iii. escaleras y pasillos por doquier.
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖙𝖍𝖗𝖊𝖊:
escaleras y pasillos por doquier.
El tren se detuvo con un leve chirrido y la ansiedad se tornó aún más visible en los compartimentos de este. Adara, al ver por la ventana como todos los alumnos descendían sin llevar nada en sus manos, se preocupó al no tener idea alguna sobre qué sucedería con su equipaje. Observó como Angelina y Alicia alisaban su falda y arreglaban su camisa, a lo que rápidamente siguió sus movimientos.
Siguieron la ola de estudiantes que se reunían cerca de un hombre bastante alto, mucho más de lo normal, lo que llevó a formar la idea en la mente de Adara acerca de las posibilidades de que tuviera sangre aún más mágica que el resto de los que estaban allí. Aquel hombre les sonrió a todos, indicando a los de primer año que lo siguieran hacia un camino algo oscuro, el cual iba iluminando con una pequeña lámpara.
—¿Saben cómo se efectúa la ceremonia de selección? —preguntó Angelina hacia las dos chicas a sus costados, rompiendo el silencio que reinaba en el lugar.
—Recuerdo haber leído algo en Historia de Hogwarts sobre un sombrero, pero no estoy segura si continúa siendo de la misma forma. —murmuró Adara, aunque estaba muy segura. No le gustaba mentir, pero debía ocultar el hecho de que conocía a Dumbledore de antes, si el resto lo supiera empezarían a cuestionar todo; por lo que había escuchado, era una tal Profesora McGonagall quien se encargaba de hablar con las familias muggles en el caso que tuviera algún descendiente mago.
La morena asintió comprendiendo, algo un poco más relajada. Algo relacionado a un sombrero no sonaba muy peligroso, ¿o si?
—¡No más de cuatro personas por barca! —gritó el hombre alto.
Llegaron a un extenso lago negro en donde una docena de barcazas los esperaban, las tres chicas se subieron a una próxima a ellas y esperaron unos segundos viendo si alguien más se subía, pero no sucedió, por lo que pudieron continuar conversando levemente entre ellas sin tener que presentarse a alguien más.
Un par de minutos después, se encontraban subiendo las escaleras del castillo. Podían ver, a través de una enorme puerta, los oscuros pasillos llenos de cuadros y también oír el bullicio de los alumnos mayores que esperaban la selección de los nuevos.
Una mujer no muy joven con un rostro severo los esperaba con un semblante serio y un pergamino en sus manos. Los guió hacia el frontis de una puerta majestuosa, llena de incrustaciones doradas, Adara rápidamente la relacionó con la puerta del gran comedor. Sus ojos se abrieron con sorpresa y encanto una vez ingresaron. El cielo del salón había sido encantado para que pareciera que no hubiera techo, por lo que simulaba una noche llena de estrellas, lo que fascinó a la rubia.
Caminaron todos los de primer año detrás de la profesora, ensimismados con el ambiente. Habían cuatro largas mesas llenas de estudiantes curiosos.
—Una vez llame su nombre, deben acercarse y sentarse en este taburete.
Comenzó la selección bajo un silencio rotundo. La profesora McGonagall, como se presentó antes de llamar al primer estudiante, posaba un viejo y raído sombrero sobre las cabezas de cada primer año, hasta que este mismo objeto encantado proclamaba la casa elegida.
—Johnson, Angelina.
La morena caminó algo nerviosa hacia el frente, solo para tener el sombrero un par de segundos antes de anunciar la casa de los leones.
—Myers, Adara. —pronunció la profesora pasados unos minutos de selección.
La rubia sonrió levemente dándose ánimos mentales. En realidad no estaba nerviosa, sabía que en la casa que quedara era debido a sus características, fuera la que fuera, ella debía dar todo de sí... aunque no le importaría estar en la misma casa que Angelina, al menos conocería a alguien.
A mi tú no me engañas, pequeña Ravenclaw. Cuando supe de tu existencia te esperé ansioso, ahora entiendo que ansiaba conocer esta mente tan poderosa que posees. Tienes bastante cualidades de la casa de tu madre, sin embargo creo que calificas mucho mejor para otra... Aunque seas una Ravenclaw, posees las características que Helga Hufflepuff más apreciaba.
¡HUFFLEPUFF!
Adara tenía que admitir que con la primera oración dicha por el sombrero se asustó. Si un sombrero raído y viejo (pero bastante inteligente) conocía su secreto, ¿qué impedía al resto de no saberlo?
