Ciudad de México, 19 de septiembre de 2017

Mi pequeña Marifer:

Comenzaré diciendo lo mucho que siento el hecho de que tú y tu mamá hayan decidido alejarse de mí, pero no las culpo, sé que yo fui el causante de todo esto. Mi orgullo y mi adicción por el alcohol han provocado que pierda lo más valioso que he tenido en mi vida, que no es el dinero ni el trabajo, es más, ni siquiera hablo de mi salud; las he perdido a ustedes y eso es lo que más me duele en el alma.

Has crecido mucho, mi pequeña. A tus catorce años eres toda una jovencita, y me has demostrado que tienes más madurez y determinación para cumplir tus metas y salir adelante que todo el hombre que cuando tenías cinco años tanto te decía que te faltaba valor para enfrentar la vida, es tan irónico.

Recuerdo cuando te llevamos al parque y casi caes del columpio, pero ahí estuve para acogerte en mis brazos, aunque tu mamá dijera que te estaba sobreprotegiendo. Estos últimos años todo ha sido diferente, las he abandonado y me he convertido en el monstruo del que siempre quise protegerte, pero en verdad jamás he querido el mal para ustedes porque las amo, aunque no lo parezca.

Me avergüenza admitir que he leído tu diario secreto. No quería hacerlo y me siento el peor padre del mundo por haber invadido tu privacidad, pero te diré algo; lo hice con el afán de saber qué era lo que te aquejaba, ver si podía enmendar alguno de mis tantos errores y de ser posible recuperar el cariño de la princesa que más he amado desde el primer día de su nacimiento. Quisiera verte convertida en una mujer exitosa y saber que después de todo no fui tan mal padre, aunque tal vez ese éxito se debería a tus grandes fortalezas y el apoyo incondicional de tu madre.

Lamento todo el daño psicológico que te he provocado; sí, ahora sé que definitivamente las cosas se han salido de control con todo lo ocurrido los últimos días. Déjame decirte que yo tengo ese mismo presentimiento que tú, llegué a pensar que eran los efectos del alcohol, que ha dañado tanto mi cerebro al límite de no saber quién soy en ciertos momentos. Siento que algo malo pasará en las próximos horas y quisiera tenerte entre mis brazos para protegerte de cualquier mal, y dejar para siempre este maldito vicio que me ha convertido en un muerto en vida.

Anoche llegué a la casa solo Dios sabe cómo, con tu diario en la mano y empapado no solo por la lluvia, sino por las lágrimas que corrían como cascada por mis mejillas. Me sentí traicionado, creí que mi amigo de tantos años te estaba arrebatando de mi lado. Ahora he recapacitado y sé que él lo único que hizo fue protegerte del monstruo que se ha apoderado de mi persona, por eso le estoy eternamente agradecido.

Hoy es 19 de septiembre y el sol ha salido, desearía poder decir que es un nuevo día para volver a intentar ser una mejor versión de mí, pero la tristeza me carcome y no puedo evitar sentir la necesidad de tomar una copa más para ahogar mis penas, me siento tan desdichado, pero decreto que esta será la última. Esta misma tarde iré a casa de tu amiga Susy y hablaré con Leonardo para hacer una promesa y así recuperar la confianza de las personas que más amo, juro que no será en vano.

El sueño me vence ahora mismo y necesito recuperar fuerzas para cuando volvamos a encontrarnos estrecharte entre mis brazos y pedirte perdón por todo el daño que he causado, desde ahora las cosas serán muy diferentes. Dejaré esta carta entre tu diario para cuando la leas, sepas que el hombre que más te ha amado está arrepentido por ser el peor padre del mundo y pide a gritos una segunda oportunidad.

Nos veremos al atardecer, te mando muchos besos.

Con amor para mi hija:
Bernardo Robles

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¡Hola, que tal, bellos lectores!

Es un placer volver a revivir un poco de esta historia con este capítulo extra, o más bien carta, que quería publicar desde hace algún tiempo, en donde Bernardo escribe a su hija justo la mañana del 19 de septiembre, horas antes de la tragedia. Espero les guste y puedan percibir los sentimientos que deseo trasmitir.

¡Saludos!