en la mesa de la biblioteca. Sacó un pergamino, una pluma y el tintero—. ¿Me ayudas con la redacción?

—Claro, será divertido.

Alicia comenzó a leer el libro complementario de la clase mientras Adara empezaba a escribir su redacción. Llegaron al silencioso acuerdo en que si Spinnet tenía alguna duda, la rubia la ayudaría. 

En el pergamino, la pequeña Ravenclaw escribió sobre la cantidad de estrellas presentes en la constelación, la fecha del hallazgo y su descubridor, las constelaciones que se encontraban más cercanas a la estudiada, algunos datos matemáticos y datos extra que le parecían fascinantes, como la relación que puede establecerse con el zodiaco.

—¿Crees que sea necesario hablar de las características de cada una de las estrellas?

—No lo creo, debe ser suficiente con que conozcas las principales características de la constelación y sepas reconocerla en el cielo. —respondió la rubia sonriéndole a Alicia, quien se veía algo acomplejada—. La profesora Sinistra no ahondó mucho en sus estrellas en la clase, ni tampoco lo especificó cuando habló del pergamino, no te preocupes.

Alicia asintió comprendiendo su punto. Le agradeció y ambas continuaron rellenando el pergamino, el cual se sentía demasiado largo para la castaña.

Ya lista, Adara dejó al final del pedazo de pergamino un pequeño dibujo de la constelación. No tenía dotes de artista, para nada, pero creía que si uno realmente se esforzaba y ponía motivación en lo que hacía, todo saldría perfecto. Con aquel pensamiento, guardó las plumas, la tinta, el pergamino y su libro complementario. Se levantó de la mesa y tomó los libros extra para poder devolverlos a su lugar. Para finalizar, con un movimiento de mano se despidió de la castaña y emprendió camino a su bonita sala común.


。゚・ ☆ ° 。


Halloween había llegado en un cerrar de ojos. Era increíble lo rápido que se había pasado las semanas, en un pestañeo Adara ya había completado sus primeros dos meses en Hogwarts.

Las clases aquel día habían terminado un poco más temprano, para la preparación final del comedor en honor al banquete de Halloween. Habían llegado a oídos de los de primer año que se celebraría una fiesta clandestina en la sala común de Gryffindor, pero ellos no estaban invitados dado que solo permitirían estudiantes de cuarto año en adelante.

Lucy y Anne habían mostrado su total descontento con eso, querían conocer chicos mayores y poder hacer amistades con gente fuera de su casa. Por otro lado, Bruno, Hilaris y Adara se mantenían al límite de sus quejas, pensando en la infinidad de comida de buen sabor que podría haber en la noche.

—De seguro habrán papas fantasmas voladoras, una vez mi mamá comió en un viaje que hizo a América, dijo que eran deliciosas, ¡y vuelan muy alto!

Adara e Hilaris se reían por las palabras de su amigo, siempre les alegraba el día con sus datos.

—¿Han probado alguna vez las calabazas explosivas rellenas de pudín de queso? No es mi comida de halloween favorita, pero sí sabe bien, espero sirvan hoy algunas. —el muchacho soltó un suspiro antes de ingresar con rapidez al gran comedor cuando sus puertas fueron abiertas.

El alumnado dejó salir exclamaciones de asombro al ver lo bonita que se veía la estancia. Los colores anaranjado y negro resaltaban completamente al rededor de las largas mesas, las cuales están repletas de comida y postres. Con emoción, el trío de primer año de Hufflepuff se sentó en su respectiva mesa a un lado del par restante.

—¡Vampiros confitados! Son mis favoritos, tendré que agradecerle a los elfos.

—Hay muchas cosas que no conozco, ¿qué sabor tienen esos? —preguntó Adara apuntando un platillo con unos dulces de forma extraña.

—Se llaman ojos de gnomo, pero no creo que en realidad sean eso, ¿o si? —Anne ladeó la cabeza confundida dejando la pregunta en el ambiente. De igual forma, sean o no ojos, Adara no pensaba probarlos.

Para el término del banquete, todos se encontraban con el estómago rebosante de comida. De seguro despertarían con dolor, pero valía totalmente la pena.

El director Dumbledore dio la bienvenida a un grupo de fantasmas que bailaron y presentaron una pequeña obra de teatro, aumentando la dicha en el salón. Luego de unas palabras de ánimo para lo que quedaba del año escolar, el director los dejó ir a las salas comunes, guiñando un ojo en dirección a los leones, como si supiera sobre la fiesta que se haría.

El cuarteto de chicas de Hufflepuff se dirigió a su sala común, ni siquiera pensando en pasar por las cocinas; sus estómagos habían recibido comida por todo un mes. Bruno se había acercado a sus compañeros de habitación, a quienes Adara solo conocía de vista, había escuchado alguna vez sus nombres en las clases, sin embargo, no los había retenido en su mente.

En el camino, un poco más lejos del gran comedor, se encontraron con los gemelos Weasley, Angelina, Lee y Alicia, con quienes se desearon un feliz halloween mutuamente, mientras Angelina le prometía a Anne y Lucy contarles cualquier chisme que se enterara de la fiesta.

Una vez instaladas en el dormitorio, con las pijamas puestas y cada una en su respectiva cama, comenzó la charla.

—Me encantaría estar en tercer año para poder salir a Hogsmeade, dicen que a los cursos mayores los dejan ir hasta los días de semana, ¡es injusto!

Lucy por lo general era la que más charlaba en el dormitorio. Se guardaba comentarios en el día, temiendo ser escuchada (dicen que los secretos en Hogwarts no existen, Adara esperaba eso no fuera totalmente cierto.), entonces al final del día, cuando ya era hora de dormir, descargaba sus pensamientos hacia sus amigas.

—¿Qué es Hogsmeade?

La rubia trató de recordar aquella palabra en las pocas cosas que recordaba del mundo mágico gracias a su madre, pero no pudo.

—Es un pueblo mágico aledaño a Hogwarts, solo viven magos, nada de muggles. —respondió Hilaris jugando con sus pies—. Desde tercer año podemos salir los fines de semana, hay muchas tiendas, es como el callejón Diagon.

—Oh, debe ser bonito. —todas le dieron la razón.

—He ido con mi abuelo algunas veces, hay una tienda llamada Honeydukes que es solo de dulces, ¡es el paraíso! —comentó Scamander con sus brazos elevándolos en el aire.

—Mi hermana casi nunca me da dulces, dice que puede interrumpir con el coeficiente intelectual.

—¿Tienes una hermana? ¿Cómo es ella? —preguntó Anne interesada.

Adara se reprochaba mentalmente. No le gustaba para nada mentir, partiendo con que ya lo había hecho con su apellido y, más o menos, su edad.

—Uh sí, su nombre es Atenea, como la diosa griega, ¿saben? —repasó que más podría decir que no levantará sospechas, pero ¿quién creería que vive en un templo griego con la mismísima diosa de la sabiduría?

—Creo que había escuchado su nombre antes, pero la verdad no sé mucho sobre mitología.

Los siguientes minutos, las cuatro compañeras de habitación se sumergieron en una seria conversación sobre los poderes que poseían los distintos dioses del panteón griego y cuáles les hubiera gustado tener. Adara solo recordaba haber conocido a Apolo y Zeus, su padre, muy pocas veces; increíblemente recordaba más al dios de la poesía que a su progenitor.

Se durmieron no muy pronto, estaban todas cansadas, agotadas con tanto alimento y ansiosas por disfrutar de un buen fin de semana libre de deberes.













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