Se bajó del taburete algo extraña. Desde que supo la historia de Hogwarts y el importante papel que su madre había cumplido en su creación, siempre deseó ser de la casa que ella había fundado. Ahora sentía un leve vacío. Si su madre y hermana estuvieran vivas, ¿estarían orgullosas de ella?
Caminó trastabillando hacia la mesa que vitoreaba su elección, viendo cómo la mayor parte de ellos le sonreían y hacían señas para felicitarla. Ahora esa sería su casa, su hogar, debía acostumbrarse y observar el lado positivo... ¿cuál era? debía descubrirlo.
Se sentó junto a un chico que parecía ser un poco mayor que ella y, antes de que pudiera siquiera terminar de acomodar su túnica, el chico se presentó.
—Bienvenida a Hufflepuff, mi nombre es Cedric Diggory, soy de segundo año. —el muchacho de rostro tierno y voz suave acercó su mano para estrecharla con Adara—. Si necesitas alguna ayuda, consejo o guía, estaré disponible.
—Muchas gracias, Cedric. Soy Adara Myers, mucho gusto.
Le sonrió bastante agradecida y se giró para poder prestar atención al resto de los estudiantes que esperaban ser seleccionados. En un segundo, una idea pasó por su mente y sus ojos viajaron a la mesa de los leones en busca de Angelina, algo triste por no haber quedado junto a ella, ahora las esperanzas quedaban puestas en Alicia. Johnson captó su mirada y levantó su mano saludándola, mientras a su costado un chico moreno aplaudía con fervor y observaba curioso todo el salón.
—Spinnet, Alicia.
Fue algo triste ver como su otra amiga había sido seleccionada a Gryffindor también, pero se reconforta al notar que, una vez le sacaron el sombrero a la castaña, ésta observó a Adara con una gran sonrisa en su rostro. Pasó a su lado para poder sentarse en su respectiva mesa.
—Podremos vernos en los recesos, ¡y quizás tengamos clases juntas! —le murmuró la castaña dándole un corto abrazo en los hombros antes de sentarse con los leones.
Adara se sintió muy contenta. Ahora sí podía confirmar que tenía amigas.
Una vez terminada la selección, Dumbledore se levantó en su asiento con sus brazos abiertos simulando esperar un abrazo.
—¡Sean todas y todos bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts! Y a los de primer año, ¡bienvenidos al inicio de su escolaridad mágica! —su mirada recorrió todo el gran salón con una sonrisa bonachona y, al mismo tiempo, misteriosa en sus labios—. ¡Al ataque!
Dicho y hecho, sus últimas palabras dieron paso a que en cada una de las mesas dentro del gran comedor, aparecieran una increíble cantidad de variada comida, expectante a que los alumnos puedan disfrutar del banquete de inicio de curso.
Casi una hora después, Adara se sentía débil. Su estómago estaba rebosante de deliciosa comida y lo único en que pensaba su cerebro, en esos momentos, eran en conocer la que sería su suave cama.
—Hufflepuffs primer año, por aquí, por favor. —una chica bastante bonita y mayor que Adara los guió por los pasillos de Hogwarts, hablándoles sobre algunos icónicos cuadros que podían ver en su camino, consejos sobre atajos que podían utilizar si iban atrasados a alguna clase y explicándoles algunas reglas que debían recordar siempre.
Tuvieron que llegar al sótano del castillo, hasta una zona oculta rodeada de barriles. La prefecta les indicó la manera en que debían entrar, aclarándoles que no debían decirle aquello a nadie ajeno a Hufflepuff. Golpeó el segundo barril de la zona inferior, en la segunda fila, al ritmo del nombre de la fundadora "Helga Hufflepuff", lo que provocó que se abriera la tapa del barril, dejando al descubierto un pasadizo que finalmente los llevó a la sala común propiamente tal.
Una vez estuvo dentro, Adara quedó encantada con lo preciosa y acogedora que era su sala común. Estaba llena de naturaleza, banderines amarillos y negros, y muchas ventanas redondas que daban vista a un campo de dientes de león. En cada rincón, se podían ver ilustraciones de tejones, que Adara agradeció que fueran solo eso y no de verdad; su terror a los animales podría jugarle en contra muchas veces.
—Las habitaciones de las chicas están a mi derecha, y las de los chicos a mi izquierda. A las siete y treinta comienza el desayuno los días de semana, mañana, al ser domingo, tendrán el día libre para recorrer y familiarizarse con el entorno. Temprano les darán sus respectivos horarios, buenas noches.
La prefecta los despidió con una sonrisa, y todos comenzaron a enfilar en busca de sus dormitorios. Los alumnos de cursos mayores ya comenzaban a llegar y eso provocaba que hubiera más ruido en la sala, lo que ponía un poco incómoda a Adara. Por suerte, logró encontrar con rapidez su habitación la que, según un cartel que colgaba en la puerta, compartía con tres chicas más.
Ingresó con emoción, realmente deseaba poder llevarse bien con quienes serían sus compañeras de habitación por largos siete años, daría todo de sí para ser una buena amiga.
—¡Hola! Tú debes ser Adara Myers, ¿o me equivoco? —una muchacha de cabello rubio la saludó al momento de haber dado un paso dentro de la habitación.
Asintió en respuesta estrechando su mano con la chica.
—Soy Lucy Adams, y ellas son Hilaris Scamander y Anne Murphy. Ya hemos elegido nuestras camas, la que está cerca de la ventana ha quedado para ti, ¿no tienes problema?
Adara le sonrió al par de chicas que estaban sentadas en sus respectivas camas mientras las saludaba con la mano, antes de negar en dirección a Lucy.
—Claro que no, de hecho iba a pedir la cama de la ventana.
Pudo ver cómo el rostro de las chicas se relajaba. Lucy y Anne tomaron sus pijamas de sus respectivos baúles y salieron hacia el baño. Adara se sentó un momento en su nueva cama y sonrió. La habitación era justamente lo que pensaba, cuatro camas adosadas a la pared con sus partes inferiores dirigidas al centro del lugar, simulando formar un círculo. En la pared más cercana a la puerta, había afiches de el equipo de quidditch de Hufflepuff y dibujos bastante bonitos de tejones; todo sin alejarse de los colores sagrados allí.
—¿Es cierto que querías estar junto a la ventana o simplemente lo dijiste para no preocuparnos? —la suave voz de Hilaris ingresó por los oídos de la rubia provocando que girara su rostro hacia ella.
—Sí era verdad, tranquila. Me gusta mucho observar las estrellas en la noche y escuchar a los pájaros cada mañana. —murmuró en respuesta dándole una sonrisa.
—Oh, entiendo. —titubeó antes de seguir hablando—. ¿Puedo preguntarte otra cosa? ¿Conoces a alguien de otras casas u otros cursos?
Adara ladeó la cabeza hacia un costado pensando en que responder. Conocía a Alicia, Angelina y Cedric, a nadie más, a menos que haber conocido hace unas semanas al director pudiera contar.
—Un par de chicas que fueron seleccionadas en Gryffindor y un chico de segundo año de Hufflepuff, pero los conocí hoy solamente. ¿Por qué preguntas, Hilaris?
—No conozco a nadie, sin contarte a ti y a las chicas. No quiero ser una antisocial, creo que me cuesta bastante hacer amigos.
—¡Yo puedo ser tu amiga! —Adara inmediatamente saltó a la cama de Hilaris y estiró su mano—. Prometo ser una amiga muy muy muy buena, la mejor.
Con aquellas palabras, ambas formaron un pacto bastante fuerte que esperaban mantener por el resto de su vida. Aquella noche, Adara durmió excelente. Al principio, estaba algo triste por haber dejado el templo y a su hermana, pero pronto se dio cuenta que este es un nuevo paso en su vida y que haber ingresado a Hogwarts no significaba que dejaría de ver a su hermana ni a las ninfas que la cuidaron desde pequeña.
Lo que sí hizo, fue soñar con su madre y hermana Helena. Le era difícil creer que no estuvieran vivas, que ya no las volvería a ver o hablar con ellas. Y tampoco podía creer que su edad era de casi mil años, pero el hecho de sentirse de once años volvía aquel tema en algo secundario.
A la mañana siguiente, se despertaron temprano con mucha emoción. Al ser domingo, tenían el día libre para recorrer, tal como la prefecta les había recomendado hacer, y las chicas de primer año de Hufflepuff siguieron su consejo.
Adara quedó maravillada con cada rincón que conocieron. Desde las escaleras que se movían aleatoriamente hasta la torre de adivinación y los Invernaderos de Herbología. En aquellos lugares podía pasar horas rodeada de sus cosas favoritas, como la naturaleza.
Aunque casi todo fue de su agrado, el Bosque Prohibido no le hizo nada de gracia... demasiados animales salvajes. Prometió hacer todo lo posible para evadir aquel lugar.
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